martes, 30 de octubre de 2007

Mártires de España, rogad por nosotros


DOS MÁRTIRES RIOPLATENSES
EN LA ESPAÑA ETERNA


Por la ruta de la Fe, la Esperanza y la Caridad nos han regresado a la patria oriental las reliquias de las Mártires Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz, proclamadas Beatas por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo del Año de Gracia 2001. Fue el domingo 9 de julio de 2006 cuando en la Iglesia Catedral de Montevideo, antes de una Santa Misa solemne, la urna de mármol blanco con las reliquias fue depositada en el Baptisterio donde ambas habían recibido, siendo niñas, los Santos Crismas.

Siempre se ha dicho que en las tumbas estaban las sombras. Hoy comprendemos que allí reside la Luz: “estaban de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidas de túnicas blancas, con palmas en sus manos (…) y lavaron sus vestidos y los blanquearon en la sangre del Cordero. Por eso están ante del trono de Dios y lo adoran día y noche en su Santuario” (Apocalipsis, 7, 9, 14-15).

Dolores y Consuelo nacieron en Montevideo. Dolores el 29 de marzo de 1897, y Consuelo exactamente un año después. Las futuras Beatas Mártires eran hijas del matrimonio formado por el abogado madrileño Santiago Aguiar-Mella y la criolla montevideana Consolación Díaz Zavalla.

Alboreaba el siglo XX cuando la familia abandonó la República Oriental para dirigirse a España. Atrás quedaba, impune, el asesinato masónico del Presidente Idiarte Borda, afirmándose así el país que pergeñaba José Batlle y Ordóñez en la línea sarmientina. Ella se daba con ancho proceso en el Río de la Plata.

Campeaba su filosofía hecha de oposiciones entre “Civilización y Barbarie” alineadas según el inmanentismo con modalidad de hedonismo burgués que apuraba los últimos años previos al apocalíptico 1914.

A poco de llegar a Madrid fallece su madre, por lo que Dolores y Consuelo ingresaron como pupilas en el Colegio de las Hermanas de las Escuelas Pías de Carabanchel, donde permanecerían hasta 1917 realizando estudios de Magisterio Superior. Allí se forjó un vínculo definitivo entre aquellas “indianas” y la familia religiosa. Se hizo cada vez más fuerte en ellas el espíritu de la Catolicidad y su afán de Misión y Servicio, todo lo que al final les costaría la vida física.

Y llegó 1931. El año terrible de la proclamación de la República, que en menos de cinco años condujo a España al caos. En pendiente pronunciada se quebró la paz social con el enfrentamiento sangriento de las clases sociales. La Unidad nacional se fracturó hasta casi llegar a la balcanización. La persecución religiosa fue en aumento con las leyes de divorcio y aborto a las que sucedió la quema de Conventos e Iglesias con la expulsión de Órdenes religiosas. Las Hermanas Escolapias sentían el constante asedio y atropello del anticatolicismo resuelto en odio y blasfemia.

En ese ambiente, las uruguayas Aguiar defendían públicamente su Fe Católica ayudando y trabajando por aquellas victimas del terror frentepopulista. El asesinato de José Calvo Sotelo desbordó el cáliz de hiel y se produjo el Alzamiento contra la vesánica tiranía. La consigna en los territorios africanos fue “El 17, a las 17”.

El día 17 de julio a las cinco de la tarde tuvo lugar el comienzo de la Cruzada. Dentro de las veinticuatro horas siguientes lo hicieron las guarniciones de España. Por diversas circunstancias una parte de la Península no pudo ser liberada. Madrid y Barcelona quedaron en la zona roja como bocas del infierno. George Orwell, en páginas que titulara “Cataluña 1936” expone que en Barcelona había comenzado la “revolución social”, a través de la sovietización de las empresas cualquiera fuera su tamaño, amén del terrorismo practicado por el poder político con el apoyo de bandas armadas en las calles.

Los cuadros políticos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a cargo del Servicio de Información, se especializaron en crear el terror y conciencia del terror “entre los traidores fascistas” entrando a las cárceles a elegir victimas para “ajusticiar”. Un aspecto anecdótico, pero no por ello indigno de figurar en esta referencia local de Cataluña, fue que durante este período centenares y centenares de presos requetés o falangistas eran trasladados a las bodegas del “Uruguay”, un buque de bandera republicano-socialista fondeado en la rada de Barcelona.

Testigo de los espantos que allí se producían, Manuel Tarín Iglesias en su libro “Los años Rojos”, publicado en 1986, da cuenta que en el común de las gentes, fueran o no de derechas, el sólo nombre de “Uruguay” producía helado horror sólo por las reverberaciones semánticas que provocaba el nombre del satánico navío.

La situación de Madrid no iba en zaga. Luego del ataque contra el Cuartel de la Montaña y la Cárcel Modelo se dio el sádico asesinato de innumerables militares y civiles. Entre los uniformados se encontraba el dirigente falangista Julio Ruiz de Alda, héroe de la aviación española y mundial. Entre los segundos cabe destacar a personalidades de inteligencia superior como Ramiro de Maeztu y Víctor Pradera.

En esos días de tragedia aparecieron con todo su aire siniestro las tristemente célebres “chekas”. Durante la revolución bolchevique, éstas habían sido el más férreo instrumento de terror para diezmar las poblaciones consideradas enemigas de los nuevos amos. La requisa, la detención y el asesinato se ordenaban en las “chekas” y sustituyeron en la “república” cainita a todo lo que se podía llamar función policíaca o jurídica.

Anarquistas, comunistas, socialistas y toda la gama de zurdos, tuvieron su “cheka” particular. Cientos aparecieron repartidas por toda la Ciudad ocupando las mejores mansiones y teniendo a disposición vehículos requisados a los “facciosos”. A ellas se agregó la privada de la Dirección de Seguridad que recibió el nombre de “Escuadrilla del Amanecer”, porque era en las amanecidas cuando registraban domicilios, detenían y asesinaban durante sus “paseos” de las afueras de la capital.

En medio de aquel pandemonium Dolores y Consuelo continuaron sin desmayo ayudando a las monjas dispersas y ocultas en Madrid. Comenzado agosto ambas se fueron a vivir con ocho religiosas refugiadas en una casa cercana al colegio del que habían sido expulsadas por la “cheka” comunista. Nada amedrentaba su misión para con la gente de Dios.

Así, hasta el 19 de septiembre de 1936, cuando Dolores salió hacia un barrio donde llevaba alimentos y Hostias Consagradas “para los que tenían hambre y sed de Cristo”. Detenida por milicianos pese a su documentación fue conducida a una de las “chekas”. Horas después allí se presentó Consuelo, llevada por una nota supuestamente firmada por su hermana en la cual le solicitaba su presencia junto a la Superiora María de la Iglesia para obtener la libertad.

Del horror de las horas que siguieron nada sabemos. Sus cuerpos y el de la Madre Superiora fueron encontrados masacrados en la carretera hacia Andalucía, de donde se los llevó a un depósito. Poco antes de ser arrojados a una fosa común los recuperó su hermano Teófilo, entonces Jefe del Consulado uruguayo, quien pudo darles cristiana sepultura en el cementerio de la Almudena.

El desgraciado suceso tuvo amplia repercusión y llevó al gobierno Oriental que encabezaba el doctor Gabriel Terra a la ruptura de relaciones con la tiranía siniestra y simiesca que detentaba el gobierno de la España autodenominada legal. Un gesto de dignidad diplomática hoy convenientemente ocultado por la historiografía al uso gramsciano a que nos tiene acostumbrados el liberalismo marxista uruguayo.

De la vida terrenal de Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz puede decirse lo que Antonio Caponnetto expresa en “Los Arquetipos y la Historia”: “recorre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y se prolonga hasta nuestros días en los textos más representativos de la Cristiandad. Se insta a seguir a Cristo como Modelo Supremo, y también obviamente, a aquellos que han consagrado sus esfuerzos para ir tras Él. Profetas, Santos, Patriarcas, Místicos o Mártires. Cristo mismo en su Evangelio no cesa de repetírnoslo a cada tanto: «Venid en pos de Mí», «aprended de Mí», «sed perfectos», o «ejemplo os he dado para que vosotros hagáis lo que Yo he hecho». Se lo sigue e imita por amor, por una fuerza afectiva incontenible, que está por encima y en algunos casos de modo excluyente, de todo otro bien terreno”.

Dolores y Consuelo caminaron tras Él, por ello hoy están a la derecha de Dios. Seguramente con las manos elevadas en oración como en la visión del poeta:

Como tibia azucena adelantada
Constantemente entre el alba y el rocío
orante nieve, ojiva pura y levedad trenzada
como ave par alzada sin temblores,
calmando en su misterio desposado
la desazón humana de las flores.
Luis Alfredo Andregnette Capurro

No hay comentarios.: