sábado, 31 de marzo de 2018

Jefaturas


EL JEFE

¡Se acabaron los jefes!, solo tenemos cobardes burócratas que cambiaron la viril postura del guerrero, por la genuflexión ante el político en turno. Miedo, solo miedo y una descastada existencia que permite que un superior jerárquico (¡no un Jefe!) se desentienda de la suerte y, en definitiva, de la vida de quienes la Patria le confió.

Viene a mi memoria (como símbolo de lo dicho) la fotografía del General Menéndez rindiéndose (¡previo haberse acicalado!) ante el militar enemigo que mostraba las huellas del feroz combate que debió librar. Entonces me pregunto: ¿no hubiera sido más honroso para ese general y para la Patria misma, que los ingleses lo hallaran en el frente de combate al mando del último pelotón, eligiendo la muerte gloriosa a la fotografía dolorosa? Cuánto debió aprender Menéndez del “Perro” Cisneros, del Teniente Estévez y aún del soldado Hermindo Luna, que al ser intimado a rendirse respondió que allí nadie se rendía, asumiendo con esas viriles palabras le jefatura de sus camaradas.

Por eso la historia le reservó a Menendez el oscuro sitio que guarda para los que se rinden en cuerpo y alma y guardó el sitial de honor recogiendo en mármol y bronce los 649 nombres de quienes amaron tanto a su patria que no temieron morir por ella.

¡Ya no hay Jefes!, sólo personajes que por su fiel y servicial mansedumbre, culminan las carreras mostrando con orgullo sus trajes llenos de dorados.

¡Pobre Patria, ya no tiene más jefes! Pero, ¿no es acaso más eficaz y sencillo recurrir al consenso (¡oh palabra mágica!) que dilucidar la verdad al momento de decir sobre el otro?

¿Para qué se necesita hoy la autoridad de un docente, si cuenta con el “Consejo de Convivencia”?

¡No existen más Jefes!, sólo “héroes” de pacotilla que ansían vivir para gozar de su gloria ante una pobre sociedad que los admira.

Hace tiempo que la Patria no puede engalanarse con la heroicidad de sus hijos. Pero no fue siempre así. Hubo épocas gloriosas. Recordemos a Jefes por excelencia como el Gral. San Martín, Gral. Belgrano, Gral. Güemes y al mismo Restaurador de las Leyes. Más cercanos el Capitán Robacio, los 55 heroes aeronáuticos. Jefes que transformaban en gloriosas victorias, hasta las encarnizadas derrotas: ¿No escuchamos aún los cañones de Obligado?; ¿No vemos acaso al Jefe de los Patricios resistiendo junto a sus hombre hasta el fin?

Pero esa derrota fue en realidad la victoria de la que dieron cuenta los veintiún cañonazos que la nave Southampton, capitana de la flota inglesa, disparó en desagravio de nuestra bandera el puerto de Buenos Aires, cabeza de la Confederación de la que era Jefe el Gaucho de Los Cerrillos.

¿Quién imaginaría al Gral. Belgrano pidiendo su “pase a retiro” luego de Vilcapugio y Ayohuma? (de ser así ¿habrían existido Salta y Tucumán?) al igual que lo hizo el responsable de la Base de submarinos del Mar del Plata al no poder explicar los justos reclamos acerca de por qué seguía en servicio y navegando el ARA San Juan con 44 criollos bajo su jefatura.

¿Qué jefe enviaría a sus jóvenes soldados a tripular aviones y buques que no son más que montón de latas dignas sólo de un museo?

¿Qué jefe puede brindar la verdadera causa de la muerte de pilotos y marinos navegando esas chatarras? No hay jefe siquiera para ello. Total, hombres más, hombres menos, podrán seguir en carrera en búsqueda de los tan preciados dorados.

Una Nación no pierde la noción de su destino en lo universal de un momento a otro. Son muchos los hechos y el tiempo que debió transcurrir para que nuestra Argentina llegara al estado de hoy: mancillada, depredada, traicionada y, en definitiva, privada de su honor. La cultura de la desjerarquización viene desde lejos envenenando por todos los medios de nuestra sociedad. Si no fuere por lo real y grave, sonaría a mera anécdota que un Juez Federal de la Nación que, llegado el caso, podría allanar la Catedral Metropolitana, se inhiba de llevar a cabo su ingreso a una parte del territorio patrio por haber sido declarado “tierra sagrada” por unos indios.

Finalmente, para evitar una injusta generalidad, se impone una apropiada aclaración: estas líneas son un sayo que deberán ponerse aquellos a los que le quepa, porque la Patria ha tenido Jefes (heroicos militares y civiles), es decir, hombres que sabían hacia dónde conducir y el ejemplo de su vida era su mejor pedagogía; algunos llegando hasta a la máxima lección del martirio.

Tanto los que ya no están entre nosotros (desde su puesto de guardia Celeste) como aquellos que aún perseveran en la milicia terrenal, esperan el resurgimiento de la Grande Argentina.

Enrique D. García

martes, 27 de marzo de 2018

No las hemos de olvidar

SEÑORA MADRE

  

Yo vi una señora hermosa que rezaba entre el frío y la ventisca del cementerio de Darwin.
  
Un día, hace ya muchos años, la patria le pidió lo que más quería en su vida. Y allí se quedó, como semilla de regreso. Ella fue a regar aquella tumba con sus lágrimas, tan argentinas como esa tierra helada del sur.
  
Su gorro negro, contrastante con la suave ola de sus canas, era crespón andante. Como un casco que jamás se depone, que se lleva por siempre. Gorro de grandeza, antítesis del pañal blanco que reviste cerebros en fecal descomposición.
  
Las palmas, abiertas y tranquilas, descansan luego del fuego. Abraham no dudó en sacrificar a Isaac. Ahora todos somos descendientes de esta madre de la dignidad argentina.
  
Recemos por el hijo que combatió por nosotros en las Malvinas. Recemos por esa hermosa señora que tal vez pronto vuelva a abrazarlo. Y recemos porque algún día tengamos una Patria que sea digna de estas verdaderas Madres, sin plazas ni puños, que en este via crucis de la nación saben entregar lo mejor que tienen, y lo acompañan hasta la misma cruz.
  
Rafael García de la Sierra

lunes, 26 de marzo de 2018

Mirando pasar los hechos


EL TAITA MAGNO DE LA HISTORIA
VIVE EN OLIVOS Y ES
COMANDANTE EN JEFE

Todos hemos disfrutado con ese personaje creado por la inspiración y el exquisito humor del Padre Leonardo Castellani, “el Taita Magno de la Historia Patria”, sus dislates seudocientíficos, su total impiedad y el oportuno trancazo que le asesta Sancho Panza, derribando sus insensatas teorías y por suerte al Taita Magno también. La fuerza del garrotazo lo dió vuelta en el aire, tirándolo “patas arriba en el suelo”…. “se le bajó la túnica azul y se vió que el infeliz, estaba en calzoncillos sucios”.

Desde que una certera inteligencia como la de Sancho Panza no gobierna esta desgraciada Ínsula Barataria, desde aquel infausto 3 de febrero hace exactamente 166 años, el Taita Magno de la Historia ha tenido tiempo en recuperarse y ahora vive espléndidamente en Olivos y es nada menos que Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, para mal de ellas.

Recientemente nuestro Taita Magno, Comandante en Jefe y Liquidador del Patrimonio de las FF.AA., invitó (Viniendo de un superior fue una orden que tuvo que ser cumplida) a un almuerzo a los oficiales del histórico Regimiento de Granaderos a Caballo.

Los condumios ofrecidos eran aceptables pero lamentablemente a nuestros granaderos se les cortó súbitamente la digestión cuando nuestro Taita Comandante, no pudiendo resistirse a su gran afición, la historia, les dió una clase magistral desde su silla o podio a sus uniformados educandos, sobre la virtud de nuestro más “grande hombre civil”, don Bernardino Rivadavia al repatriar los restos del creador del Regimiento de Granaderos, el general José de San Martín.

Pese a la importancia de tamaño suceso ocurrido, es necesario consignar que los oficiales del regimiento ignoraban totalmente el hecho. Es más, ni siquiera habían escuchado nunca que don Bernardino hubiera tenido tal proceder.

Incluso, seguramente por su educación militar, algunos tenían una idea distorsionada sobre un civil progresista como don Bernardino y pensaban que este había sido el más grande enemigo que tuvo el general, capaz de las peores bajezas para satisfacer su odio. Otros, extraído de algún libelo nacionalista seguramente, recordaban que el general en distintas cartas había opinado sobre Rivadavia: Me consta que en todo el tiempo de la administración de Rivadavia, mi correspondencia ha sufrido una revista inquisitorial la más completa”. “Yo he mirado esta conducta con el desprecio que merecen sus autores”; “La administración Rivadavia ha sido desastrosa, él me ha hecho una guerra de zapa para minar mi opinión suponiendo que mi viaje a Europa no ha tenido otro objeto que el de establecer gobiernos en América; yo he despreciado tanto sus groseras imposturas, como su innoble persona”.

Y finalmente un grupo más pequeño recordaba todo lo demás y también sabía que Rivadavía había fallecido en Cádiz, España, en el año 1845, o sea cinco años antes que lo hiciera el Libertador, lo que hacía imposible que repatriara sus posteriores restos, mirándose asombrados por la ignorancia de su Comandante en Jefe, Primer Magistrado y Taita Magno de la Historia Patria.

La comida sumió a nuestros oficiales en la más profunda tristeza, la digestión, como ya dijimos, malograda. Su naturaleza valiente los hace capaces de cualquier quijotada pero su carácter forjado en la disciplina militar les impide descargar un sanchesco trancazo. De haberlo hecho quizás se hubiera comprobado que el Taita Magno de la Historia sigue teniendo los mismos calzoncillos sucios.

Sólo habrían musitado para sus adentros, con infinito dolor: “¿En manos de quién está la Patria?”

Francisco Aguirrezábal

domingo, 25 de marzo de 2018

Abismos


MURIÓ STEPHEN HAWKING

Recuerdo hace unos años un artículo tremendo de Miguel Wiñazki sobre la muerte de Pinochet que se titulaba “Cagó fuego”. Ciertamente, uno está tentado de titular del mismo modo la muerte de Hawking, pero no pasa de una tentación, ya que existe un abismo entre Wiñazki y nosotros; el abismo de la fe.

Hawking me recuerda mucho la parábola del hijo pródigo, pero esta vez con un final terrible: El hijo nunca vuelve. Ciertamente, este “hijo” nunca estuvo en la casa del Padre (nunca tuvo fe), pero la relación con el hijo pródigo la encuentro, por un lado, en la enorme paciencia que le tuvo el Padre y, por otro lado, en las oportunidades que le dio para llegar a la Fe. En primer lugar, tenía una enfermedad que, según los médicos, lo iba a matar en poco tiempo y, sin embargo, sobrevivió varias décadas con la misma. Por otro lado, él más que nadie podría haber llegado a la Fe a través de la teoría del origen del universo, que tanto estudió (aunque no fue su tema específico de investigación) y que abandona, literalmente, porque “suena a intervención divina”. Tremendo misterio el de la Fe. Es un regalo (don) de Dios, pero que necesita del asentimiento de la voluntad.

También resulta llamativa la degradación moral a lo largo de su vida. Habiendo leído todos sus libros de divulgación, he pasado de una cierta simpatía al leer su primer libro de este tipo: “Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros” a una decepción total en su último libro “El gran diseño”.

La simpatía respecto del primer libro se debía a una cierta honestidad intelectual que demostraba al afirmar, brutalmente, que abandonó la teoría del Big Bang porque “suena a intervención divina”. Normalmente, los científicos y seudo–científicos no hablan tan claro, sino que tratan de ocultar su postura filosófica (ateísmo) a través de argumentos seudo-científicos a los que he llamado en otro artículo “dogmas científicos” por la contradicción entre los términos. Inclusive, en dicho libro afirma “Sería muy difícil explicar por qué el universo debería haber comenzado justamente de esa manera (Big Bang), excepto si lo consideramos como el acto de un Dios que pretendiese crear seres como nosotros”. Y por esa misma razón trata de buscar otra teoría del origen del universo.

Sin embargo, su libro “El gran diseño” directamente es una falacia total, dónde presume de haber “demostrado” que el universo podría haber comenzado sin intervención divina, siendo que su teoría de los “multiversos” es un tremendo verso, ya que no cumple con los requisitos de cualquier teoría científica que él mismo explicita en su libro “Historia del tiempo”. O sea, es una teoría indemostrable experimentalmente porque no hay comunicación posible entre los múltiples universos. Por lo tanto, es un dogma científico que debemos creer por la autoridad de….. Stephen Hawking. Por mi parte, prefiero creer en los dogmas católicos, con base en la autoridad de Cristo y su Iglesia.

Luego de su muerte y antes también, los medios de comunicación han endiosado su figura, calificándolo de “genio” y, según esos artículos, pareciera que Hawking es el físico más importante de todos los tiempos. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Si bien era el físico en vida más famoso por lejos, y era muy influyente por sus conferencias, no era el físico más importante desde el punto de vista científico. A modo de ejemplo, puede mencionarse el índice h, que es una medida de la importancia e impacto de las publicaciones de un investigador. Este índice es elaborado por la base de datos científica más importante: Scopus (www.scopus.com) de la editorial Elsevier y, en el caso de Hawking, reporta un índice h de 71 (Marzo 2018) y su trabajo más citado tiene 6054 citas (una enormidad). Por otro lado, el físico argentino 30 años menor, Juan Martín Maldacena, actualmente Profesor en la Universidad de Princeton (USA), tiene un índice h de 72 (marzo 2018) con su trabajo más citado con 9659 citas. El premio Nobel de física de 2014, Shuji Nakamura, 10 años menor que Hawking, tiene un índice h de 96 (Marzo de 2018). De todos modos, hay que reconocer que, sin sus impedimentos físicos, tal vez Hawking podría haber producido más y mejores trabajos.

Ahora, Hawking ya sabe todo del universo, ahora ya salió del espacio-tiempo que tanto estudió y pudo comprobar que, lo que le sugería la misma teoría que él desechó, era la realidad absoluta. Tarde, demasiado tarde, tal vez.

Daniel Ambrosini