jueves, 31 de enero de 2008

31 de enero: San Juan Bosco


LAS DOS COLUMNAS


O
s quiero contar un sueño (…) para su bien espiritual. Este sueño lo tuve hace algunos días. Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro, a modo de lanza, que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas con cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases, de material incendiario, y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla, o al menos hacerle el mayor daño posible.

A esta majestuosa nave, provista de todo, la escoltan numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos. En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium. El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa. El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas. Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia e intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, los fusiles, los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.

Los asaltantes entretanto disparan los cañones, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando armas cortas, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate, cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que lo acompañan acuden a ayudarlo y lo levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse. El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión.

Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas, donde quedan amarradas. Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, y al llegar aseguran los garfios pendientes de las mismas y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta (…)

Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto: la devoción a María Santísima y la frecuencia de Sacramentos.
San Juan Bosco


miércoles, 30 de enero de 2008

La Iglesia clandestina


DE HEREJÍAS Y BOBERÍAS

E
stamos muy lejos de Francia, pero de vez en cuando llega hasta nosotros alguna nota de sus curas más a la page, y que es usada de inmediato por alguno de nuestros frailecitos de barba que predica en mangas de camisa a un centenar de muchachos y muchachas que se sacuden al son de una guitarra.

Hace un tiempo, uno de ellos, muy avispado y al tanto de lo que se cocina en París, culpaba a ciertos católicos de estar todavía bajo la influencia del tomismo, que ha esterilizado la búsqueda filosófica y teológica y ha tratado de encerrar a la Iglesia en una Bastilla sin ventanas a la historia.

Los dogmas —aseguraba— han sido creados en un momento de la historia de la Iglesia para responder a ciertas necesidades impuestas por el tiempo y el lugar. Así la confesión apareció en los comienzos de la cristiandad, pero el psicoanálisis la ha hecho innecesaria y obsoleta. También la inmortalidad del alma que no está mencionada para nada en el Credo pudo, en un momento determinado de la historia, tener una cierta importancia, pero como carece de toda base científica resulta absolutamente incongruente predicarla en los nuevos catecismos como si fuera una verdad de fe. A estas manifestaciones claras de su heterodoxia progresista sucedió una ardiente apología del creyente laico al que otorgó, como en su fecha Lutero, todos los carismas del sacerdocio, del profeta y hasta del rey.

Los jóvenes asistentes lo obligaron a una corta pausa, pues sintieron la necesidad de agitarse, conmovidos por el otorgamiento de todos aquellos dones que evitaría, de ser llevados a la práctica, la molesta disciplina de los seminarios y el uso innoble de alguna sotana apolillada.

Concluyó su discurso con una nutrida apología de la libertad religiosa y como había entre los asistentes un par de figuras que parecían reprobar sus conceptos, se dirigió a los tradicionalistas asegurándoles que ellos no tenían el total monopolio de la estupidez y que, al fin de cuentas, si no exageraban sus principios podían salvarse como cualquier otro creyente de cualquiera otra religión.

Este generoso deseo, lejos de aquietar los ánimos de los intransigentes, provocó una serie de preguntas y observaciones que auspiciaron un diálogo algo subido de tono y que no siempre el orador, a pesar de su serena ecuanimidad, pudo mantener en los límites del respeto. Uno de los observantes adujo que si el alma no fuera inmortal a qué diablos menciona el Credo la “vida perdurable”. En cuanto a la confesión, le recordó las palabras de Cristo: “Los pecados les serán perdonados a todos aquellos a quienes perdonéis”.

Lo que siguió ya no es narrable porque todos se habían salido un poco de las casillas y los seguidores del buen religioso estimaron que debían sacar a los intrusos a patadas y pusieron manos y pies a la obra, de manera que muchas objeciones quedaron latentes en el ánimo de los viejos católicos.

Como viejo y muy sordo que soy, no asisto a las conferencias, pero uno de los expulsados de la reunión que había ligado algunas patadas y todavía masticaba su rencor me informó con todos los detalles lo que había dicho el curita y como se trataba de un muchacho echado a perder por las lecturas de Castellani y de Meinvielle y acaso algún libro mío leído sin la luz del Concilio, me dijo que el buen religioso criticó a los Papas que no habían sabido acoger las ideas liberales, ni comprender los progresos implícitos en la Revolución Francesa. Por esa razón no entendieron la democracia ni el carácter evangélico que emanaba de ella. Por supuesto, entre esos Papas abominables se encontraba, en lugar de privilegio, la figura de San Pío X, cuya santidad proclamada por el Magisterio, no impresionaba demasiado a nuestro religioso, que debía considerarla un error atribuible a la época.
Rubén Calderón Bouchet

martes, 29 de enero de 2008

La falsa educación


APLAZADOS


H
a tomado estado público en los últimos tiempos el número creciente de aplazos entre los candidatos a ingresar en los estudios universitarios. Es que la malnacida y desquiciante educación pública argentina se desploma en un abismo sin fondo. Desde 1984, en lugar de prestar especial atención a la formación de las fuuras generaciones, la izquierda gramsciana y relativista no ha hecho otra cosa que dedicarse a ideologizarlas y destruirlas en pro de sus fines revolucionarios.

De esta forma y desde aquella fecha implementaron planes a largo plazo que a la postre les darían sus frutos. Primero fue en el Congreso Pedagógico Nacional, en el que no obtuvieron los resultados previstos. Pero después siguieron adelante con su cometido y así, en la década del 90, con la Ley Federal de Educación la situación les fue mucho más propicia. Los ministros de educación en todos estos años fueron, paradójicamente, fieles ejecutores de este plan destructivo de nuestra educación. Hoy, el sistema educativo argentino, en especial los niveles primario y secundario o en sus altisonantes sucedáneos está irreversiblemente muerto y su cadáver insepulto. Los docentes, salvo contadas rarezas, con sus interminables e insustanciales cursillos a cuestas, ya no enseñan ni predican. Algunos pueden saber cómo enseñar, pero no qué enseñar. El vaciamiento del nivel académico está a la vista y no se ejemplifica únicamente con el caso de la ciudad de La Plata. La situación es, en todo el país, patética y bochornosa.

El maestro o el profesor es uno más dentro del aula. Se ha transformado en un animador escarnecido, no existe el principio de autoridad ni el de jerarquía. Al educador se lo ha desprestigiado imprudentemente, y si está capacitado el sistema vigente le impide demostrarlo. Es un preso de la intimidación a la que contribuyen sus propios dirigentes. ¡Cuidado con reprobar, aplazar, amonestar el mal comportamiento, etc.! Estas acciones de parte del docente pueden llegar a considerarse (madres mediante) actitudes propias de “guardianes de un campo de concentración” y no lo que realmente son. Para lo cual deberíamos usar el prohibido verbo discriminar; es decir, separar lo correcto de lo incorrecto, la verdad del error, la sinceridad de la impostura, la responsabilidad de la negligencia, el valor de la cobardía, la honradez de la bribonería.

De esta forma las escuelas, sin cumplir con su auténtico rol, se han visto transformadas en lugares de contención de los “chicos”: ¿Contenedores sociales? ¿aguantaderos acaso? Para colmo de males, todo esto se da en un tiempo en el que, desgraciadamente, se advierte un decaimiento en las responsabilidades de la institución primaria: la familia. Por ende, la “modernización educativa”, propiciada por estos gobiernos democráticos dejó estos frutos: legiones de aplazados. La imbecilización de las masas ha ganado a las mayorías y la demagogia ha derrotado a la República.
Alcuino di Ferro

lunes, 28 de enero de 2008

Mundialismo


IDIOTIZACIÓN GLOBAL

PROGRAMADA

A
rturo Jauretche en su “Manual de Zonceras Argentinas”(1968), en relación con el manipuleo discrecional de la desinformación, dirigida al objetivo de la colonización cultural, manifiesta: “las zonceras consisten en principios introducidos en nuestra formación cultural desde nuestra más tierna infancia —y en dosis para adultos— con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido”. También recuerda el dicho popular: “mamá haceme grande que zonzo vengo solo”, aclarando que “…esta es otra zoncera, porque ocurre a la inversa: nos hacen zonzos para que no nos vengamos grandes”, ya que “en cuanto el zonzo analiza la zoncera deja de ser zonzo”.

Esta pedagogía colonialista que todos hemos padecido, por ejemplo, escamoteándonos buena parte de nuestra historia, aunque manteniendo en general un nivel respetable, ha sufrido en los últimos años un cambio brusco que amenaza empeorar, de acuerdo con los lineamientos de Zbigniew Brzezinski de privilegiar los conocimientos concretos y técnicos, funcionales al sistema, por sobre otros más elevados.

Veamos: en el Manual de 4° grado —actualmente vigente para niños de 9 años— de Ciencias Sociales, con Formación Etica y Ciudadana y Tecnología, de Editorial Kapeluz, en lo referente a Ética y Valores, se lee el siguiente título: “El cuidado del ambiente, una responsabilidad compartida”; y como trabajo grupal (grupos de 3/4 integrantes) se propone: “¿Qué actividades humanas pueden comprometer la existencia de recursos naturales para las generaciones futuras? ¿Por qué creen que los seres humanos a veces explotan descuidadamente un recurso natural?”, y, “Averigüen en alguna Enciclopedia qué es la Pachamama”.

En la página 64 se menciona que “en 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el día mundial del agua. Su propósito es promover entre la gente la conciencia de la importante contribución que representa el aprovechamiento de los recursos hídricos para el bienestar de las personas, así como lograr su protección y conservación”. Luego aporta información acerca de las reservas de agua y de los problemas derivados de su escasez y las posibilidades de utilización, tomando como fuente la Organización Mundial de la Salud (OMS) de las Naciones Unidas.

Más adelante, agrega: “existen lugares en la tierra donde se encuentran importantes reservas de agua dulce, como los hielos continentales y el continente antártico. Este continente se encuentra a mil kilómetros de la República Argentina. Hoy en día se plantea una polémica entre científicos, empresarios y funcionarios de diversos gobiernos sobre la actividad que desempeñan los seres humanos para la explotación de los recursos naturales que encierra este continente”.

Se pide entonces a los alumnos que “intercambien opiniones como si fueran representantes de diferentes países en una conferencia, partiendo de la siguiente pregunta: ¿es necesario preservar la Antártida de la acción humana o hay que brindar a la humanidad la oportunidad de explotar sus recursos?”, basándose en la información de que “los geólogos sostienen que en este continente hay numerosos depósitos de minerales”. Agrégase al fin: “para reflexionar sobre la importancia de acuerdo entre las naciones. ¿Consideran importante que el tema del ambiente sea tratado por un organismo internacional? ¿Por qué?”.

No está claro cómo los niños de nueve años, tan sólo en posesión de esa información puedan intercambiar opiniones como si “fueran representantes de otros países”.

Tampoco es claro el dato de que “el Continente Antártico se encuentra a mil kilómetros de la República Argentina”, es decir, como si fuera algo remoto y ajeno; y no se aclara que existe un sector argentino en ese continente, cuya superficie equipara la del resto del país. Tampoco se explica claramente de qué se trata esa abstracción llamada Humanidad.

Por cierto que no se menciona tampoco qué es el Club de Roma, nexo entre Bilderberg y la Comisión Trilateral, el que con más firmeza respalda la teoría de los “grandes espacios vacíos” —Australia, Amazonia, Patagonia— que deben ser explotados para “beneficio de la humanidad”; en concreto, para beneficio de las Corporaciones Transnacionales. Por eso la insistencia en crear la noción de que las soberanías nacionales son inexistentes.

Este Manual de 167 páginas, dedica catorce de ellas a exaltar las culturas indígenas, y se encuentran dispersas alusiones a éstas, como por ejemplo la leyenda de Coquena, dueño de las manadas de guanacos, quien autoriza su caza cuando las águilas vuelan en círculos. Curiosamente, el Dr. Hiroshi Nakajima, Director General de la Organización Mundial de la Salud, con respecto al Nuevo Paradigma de la Salud, aprobado en el año 1992, manifestó que “las éticas monoteístas no podrán ser aplicadas en el futuro”. Pero por lo visto el monoteísmo perjudicial es el del Dios verdadero, no el de las divinidades paganas.

En esa reunión —convocada por las Naciones Unidas también en 1992—, la “Cumbre de la Tierra” (ECO´92) se reafirmó por parte de los países desarrollados una política global de “control de la natalidad”, y el sentar las bases para dar “legalidad y coherencia a posibles intervenciones del poder internacional en países concretos”, “por el bien de la humanidad”, para “salvar el planeta”, “asegurar la calidad de vida”, o “preservar los recursos naturales para las generaciones futuras”.

Durante la misma, Lawrence Summers —funcionario del Banco Mundial y luego Subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos— propuso como “económicamente lógico que las industrias contaminantes emigren al hemisferio sur, porque allí pagarían menos impuestos por la contaminación”, y porque, en cuanto a las víctimas de la polución, “los años de vida o esperanza de vida de un inglés valen más que las de cientos de indios” (cfr. el libro del Padre Juan C. Sanahuja: “El desarrollo sustentable”). El ambientalismo e indigenismo desaparecen, pues, cuando las Transnacionales olfatean dólares en el aire.

¿Qué pasa en Estados Unidos? Alan B. Jones, en “Cómo funciona realmente el mundo”, relata que Norman Dodd, Director de una investigación de la Cámara de Representantes sobre las Fundaciones Libres de Impuestos en 1945, se sorprendió al encontrar en las minutas de 1911 de la Fundación Carnegie para la Paz Mundial, la conclusión de que para cambiar el estilo de vida de un pueblo el método más eficaz es la guerra, y que finalizada ésta, lo mejor para evitar el regreso al estilo de vida anterior a 1914 era controlar la educación, particularmente la historia, así que junto con la Fundación Rockefeller (FR) y con becas de la Fundación Guggenheim formaron su propio cuerpo de historiadores.

¿Objetivo?: lograr un gobierno regional angloamericano. Luego, en 1953 Dodd se reunió con Rowan Gaither, presidente de la FR, quien le comentó que por directivas de la Casa Blanca debían modificar el estilo de vida de Estados Unidos para lograr una buena fusión con la Unión Soviética.

¿Objetivo?: lograr el cambio hacia el Internacionalismo.

¿Objetivo?: que unos pocos se queden con las riquezas de todo el mundo. Cuide lo que sus hijos ven en televisión, pero mucho más lo que le inculcan en la escuela.
Luis Antonio Leyro

domingo, 27 de enero de 2008

Poesía que promete


PUENTE-GENIL


D
e celeste y blanco
viste el pueblecillo…
de blanco y celeste.

Y es viejo a lo noble,
joven a lo alegre,
con sus dos colores
de blanco y celeste.

De árabe pasado
su sabor no pierde;
pero es, hace siglos,
cristiano ferviente…
Ora, ríe y canta
de blanco y celeste.

En él no hay más negro
que ojos de mujeres
y rizos de ébano
sobre blancas sienes.
Lo demás, hermanos,
es blanco y celeste.

Viva luz lo inunda,
y, cuando al poniente
llega el sol, perfuma
el aire… Y parece
que como un cariño
flota en el ambiente.

Lleno de poesía
y de pena alegre,
dejadme que llore,
que cante y que rece…
porque aquí las horas
no sé lo que tienen,
que invaden el alma
de blanco y celeste.
Manuel Machado
el Bueno


sábado, 26 de enero de 2008

Testigo de cargo


ASAMBLEAS


Uno de los rasgos típicos de la modernidad es la Asamblea de Representantes. Su antecedente más inmediato son los Capítulos de las Órdenes religiosas y luego los parlamentos, cortes, dietas, estados generales, dumas, etc. que proliferaron en Europa en la parte final de la Edad Media.

Pero la diferencia sustancial entre estas asambleas y las modernas, aparte del tipo de representación, era que las primeras tenían competencias muy acotadas, mientras que las segundas están pensadas a medida de la “clase discutidora” (Donoso Cortés) y su ansia de hablar de todo y sobre todo. Una Asamblea moderna es siempre esto: un grupo de personas que se sienten habilitadas para discutirlo todo y que se dedican a ese notable oficio con impar entusiasmo.

Es que la médula del sistema es esta sencilla (pero falsa) idea: debe debatirse todo con completa libertad pues de ese debate saldrá la luz y así la mayoría podrá optar por la idea mejor. La lástima es que los hechos distaron mucho de confirmar esta suposición. En el siglo XIX, cuando los mecanismos de selección de la clase dirigente no estaban todavía totalmente falsificados por el dinero y los medios de difusión, las Asambleas todavía reclutaban a algunos cerebros distinguidos y se producían —a veces— debates que podían hacer pensar que el sistema funcionaba.

No hay necesidad de ahondar mucho en la historia del siglo XX para saber que hoy el fracaso total de las Asambleas en el mundo entero es un dato de la realidad. Inundadas de espíritus mediocres (“la sub inteligencia de las ciudades”, diría Spengler) y distorsionadas por las “lealtades partidarias”, las Asambleas son hoy una reliquia del pasado que sobrevive a su utilidad.

Más claro todavía es lo sucedido con las Asambleas internacionales. Tras la primera guerra mundial los nuevos dueños del mundo creyeron que se iniciaba una época de apogeo del sistema (en realidad, comenzaba su crisis) y pretendieron trasladar el principio vital de las Asambleas al plano internacional. Así se fundó la Sociedad de las Naciones. La institución nacía viciada por un tosco olvido: se puede fingir, en el interior de un Estado, que todos los hombres son iguales. No se puede, en cambio, fundar una Asamblea de naciones sobre la ficción de que todas las naciones son iguales. No lo son, y este dato de la realidad es demasiado fuerte como para ignorarlo.

Esto hubo de reconocerse en el segundo intento, las Naciones Unidas, en las que claramente se discriminó a favor de las grandes potencias, a las que se otorgó un poder de veto que falseaba las bases teóricas del sistema.

Pues bien, el siglo XX otorgó la demostración palpable del doble fracaso de las Asambleas de naciones que ni evitaron las guerras ni fundaron un orden internacional viable. Y sin embargo, reuniones de este tipo siguen celebrándose año tras año, como una especie de ritual laico que, como todos los tales, no sirve para nada.

El último caso fue la Cumbre de Pueblos Iberoamericanos que se celebró en Santiago de Chile a principios de noviembre y que, como es preceptivo, no consiguió nada de mínima importancia. Pero inauguró una modalidad novedosa, que llevó a algunos a proponer que estas reuniones no se llamen Cumbres sino Encuentros y —aún mejor— Encontronazos. Porque un insólito Rey de España se dirigió a un sólito Presidente Chavez y lo intimó a callarse. El venezolano debió contestarle como Groucho Marx: “No me interrumpa cuando estoy interrumpiendo”, pues —en efecto— se hallaba gozando del envidiable placer de no dejar hablar a Rodríguez Zapatero. O sea, que quizás asistamos a una nueva versión de las Asambleas, que servirán ahora para que los representantes se tiren de las mechas y consigan por fin evitar las guerras, convirtiéndolas en batallas campales en el recinto. La idea —si funcionara— no es del todo mala. Pero dudo que personajes como Chavez o Evo se conformen con unos puñetes sueltos, vista la incomparable magnitud de sus sueños.
Aníbal D’Angelo Rodríguez

jueves, 24 de enero de 2008

In memoriam


TENIENTE CORONEL HORACIO FERNÁNDEZ CUTIELLOS: ¡PRESENTE!

S
upo decirles a sus superiores en la comunicación telefónica previa al desenlace: “Yo voy a morir defendiendo el cuartel ustedes recupérenlo”.

Del Teniente Coronel Horacio Fernández Cutiellos estamos hablando. De él son estas líneas dirigidas a sus hijos, y escritas con cristiano presentimiento, en vísperas de su martirio:

“Queridos hijos: En su vida terrenal, que implica el contacto y la relación con otros, en diversos órdenes, nunca olviden: Para con Dios, que el primero y más importante de los mandamientos es amar al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y a nadie amarás y honrarás en mayor medida que a Él. Para con tu prójimo; que debes amarlo como te amas a ti mismo, por el amor de Dios. Para con tus superiores, que les debes respeto, obediencia y fidelidad, pero nunca de manera incondicional, pues la primera fidelidad es a Dios y sólo los superiores que actúen ordenados a Sus fines y conforme a Su orden, merecen ser reconocidos como tales. Para con tus subalternos e inferiores, tienes la responsabilidad de enseñarles y guiarlos con suavidad y firmeza por el camino recto de la virtud. Más vale soportar la dureza de una buena formación en este mundo, que el fuego del infierno en el otro”.

Teniente Coronel Horacio Fernández Cutiellos, Conquistador del Cielo por asalto, Caballero de la Orden Redentora de la Patria Cautiva, Soldado Argentino de Cristo Rey, descanse en paz.

No lo haremos nosotros, hasta que no hayamos sido capaces de recoger victoriosos, la cosecha que siembra tu muerte.

miércoles, 23 de enero de 2008

Nunca pasa nada en verano


A 19 AÑOS DEL

COMBATE DE LA TABLADA

Una tardía repetición de los frecuentes ataques a cuarteles de quince años antes, dio lugar al prolongado Combate de La Tablada durante un día y medio, el 23 y 24 de enero de 1989, cuando un rejunte de erpianos, montoneros y sandinistas bajo el antiético antónimo de “MTP” (Movimiento “Todos por la Patria”, sin aclarar cuál) irrumpieron según el método de Monte Chingolo en los cuarteles del ahora finado Regimiento 3 de Infantería, mientras arrojaban volantes y proclamas “carapintadas” simulando un alzamiento de “Rico y Seineldín”.

El combate comenzó en la madrugada del 23 y finalizó al mediodía del 24 con sendos asesinatos a traición: el del centinela Roberto Tadeo Taddía, hermano de un caído en Malvinas, y el del Teniente Primero Ricardo Alberto Rolón, quien, tras acudir al cuartel y combatir heroicamente durante la primera jornada, fue ultimado por un francotirador desde un edificio cercano cuando Alfonsín inspeccionaba las instalaciones y quizás reconocía cadáveres de marxistas amigos, con origen radical, como Provenzano.

Entre los pocos nativos incursores se contaban el erpiano “Sordo” Carlos Samojedny, Carlos Alberto Burgos (a) “Quito” de “Página/12” o el abogado derechohumanista Jorge Baños, entremezclados con el francés Roberto Sánchez (a) “Osvaldo Farfán”, su coterráneo Vital Roberto Gaguine (a) “Martín el Inglés” (a) “Peer Anker Hansen”, los españoles Pablo Ramos y José Luis Caldú (a) “Gallego”, la brasileña Aldira Pereira Nunes, el paraguayo Pedro Juan Cabañas o el chileno José Mendoza, todos enviados por el represor nicaragüense Tomás Borge, del FSLN (“Frente Sandinista de Liberación Nacional”) bajo el mando del ejecutor de sus órdenes y de sus oponentes, el “Ángel” Gorriarán Merlo.

Del lado argentino cayeron el Comisario Inspector Emilio García García (agonizó hasta el 26) y el Sargento Primero José Manuel Soria, de la Policía Bonaerense, el segundo jefe al mando de la Unidad Mayor Horacio Fernández Cutiellos —amigo y camarada ejemplar—, el Sargento Ayudante Ricardo Raúl Esquivel, el nacionalista y veterano de Malvinas Sargento Primero Ramón Wladimiro Orúe (expiró el 2 de febrero) y los soldados Héctor Cardozo, Leonardo Martín Díaz, Julio Domingo Grillo y el ya citado centinela Roberto Tadeo Taddía, además de Rolón, abatido como se dijo, el día 24.

Todas las vicisitudes del prolongado combate fueron televisadas en directo para el país y el mundo por los cinco canales de cabecera, lo cual debería hacer innecesario reseñarlas, pero el silencio se ha impuesto deliberadamente.
Adolfo Muschietti Molina

martes, 22 de enero de 2008

In memoriam


JORGE MASTROIANNI


El 22 de enero de 2003 se nos murió Jorge Mastroianni. Durmiendo, en su cama, amorosamente asistido por su esposa y sus hijos. Estaba enfermo de gravedad y lo sabía. El visible deterioro de su cuerpo anunciaba un final, que no podía ni quería disimular. La medicina llegó a los límites de lo posible con su dolencia. Él ya había desatado las amarras y se alistaba para el duc in altum, que nos pide el Señor. Su preparación sacramental para la muerte resultó paradigmática y conmovedora a la par.

Jorge fue un patriota de la tierra. Nacionalista genuino, apasionado y temperamental, fogoso en la polémica, severo en las admoniciones, implacable en el brío militante, testigo siempre de esa mayor caridad que es la Verdad, al buen decir de San Agustín. Fue asimismo un poeta, que enarboló sus versos en homenaje a los Santos y a las fiestas litúrgicas, a las realidades sacras y celestes, y a María Santísima, a quien amaba con expresiones filiales de gozo y de esperanza. Sufrió en la sensibilidad y en el espíritu los ataques impiadosos y sacrílegos. Cantó desagravios, enhebró ofrendas laudantes con sus palabras, rimó loores en homenaje a la Reina del Cielo.

Pero fue nuestro amigo, un patriota del cielo. Su religiosidad era aquella virtud que hace a los hombres justos. Rezador, penitente, devoto, ejercitante; la vida entera la gastó y desgastó por la Iglesia, en una ininterrumpida noche heroica, de guardia y de rodillas frente al Santísimo. Entre 1991 y 1995 editó una revista a la que llamó Eucaristía. Con Santo Tomás repetía ante la Sagrada Forma: “adórote mi Dios, devotamente / oculto en este cándido accidente / a Ti mi corazón está rendido / y de contemplar tu amor, desfallecido”. Aquellas páginas lo pintan de alma entero.

Lo visité dos veces durante su agonía. Difícil olvidar esas postreras tertulias. Se puso en paz con todos, y a todos los amigos nos sugería que arreglásemos nuestros humanos pleitos. Me pedía compartir el Rosario de la tarde y las lecturas de siempre, Castellani por delante. Recordaba, reía, polemizaba, pero su grande y dominante tema de aquellos diálogos era el Cielo. Y hablaba de él con una inefable mezcla de anhelo y de familiaridad, de quien se sabe próximo e inquieto a la vez. Estaba escribiendo sobre Los cinco nacimientos de Jesucristo, inspirado en un texto de Fray Luis de León, que tenía a su vera. Como la mano ya no le respondía, me pidió que lo completara. Delicadezas de un moribundo, que en tan irrepetible trance, actúa como un católico cabal, desentendiéndose de terrenales preocupaciones para concentrarse exclusivamente en la contemplación de Dios Uno y Trino.

Y cuando andábamos reuniendo ideas para completar ese artículo, se acordó de un poema de Bernárdez que yo solía recitar, y me encareció que se lo trajera una vez más a la memoria. Sonaron entonces por última vez los versos:

“Y te pido que nunca me abandones, Dios mío;
que renuncies a todo por quedarte conmigo;
que te tenga en mis brazos como ahora, dormido,
y que no te despiertes hasta el fin de los siglos”.

Ya se ha quedado Dios contigo, camarada. Ya te tiene en sus brazos. Seguiremos recitando cuando la resurrección de la carne.
Antonio Caponnetto

lunes, 21 de enero de 2008

Matrimonios y algo más


MARIDO Y MARIDO

La noticia, escueta y atroz, es una fotografía de la cultura de hoy. La neoparla la ha titulado así: “Una pareja homosexual argentina se casó en España”, como si pudiera hablarse de casamiento ante algo así.

Los protagonistas de tan tierno acto se llaman Scigliutti y Suntheim (ver fotos), sindicados como dirigentes de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina). La pucha.

“Vamos a decir, ya estamos casados, España nos reconoce. Elegimos España porque es lo más cercano culturalmente a la Argentina. Queremos que la Argentina nos reconozca”, agregó el titular de la CHA.

No cabe duda que los reconoceremos: esas caras son inolvidables.

“No os engañéis: que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (Corintios, 6, 9-10).

domingo, 20 de enero de 2008

Poesía que promete


VILLANCICO DEL

LLANTO REDENTOR

En el profundo silencio,
en la inmensa oscuridad,
un niño recién nacido
llora con voz celestial,
para anunciar a los vientos
a las estrellas y al mar
que viene a pagar la deuda
contraída por Adán.
Llora el niño y con su llanto
pagando la deuda irá.

Tan desmesurada es ella,
tan fuera de lo normal,
que sólo un ser infinito
la podría solventar;
un ser como el ser que acaba
de nacer en Navidad
para devolver al mundo
la vida y la libertad.
Llora el niño y con su llanto
la deuda pagando va.

Considerando el exceso
de nuestra necesidad,
Dios baja de su poder
a nuestra debilidad,
y con su llanto comienza
la tarea de pagar
por quienes no lo quisimos
reconocer ni escuchar.
Llora el niño y con su llanto
saldando la deuda está.

La sangre que por nosotros
en Pascua derramará
se anticipa en este llanto
que oímos en Navidad:
llanto que brota en el tiempo
para que la humanidad
merezca ser algún día
feliz en la eternidad.
Llora el niño y con su llanto
la deuda cancelará.
Francisco Luis Bernárdez

sábado, 19 de enero de 2008

El imprescindible Aníbal


ÁCIDOS


Desde hace un tiempo a esta parte, “La Nación” diario se ha desprendido, como las serpientes se desprenden de su piel al llegar la Primavera, del Suplemento Cultural dominical que tenía una larga historia, no toda ella digna de crítica. Ni tampoco, claro, de elogio. Ha optado ahora por una revista que acompaña la edición de los sábados (y quiera Dios que no haya nada simbólico en este paso del Día del Señor al Shabat), exactamente igual a la que ya hace unos años hizo “Clarín”. Pero no, no hay que confundirse: hay grandes diferencias entre las revistas de estos dos colosos del periodismo argentino. La revista de “Clarín”, que se titula “Eñe”, mide 36 cm. x 26 cm., mientras que la de “La Nación” mide 27 cm. x 32 cm.

La del ex diario de los Mitre ha optado, por otra parte, por un curioso nombre: “ADN”, es decir, las iniciales de un ácido, el desoxirribonucleico. Ahora bien, aparte de su significación en química, el diccionario de la Academia le atribuye a la palabra “ácido” el valor de “áspero, desabrido”, detalle que los humanistas que lo eligieron seguramente no tuvieron en cuenta. Porque “La Nación” podría editar sin problemas (y ya veremos si no es el caso) una separata desabrida, pero “áspera” jamás, no sólo porque es un diario para bien pensantes como Grondona, que todo lo explican, sino porque “per aspera” se va “ad astra” y el diario de los Saguier se contenta con un buen balance a fin de año. No tiene interés en ninguna estrella real ni metafórica.

Pero no seamos mal pensados, a lo que la persona que inventó el nombre quiso aludir es a que “la cultura está en la identidad misma del diario y (hay que partir) de ese majestuoso genoma (sic) cultural para desarrollar un nuevo estilo y abrir nuestros ojos a todas las tendencias”. Así lo explica don Jorge Fernández Díaz, el Director del nuevo Suplemento en el Número uno. La propuesta no es un dechado de claridad, pero al menos se entienden dos cosas: Primero, el “ADN” se refiere a la identidad del diario “La Nación”, que incluye la cultura como bien propio. Segundo: la revista, suplemento o boletín estará abierta “a todas las tendencias”. Bravo.

Tras eso, leímos con paciencia los cuatro números de “ADN” que aparecieron hasta la fecha en que escribo esto. Las conclusiones no pueden ser más claras y estaban ya perfectamente marcadas en el primer número. La identidad que este “ADN” muestra es mucho menos problemática que las de los últimos asesinatos enigmáticos de esta Ínsula. Aquí no hay dudas: estamos ante más de lo mismo, a una nueva versión del pensamiento único, de la modernidad endiosada. Los Tomás Eloy Martínez, los Cozarinsky, los Fito Páez, los Fukuyama, los Stephen King. Toda la comparsa que baila en todas las revistas culturales desde hace años diciendo las mismas cosas, lamentando —o no— la crisis cultural pero sin atinar a decir una sola palabra superadora. “¿Todas las tendencias?” Sí, todas, siempre que todas digan el discurso de la cultura unificada y no se atrevan a disentir ni en un detalle. En el primer número, por ejemplo, Jorge López Anaya se toma el trabajo de explicarnos “Los límites de lo nuevo en el arte”. No es fácil seguirlo, pero la conclusión generalizada es que para comprender el arte moderno hay que estar en posesión de sus claves. Pero sucede que, además, en la actualidad “la pareja antagonista arte/no-arte nos parece totalmente inadecuada” y “ya no se puede recurrir al tradicional mecanismo del juicio estético” porque “la situación impulsa una permanente redefinición de la práctica artística que provoca dificultades de comprensión no sólo en el público profano…”

Alguna vez reproducimos lo que decía el erudito Altamirano sobre el progreso. ¿Recuerdan? Era “algo no evidente sino un problema que es necesario definir cada vez”. ¿Se dan cuenta de cómo estamos? Las nociones de las cosas, pasadas por la salsa ideológica se han desprendido de toda realidad. Todo es redefinible, y por eso hacen su fortuna estas joyas de la cultura actual que son los suplementos culturales. La gilada los lee porque cree que en cada semana va a encontrar la (re)definición del progreso, del arte y de cualquier cosa que le preocupe. Lo que encuentran es, en el mejor de los casos, (re)definiciones con validez garantizada por siete días.

Con qué razón escribía hace treinta años Daniel Bell (“Las contradicciones culturales del capitalismo”) que “el modernismo está agotado (léase «Ñ» y «ADN») y el hedonismo remeda sus estériles bromas. Pero el orden social carece de una cultura que sea una expresión simbólica de alguna vitalidad o de un impulso moral que sea una fuerza motivacional o vinculatoria. ¿Qué puede mantener unida la sociedad, entonces?” El título del suplemento es correcto. Si hay algo desabrido es esta repetición anodina de los lugares comunes de la cultura posmoderna.
Aníbal D´Ángelo Rodríguez

viernes, 18 de enero de 2008

Rompiendo viejos tópicos


LAS MENTIRAS

DARWINIANAS

La antropología, aunque cueste creerlo, es el estudio del hombre. Valga la aclaración, ya que si uno hojea cualquier libro de antropología física (es decir, origen del hombre), todo lo que va a encontrar son ilustraciones de monos. Monos comiendo, monos durmiendo, monos amamantando, monos… etc.

Y esto es así, porque desde que apareció la hipótesis darwinista —que habría transformado al mundo científico en la ciudadela de la estupidez y la ceguera, si hemos de tomar en serio lo que decía Bernard Shaw—, la antropología dejó de ser la ciencia del estudio del hombre para convertirse en la pseudociencia del estudio del origen del hombre a partir de los antropoides, esto es, de los grandes monos (chimpancé, gorila, orangután), que serían —de acuerdo a la hipótesis darwinista— nuestros parientes más próximos.

Nuestros parientes y nuestros antepasados. ¿Nuestros antepasados? Sí señor.

Pero acaso ¿no es que descendemos de un “antecesor común” que habría dado origen a los monos y al hombre? Efectivamente. Pero este sedicente “antecesor común” —de acuerdo a la hipótesis darwinista— no es ni puede ser otra cosa que un mono. No necesariamente idéntico a los monos actuales pero mono al fin. “El antecesor común sería llamado ciertamente mono por cualquiera que lo viese”, afirmaba el ilustre paleontólogo de la Universidad de Harvard, George G. Simpson. “Es pusilánime si no deshonesto decir otra cosa”, agregaba Simpson.

El que habla del supuesto “antecesor común” como de algo que no fuera un mono, o no sabe lo que dice (lo más frecuente, desde luego) o no dice lo que sabe. Ahora bien: un mono, parece que no puede transformarse directamente en un hombre. Usted toma un mono, por ejemplo, lo baña, lo afeita, lo viste a la moda, le enseña todos los vicios, lo envía a la Sorbona, pero no hay caso. El mono —con admirable sentido de la prudencia— no quiere saber nada de hacerse hombre. Para que esto ocurra, el mono debe ser transformado “de prepo” —por el medio ambiente— en “homínido”. Esto es, un ser intermedio entre el mono y el hombre, que ya no existe, según dicen, pero que en un tiempo, allá hace muchos años, parece que sí.

El susodicho “homínido”, luego de engendrar al hombre, habría desaparecido. Nadie tiene la más remota idea de por qué. Pero mucho me temo que lo habría hecho para no cargar con la tremenda responsabilidad de haber engendrado algo tan peligroso e inadaptado como lo que supuestamente engendró. La oveja negra de la familia, verdaderamente.

Sólo sabemos de su existencia a través de sus restos fósiles. ¿Quiere decir entonces que se han encontrado verdaderos fósiles de homínidos? ¿Que sí se han encontrado fósiles de homínidos? ¡Miles, lector! Todas las semanas se encuentra uno. Quizás esta afirmación resulte un tanto sorprendente, ya que lo que habitualmente se lee o se escucha en este tema, es que los fósiles de homínidos constituyen un material “sumamente escaso”; que “apenas cubriría una mesa de billar”; que “cabría todo dentro de un cofre”, y que patatín y que patatán. Lo que sucede es que en este tema también existe doble discurso (propiedad no exclusiva de políticos).

Cuando algunos antropólogos hablan de que los fósiles de homínidos serían sumamente escasos, lo que en realidad quieren decir es que son sumamente escasos los fósiles de homínidos que encajan en la tesis evolucionista. Pero que los restos fósiles de “homínidos” sean, en sí mismos, “sumamente escasos”, es totalmente falso.

Se calcula en aproximadamente 6.000 (!) la cantidad de “homínidos” descubiertos a la fecha.[1] Lo que sucede es que luego de una rigurosa selección —y no precisamente “natural”— algunos de estos restos —previo intenso “maquillaje” y adecuada manipulación de los datos cronológicos— pueden ser encajados en el esquema evolucionista. Y éstos son los que se publicitan. Con bombos y platillos. Los otros, los que no encajan, son sepultados en una impenetrable tumba de silencio. En otras palabras: muchos son los hallados y pocos los escogidos…

Es cierto que después de un análisis más o menos riguroso de cualquiera de estos homínidos “respetables” se comprueba, indefectiblemente, que en realidad se trataba de un mono (la inmensa mayoría), o de un hombre, o de un blooper o de un fraude. Claro que a veces pasan décadas antes de que esto suceda (100 años en el caso del Hombre de Neanderthal; 40 en el fraude de Piltdown), y mientras tanto su descubridor ha adquirido fama, posición académica, fondos de la National Geographic, etc. Su futuro está asegurado, y el origen simiesco del hombre “demostrado”.

Además, los resultados del estudio sistemático de los supuestos homínidos —a cargo de antropólogos serios— no son generalmente publicitados; aparecen varios años después del hallazgo (y ya nadie se acuerda) y, de todas maneras, seguramente mientras tanto ya habrá sido encontrado otro homínido, también “respetable”, para distraer la atención de la gente y seguir aportando elementos apologéticos en defensa de la fe darwinista.

Dije arriba que un homínido era un ser “intermedio” entre el mono y el hombre. Me rectifico. Al menos desde el punto de vista del marketing, o de la propaganda ideológica si Ud. prefiere, un “homínido” es cualquier cosa que un antropólogo audaz bautice como tal. Tanto da que sea un Homo sapiens (como el de Neanderthal), un mono (como el Ramapiteco o Lucy), el cráneo de un borrico (el “Hombre” de Orce[2]), el fémur de un cocodrilo[3] o la costilla de un delfín.[4]

Quizás uno de los ejemplos más rotundos de los estragos que suele ocasionar la hipótesis darwinista en el cerebro de los Homo sapiens, sea el famoso “Hombre de Nebraska”, creado en 1922 en base a una muela (!) En base a esta “evidencia” se creó este tipo “humano” (hábitos laborales, matrimoniales e indumentaria incluidos) para luego descubrirse (cinco años más tarde), que la muela en cuestión pertenecía en realidad a un pecarí extinguido.

No se asombre demasiado el lector. En los 40 años que transcurrieron antes que se demostrara el carácter fraudulento del “Hombre de Piltdown”, se dice que se escribieron unas 500 sesudas tesis doctorales sobre este “homínido”. Y estas cosas suceden porque el estudio de los supuestos antepasados fósiles del hombre no es ciencia. Es sólo la búsqueda ferviente de “pruebas” para demostrar la hipótesis —previamente aceptada— del origen simiesco del hombre. Esto es, primero se acepta —por razones filosóficas— la hipótesis. Y luego se buscan los fósiles necesarios para “demostrarla”. Y ya sabemos que el que busca, encuentra. O fabrica.

Por cierto que todo esto es sumamente divertido y ocasión por demás propicia para ocupar las horas de ocio y también para olvidar las penas de este valle de lágrimas. A condición, insisto, de no confundirlo con ciencia.

Porque esto no es ciencia. Es chapuza.
Raúl Leguizamón

Notas: 1. “Catalogue of Fossil Hominids”, K. Oakley, B. Campbell y T. Molleson. Publicado por el Museo Británico en 1976.
2. UPI Press release, 14 de mayo de 1984.
3. W. Herbert, “Science News”, volumen 123, pág. 246, del año 1984.
4. Ibidem.
Recomendamos fervorosamente todos los libros del Profesor Raúl Leguizamón.


miércoles, 16 de enero de 2008

Voces de los de enfrente


SABATÓN
EL ELOGIADOR


¿Le interesa saber qué decía Ernesto Sábato en julio de 1966? Pues cositas como éstas: que han acabado instituciones en las que nadie creía seriamente. ¿Vos creés en la Cámara de Diputados? ¿Conocés mucha gente que crea en esa clase de farsa? Hay en el pueblo una necesidad de verdad hondísima. Casi nadie se ha alegrado de la caída de Illia, honesto y un excelente hombre. Se trata de que estamos hartos de politiquerías de comités, de combinaciones astutas para ganar tal o cual elección(Declaraciones a la Revista “Gente”, nº 53, 28 de julio de 1966). No podía faltar, claro está, un elogio para el presidente-general… “ojalá la serenidad, la discreción, la fuerza sin alarde, la firmeza sin prepotencias que ha manifestado el general Onganía en sus primeros actos de gobierno, sean para que podamos levantar una gran Nación sin hipócrita acatamiento a viejos mitos políticos”.

Diez años después otro general presidente era cálidamente elogiado por Sábato. Nada menos que Videla, a la salida de un almuerzo en el que quien se preocupó por algún “desaparecido” fue… el Padre Castellani. Esta recurrente admiración por gobiernos militares parece limitarse a los comienzos. Luego se marchita. Sábato puede cantar, como el poeta, “yo soy aquel, que ayer nomás decía…” Y esto decía Sábato del General Videla aquel miércoles 19 de mayo de 1976: El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente”.

Ya en 1978, Sábato explicaría su posición en un artíulo de la revista alemana “Geo”: “La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos”, dijo al explicar el golpe de marzo. Y agregó: “Desgraciadamente ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre económico eran tan grandes que los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un estado de derecho. Porque entre tanto, los crímenes de la extrema izquierda eran respondidos con salvajes atentados de represalia de la extrema derecha. Los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los más infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes”. Concluyó así dicha nota: “Sin duda alguna, en los últimos meses, muchas cosas han mejorado en nuestro país: las bandas terroristas han sido puestas en gran parte bajo control”.

Sin embargo, estos “intelectuales” profesionales no se inmutan por más que se les recuerde estas perlitas. Siguen adelante, impertérritos, amparándose en el “derecho a cambiar”, a madurar. Algunos ya se pasan de maduros y orillan la franca descomposición. Por cierto que se puede cambiar, para bien o para mal. Pero en cambios como los del autor de “Abaddón el exterminador” se mantiene una constante: siempre está con los que ganan. Uno le creería un poquito más si cosas como las de 1966 ó 1978 las hubiera dicho en 1986. Pero no. Entonces podemos sospechar que los “cambios” no son productos de una reflexión sincera y objetiva, sino más bien “combinaciones astutas”, como él mismo dijera otrora.

martes, 15 de enero de 2008

Tras el águila del César


UNOS OFICIALES DE ARTILLERÍA

NOS CONVIDAN

Estábamos en Ámbar a cuarto de ración (poco pan y un cacho de tocino crudo) y observamos que en una cocina de campaña guisaban para unos oficiales de Artillería.

Montóse discreta guardia en torno, y en una media vuelta del cocinero destapamos la cazuela y vimos tres reverendas perdices, tamañas como palomas, guisadas con patatas; las sacamos, dejando, pues hay que mirar también por el prójimo, el acompañamiento, y tapada con mucho cuidado la cazuela.

Fuera del parapeto, con pan de tres días y una lata de mermelada que uno birló a su capitán, nos dimos un banquete los conspicuos y honorables miembros del “Morabo-Club”.

Satisfechos de la vida, a falta de café y puro, fuimos a ver la cara que ponían los de Santa Bárbara ante la dolorosa, cuanto inesperada desaparición.

Habían preparado una mesa con mantel y todo sobre unas cajas de municiones, y al pobre cocinero (que presentó triunfante la cazuela, tal como la dejamos, diciendo por dentro: ¡soy un tío pa eso de guisar!) por poco le da un síncope al ver la sisa.

Un comensal, muy serio:

— Las perdices volaverunt

— …vel volavere

— …Estos granujas de legionarios bien podían haber ido a comer la sopa a Abd-el-Krim…

— …Gregorio, eres un asno… Te fusilaré por abandono de puesto ante el enemigo…

— ¡Qué se le ha de hacer…! Comeremos las patatas…

— Tienen un gustillo agradable.… Los muy tunantes no pudieron llevarse la substancia…

— Munana (Dios) les dé cien palos. Amén.

* * *

Al otro día pusieron un cartelón:

“Se prohíbe terminantemente acercarse a cinco metros de esta cocina sin autorización especial”.
Luys Santa Marina

Nota: Este risueño relato ha sido tomado del excelente libro “Tras el águila del César”, de Editorial Planeta. La obra es de imprescindible lectura. “Tras el águila del César” (Elegía del Tercio) es un impresionante mosaico de estampas violentas y poéticas de la vida de la Legión en las campañas de la época de Annual. Se publicó por primera vez en 1924.

lunes, 14 de enero de 2008

Reconocimientos


MALVINAS
Y LA FLOR DE LA CANELA


Hace unos años, gracias a la carta de un lector del Diario “La Nación”, pudimos conocer el siguiente texto de la cantante folclórica Chabuca Granda —siempre tan señorial y criolla en su estilo— acerca de la Guerra del Atlántico Sur. Vayan como recuerdo a esa gran artista que siempre consideró a la Argentina como su segunda Patria y como homenaje de gratitud al noble pueblo peruano, al que tan mal le pagara el desgobierno menemista durante la Guerra con Ecuador. Decía así la “Flor de la Canela”, en un escrito de puño y letra que se encontró en su agenda personal:

“Dispón de mí, amadísima Argentina. Debe de haber alguna manera de entregar por ti mi vida a los 61 años, que para una guerra parecerían inservibles, pero te considero una causa justa y apropiada de morir por ella. Nada puedo decir para ayudarte a conseguir la paz, si tú has mostrado al mundo tus hijos y sus padres como el ejemplo más exacto del honor y del amor y de la voluntad por su tierra. La crueldad y la sinrazón de tu enemigo serán castigadas por la historia. Dios te ayude, amadísima Argentina. ¡Qué país eres! Te amo”.
F.R.M.

sábado, 12 de enero de 2008

2003 - 12 de enero - 2008


ANTE LA MUERTE DEL GENERAL GALTIERI

Al Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri le correspondió el honor de haber tomado la decisión política de la recuperación de las Islas Malvinas en 1982. A raíz de su muerte en estos días, con una ignorancia culpable e incalificable, con desconocimiento de los hechos y otros fraguados, las organizaciones de defensa de los derechos humanos quieren meter en la misma bolsa la Guerra de las Malvinas y la guerra antisubversiva de la década del '70. Para empezar, la segunda fue una dura lucha interna. La primera fue la de una Nación, en contra de un enemigo usurpador. Los resentimientos de aquélla produjeron heridas que no logran cerrarse y sólo generan odios en uno y otro bando.

Malvinas, en cambio, trajo su dolor, pero principalmente, trajo el orgullo de dar héroes a la Patria.

La decisión política de recuperar las Islas es el hecho más trascendente de la Historia del Siglo XX, no sólo para Argentina, sino para toda Hispanoamérica.

Esa decisión —que con una visión simplista, malintencionada y embaucadora se atribuye a una botella de whisky—, estaba sobremanera apoyada por la Justicia, la Razón, el Derecho. La decisión era recuperar para negociar. La traición de los países que se decían amigos hizo la guerra inevitable.

Para los que no quieren hacer memoria, les recuerdo que la Bandera Argentina volvió a ser izada en Malvinas después de casi 150 años de oprobio, cuando estábamos a un paso de perder la soberanía, y allí permaneció durante 74 días. Les recuerdo asimismo que el 2 de abril de 1982, el gobernador Hunt se rindió vergonzosamente, sin haber sufrido ni una sola baja en sus filas, habiéndose respetado las vidas, los bienes, los intereses de los kelpers. Les recuerdo que el mundo entero se puso de pie ante la acción argentina. Les recuerdo que los tratados internacionales fueron violados escandalosamente por los Estados Unidos e Inglaterra, no respetando, incluso, la Resolución de las Naciones Unidas de cese de las hostilidades en forma unilateral. Les recuerdo que Inglaterra declara que en los 45 días de guerra, proporcionalmente, perdió más hombres que en la Segunda Guerra Mundial: 255 muertos y 777 heridos. Les recuerdo que en Inglaterra se suicidaron más veteranos de Falklands, que los veteranos de Malvinas en estos veinte años. Que a los ingleses la guerra les costó miles de millones de libras, pues se debía ganar o ganar. Que de los 616 muertos argentinos, casi la mitad lo fueron a causa del acto genocida del hundimiento del Crucero General Belgrano.

Los que hemos sufrido las pérdidas de nuestros hombres, llevamos dentro un orgullo, un honor, una honra que por su grandeza nos hacen ser magnánimos y generosos. Una gran parte del pueblo argentino, que no tiene voz ni espacio en los medios, se agiganta con su gesta.

Murió el General Galtieri, al que le correspondió el honor de tomar la decisión política de recuperación de las Islas Malvinas. Dios lo juzgará. La historia lo reconocerá o no. Los defensores de los derechos humanos seguirán sembrando su odio. Malvinas, seguirá irradiando su luz de justicia y derecho hacia América y el mundo.
Delicia Rearte de Giachino

Nota: La señora Delicia —y recordemos con Platón que el nombre es arquetipo de la cosa— es la madre del Capitán Pedro Giachino, nuestro glorioso primer caído en la recuperación de las Malvinas. En ella recordamos con admiración y respeto a las verdaderas y dignas Madres de nuestra Patria. El texto que reproducimos apareció a las pocas horas de la muerte del Teniente General Galtieri.



viernes, 11 de enero de 2008

Aclaraciones pertinentes


MÁXIMA ZORREGUIETA

ES UNA APÓSTATA

La nena tenía todo para llegar adonde llegó. Una ascendencia familiar alvearista; un padre procesista y pusilánime, unas vacaciones en Punta, un colegio bilingüe y caro, un Yatch Club para aprender a navegar, un instructor de esquí en Bariloche, unas vacaciones en Florianópolis, unos dinerillos para trotar por Europa. Y tenía —y sigue teniendo— un Rafael Braun para que la inspirara y sostuviera espiritualmente.

Con tales antecedentes, ¿a quién podría sorprender que consintiera en que se basureara a su padre, impidiéndosele llevarla al altar?; ¿a quién que abandonara a su patria, exhibiéndose impúdicamente en medio de la opulencia cuando sus conciudadanos gimen?; ¿a quién que renegara de la Iglesia Católica, para abrazar el protestantismo?; ¿a quién que renunciara a educar a sus hijos en la Fe Verdadera?; ¿a quién puede sorprender incluso, que opte por vivir a gusto en un país en el que la degeneración y la contranatura tienen plena aceptación legal, mientras se escandalizan de nuestra represión militar al marxismo?; ¿a quién llamará la atención que se emparente con la alta alcurnia masónica de la Casa de Orange, homicida de católicos?

El tilingaje nativo tuvo su princesa para festejar “lo grande que somos los argentinos”. No faltó un imbécil que pidiera la asistencia en Amsterdam de la fanfarria del Regimiento de Patricios, ni señoras y señoros encandilados por la gracia y el ropaje de la Mínima. Pero la Iglesia —¡ay, nuestra Santa Madre y sus pastores!— la que primero debió hablar y sancionar, amonestar y prevenir, dilucidar y distinguir, calló con culpa y cobardía. Y aceptó —sin llamarlo al orden— el protagonismo del desdichado Braun; un heresiarca no menor ligado al progresismo marxistoide de Criterio, como para que no quedasen dudas de la ninguna incompatibilidad entre el protestantismo y la, por ellos llamada, “Iglesia Conciliar”. Si para tales tipejos da lo mismo el apareamiento transitorio, el ritual vudú del connubio, el magnum sacramentum o el trámite luterano.

No somos profetas para anticipar futuros, por módicos que estos sean. Todo puede sucederle a la muchacha; desde rectificar sus graves torceduras de rumbos hasta escaparse con el guardaespaldas; desde consolidar sus desarraigos fieros hasta hallar prematura fama y muerte accidentada. Si significara algo para ella, le recomendaríamos la lectura del Infierno del Dante, con sus círculos bien dispuestos para dar albergue a los traidores de toda especie.

Más realistas y modestos, le recordamos una cancioncilla que habrá escuchado alguna vez en sus correrías: “Qué va a ser de ti, lejos de casa. Nena, qué va a ser de ti”.
Antonio Caponnetto

jueves, 10 de enero de 2008

Padres de mi Patria

CASTELLANI Y LA LITERATURA

Periodista:
En la actualidad hay dos literatos nacidos físicamente en Argentina que gozan de elevado prestigio en ciertos círculos: Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato. ¿Qué nos podría decir de sus respectivas obras?

Padre Castellani: De Borges leí casi todo, porque me han prestado algunos de sus libros. Me parece un buen escritor, pero no un gran escritor como dicen ahora. Pero no se puede negar que escribe bien. Sabe mucha literatura y escribe muy fluidamente, con una cosa especial.
De Sábato leí El túnel, que es una novela antigua de él. Después, Sobre héroes y tumbas. Leí partes. Leí una parte donde me retrata a mí despectivamente, porque no he salido ni parecido. Algunas cosas las niego. No dice la verdad. Dice, por ejemplo, que soy sucio. Y eso es mentira.

Periodista: ¿Jorge Castellani, su sobrino, es quien le está reeditando en la actualidad todos sus libros?

Padre Castellani: Todos no. Él edita solamente los más vendibles. Ya me editó tres o cuatro libros. Y tiene algunos más para editar.

Periodista: En una nota escrita en Cabildo, allá por el año 1944, usted nos muestra un tajante juicio sobre los editores: “Como los guerreros Kanakas, los editores beben champaña en los cráneos de los autores”. Este juicio usted lo atribuía a un amigo suyo. ¿Cuál sería, en la actualidad su opinión sobre los mismos? ¿Cómo se ha llevado usted con sus editores?

Padre Castellani: Editores se puede decir que no tenido nunca, porque todos mis libros han salido… por casualidad, digamos. Ahora tengo a mi sobrino y a los muchachos esos de Patria Grande que se han puesto el nombre de Amigos del Padre Castellani. Pero no son propiamente editores, son casi aficionados. Después había un turquito que se llamaba Hakim que editó las “Camperas”. Pero se fundió. Hakim hizo creer que él se había suicidado. Incluso a su médico para, así, escapar de los acreedores. Y se escapó. Si no le quitaban todo lo que tenía. Hakim se hacía el muy cristiano, el muy devoto. Y ahora se cambió el nombre y, me dijeron, se hizo mahometano. La última edición de “Camperas” la hizo él. Y ahora me parece que están haciendo ediciones clandestinas, porque este libro se había agotado y ahora en las librerías hay muchísimos.

Periodista: ¿Usted también editó en Huemul?

Padre Castellani: Sí, me ha editado un librito mío, pequeño, que se llamó “Esencia del liberalismo” y mi sobrino lo ha reeditado. Además, una selección de las mejores poesías argentinas que hicimos con Fermín Chávez. Ya va por la tercera edición y Huemul, religiosamente, le manda el dinero y Fermín Chávez me da la parte que me corresponde. Yo, en realidad, hice muy poco: el mayor trabajo lo hizo Chávez.

Periodista: Las preguntas sobre uno de los temas que más apasiona al Padre Castellani, la literatura, habían finalizado. Entonces recordé un escrito suyo que data, y es importante recalcar la fecha, de 1939: “Y esta es otra de las aberraciones intelectuales… ¡El libro en poder del comerciante! Cuando resucite don Hipólito Yrigoyen, y funde la Corporación del Libro será otra cosa: el libro pertenecerá a la Corporación, en la cual el escritor tendrá un sitio, que no será el postrero. Pero entretanto, hay que anotar este otro fenómeno sociológico de la más alta importancia: hoy día el comerciante es el dueño del libro. Quien hace una cosa es suya. ¿Quién hace un libro? Primeramente el autor del libro, a veces con pedacitos sanguinolentos de su cerebro y fibrillas vivas de su corazón. Después del autor, el que hace un libro es el impresor, que le da cuerpo material. Terceramente hace el libro el editor, que, prestando su capital, hace posible a los otros dos obreros su obra, a veces trabajando él muy poco. Finalmente, entra el librero, el cual lo tiene depositado en su casa y lo va vendiendo. La justicia más obvia pediría, pues, que el producto pecuniario de esa producción cultural fuese de mayor a menor en este orden: el autor, impresor, al editor, al librero. ¿Qué pasa? Pasa todo al revés”.

Nota: Estos textos han sido tomado del libro “Conversaciones con el Padre Castellani”, de Pablo José Hernández, Colección Diálogos polémicos, ed. Hachette, año 1977.

miércoles, 9 de enero de 2008

Superstición desmentida


“NUNCA PASA NADA EN VERANO” (I)


Obviamente, cuando comenzó a circular esta conseja en tiempo de “malestares”, “planteos” u otros “fragotes” cívicomilitares a mediados del siglo XX “problemático y febril”, no se tuvo en cuenta al marxismo. Se habían olvidado ya de la vandálica y cruenta “Semana Trágica” de enero de 1919 —lanzada por “ácratas” y “maximalistas” de apellidos impronunciables contra el gobierno radical y represor del “Peludo”— o los sistemáticos asesinatos de nacionalistas por sicarios del Partido Comunista —integrantes de la “Unión Democrática” engendrada por Mr. Braden, los infaltables radicales y los hermanitos Ghioldi (el socialista “Norteamérico” y los cipayos de Moscú)— durante el verano de 1945/46.

Y ya en las recientes décadas, tres de los mayores ataques a cuarteles tuvieron lugar en la otrora apacible temporada estival: el de Azul (19/1/1974), el de Monte Chingolo (23/12/1975) y el último (por ahora) en La Tablada (23-24/1/1989), todos bajo gobiernos constitucionales sin mácula castrense alguna. Los dos primeros fueron perpetrados por el ERP, así como el más reciente lo fue por sus continuadores del aluvional “MTP”.

Repasando datos

Nada hace presagiar que pueda mejorar la sesgada amnesia mediática —selectivamente mantenedora de una “memoria” parcial— cuando a fines del 2008 se cumplan 33 años del ataque al Batallón Depósito de Arsenales 601, perpetrado en la víspera de Nochebuena de 1975. Mientras la historia militar registra ciertos enfrentamientos armados con el correcto nombre de combates rurales o urbanos, dos de ellos —el recién citado y el de Formosa— alcanzaron la magnitud de batallas, tanto por la extensión abarcada por sus combates secundarios como por la calidad y diversidad de elementos empeñados (interbandas en el primero de los casos) y aéreos, terrestres y fluviales en el segundo. No obstante su gran repercusión inocultable, ésta pronto fue olvidada —inclusive la del Combate de La Tablada, televisado en directo a lo largo de sus dos días con imágenes y sonidos que reportarían jugoso “rating” si algún canal las volviera a emitir— mientras cables locales y foráneos nos prodigan documentales sobre Fidel, el “Che” y sus secuaces.

La batalla de Monte Chingolo

La batalla de Monte Chingolo —si bien se centró en los depósitos de arsenales de esa localidad, que el “PRT-ERP” se proponía saquear, y en una “villa” aledaña donde los derrotados buscaron mimetizarse— abarcó desde el Riachuelo hasta Gonnet, desde el límite de la Capital Federal a los suburbios de La Plata distantes unos 70 km. entre sí, con cruentos ataques a comisarías e instalaciones militares. Se entablaron combates más o menos sostenidos en los capitalinos puentes Pueyrredón, Bosch, Victorino de la Plaza, Uriburu y de la Noria, cortando el Camino de Cintura en el Puente 12 sobre el Río de la Matanza, así como los cruces importantes en Avellaneda, Quilmes y Lomas de Zamora, el Camino Gral. Belgrano y el tráfico ferroviario en la barrera de Pasco, atacando cuarteles en City Bell y en Arana, la Unidad Regional Nº 2 de la Policía Bonaerense en Lanús, entre otras.

En uno de los combates secundarios perdimos al valiente Tte. 1º José Luis Spinassi, caído al frente de sus hombres cuando atacaba una posición enemiga en el puente sobre el Arroyo de las Piedras. Al admirable “Mono” Spinassi —condecorado postmortem “Al Heroico Valor en Combate”— como a los demás Caídos por la Patria desagradecida en esa cruenta jornada, nadie les dedica avenidas (como a Azucena Villaflor) ni plazoletas (como al terrorista Rodolfo Walsh u Ortega Peña) ni “homenaje popular” alguno, salvo la piadosa recordación de un puñado de sus camaradas civiles y militares.

En varios de esos combates participaron —reconocidamente— integrantes de “Montoneros”, mientras el “PRT-ERP” lanzaba sus más fogueados secuaces contra su objetivo central. El 23/12/1975 una columna de vehículos encabezada por un camión pesado embistió el portón de acceso a los depósitos de arsenales dejando malherido al centinela, táctica que repetirían exactamente sus continuadores al atacar La Tablada en otro “verano caliente”, el de 1989. A diferencia de éstos, que ultimaron al centinela (Roberto Tadeo Taddía, hermano de otro soldado caído en Malvinas), el herido en Monte Chingolo abrió fuego contra unos de los diez vehículos que intentaba embestir la antena de la radio, desviándolo e interrumpiendo su avance al tirar en ráfaga sobre el conductor.

En el Boletín Público Militar “Nuestras Operaciones”, Nº 43, págs. 4/8, así como en “Guerra de Guerrillas”, fascículo 16, págs. 241/249 —textos casi desconocidos e inhallables, porque no fueron reeditados por el Estados (con dinero nuestro) una cincuentena de veces como el “Nunca Más”— se narran en detalle las acciones heroicas que fundamentaron las condecoraciones (varias postmortem) de quienes impidieron el copamiento y saqueo de las muy extensas instalaciones, poniendo en fuga a los diezmados atacantes. Por ejemplo, un soldado —Carlos Eduardo Niessi— salvó la vida del operador de radio derribando y ultimando a golpes de martillo al terrorista que ya había asesinado a otro conscripto, Roberto Caballero. Un sargento ayudante —Roque Carmelo Cisterna— murió heroicamente tras poner fuera de combate a dos vehículos enemigos y sus dotaciones. Otro sargento ayudante defendió la Guardia durante dos horas y media, resistiendo entre sus ruinas hasta que fue rescatado. Quienes defendieron ese pequeño Alcázar derruido por no aceptar replegarse ni —mucho menos— rendirse, tenían con ellos a otro conscripto que estaba preso por desertor (volvió tarde de un franco) que reclamó un arma y un puesto de lucha y se ganó una condecoración al arrastrarse más de un centenar de metros al descubierto bajo intenso fuego, logrando recuperar la llave de un depósito de municiones de la Guardia cuya puerta no lograban forzar los defensores. Luego de incendiar esa Guardia, los atacantes se lanzaron al ataque, siendo rechazados por el sargento ayudante y sus soldados (“desertor” heroico incluido) en lucha cuerpo a cuerpo.

Similar heroísmo evidenciaron los defensores de la Compañía de Servicio —un cabo y sus soldados— que rechazaron los ataques de seis grupos motorizados distintos; los de la Compañía de Seguridad —un sargento ayudante, un cabo 1º, seis soldados y un enfermero—, y quienes contuvieron y batieron el abanico de vehículos desplegado al irrumpir el jefe de la Unidad, dos oficiales y un suboficial. Otra columna motorizada de los terroristas atacó por el fondo, siendo rechazada por la escasa dotación del Puesto “Galpones” con la pérdida casi total de vehículos y tripulantes. Todos los combates en el amplio terreno del cuartel fueron librados por el personal del mismo exclusivamente, durante más de dos horas —contra lo que sostienen historiadores enemigos que aducen “una encerrona”— hasta que llegada la noche comenzaron a arribar —venciendo en combates subsidiarios— fuerzas de Ejército, Gendarmería, policías (Federal y Bonaerense), del Batallón 3 de Infantería de Marina (del cual murió el conscripto naval Enrique Grimaldi) e inclusive cuatro máquinas de la Fuerza Aérea. A los caídos ya mencionados hay que agregar al capitán Luis María Petruzzi y a los soldados Benito Manuel Ruffolo y Raúl Fernando Sessa, así como a los numerosos heridos igualmente merecedores del reconocimiento de una comunidad ¿nacional? desmemoriada o ingrata. Pese a la insistente convocatoria a los deudos de los atacantes abatidos para reconocer y retirar los cadáveres, casi nadie acudió, por lo cual pasaron a engrosar la lista de “desaparecidos”… Constante que hoy se ha olvidado deliberadamente.

Otros crímenes

Como último botón de muestra entre los muchos igualmente memorables, la noche del 4/1/1977 en una esquina de San Justo se hallaba el soldado Guillermo Félix Dimitri para desviar el tránsito debido a una operación que tenía lugar en la zona. Una pareja de marxistas “montoneros” desembocó allí en un coche y, sin dudarlo, ametralló al conscripto, quien al caer para siempre logró tirar en ráfaga y herir a sus asesinos, quienes huyeron a gran velocidad. Las publicaciones “montoneras” de esa época al igual que el tercer tomo de “La Voluntad” informaron que la terrorista agonizó varios días y era la célebre adolescente Ana María González, asesina del Gral. Cardozo, padre de una amiga.

Adolfo Muschietti Molina

Nota: Este artículo fue publicado en la Revista “Cabildo” Nº 5, año I, tercera época, correspondiente a los meses de febrero y marzo de 2000.

lunes, 7 de enero de 2008

Carta de un lector de “Cabildo”


ASÍ SE VOTA EN LA ARGENTINA


Sr. Director:

Quiero aprovechar este medio para agradecer y repudiar a la vez a la presidenta electa, la señora Cristina Fernández de Kirchner.

Agradecer, ya que en un acto milagroso, tras doce años de muerto, resucitó a mi tío Benito Arango, D.N.I: 7.744.397 (quien tenga el poder de chequearlo que lo haga, ya que ya lo habían retirado del padrón electoral y fue re-empadronado) para mostrarnos con seguridad que, efectivamente y como decía uno de los lemas de su campaña, ella sabe qué falta y cómo hacerlo.

Pero repudio su egoísmo, ya que después de la votación no fue capaz de alcanzarlo a mi casa para poder disfrutar una vez más de un asadito juntos.

Desde ya, muchas gracias.
Martín Arango
Provincia de Buenos Aires

domingo, 6 de enero de 2008

Testigo de cargo


TEÓLOGA HABEMUS


Cuántas veces se quejó el Padre Leonardo Castellani de que en la Argentina no había teólogos, y se mostró pesimista en cuanto al futuro por la clase de educación que se daba en los seminarios, que él llamó semi-asnarios. Lástima que este Buen Cura haya muerto y se haya perdido la eclosión de una teóloga en la Argentina.

Nos referimos a la Señora Hebe de Bonafini, madre de las Madres y madre (postiza) del Señor Kirchner, la cual saltó a la palestra teológica el pasado 15 de marzo desde la misma Plaza Histórica que vio nacer la Patria y ahora la ve morir.

Esta teóloga de nuevo cuño comenzó recordando que la Iglesia es un gran poder, de lo cual algunos se habían dado cuenta hace tiempo. Pero no importa, la teología no se nutre de novedades sino de verdades. De modo que sigamos.

De esa calidad de poder (se supone que temporal) de la Iglesia sacó argumentos para afirmar que el Vaticano dicta leyes, normas, formas de vida. Es mucho meter en una misma sartén a las leyes y a las formas de vida, pero volvamos a pasar.

Luego dice que el Papa —este Papa— condenó a Leonardo Boff, lo cual no es ni una novedad ni una verdad: es una mentira. Y luego se lamenta también por las condenaciones contra Jon Sobrino (esa sí de este Papa) y de “un jesuita salvadoreño” cuyo nombre y apellido nos quedamos sin saber.

Pero de pronto la Bonafini toma un vuelo de águila teológica. Dice que todos ellos “lo ponen a Jesús como lo que fue: un hombre” y luego “un guerrillero”. ¡Bravo, doña Hebe, ha dado Usted en el centro del clavo! Los ha denunciado estupendamente bien, con una claridad que ya quisieran muchos que recorren pasillos de Curias y palacios vaticanos. De eso se trata, Gran Madre, Usted lo ha dicho. Es por eso que Usted dice por lo que son herejes que ni siquiera tienen el mérito de la novedad. Desde el siglo II ha habido muchas sectas que han sostenido eso mismo.

Y para rematarla emite una estupenda versión del estado actual de la liturgia: (El Papa) “no quiere más los cantos de los chicos con las guitarras en las Iglesias, quiere los cantos de alabanza a Dios…” Otra vez bravo, madre de los teólogos. Tal cual: si la Misa trata de Dios (en su relación con los hombres) entonces las guitarritas no tienen nada que hacer. Para ellas hay cien, mil teatros en que el instrumento es bienvenido y (bien pagado).

Claro que Doña Hebe termina diciendo que “a ese Dios no lo conoce nadie”. Con buena voluntad, uno puede entender que se trata de una alusión al “Deus absconditus” de los teólogos. Con mala, que la que no conoce a Dios es doña Hebe. En otras épocas, eso sería grave para un teólogo. En éstas, no. Se lo garantizo.
Aníbal D’Angelo Rodríguez

sábado, 5 de enero de 2008

¡Que vivan los Reyes!


UN CUENTO DE REYES

La Madre Superiora lo traía de la mano. Era rubio, con el pelo ensortijado y unos ojos azules inmensamente tristes. El traje negro aumentaba todavía más la apariencia dolorosa del niño, que lo miraba todo con cierta penosa indiferencia: los pasillos blanquísimos, el comedor con macetas, las clases…

— ¿Ves? Ésta será tu habitación —dijo la Superiora, que lo acercó a una de las últimas camas—. Apréndete bien el número, Quique. Te corresponde la cama 23. ¿No lo olvidarás?

— No, madre…

— Tienes un armarito al fondo con el mismo número. Deja allí las cosas que has traído.

— Sí, madre…

Llegó en seguida sor Asunción. La Superiora le habló en voz baja.

— Cúidelo mucho estos primeros días, hermana. Ya sabe quién es, ¿verdad?

— Ya sé, ya. El del accidente, ¿no? ¡Pobrecito!…

— Y precisamente en estas fechas…

Aquellas fechas eran las de Navidad, y Quique tenía que pasarlas espantosamente solo. Justamente la víspera de Nochebuena, sus padres y un hermano mayor habían muerto en un choque de automóviles. No tenía más familia que un tío lejano con negocios en México y mientras llegaba o mientras decidía el destino del niño, hubo de acogerse a la Beneficencia del Estado.

Pasó metido dentro de sí todas las fiestas. En realidad, aún no había reaccionado. De golpe y porrazo llamaron a la puerta de su casa; pero no eran sus padres, no era su hermano Jaime. Eran dos señores vestidos de gris que le dijeron de sopetón que toda su familia estaba ya en el cielo.

Luego la tata Juana hizo la maleta y se encontró allí, en la Casa de San Gabriel. Las monjitas le dedicaban todas sus preferencias y unos muchachos, indiferentes con sus problemas, se empeñaban en jugar con él de continuo. Pero él no tenía ninguna gana de jugar.

Y eso que a los siete años no se comprende demasiado estas cosas.


Después del Año Nuevo, las monjitas comenzaron a preparar el recibimiento de los Reyes Magos. Quique no había escrito la carta. A Quique le dictaba todos los años la carta su madre, pero ya nunca más podría hacerlo.

— Si quieres, yo te la dictaré —le había dicho sor Asunción. Pero a él no le interesó la idea.

Su vecino de cama se llama Juan. Expósito de apellido, aunque aseguraba que en cuanto fuese mayor pediría otro, cuestión que Quique no acababa de entender. Juan tenía ya diez años y presumía de saber bastante de todo. Por eso Quique se atrevió a consultarlo.

— Oye, ¿tú crees que me traerán algo los Reyes si no les escribo bien la carta? Porque como siempre me ayudaba mamá…

Juan se rió. Se rió mucho. Llamó a varios compañeros más, todos mayores como él y se rieron a coro.

— ¡Claro que te traerán, rico! ¡Carbón a toneladas…! ¿No es eso lo que les dejan a los niños malos?

— Pero yo no he sido malo… —protestó Quique, sin comprender la algarabía.

— ¡No has sido malo! Entonces, ¿qué esperas que te traigan sus Majestades?

— Yo sí que lo tenía pensado… Pero no sé…

— Dilo, hombre, dilo —vociferó Juan—. Cuéntanoslo todo…

— Yo quería este año un automóvil de esos que funcionan con electricidad…, de esos que parecen de veras y puede uno guiarlo y todo…

— ¿De los que valen seis mil pesetas…?

— Creo que sí…

Volvieron a reírse todos con estrépito.

— Pues aquí, don Felipe no reparte más que soldaditos de plomo…

— Y balones de fútbol. Aunque no de reglamento, ¿eh?

— Pero yo no he pedido balones. A mí no me gusta el fútbol…

— ¡Ay, que rico!

— ¡Igual le traen el automóvil…!

— ¡O un “Talgo” de verdad…!

— ¡El tontaina ese…!

Quique se quedó muy preocupado. Después de comer, en el recreo de las cuatro, llamó a Juan:

— ¿Es que tú no quieres a los Reyes Magos?

— ¡Pero qué Reyes Magos, ni qué flautas, bobo!

No se enteró, esta es la verdad. Anduvo dándole vueltas todo el día y toda la noche, hasta que le llegó el sueño. Al otro día le dijo a sor Asunción:

— Hermana, ¿de verdad quiere usted ayudarme a escribir a los Reyes?

— Pues claro que sí, Quique…

Pero después, la monja se resistió a pedir el automóvil con motor eléctrico. ¿Por qué? Parecía empeñada en que Quique pidiese el balón de fútbol. O soldaditos de plomo.

— No, hermana, no. Yo sólo quiero el automóvil. En resumen; que al final, la carta de la hermana no sirvió y Quique se hizo el ánimo y escribió otra él solo. Era muy corta: apenas cuatro líneas. Habían colocado en el vestíbulo un buzón que decía: “Para sus Majestades de Oriente”, y allí la echó, cerciorándose bien de que había llegado al fondo.

Era el día 4 de enero. Hacía frío y una lluvia menuda, pertinaz y molesta, salpicaba los cristales de las ventanas.

Al otro día se lo contó a Juan. Juan volvió a llamar a los de la pandilla.

— Sí, sí, el automóvil. Balones y soldaditos. Ya verás…

— Yo he pedido el automóvil.

—Claro, gilipollas.

Pasó la noche inquieto. ¿Tendrían razón los mayorcetes? No, no podía ser. Los Reyes Magos existían desde siempre. Desde que llegaron al portal de Belén y ofrendaron regalos al Niño Jesús.

No tenía sueño: serían más de las 12 cuando se le acercó sor Asunción, que aquella noche velaba.

— ¿No duermes, Quique?

— No, hermana. Dígame, hermana, ¿vendrán los Reyes?

— ¡Claro que vendrán!

— ¿Y me traerán el automóvil?

— Eso ya no lo sé. Nuestros Reyes Magos son pobrecitos, ¿sabes?

— Los Reyes Magos son muy ricos, hermana.

—No sé, no sé… Anda, duerme. Casi a las tres se quedó dormido.


A las once de la mañana estaba anunciada la visita de los Reyes al Asilo. Pero eran apenas las diez cuando unas trompetas avisaron su llegada. Venían sobre tres caballos blancos y apenas traían comitiva. En un camión se amontonaban los juguetes. La Madre Superiora salió muy nerviosa a recibirlos.

— ¿Cómo se han adelantado sin avisar…? Los niños no estarán preparados…

— Perdónenos, Reverenda Madre… Tenemos tantas visitas que hacer…

— ¿Y don Felipe? ¿No viene don Felipe de Melchor…?

— No, no viene de Melchor…

Pasaron al patio central. Los niños fueron saliendo en filas. Los Reyes los acariciaron, les regalaron peladillas y pidieron que alguien ayudase a descargar el camión. Fue un espectáculo inolvidable: aquel año, no había balones, no había soldaditos de plomo. Todos los juguetes eran caros; incluso sor Emilia, que hablaba alemán, descubrió que no eran de fabricación española. El último juguete que se entregó fue el automóvil eléctrico; un precioso automóvil color azul. El propio Baltasar gritó el nombre de su destinatario.

— Y esto para Quique, que tanta ilusión tenía. Juan y la pandilla, en cambio, recibieron unos espantosos sacos de carbón. Y andaban mascullando quejas cuando los Reyes volvieron a montar en sus caballos blancos y dijeron adiós con la mano.

— Además, no ha venido don Felipe —protestó Juan.

Quique estaba al volante del automóvil azul.


A las once menos diez sonó el teléfono.

— Salimos ahora mismo de la Cruz Roja. Llegamos en seguida.

— ¿Pero quiénes llegarán?

— ¿Quién va a ser, hermana? La cabalgata de los Reyes.

— ¿Otra vez?

Fue sencillo explicar la doble visita a los niños. Juan y la pandilla sonrieron al fin, porque don Felipe traía los balones de fútbol. Pero nadie supo nunca de dónde vinieron los Reyes Magos anteriores. Nadie, excepto Quique. Él sabía que de Oriente.

Y tenía razón.
Fernando Vizcaíno Casas

Nota: Este relato ha sido tomado del libro “…y habitó entre nosotros”, de Editorial Planeta, Colección Fábula, año 1982.