domingo, 29 de junio de 2008

Poesía que promete


CANCIÓN

Aquí se siente a Dios. En el reposo
de este dulce aislamiento
un fecundo sentido religioso
preside el pensamiento.
Derrámase por uno de dulzuras
ambiente equilibrado,
y en él cosecha las ideas puras
de que está penetrado.
Y sereno después, las alas tiende
y escala el firmamento,
seguro como el pájaro que hiende
su apropiado elemento.

Entonces toca el alma lo profundo
del alto amor sin nombre
y quisiera que un templo fuera el mundo
y un sacerdote el hombre.
¡El mundo, el hombre! Tras el doble abismo,
sólo esto es luminoso:
¡cuán feliz puede hacerse el hombre mismo,
y el mundo, cuán hermoso!
Desde este solitario apartamiento
del monte sosegado
contemplo el armonioso movimiento
de todo lo creado.

¡El trabajo es la ley! Todo se agita
todo prosigue el giro,
que le marca esa ley por Dios escrita,
dondequiera que miro.
Aquel pardo milano, vagabundo
buscando va la presa,
que le cuesta medir ese profundo
vacío que atraviesa.
Riega el labriego la feraz besana
con sudor de su frente,
si rubio trigo le ha de dar mañana
para nutrir su gente.

Quiere la golondrina nido blando
para el amor sentido,
y mis ojos fatiga acarreando
pajuelas para el nido.
A los vientos la abeja se encadena
y la hormiga al sendero,
para llenar aquel su colmena
y estotra su granero.
La mansa yunta trabajosamente
tira del tosco arado,
y el pesado mastín va diligente
detrás de su ganado.

¡Todo el trabajo se ligó fecundo!
¿Y yo he de estar ocioso?
¿Y yo he de hacer estéril un mundo
nacido fructuoso?
¡Arriba, arriba! ¡El corazón al cielo
y a la tierra los brazos!
¡A la suerte del mundo unirme anhelo
con mis estrechos lazos!
¡La pluma, los cinceles, la mancera,
la espada victoriosa!...
¡Dadme lo que queráis, que abierta espera
mi mano vigorosa!

Sí, sé cantar, te elevaré canciones,
¡Oh Patria infortunada!
que mil hay en tu amor inspiraciones
para la lira airada.
Si es la piedra a mis manos obediente,
venga el cincel a ellas,
que el suelo patrio sembrará mi mente
de creaciones bellas.
Si hace falta una mano y una vida,
dad a aquella una espada
y toma tú mi sangre; ¡oh dolorida
Patria desventurada!

Y si mi fuerte, pero ruda mano
sólo puede servirte
para en los surcos enterrar el grano
que de oro puede henchirte,
para en tus vegas derramar tus ríos,
para abonar tus tierras,
y coronar de montes tus baldíos
y enriquecer tus sierras...
entonces no me arrojes al semblante
deberes no cumplidos,
porque yo soy el hijo más amante
de tus campos queridos,
y para hacer esta canción honrada
que el alma me pidiera
he dejado un momento abandonada
mi tosca podadera...

José María Gabriel y Galán
(28 de junio de 1870 - 6 de enero de 1905)

viernes, 27 de junio de 2008

Vidas execrables


HECES DE BONAFINI

Colección (incompleta) de sus más resonantes deposiciones.
1

Sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001:

“Las «madres» nos hemos solidarizado con la lucha valiente del pueblo vasco contra un Estado criminal y asesino, el español”.

“El 11 de septiembre sentí que la sangre de tantos caídos era vengada”.

“¿Cómo no me voy a poner contenta de que hayan caído esos hijos de puta? En las Torres cayeron los poderosos. Y el poderoso es mi enemigo. Porque es el mismo que mandó matar a mis hijos”.

“La verdad es que festejé” (refiriéndose al atentado), “alguna vez este monstruo también cae” (refiriéndose a Estados Unidos), “es algo que sienten muchos argentinos pero que no se animan a decirlo públicamente” (el odio hacia Estados Unidos), “un terrorista y asesino” (refiriéndose al presidente de los Estados Unidos George W. Bush), “en los edificios no había ningún inocente” (por los muertos).
(Declaraciones a “La Voz del Interior”)


Sobre el terrorismo:

“Voy a agarrar las armas como mis hijos”
(Citada por Beatriz Sarlo en http://www.servicios.clarin.com/notas/jsp/v7/notas/imprimir.jsp?pagid=1044785)

“En el museo de la ESMA hay que poner los FAL con los que combatieron nuestros hijos” “La lucha sin claudicaciones es el legado maravilloso de nuestros 30.000 hijos combatientes”
(“Página/12” - “Historia de las Madres de la Plaza de Mayo”,
Guillermo Rojas: “30.000 desaparecidos, Mito, Dogma o Realidad”)

“Siempre pensé en mis hijos como guerrilleros y revolucionarios, con un gran orgullo”
(“La Nación”, 2 de abril de 2004).

“Reivindicamos la lucha armada revolucionaria de nuestros hijos, estamos orgullosas de ellos, los amamos cada vez mas, seguimos su camino, nos hicimos revolucionarias y hoy el pedido de aparición con vida se convirtió en la exigencia de cárcel a los asesinos y sus cómplices, y amigos (…) No, no, no, no, no es esta nuestra función, eso hacen las Abuelas, nosotros creemos en la lucha callejera, en tomar las plazas, en tomar las calles, no creemos en la justicia, esta justicia que nos ofrece nuestro gobierno, no, nosotras somos de la calle no tenemos que ver con las abuelas, nosotras ahora queremos que los chicos que están en manos de quien estén decidan ellos con quien quieren estar, yo no me animaría a decirle a ningún pibe que tenga entre 20 y 25 años que quiero que venga conmigo, mas allá del dolor que me cause, quiero que él elija dónde quiere estar”.
(Entrevista dada en Radio Zapote, ciudad de México, en junio del 2001)

“La lucha armada se desarrolla y se hace cuando el pueblo se hartó de verse sometido, de verse postergado, perseguido, de que lo hagan prisionero, de que lo maten. Se arman los grupos, hay grupos de guerrillas y hay grupos de lucha armada más organizados. Todos tienen mucho valor, y me parece que es la forma de defender al pueblo”.
(Entrevista dada en Buenos Aires a Jorge Benedetti, María Sol Copley y Santiago Hoerth, en marzo de 2002; cfr. http://www.amasu.org/actividades/entrevista02.htm)

“Porque el imperialismo quiere pueblos analfabetos, idiotas y estúpidos que no coman, que no crezcan para poder dominarlos y en eso tenemos que apuntar, por eso abrimos la universidad, la Universidad Popular de las Madres tiene muchos caminos no solo la universidad, crear y fomentar el amor al saber, que no nos roben el conocimiento, que seamos capaces de formar una nueva diligencia política que honre a nuestros desaparecidos, que honre guerrilleros, que honre a nuestros revolucionarios, necesitamos políticos a los que les podamos creer, en los que podamos confiar y a los que podamos amar”.
(Tomado de: http://www.nodo50.org/americalibre/eventos/bonafini09032.htm)


Sobre la revolución:

“La revolución sin armas es una cagada”.

“Y el que usó las armas es porque creía en la revolución. Un revolucionario nunca es terrorista. Es alguien que quiere el bien del pueblo para que otros vivan, coman y sean felices. El terrorista es el Estado que reprime, el otro es una respuesta prevista en la propia Constitución”.

“Darío y Maxi están volando sobre nosotros para exigirnos lo mismo que hicieron ellos. No habrá revolución posible si los hombres y las mujeres no nos hacemos revolucionarios. El Che decía que la verdad ajustaba como un guante. Que a veces hay que abandonar todo, hasta la familia, para iniciar el camino de la revolución. Que hay que entregar la vida al servicio de otros, para que la vida tenga valor.
“Nuestros hijos nos mostraron que no quieren una memoria de mierda, quieren que se imite lo que ellos hicieron. No hay revolución posible si los pueblos no aprendemos que tenemos derecho a la violencia. Y que se dejen de joder con que nos digan violentos. Ellos son los violentos, no sacan la comida, nos sacan el trabajo, nos sacan la educación, ellos nos matan los hijos de hambre, y después nos dicen violentos.
“Si queremos una revolución, lo dijo muchas veces el presidente Chávez, y lo dijo Fidel, una revolución sin armas no es posible, es una cagada”.

“Nuestros hijos, a los que reivindicamos cada vez con más fuerza, nuestros queridos y amados guerrilleros, se levantaron en armas porque se hartaron de que los pisoteen, que los engañen, se hartaron de ver la muerte de tantos chicos. Y no nos da vergüenza decirlo, al contrario, el orgullo más grande de haber tenido hijos con semejantes pelotas para enfrentar al sistema y al imperialismo.

“Hoy vemos en ustedes a nuestros hijos. Nuestros hijos nacieron en los piquetes, en los puentes, en las fábricas ocupadas en producción. Y nacen cada día como nace el hombre nuevo. El hombre nuevo no es una utopía. Nace cuando cada uno de nosotros deja de ser un hombre común y se planta en la calle para decirle basta a estos hijos de remil puta que nos quieren masacrar.
“Vamos a vengar a nuestros hijos cuando el pueblo sea feliz, y el pueblo será feliz cuando la revolución esté en marcha”.

“Nuestros hijos dieron la vida, que era lo mejor que tenían, para hacer a un pueblo feliz. Nosotras, sus madres, continuamos con su lucha, en otro tiempo, de otra manera, pero también caminando hacia la revolución”.
(Jueves 8 de abril de 2004)

“En este momento estamos viviendo muchas cosas. Algunas nos preocupan y otras nos tienen absolutamente sorprendidas. Bolivia siempre nos despierta. Ese pueblo está mucho más avanzado que el nuestro en cuanto a la lucha armada, en esa manera increíble de defenderse, porque ya lo han perdido todo. Tal vez están más atrasados en cuanto a que es un pueblo menos numeroso (…)
(Editorial de Hebe de Bonafini - Periódico mensual,
año 1 nº 4, octubre 2003, tercera época)

“La izquierda esta acá, en el corazón, y el rojo esta en la sangre de los que mueren por el pueblo. Cuando vos hablás de revolución algunos te dicen «pero no, ahora que se cayó el muro..., no se puede» ¿Cómo que no se puede, por qué? Si la revolución está en todos lados, está en las FARC en Colombia, está en los Zapatistas, en los Sin Tierra, está en muchísimas partes, está en los campesinos paraguayos, hay mucha gente que esta haciendo la revolución y una es revolucionaria de adentro, no es que anda con un revolver por la calle”.
(Entrevista dada a Ariel Ogando, Revista “Wayruro”, de Jujuy. Cfr. http://www.geocities.com/CapitolHill/Lobby/4486/HEBE.HTM)

La Plata, 29 de junio de 2004 (Agencia NOVA) (…) Hebe de Bonafini instó a las agrupaciones piqueteras y activistas a salir a “romper las comisarías” cuyo personal esté sospechado de persecución, agresión, muerte o encubrimiento de la misma contra manifestantes de organizaciones de lucha.
(Cfr. http://www.lasintesis.com.ar/anteriores02/dia040630.html)

“No nos vamos a callar, no nos vamos a quedar, no vamos a olvidar, no vamos a perdonar, pero vamos a seguir escuchando este vientito que sopla, estas voces de los hijos que nos enseñaron qué era el socialismo. El socialismo que llegó, primero, de la mano del amado y queridísimo pueblo cubano y de Fidel. ¡Viva Fidel! ¡Viva Chávez! ¡Viva Lula! ¡Viva Evo Morales! ¡Viva el Comandante Chávez! ¡Viva Kirchner! ¡Viva Tabaré, compañeros!”
(Discurso en una Marcha de la Resistencia. Léase en la página etarra: http://www.herriak.org/ki/index.php?option=com_content&task=view&id=51&Itemid=36)


Sobre la Iglesia Católica:

“De todo lo que la Iglesia Católica está a favor, yo estoy en contra; y de todo lo que la Iglesia Católica está en contra, yo estoy a favor”.

“Nosotras lo entrevistamos a Usted en tres oportunidades, pero Usted no impidió la masacre, no alzó su voz por nuestros miles de hijos en aquellos años de horror. Ahora no nos quedan dudas de qué lado está Usted, pero sepa que aunque su poder sea inmenso, no va a llegar hasta Dios, hasta Jesús. Nuestros hijos, muchos de ellos, se inspiraron en Jesucristo, en su entrega al pueblo.
“Nosotras, la Asociación Madres de Plaza de Mayo le rogamos, le pedimos a Dios en un rezo inmenso que se extenderá por el mundo, que no lo perdone a Usted, Señor Juan Pablo, que denigra a la Iglesia del pueblo que sufre, y en nombre de millones de seres humanos que han muerto y siguen muriendo hoy en el mundo en manos de los genocidas que Usted defiende y sostiene.
“Decimos: No lo perdone, Señor, a Juan Pablo II”.

“Que el Papa se queme en el Infierno”.

“A mí la iglesia no me va a hacer convencer de que no tengo que odiar, el odio es un sentimiento como el amor y todo el mundo lo tenemos, porque cuando te peleas con un marido o con un novio, le querés tirar con todo por la cabeza, ¿y qué, no es odio eso? ¿y por qué no podés odiar al enemigo con mucha más fuerza y con mucho más... derecho, vamos a decir? Yo reivindico el odio, reivindico la lucha armada, reivindico todas las cosas que la gente no se anima a decir”.
(Entrevista concedida a Jorge Lora: “Hebe de Bonafini: «Una madre antiimperialista»”, La Fogata Digital, “La Lucha continúa”, del 9 de mayo del 2002. Cfr.: http://www.lafogata.org/02argentina/5argentina/l3.htm”

“Todos los curas pasaron a ser capellanes de la Policía, no nos olvidemos. El 90 por ciento de los curas —hubo algunos que no quisieron, por supuesto— pero la mayoría cobraron y estuvieron al servicio de la Policía, donde le sacaban informaciones a nuestros Hijos”.
(“Desde el pie”, 5 de agosto de 2003. Cfr. http://www.rebelion.org/argentina/030805hebe.htm)

“Mejor que se muera y pudra en el infierno”.

“Nosotros deseamos que el Papa se queme vivo en el infierno”.

Además, opinó que el Pontífice “se pasó de rosca” en su apoyo al obispo castrense Baseotto y aseguró que por eso “se va a morir en el infierno” (Declaraciones en una conferencia de prensa en el sindicato de judiciales de la ciudad de Neuquén, donde viajó para apoyar a los obreros de una fábrica de cerámicos recuperada) .

“Es un cerdo. Aunque un sacerdote me dijo que el cerdo se come, y este Papa es incomible”.
(Neuquén 19 de marzo de 2005. Cfr. http://www.infobae.com/notas/nota.php?Idx=172963&IdxSeccion=100439)

“Para nosotras Naciones Unidas es igual que el Vaticano, que hay un Papa al que nadie se anima a criticar y un montón de gente que se pone al lado de los más fascistas. No obstante, hay pequeñísimos grupos que creen que estando adentro de eso sí pueden luchar a favor de su pueblo, porque dentro de la Iglesia hay hombres y mujeres, sacerdotes y monjas, que luchan junto a nosotros, que están junto a nosotros. Sabemos, de igual manera, que en Naciones Unidas hay gente que tiene muy buenas intenciones. Pero yo la comparo con el Vaticano: tiene el mismo poder, similar «prestigio» y se ha hecho de un halo para que nadie la critique. Hay que animarse a criticarlos y a denunciarlos, porque ellos —el Vaticano y Naciones Unidas— son los que hubieran tenido que salvar millones de vidas, desde las provocadas por las dictaduras latinoamericanas hasta las víctimas de Ruanda, pasando por las de la guerra en Irak. Animémonos y vamos, no «animémonos y vayan». Animémonos a criticar y denunciar. Ellos también tienen responsabilidades y son culpables de muchísimos crímenes”.
(Editorial de Hebe de Bonafini - Periódico mensual, año 1 nº 4, octubre 2003, tercera época)


Sobre el adoctrinamiento:

“Compañeros, a ustedes chicos, los treinta mil, como decimos las madres, no van a morir mientras haya uno solo que pelee, uno solo que levante sus banderas, uno solo que tenga sus sueños, uno solo que diga «Yo me estoy haciendo revolucionario porque esto ya no me lo banco más». Las madres, con mucho sacrificio, nos hicimos revolucionarias; tenemos un pensamiento revolucionario, una actitud revolucionaria, una vida revolucionaria”.
(Alocución en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini: “Ante decenas de adolescentes, Bonafini instó a los jóvenes a rebelarse contra la autoridad y echar por tierra los poderes Legislativo y Judicial en todos los niveles”, cfr. “La Nación”, viernes 18 de septiembre de 1998)

“DAN VIVIENDAS A CAMBIO DE ADOCTRINAMIENTO”.
Ver nota completa en: http://revistacabildo.blogspot.com/2007/11/hebe-de-bonafini-y-el-adoctrinamiento.html


Madres, ¿de quién?:

“Madres de los guerrilleros, madres de los revolucionarios, madres de la noche de los lápices, de los palotinos, de los alfabetizadores, de los maestros, de todos. Sacamos el nombre del hijo del pañuelo y no llevamos más la foto con el nombre. Todos pasos, con el tiempo, que la madre necesitó. Para que cuando a la madre le vengan a preguntar, diga: «Sí, somos madres de treinta mil»”.

(Entrevista concedida a Graciela Di Marco, de la UNSAM)

“Podemos seguir caminando juntos”, dice Hebe a Kirchner

“Es un gobierno que quiere hacer las cosas bien, por eso me emocioné cuando vi la bandera. Por eso puedo decir «nuestro gobierno», cosa que no dije en 26 años. Por esto puedo decir «nuestro presidente», pese a que las madres no votamos y no creíamos en él”.
(Tomado de: http://www.nodo50.org/americalibre/eventos/bonafini09032.htm)

“Asimismo, que el Presidente haya dicho que son «hijos de las Madres» no es poca cosa. Porque no es solamente ser hijo de las Madres en el sentido figurativo. El presidente es un hombre de los años setenta, que luchó en esos años. Nos parece importante que diga que ellos son como nuestros hijos -aunque me imagino que no todos porque hay algunos que han protestado bastante-, porque nuestros hijos querían un país totalmente diferente, que es el que queremos las Madres. Dieron su vida por ese país y nos parece que si el presidente se encolumna en ese proyecto, tiene el mismo proyecto que nosotras y que nuestros hijos. Sabemos que el Presidente no es socialista ni revolucionario, pero creo que está haciendo cosas que no han hecho otros que se dicen revolucionarios. Estamos contentas y agradecidas por esa frase que dijo en ese lugar”.
(Editorial de Hebe de Bonafini - Periódico mensual,
año 1 nº 4, octubre 2003, tercera época)


“Las Madres sentimos un orgullo inmenso cuando vemos este Presidente, que es un amigo y que nos trata como tal. Yo el otro día, cuando estuve mucho con él, les contaba a las Madres que faltaba un pucherito en el medio para comerlo juntos, porque me sentía en mi casa”.
(Discurso en la última Marcha de la Resistencia. Léase en la página etarra: http://www.herriak.org/ki/index.php?option=com_content&task=view&id=51&Itemid=36)


Conflicto con el campo

“No entiendo a los muchachos que jugaron al rugby con los ruralistas. Con ellos no hay que jugar ni a la bolita. ¡Al enemigo, ni agua!”

“¡Deberíamos tomar Canal 7 y Radio Nacional! Lo digo en serio. Y eso no es violencia. Es poner los medios al servicio del pueblo. Si ustedes quieren, lo podemos hacer ya”.

“Ellos [por los ruralistas] pintan un toro porque son cornudos”.
(Jueves 26 de junio de 2008, en Plaza de los Dos Congresos. Puede verse en: http://www.lanacion.com.ar/politica/nota.asp?nota_id=1025151).


Juicio que ha merecido su actuación pública:

“Lacra de toda Latinoamérica y no sólo de Argentina, la actitud de una parte del espectro social, que minimiza, justifica e incluso avala el terrorismo, es un penoso síntoma del relativismo ético que practican muchos líderes de izquierdas, hasta el punto de no conmoverse ni con la muerte masiva. Ahí está, para vergüenza de Argentina y para vergüenza de la humanidad, el brindis que Hebe de Bonafini —la antigua presidenta de las madres de Mayo— hizo, celebrando el atentado del 11-S. Un total de 4.000 muertos, 4.000 personas con sus vidas, sus esperanzas, sus ilusiones, convertidas en humo en manos del terror, y la risa de Bonafini bendiciendo la matanza. Y su famoso ¡Viva ETA! En la España que la había invitado y aún lloraba la muerte de Ernest Lluch. Hebe representa el paradigma de una izquierda violenta, revanchista hasta la locura, inequívocamente reaccionaria. Sin embargo, ¿es ella lo alarmante? Al fin y al cabo, personajes como Hebe o como otros que pululan por el continente, con el delirante Chávez a la cabeza, no son nuevos en el mercado del populismo demagógico. No. Lo alarmante es que el día después del brindis de muerte, las Hebes continúen teniendo micrófonos, vida social activa, miles de pesos de ayuda pública y hasta el aval institucional. «Todos somos hijos de Hebe», me aseguran que dijo Néstor Kirchner. Sobran palabras… ”
Pilar Rahola en “El País” de España
http://www.elpais.com/articulo/cataluna/divan/Mirtha/Legrand/elpepuespcat/20070904elpcat_11/Tes
Rafael García de la Sierra

1. Deposición: 1. f. Exposición o declaración que se hace de algo (véase el Diccionario de la Lengua Española, vigésima segunda edición, disponible en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=deposiciones).

miércoles, 25 de junio de 2008

Viernes 4 de julio


Presentación del libro

LA PERVERSIÓN
DEMOCRÁTICA


del Dr. Antonio Caponnetto
  • Una respuesta a los católicos liberales de diversos signos
  • Una réplica a quienes se insertan en el Régimen
  • Una refutación a los políticamente correctos
  • Una condena a los que pactan con el sistema
  • Un curso de acción para los católicos coherentes
La presentación se llevará a cabo
el viernes 4 de julio a las 19:00
en Viamonte 1596, primer piso, Capital Federal.


Un libro de 336 páginas.

INDICE ANALÍTICO

Capítulo 1:
Reflexiones doctrinales
sobre la perversión democrática.
La polémica con Cosme Beccar Varela


I. La democracia es una religiosidad subvertida

II. La democracia es un conglomerado de perversiones

III. La democracia y el Magisterio de la Iglesia

IV. Lo principal y lo subalterno en la perversión democrática
V. La elección de los gobernantes

VI. La democracia en concreto

VII. Epílogo provisorio

VIII. Las reacciones de dos hombres de bien

X. La reacción de un obtuso

X. Las enseñanzas de Sardá y Salvany


Capítulo 2:
Los principios olvidados


I. Un católico no puede ser democrático

II. Un católico no puede profesar una religiosidad subvertida

III. Un católico no puede aprobar el sufragio universal

IV. Un católico no puede admitir la soberanía popular

V. Un católico no puede creer en el constitucionalismo moderno

VI. Un católico no puede integrar la partidocracia

VII. Un católico dedicado a la política, no puede omitir
la doctrina de la Realeza Social de Jesucristo,
ni el carácter confesional de su misión

VIII. Juicio moral conclusivo


Capítulo 3:
Cuestiones disputadas


I. La inevitabilidad del sistema y del presente,
y el carácter de medio de algunos hechos políticos,
como la formación de partidos, otorgan legitimidad

II. Los hechos políticos como el sufragio universal
y el ordenamiento constitucional liberal,
impuestos por el tiempo,
hallan su legitimidad en tal imposición
y en su perdurabilidad cronológica

III. La obligación moral de votar
y de participar en el sistema es el remedio
para evitar el error del abstencionismo político

IV. Los partidos políticos son irreemplazables
y el único medio que tenemos de participar en la vida cívica

V. El mal menor

VI. La apelación a los personajes prestigiosos

VII. El relativismo pragmatista


Epílogo:
El quehacer político del católico


I. Condiciones para inteligir el quehacer

II. El quehacer posible y no regiminoso

III. La necesaria visión sobrenatural


Anexo:
La carta de Enrique Broussain


I. ¿Controversia en Satania?
¿O vocación para héroes vendeanos?

II. La democracia, dominación de la plebe

III. La democracia y el comunismo bolchevista

IV. La democracia tradicional

V. La posibilidad de la democracia tradicional

martes, 24 de junio de 2008

Aniversario de la muerte de Gardel


MANO A MANO

“Bien está que bebamos el vino dulce de la gaita, pero sin entregarle nuestros secretos… No plantemos nuestros amores esenciales en el césped que ha visto marchitar tantas primaveras; tendámoslos, como líneas sin peso y sin volumen, hacia el ámbito eterno donde cantan los números su canción exacta… Los números de los imperios-geometría y arquitectura… Es la canción que mide la lira, rica en empresas porque es sabia en números…”
José Antonio

Cuando ya casi habíamos traspasado airosamente el fatídico 24 de junio sin sentirnos minusválidos por no habernos ocupado de Carlitos Gardel; cuando ya casi habíamos resistido con éxito a la tentación de hacer del aniversario de su muerte un objeto de análisis o tema de nota, fuimos conminados a ello por la Dirección que —sentido común en ristre— nos recordaba el disparate de tanta gardelofilia exacerbada.

No era para menos. A esa altura de los sucesos ya se había impuesto en las escuelas la semana dedicada al prócer del tango y los homenajes se sucedían y multiplicaban en una proporción verdaderamente descabellada. Solamente en “La Nación” de aquel día se daba cuenta de más de diez actos en la Capital Federal, sin contar los del interior y los del extranjero a los que adhería nuestro país como buen alineado. Una misa en la Catedral Metropolitana, otra en la iglesia de San Carlos (¡qué menos!), conmemoraciones en el Teatro Nacional Cervantes, en el Colegio Las Heras, en el Centro Cultural San Martín y, por supuesto, en el mismísimo Congreso Nacional en el que por fin actuaron artistas de primer nivel.

Las evocaciones contaban con el auspicio, el aval o la participación de altos funcionarios, y no resultaron pocas las figuras consulares o los organismos oficiales que en uno u otro país europeo o americano apoyaron las iniciativas laudatorias, las cuales fueron desde los tradicionales monumentos hasta la imposición del nombre del ídolo a calles, paseos y estaciones de subte. El Cementerio de la Chacarita se convirtió por momentos en un music hall y los medios de comunicación no se dieron tregua en la tarea de recordar al difunto. En Puerto Rico se habló seriamente de canonizarlo; aquí se dijeron cosas parecidas y se vendieron estampitas con la figura del cantante. En Chile, el Orfeón de Carabineros interpretó Cuartito azul y El día que me quieras, y en México, durante un recital en el Auditorio Nacional, el argentino Jorge Falcón sentenció: “El tango es religión y Gardel su único dios”. Tan sincera profesión monoteísta y tanta sacralidad explícita tuvo su correlato en Buenos Aires, en cuyo Teatro Colón se ofreció, como se sabe, un Oratorio Carlos Gardel al que concurrió formalmente el mismísimo Dr. Alfonsín, quien más de una vez —aunque las crónicas no nos informan debidamente— habrá tarareado durante la velada el célebre Cuesta abajo.

Dicho oratorio constaba de un Miserere inicial vocalizado por el coro, y constantes referencias a los “Cantares de Santa Guitarra”, al “Milagro en el Abasto”, a la “capilla de Medellín” y —ya en el campo de las substancias separadas— a “los angelitos del Abasto”. Una verdadera teología laica en un sínodo de malevos, cuya asistencia costó al Presidente las furias de la paica Bonafini, la cual, viéndose “sola, fané y descangayada“ le espetó al periodismo: “El Presidente tiene tiempo para ir a un homenaje a Carlos Gardel en el Colón pero no para recibirnos” (cfr. “La Nación”, 25 de junio de 1985, pág. 11). O con letra de José de la Vega y música de Agustín Bardi: “…Madre hay una sola / las tentaciones son vanas / para burlar mi cariño…”

Pero por entoces, tanta gardelofilia desenfrenada se había converido en un boomerang contra la fama del Zorzal. Compelidos a ocuparse de él, pues viven dependientes de la transitoriedad y la noticia, los figurones de la intelligentzia y toda la nueva recua de escribas descastados, acometieron la tarea de explicárnoslo, de analizarlo psicológica y sociológicamente, de historiarlo y “valorizarlo”, como gustan decir. Hubo de todo y para todas las variedades. Un Gardel edípico y otro sobreprotegido; uno reprimido y otro sospechoso de homosexualidad; uno marginal y otro regiminoso; uno apolíneo y otro dionisíaco. Un Gardel fáustico y otro dramático; y, en fin, en el infaltable plano de las inclinaciones políticas, un Gardel de izquierda y otro de derecha. Los primeros recordaron tal vez, las estrofas de Pan y de la milonga El obrero, y blandieron como testimonio las notas de “Gramma” o de “Juventud Rebelde” de La Habana. Los segundos en cambio —y también los primeros aunque en tono crítico— recuperaron la olvidada letra del ¡Viva la Patria! que El Mudo grabó en homenaje a la Revolución del '30 (cada día suena mejor). Un Gardel fascista y machista, bramó la zurda, horrorizada porque en el tango el varón dirige a la mujer, y algún exégeta trasnochado de la escuela de Sebrelli habrá canturreado con preocupación aquello de: “uso funyi a lo Massera / calzo bota militar…”

Pero ninguno de estos gardeles psicológicos y psicoanalíticos con categorías lacanianas o reicheanas, ninguno de estos gardeles canta. Y el canto era lo único que sabía hacer el hombre y a lo que se dedicaba públicamente. En ese tránsito impropio del mythos al logos al que fue sometido —consecuencia de ese otro tránsito impropio del mito a la deificación— perdió la voz y la risa; y la voz y la risa —cantada— es todo lo que sabía hacer el personaje. O al menos, todo por lo cual cabría juzgarlo.

Lo de las letras de lo cantado es harina de otro costal. Algunos entendidos como el Padre Calori —admirable maestro en la pastoral de los reos— insisten en reivindicarlas, pues más allá de la cursilería y del plebeyismo, por lo menos no violentan el Orden Natural. La verdad es que miradas retrospectivamente, y en comparación con lo que le siguió, le sigue y hoy tenemos a la vista, aquellas canciones conforman un universo ordenado, en donde con seguridad, el cantor se jacta de ser un morocho de arrabal que habla del barrio, de la Patria, de la familia y aún de Dios.

Las viudas se quedaban con cinco medallas de otros tantos hijos caídos en la guerra, “la casita blanca y el lindo rosal” esperaban a las esposas, el hogar se ensombrecía ante la muerte de la madre, más “las viejas se postran y elevan plegarias a Nuestro Señor”, los varones se quejaban de las perdularias que pasaban “del cabaret al hospital”, así como del protodestape, del unisex y de la pederastía: “Antes femenina era la mujer / pero con la moda se ha echado a perder. / Antes no mostraba más que rostro y pie / pero hoy muestra todo lo que quieran ver. / Hoy todas las chicas parecen varón… / mas lo que me causa más indignación / son esas melenas que usan los garçones…” Eran otros tiempos, sin duda, y también existía, como siempre, “el carnaval del mundo y su loca algarabía”. Pero cuando vemos a tanto guiñapo amorfo en los escenarios, blasfemando e injuriando entre contoneos, ruidos y vahos inmundos, no podemos sino añorar hasta al fiero Tigre Millán, aquel que “una noche, mostró su coraje venciendo a un malón”. La verdad es que el elemento diabólico —ahora corriente y obligatorio en las mayorías de las músicas populares— no está presente ni en el espíritu ni en las letras del tango. Por cierto que esto sólo no basta para darle categoría de arte, pero ya es algo.

Otros entendidos, en cambio, como el Padre Castellani, han ridiculizado genialmente la mentalidad del tanguista, como en aquel capítulo homónimo de “El nuevo gobierno de Sancho”. Pero la ironía de Castellani —el mismo que admitió, no sin razón, que había más historia en Chorra que en los tomazos mentirosos de la Academia Nacional— apunta más hondo. A medir la decadencia que supone para un pueblo renegar del “hecho patente de que antes, cuando las gentes no eran todavía alfabetas, no escuchaban tangos por radio, sino que cantaban ellas mismas coplas, relaciones, glosas, décimas y romances… Eran coplas religiosas llenas de alta teología; o canciones psicológicas y morales llenas de humilde sabiduría, o cantares amorosos, llenos de fineza tan por lo alto, que hasta un cura podía cantarlos, aplicándolos al amor de Dios; y había también, no hay duda, coplas picarescas, pero hasta las mismas coplas lascivas eran espirituales”.

Lo que queremos decir, en suma, es lo que enseñaba con mejores palabras San Agustín: “Ut videatur qualis quisque populus sit, illa sunt intuenda quæ diligit”, y aquello, más conocido, de “bis orat qui bene cantat”. O lo que es lo mismo —latín más o menos— que sostener: Para ver cómo es cada pueblo hay que examinar lo que ama; y sólo el que bien canta reza dos veces.

Un pueblo que ama a Carlitos Gardel hasta el procerato y la santidad y que lo eleva al podio de Arquetipo supremo, es porque perdió —o le hicieron perder en el camino— la fidelidad de los Orígenes. Ya puede ser gobernado por un patán de cualquier parte.

Un pueblo que sepa bien cantar —como supo y ha de saber el nuestro el día que alguien le temple el instrumento indicándole la diferencia entre la gaita y la lira— sabrá también —o por lo mismo— encontrar el sentido de la proporción y del rango, de la medida y de las jerarquías, del ritmo y del silencio. Y entonces sí, como quería Fierro, cantando ha de llegar al pie del Eterno Padre.

Antonio Caponnetto

Nota: Este artículo ha sido publicado para el cincuentenario del fallecimiento de Carlos Gardel, en el número 90 de la segunda época de “Cabildo”, en el mes de julio de 1985.

domingo, 22 de junio de 2008

Voces de los de enfrente


SAN PÍO X Y
TEODORO HERZL

Ayer fui recibido por el Papa Pío X. Me recibió de pie y tendió la mano que no besé. Se sentó en un sillón, especie de trono para “los asuntos menores” y me invitó a sentarme cerca de él. El Papa es un sacerdote lugareño, más bien rudo, para quien el Cristianismo permanece como una cosa viviente, aún en el Vaticano. Le expuse mi demanda en pocas palabras. Pero, tal vez enojado porque no le había besado la mano, me contestó de modo demasiado brusco:

— No podemos favorecer vuestro movimiento. No podemos impedir a los judíos ir a Jerusalén, pero no podemos jamás favorecerlo. La tierra de Jerusalén si no ha sido sagrada, ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío.

De modo que el antiguo conflicto entre Roma y Jerusalem, personificado por mi interlocutor y por mí, revivía en nosotros. Al principio traté de mostrarme conciliador. Le expuse mi pequeño discurso sobre la extraterritorialidad. Esto no pareció impresionarlo. “Gerusalemme”, dijo, no debía a ningún precio, caer en manos de los judíos.

— Y sobre el estatuto actual, ¿qué pensais vos, Santidad?

— Lo sé; es lamentable ver a los turcos en posesión de nuestros lugares Santos. Pero debemos resignarnos. En cuanto a favorecer el deseo de los judíos a establecerse allí, nos es imposible.

Le repliqué que nosotros fundábamos nuestro movimiento en el sufrimiento de los judíos, y queríamos dejar al margen todas las incidencias religiosas.

— Bien, pero Nos, en cuanto Jefe de la Iglesia Católica, no podemos adoptar la misma actitud. Se produciría una de las dos cosas siguientes: o bien los judíos conservarán su antigua Fe y continuarán esperando al Mesías, que nosotros los cristianos creemos que ya ha venido sobre la tierra, y en este caso ellos niegan la divinidad de Cristo y no los podemos ayudar, o bien irán a Palestina sin profesar ninguna religión, en cuyo caso nada tenemos que hacer con ellos. La fe judía ha sido el fundamento de la nuestra, pero ha sido superada por las enseñanzas de Cristo y no podemos admitir que hoy día tenga alguna validez. Los judíos que debían haber sido los primeros en reconocer a Jesucristo, no lo han hecho hasta hoy.

Yo tenía a flor de labio la observación: “Esto ocurre en todas las familias; nadie cree en sus parientes próximos”; pero de hecho contesté: “El terror y la persecución no eran ciertamente los mejores medios para convertir a los judíos”.

Su réplica tuvo, en su simplicidad, un elemento de grandeza:

— Nuestro Señor vino al mundo sin poder. Era povero. Vino in pace. No persiguió a nadie. Fue abbandonato aún por sus apóstoles. No fue hasta más tarde que alcanzó su verdadera estatura. La Iglesia empleó tres siglos en evolucionar. Los judíos tuvieron, por consiguiente, todo el tiempo necesario para aceptar la divinidad de Cristo sin presión y sin violencias. Pero eligieron no hacerlo y no lo han hecho hasta hoy.

— Pero los judíos pasan pruebas terribles. No sé si Vuestra Santidad conoce todo el horror de su tragedia. Tenemos necesidad de una tierra para esos errantes.

— ¿Debe ser Gerusalemme?

— Nosotros no pedimos Jerusalem sino Palestina, la tierra secular.

— Nos no podemos declararnos a favor de ese proyecto.

Teodoro Herzl

Nota: He aquí el testimonio luego de su visita a San Pío X, en Roma, el 26 de enero de 1904. Aparecido originalmente en “La Terre Retrovée”, 1º de Julio de 1956.

sábado, 21 de junio de 2008

Poesía que promete


OCTAVILLA

“No creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra.
No he venido a traer paz, sino espada”
(San Mateo, X, 34).


El mundo es lugar de prueba
para merecer el Cielo;
no habrá —pues— mayor desvelo
ni nada que más nos mueva
que ser fieles y servir
a la Verdad Revelada:
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

Ni placidez, ni remanso:
para vivir es preciso
caminar al Paraíso,
que está en contra del descanso
y aunque debamos morir
en la lucha encarnizada,
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

Jamás nos podrán vencer
pero igual… ¡velad alertas!
el infierno con sus puertas
no habrán de prevalecer.
¡qué importa si hay que sufrir,
la bomba, bala o granada!
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

El servir a dos señores
es más que equivocación:
es aberrante traición
y causa de mil errores;
por tanto, hay que decidir
qué vida es más preciada:
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

La lucha hay que continuar
pues la batalla no cesa
hasta alcanzar las promesas
de quien nos vino a salvar;
entonces, hay que blandir
la filosa arma sagrada:
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

Y al llegar nuestro final
pasaremos, en la guerra,
de soldados de la tierra
a Milicia Celestial.
¡Qué consuelo habrá de ser
en la hora señalada
haber tomado la espada
que el Señor vino a traer!

Álvaro M. Varela

viernes, 20 de junio de 2008

En el día de la Bandera


EL EJEMPLO DE
MANUEL BELGRANO


Sabido es la entrada en Buenos Aires del general Beresford […] Se tocó la alarma general y conducido del honor volé a la fortaleza, punto de reunión […] Todavía fue mayor mi incomodidad cuando vi entrar las tropas enemigas y su despreciable número para una población como la de Buenos Aires: esta idea no se apartó de mi imaginación y poco faltó para que me hubiese hecho perder la cabeza: me era muy doloroso ver a mi patria bajo otra dominación y sobre todo en tal estado de degradación, que hubiese sido subyugada por una empresa aventurera […] Aquí recuerdo lo que me pasó con mi corporación consular […] y de mi relación inferirá el lector la proposición tantas veces asentada, de que el comerciante no conoce más patria, ni más rey, ni más religión que su interés propio [pues sus miembros] se reunieron y no pararon hasta desbaratar mis justas ideas y prestar el juramento de reconocimiento a la dominación británica, sin otra consideración que la de sus intereses […] En este estado y por si llegaba el caso de otro suceso igual al de Beresford, u otro cualquiera, de tener una parte activa en defensa de mi patria, tomé un maestro que me diese alguna noción de las evoluciones más precisas y me enseñase por principios el manejo del arma.

Manuel Belgrano

Nota: La cita ha sido tomada de su “Autobiografía”, Carlos Pérez Editor, Buenos Aires, 1968, págs. 15-20.

jueves, 19 de junio de 2008

Padre de la Federación


ARTIGAS:
ADALID
TRADICIONALISTA



Ante todo cabe señalar que Artigas fue hombre de duro cabalgar y batallar en estas comarcas vertebradas por los grandes ríos de la Cuenca del Plata, a las que soñó mantener unidas en la espléndida unidad geopolítica que fue el Virreinato. Se hace también imperioso subrayar el cinismo de la historiografía liberal, cuando desconoce y falsea el alma de nuestra historia, haciendo aparecer al personaje como un roussoniano desarraigado de sus ancestros, lo que preparó el camino a los escribas partisanos para trasmutarlo en un protomarxista. De aquí que sea no sólo un desconocido, sino alguien que ha muerto dos veces.

Nuestra tarea es entonces dejar de lado lo imaginario, ya que creemos con Ortega que “el pensamiento tiene la misión primaria de reflejar el ser de las cosas”. Y para ubicarlo en la Verdad hay que plantear con claridad meridiana que el Caudillo no fue ni un demoliberal, ni un revolucionario, si le damos a esta palabra el significado de subversión de las formas religiosas, culturales y políticas legadas por la tradición.

En las comarcas sureñas de los dominios del Rey Católico, se afincaron los Artigas. Gens de guerreros y labradores con origen en Navarra y Aragón hicieron honor a su apelativo, porque Artiga (sin la s final) es voz latina del verbo “artire” que habla de tierra “que está preparada para sembrar”. Este apellido aparece en las listas de los futuro hidalgos fundadores del Real de San Felipe y Santiago. Un 19 de junio de 1764, en el hogar de Martín José Artigas y Francisca Arnal, nació José Gervasio, bautizado dos días después. La tierra y lo telúrico ejercieron fascinación avasallante en el joven criollo. Con los años y de acuerdo a sus antecedentes familiares fue hacendado y ayudante de Félix de Azara.

Con baquía y valor alcanzó, siendo mozo, el grado de Capitán del Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo. Desde ese puesto combatió a matreros y a ingleses cuando las mercantilistas agresiones de 1806 y 1807 intentaban crear el ambiente para una rebelión generalizada en los Reinos de Indias. Eran los años en que la subversión francesa e 1789, con su satánico inmanentismo y su terrorismo de Estado, se extendía en la Europa minada por las logias. En 1808, la felonía bonapartista pretendió aherrojar a los Reinos Ibéricos. La respuesta fue el levantamiento religioso contra el ideologismo de la Revolución. Al ser ocupado el Trono por un napoleónida usurpador, América se encontró con el poder político acéfalo, con lo que la soberanía recayó en las jerarquías naturales. Esto fue lo que ocurrió en Montevideo en 1808 y en Buenos Aires en 1810.

“La sociedad rioplatense —dice Jordán B. Genta— era una unidad de orden… y el pueblo actuó jerárquicamente por medio de sus jefes naturales no elegidos por la multitud sino acatados por ella…” Los caminos imperiales de América y España se bifurcaron cuando las liberales Cortes de Cádiz y más tarde Fernando VII, pretendieron desconocer los reinos diferenciados establecidos por el César Carlos V. Entre 1811 y 1815, Artigas definió su pensamiento político y económico entroncado en las bases del doctrinarismo español. Dos fueron los puntos claves expuestos por el Caudillo: Independencia y Federalismo. La primera era exigida dado el desconocimiento, en septiembre de 1810, del federalismo natural que había caracterizado la Unión de los Reinos de España y América, para establecer el masónico Estado Centralizado.

Por el segundo se planteaba un gobierno nacional y gobiernos provinciales, es decir, un federalismo encontrado en el fondo de los antiguos Cabildos nacidos en la Hispania Romana y fortalecidos en la Edad Media. Estos fueron los municipios trasplantados a nuestra América que encarnaban el espíritu local y estaban constituidos por los jefes de familia. Era la Provincia, formada por los “Pueblos Libres” en el sentido de ciudades con Cabildo junto a sus respectivas jurisdicciones. En lo económico su política de tierras se inspiró en la Legislación de Indias y mantuvo la Propiedad Privada fuera del planteo liberal.

Artigas devino en arquetipo de la Tradición, por lo que los logistas, con la baja traición del Pilar, lo eliminaron de la argentinidad. Cayó con su Provincia Oriental y el “Sistema Americano”. Nunca más pudo volver del ostracismo paraguayo, pero su espíritu reapareció en la Cruzada Lavallejista de 1825. En ella —hay que recordarlo siempre— tuvo especial protagonismo don Juan Manuel de Rosas, quien en pocos años sería el continuador del Caudillo. Tanto fue así, que en 1843, el Exiliado, contestó negativamente al ofrecimiento de encabezar las fuerzas preparadas contra el Restaurador. El Viejo Guerrero veía de lejos las intenciones de la siniestra alianza antiamericana. Por ello, sigue siendo Centinela, Muralla y Bastión de una historia que nos quieren falsificar. Junto con don Juan Manuel, es espíritu de nuestra Unidad de Destino.

Luis Alfredo Andregnette Capurro

miércoles, 18 de junio de 2008

Por la Nación contra el caos


PARA RECORDAR

“Cuando las disposiciones arbitrarias del poder legislativo o del poder ejecutivo promulgan u ordenan algo contrario a la ley divina o a la ley natural, la dignidad del cristianismo, las obligaciones de la profesión cristiana y el mandato del Apóstol enseñan que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.


León XIII, “Quod apostolici muneris”, 1878

martes, 17 de junio de 2008

Aviso


CONFERENCIA DE
NICOLÁS KASANZEW


en la Librería Marista

Debido al acto programado por el gobierno
para el día de mañana, la Librería Marista
ha decidido cerrar su local, motivo por el cual
la conferencia de nuestro amigo
Nicolás Kasanzew
queda postergada hasta nuevo aviso.

lunes, 16 de junio de 2008

Actualidad


EL CAMPO

DE BATALLA

Por Antonio Caponnetto

Ante los gravísimos hechos que se están desencadenando, y que han destruido toda concordia social, tornando imposible la más elemental vigencia del bien común; y ante la penosa confusión generalizada, signo trágico de la hora que nos toca protagonizar, parece pertinente emitir un par de aclaraciones elementales:

1) El gobierno del aparato kirchnerista es el primer responsable de conducir el país al caos, por su insensata política de expoliación y latrocinio contra los genuinos intereses del campo argentino. En vano se invoca la custodia de los pobres, la inclusión social o la redistribución de las riquezas. Las mentadas retenciones no integran el circuito del bienestar de los pueblos, sino el Programa de Agronomía Mundial de la Fundación Rockefeller, al servicio del Nuevo Orden Mundial.

Este Programa —que dócilmente acata el kirchnerismo, inserto como está en la estructura del Imperialismo Internacional del Dinero— exige la extinción de las autarquías comarcales sostenidas en una economía agraria; como exige la quiebra de los pequeños y medianos productores, para que, asfixiados por los altísimos tributos fiscales, acaben sometidos a los grandes trusts agrícolas. Fundaciones como la Brookings Institution se ocupan expresamente en los Estados Unidos de monitorear esta estrategia, explícitamente contraria a la independencia agropecuaria de los países dominados. Por eso, las exacciones arrancadas violentamente a los productores no se ordenan al bienestar de las provincias sino, por un lado, al mantenimiento de la nutrida banda de parásitos obsecuentes que le garantizan la permanencia en el poder; y por otro, a los grandes lobbies internacionales de los que la yunta presidencial es su sirviente nativa.

No es casual que Cristina haya tomado prolijo y servil contacto con esos lobbies antes de presentarse a elecciones, y como garantía externa del éxito en las mismas. No son casuales las cercanas presencias y tutelas de Eduardo Elzstain, Julio Werthein o Marcelo Mindlin. Lo que motivó que, ya en marzo del 2007, la denunciáramos públicamente como Elizabeth Wilhelm, la idische mame del Régimen.

Que alguien les avise a los estultos sicarios del Gobierno —quienes declaman batirse contra oligarcas y agentes del Imperio— que están enrolados exactamente en el bando contrario al que creen pertenecer. Que alguien les avise a los usufuctuarios de la Financiera Madres de Plaza de Mayo S.A —dedicada al negocio vil de la sangre desaparecida y la memoria oficialmente fraguada— que una vez más, están en el costado sucio y ruin de la batalla. Que alguien, al fin, traslade a los mercenarios delíacos y pérsicos, a los primates moyánicos y al ganado bonafinense, hasta el corazón de los pueblos sublevados, hasta las acampadas ruteras y las misas de campaña, hasta el olor a pasto, ubre o mate amargo. Para que tomen abrupta y vergonzosa conciencia de que no hallarán allí a la oligarquía usurera, sino en el palco oficial del que rentadamente participan y medran. Acaso la náusea sea el adjetivo más suave para principiar la calificación de tanta bastardía.

2) Si por la lógica liberal y plutocrática que lo informa, propicia el Gobierno la desarticulación del campo, por el resentimiento marxista que moviliza y agita a sus personeros, está visceralmente en contra del contenido espiritual y religioso de la civilización rural. Ese mundo de significados tradicionales, de ritos aldeanos y ciclos litúrgicos; ese modo de medir las distancias por los vergeles, y el tiempo por las puestas de sol; ese cristianismo empírico y rubicundo de fervores marianos e impetraciones celestes; ese horizonte campesino bordado de cruces y de pendones patrios, le resulta incurablemente hostil a la cosmovisión materialista y dialéctica de los gobernantes. En todos los tiempos, el Magisterio de la Iglesia supo iluminar esta cuestión con abundancia de documentos alusivos.

Como en la Rusia aniquilada por el bolchevismo, el enemigo es el kulak, el señor de la tierra, el campesino libre con su familia y su aldea. Contra tan vivificadora presencia se alzó la máquina destructora de Lenin y de Stalin, cuyo último objetivo —como lo señalara Solzhenitsyn— era “destruir una forma de vida nacional y extirpar la religión de los campos”. Allí están los versos desgarradores de Sergio Esénin, para testimoniar que el daño inmenso causado al ruralismo por la revolución comunista, fue desterrar a ese Cristo campesino, ante cuya majestad se inclinaban los abetos, los pinos y los sauces para entonarle el ¡Hosanna!, ese Cristo divino labriego, frente al cual, hasta la niebla del pantano se hacía incienso en tributo de alabanza.

Por eso —y lo hemos escuchado y visto personalmente, amén de los registros televisivos— en las concentraciones rurales tan intensas y viriles de estos días, no han faltado espontáneas pero fundadas voces y pancartas que desenmascaran el carácter montonero del gobierno que los castiga y persigue. Es el modo local inequívoco de protestar el marxismo dominante. Es el guiño y la seña, suficiente entre nosotros, para avisar y advertir que son los rojos los responsables de esta embestida antinacional. Es la señal de que nadie se engaña sobre la trágica existencia de una tiranía, ejercida por antiguos terroristas devenidos en sátrapas.

Como todos los marxistas, los que conforman el kirchnerato no se inclinan ante los pobres que mentan para resolverles realmente su angustiosa situación. No se interesan por ellos caritativamente sino, como lo prescribía ladinamente Henri Lefebvre, en tanto les sirven de fuerza propagandística, de rehenes manipulables, de ocasión y excusa para ejercitar la demagogia populista, y el utopismo insensato de prometer que se acabará con la pobreza como quien promete que llegará inexorablemente el verano tras los rigurosos fríos. Los pobres de la retórica presidencial no son los del Evangelio, cuyas llagas pudieron cubrir los monarcas santos. No son siquiera los desharrapados a los que llega el asistencialismo filantrópico. Los pobres de las soflamas cristínicas —mientras exhibe impúdicamente sus derroches de cosméticos, ropajes y frivolidades exasperantes— son los mismos de los que hablaba hipócritamente Liu Chao Tchi en 1950: una clase a la que no hay que aliviar su miseria sino utilizar como pretexto político y fuerza de choque.

Entiéndase claramente. Ésta no es la gestión de Robin Hood —sacando retenciones a los poderosos para dar cobija a los débiles— sino la de profesionales de la usura, de la mafia, del delito y del homicidio, al servicio de la plutocracia internacional. No es la gestión del Caballero de Sherwood sino la de la damisela de los tugurios sionistas y los arrabales montoneros. Con ella como símbolo de la tragedia que padecemos, se constata una vez más lo que dijera el inolvidable Alberto Falcionelli: el capitalismo y el marxismo son ruptura en la historia. Ruptura de la Tradición, de la Fe, de la Nacionalidad y de la Decencia.

3) No es veraz ni es justo el criterio oficialista de poner en práctica una supuesta redistribución social a partir de las retenciones capturadas al campo, legitimando así el incremento desmedido de las mismas. No porque no deba regir el principio de subsidiariedad y el más elemental sentido de la amistad social. No tampoco porque no sea el primer deber de los ricos el ayudar a los más necesitados. Sino porque se trata sencillamente de un robo estatal, bajo el juramento —siempre lejano, siempre incumplido— de destinar el monto de lo robado a presuntas obras de bien público. Una cosa es la hipoteca o función social de toda propiedad, a la que solía referirse Juan Pablo II, y otra cosa es el bandolerismo del Estado cercenando las genuinas posesiones privadas. No pierde el ladrón su condición de tal, si le promete a la víctima del despojo que construirá un hospital en su barrio con el fruto del saqueo al que lo ha sometido violentamente. No abandona el pirata su indignidad si anticipa que el botín sangrientamente tomado se aplicará a una escuela edificada en el sitio donde se consumó la tropelía. Además, y aún aceptando esta modalidad de desvestir a los que tienen para vestir a los desnudos, los sectores de mayor rentabilidad y menos riesgos hoy, en la Argentina, no son los productores agropecuarios sino los de la recua de coimeros, timberos, financistas y profesionales de la usura, que conforman el cuadro partidocrático, ideológico y paramilitar de la tiranía kirchnerista.

Tampoco existe una soberanía alimenticia que el Gobierno haya decidido custodiar, ni una comida convertida en el supremo e intangible bien ante el que debería cesar toda joda, según el lenguage procaz y raído de uno de los golfos menores de la política estatal. Nada prueba mejor el materialismo en el que están sumidos estos autócratas que esta perspectiva naturalista e inmanentista, según la cual se pueden derramar sobre el lodo todos los bienes sacros y honestos, el Orden Natural y el Orden Sobrenatural entero, pero quien se meta con los lácteos y las reses, sea anatema. Bien está que los hombres de una tierra cuiden el pan, lo compartan y lo bendigan, por aquello que decía Saint-Exupéry: “haz que los hombres compartan el pan y los harás compañeros”. Pero la soberanía consiste precisamente en que esos hombres prefieran señorialmente la Verdad y la Justicia, antes que “la opulencia de sedentarios saciados como el ganado en el establo”. La soberanía de una patria no se mide por el aumento del consumo, ni por el incremento del parque automotor, ni por la cantidad de restaurantes o de plasmas visitados o comprados en el centro de Buenos Aires. Tampoco se dan por superadas las crisis y por alcanzadas las grandezas nacionales, fraguando índices de progresos económicos en los laboratorios estadísticos del Régimen.

Lo que está en juego —sépanlo de una vez, actores y espectadores de esta justísima reacción del campo argentino, sépanlo vigorosos chacareros o responsables de las entidades agrarias, sépanlo quienes embanderan los tractores o los que recopilan firmas en las ciudades, sépanlo al fin los pastores cobardes o los pocos curas decididos que se hacen presentes por su cuenta en las resistencias provincianas—; lo que está en juego no es un dígito móvil, ni un producto o insumo, ni un ingreso fiscal, una ruta cortada o un artículo de la Constitución. Mucho menos la defensa de la perversión democrática. Es la existencia misma de la Argentina. Para que ella recupere su existencia es necesario combatir a la maldita, enloquecida y furiosa tiranía que la tiene atenazada y cautiva. Tiranía de incendiarios y mentirosos, de hipócritas e ignorantes, de facinerosos y malvivientes, de segadores y atropelladores de las libertades concretas. Tiranía del número y del garrote vil, de los criminales de guerra otrora —guerra subversiva y revolucionaria— devenidos ahora en funcionarios. Tiranía de amorales, ateos y apátridas, unidos todos bajo el común y repugnante sello del resentimiento. El resentimiento: esa “ira ulcerada”, como la definiera Castellani, “mezclada de envidia, de soberbia y encima a veces de pereza. Veneno que es como una herida enconada y después gangrenosa”. No es antojadizo saber, agrega Castellani, que Cristo fue crucificado bajo el mandato de Tiberio, “el resentido del año 33”.

El campo libra su batalla, y es legítima y justa, ejemplar y honorable. Pero hay un campo de batalla, en el que se dirime un dilema más hondo y más trascendente. En ese campo debemos encolumnarnos los argentinos bien nacidos, los habitantes de la ciudad y campaña, como dijera Rosas. En ese campo de batalla queremos permanecer y persistir, sin que nos amedrenten las bravuconadas disfónicas de los palurdos regiminosos. Por Dios y por la Patria. Hasta que la tierra yerma reconozca como propia el florecer del lirio y de la espiga, el galope sonoro y el espejo angelado de la perenne Cruz del Sur.

domingo, 15 de junio de 2008

Camperas


EL ELEFANTE
Y LAS PULGAS


Por descuidarse y no bañarse, un elefante andaba lleno de pulgas. Aunque se bañara diez veces, era inútil. Como lo tenían loco, lo hacían ir para donde querían. Envalentonadas, ellas ya se creían elefantes. Tanto embromaron, que lo hicieron caer en un pantano, que si no pereció fue por un milagro, que sólo de contarlo tiemblo.

Estuvo los días y las noches luchando, solamente con la trompa y los ojitos afuera. Salió maltrecho, flaco, desmirriado, pelado y lleno de barro. Pero eliminó para siempre la dominación de las pulgas.

Ahora ya estás en el pantano,
oh patria pulguienta mía.


R. P. Leonardo Castellani, S.J.

sábado, 14 de junio de 2008

Asesino con reconocimiento oficial

¡ASESINO!

Por su culpa han muerto:

Fusilados en la Sierra Maestra:
  • Manuel Arustidio Capitán
  • Juan Chang
  • Eutimio Guerra
  • Dionisio Lebrigio
  • Juan Lebrigio
  • El “Negro” Nápoles
  • “Chicho” Osorio
  • Dos "no-identificados'' en abril de 1957

Fusilados En Santa Clara:
  • Ramón Alba
  • José Barroso
  • Joaquín Casillas
  • Félix Cruz
  • Héctor Mirabal
  • J. Mirabal
  • Félix Montano
  • Cornelio Rojas
  • Alejandro García Olayón
  • Alejandro Rojas Vilalla

Fusilados En La Cabaña:
  • Vilau Abreu
  • Humberto Aguiar
  • Germán Aguirre
  • Pelayo Alayón
  • Jose Luis Alfaro
  • Pedro Alfaro
  • Mariano Alonso
  • Jose Álvaro Aniella
  • Mario Ares Polo
  • Jose Ramón Bacallao
  • Ceverino Barrios
  • Eugenio Becker
  • Francisco Becker
  • Ramón Biscet
  • Roberto Calzadilla
  • Eufemio Cano
  • Juan Capote Fiallo
  • Antonio Carralero
  • Gertrudis Castellanos
  • Jose Castaño Quevedo
  • Raúl Castaño
  • Eufemio Chala
  • José Chamace
  • José Chamizo
  • Raúl Clausell
  • Ángel Clausell
  • Demetrio Clausell
  • José Clausell
  • Eloy Contreras
  • Roberto Corbo
  • Emilio Cruz
  • Juan Felipe Cruz
  • Orestes Cruz
  • Humberto Cuevas Cuny
  • Antonio De Beche
  • Mateo Delgado
  • Armando Delgado
  • Ramón Despaigne
  • José Díaz Cabezas
  • Antonio Duarte
  • Ramón Fernandez Ojeda
  • Rudy Fernandez
  • Ferrán Alfonso
  • Salvador Ferrero
  • Víctor Figueredo
  • Eduardo Forte
  • Ugarde Galán
  • Rafael García MuñIz
  • Adalberto García
  • Alberto García
  • Jacinto García
  • Evelio Gaspar
  • Armada Gil
  • Jose González Malagón
  • Evaristo González
  • Ezequiel González
  • Secundino González
  • Ricardo Grao
  • Bonifacio Grasso
  • Ricardo Grau
  • Oscar Guerra
  • Julián Hernández
  • Francisco Hernández Leyva
  • Antonio Hernández
  • Gerardo Hernández
  • Olegario Hernández
  • Secundino Hernández
  • Jesús Insúa
  • Enrique Izquierdo
  • Osmín Jorrin
  • Silvino Junco
  • Enrique La Rosa
  • Ignacio Laaparra
  • Jesus Lazo
  • Ariel Lima Lago
  • Raúl López Vidal
  • Armando Mas
  • Enerlio Mata
  • Elpidio Mederos
  • José Medinas
  • José Mesa
  • Fidel Mesquia
  • Juan Milián
  • Francisco Mirabal
  • Luis Mirabal
  • Ernesto Morales
  • Pedro Morejón
  • Dr. Carlos Muiño
  • César Necolardes Rojas
  • Víctor Necolardes Rojas
  • José NúñEz
  • Viterbo O'rreilly
  • Félix Oviedo
  • Manuel Paneque
  • Pedro Pedroso
  • Rafael Pedroso
  • Diego Pérez Cuesta
  • Juan Pérez
  • Diego Pérez Crela
  • José Pozo
  • Emilio Puebla
  • Alfredo Pupo
  • Secundino Ramírez
  • Ramon Ramos
  • Pablo Ravelo
  • Ruben Rey
  • Mario Risquelme
  • Fernando Rivera
  • Pablo Rivera
  • Manuel Rodríguez
  • Marcos Rodríguez
  • Nemesio Rodríguez
  • Pablo Rodríguez
  • Ricardo Rodríguez
  • José Saldara
  • Pedro Santana
  • Sergio Sierra
  • Juan Silva
  • Fausto Silva
  • Elpidio Soler
  • Jesús Sosa Blanco
  • Renato Sosa
  • Sergio Sosa
  • Pedro Soto
  • Oscar Suárez
  • Rafael Tarrago
  • Teodoro Tellez
  • Francisco Tellez
  • José Tin
  • Francisco Travieso
  • Leonardo Trujillo Trujillo
  • Lupe Valdés
  • Marcelino Valdés
  • Antonio Valentín
  • Manuel Vázquez Verdecia
  • Dámaso Zayas
(Fuente: Armando M. Lago, Phd., “Cuba: El costo humano de las revoluciones sociales”, 2005, pág. 348).

EL GOBIERNO PROMUEVE SU HOMENAJE

viernes, 13 de junio de 2008

14 de junio: muere Chesterton


EL PATRIOTISMO
DE CHESTERTON

A 72 AÑOS DE SU MUERTE

Para muchos el 14 de junio es una fecha memorable. Habrá sin duda quien celebre apátridamente la rendición de Puerto Argentino, por la que tanto trabajaron y tejieron en la sombra, con el placer canallesco del mal nacido. Nosotros recordaremos ese dolor, ese nefasto momento del que se siguieron tantos males. Y también recordaremos que un 14 de junio, en 1936, moría alguien que fuera, sin forzar para nada los términos y en la hermandad profunda del espíritu, nuestro camarada.

Porque, entre otras cosas, eso también fue Gilbert K. Chesterton. Él hubiera aceptado alegremente el humilde título, con todas sus connotaciones de luchas, de vigilias, de cantos y de amistad. Porque nuestras banderas fueron las suyas. Porque si Inglaterra hubiera sido tal como él la entendía, no sería nuestra enemiga. Porque él sentía por Inglaterra el mismo dolor de patria que sentimos nosotros por la Argentina. Y porque quienes enlodan a una y otra son los mismos. Tuvimos los mismos enemigos, porque tuvimos los mismos amores.

Como católicos, nos enorgullece Chesterton, uno de los más grandes escritores del siglo XX, sin lugar a dudas, que dejó una obra monumental y profundísima, cuya lectura llena el alma de paz y de un profundo gozo. Sus libros llevan a Dios. Leyéndolos, se tiene la sensación persistente de que fueron escritos, cada página de ellos, en estado de gracia. Tal vez su gusto por Chesterton le haya valido al pobre Borges para que en el último momento afloje algo su ceguera; no de la de los ojos del cuerpo, por cierto.

Pero aunque la maquinaria titánica del mundo moderno no pudo, a pesar de todo, cubrir completamente la figura del gigante, hay zonas de su vida y de su obra que van quedando en la oscuridad. Y así se nos presenta un ingenioso escritor, un gordo simpático y ocurrente, buen pergeñador de paradojas y de cuentos policiales. Que lo era. Pero se soslaya su faceta de patriota, de hombre entregado ardientemente a la política. Chesterton encarnó el cristianismo en la realidad concreta de su país y de su gente. Algún dejo de tristeza o amargura que trasuntan algunos escritos se relacionan con el ámbito de la política. Era su tarea cotidiana, acompañando a sus amigos y a su hermano Cecil, cuya misión se impusiera continuar luego que éste muriera peleando voluntariamente en la Primera Guerra Mundial.

Y tanto significaba esto para Chesterton, que estaba convencido de que la historia reciente inglesa podría dividirse, más bien que entre la preguerra y la posguerra, entre antes y después del llamado “asunto Marconi”. Fue éste un negociado —o “ilícito”, diríamos hoy— que salpicó a la camarilla gobernante inglesa y contra el que los hermanos Chesterton y sus amigos arremetieron decididamente, con una esperanza que hoy nos parece ingenua. Por cierto que todo se tapó. La compañía Marconi se ocupaba de estaciones de radio. Hubo una considerable estafa en la que danzaron los hermanos Isaacs y el propio Lloyd George. Godfrey Isaacs era gerente de la compañía. Rufus Isaacs, su hermano, era fiscal de la corona. Puede verse un relato de los hechos en la “Autobiografía” de Chesterton y en el libro de Maisie Ward “Gilbert Keith Chesterton”, Buenos Aires, Poseidón, 1947. El combate judicial fue durísimo, con el resultado que sabemos. Rufus Isaacs fue elevado a la nobleza con el título de Lord Reading, posteriormente. Y Godfrey, paradójicamente, murió convertido al catolicismo. En 1918, concluida la guerra, Lord Reading (Rufus Isaacs) viaja a París en compañía de Lloyd George para asistir a la Conferencia de Paz. Chesterton publica en el “New Witness” del 13 de diciembre de ese año una carta abierta a Lord Reading que vale la pena rescatar. Tal será, a 72 años de su muerte, el recordatorio que le brindamos los nacionalistas argentinos. Decía Chesterton entonces:


Milord: Le dirijo una carta pública, pues se trata de una cuestión pública. Es improbable que le moleste a usted con una carta particular sobre una cuestión privada; especialmente sobre la cuestión privada que ahora ocupa mi espíritu. Sería imposible desconocer la ironía que, en estos últimos días, ha puesto término al gran duelo del asunto Marconi en que usted y yo, hasta cierto punto, representamos los papeles de segundos; esta parte personal del asunto terminó al hallar Cecil Chesterton la muerte en las trincheras, a las que había ido por su voluntad; y al ser rechazada la apelación de Godfrey Isaacs por los mismos tribunales a los que en otro tiempo apeló con éxito. Pero, créame, no escribo sobre ningún asunto personal; ni escribo, aunque parezca extraño, con ninguna acrimonia personal. Por el contrario, hay algo en estas tragedias que, casi contra lo natural, aclara y ensancha el espíritu; y creo que, en parte, escribo porque quizá nunca me sienta otra vez tan magnánimo. Sería irracional pedir su simpatía; pero me siento sinceramente impulsado a ofrecer la mía. Usted es mucho más desgraciado; pues se hermano todavía vive.

Al volver la vista hacia usted y su tipo de política, no lo hago entera y únicamente mediante la abstracción que, en momentos de pena, lleva a un hombre a mirar fijamente una mancha de los manteles o un insecto en el suelo. Me doy cuenta, por supuesto, con esa clase de insulsa claridad, de que es usted en la práctica una mancha en el paisaje inglés y de que los políticos que le ensalzaron figuran entre las cosas de la tierra que se arrastran. Pero siento ahora, con toda sinceridad, menos el humor de burlarme de las falsas virtudes que exhiben, que el de probar de imaginar las virtudes más reales que ocultan con éxito. En su caso de usted hay menos dificultad, por lo menos en una cuestión. Estoy dispuesto a creer que fue la dependencia mutua de los miembros de su familia lo que ha requerido el sacrificio de la diginidad e independencia de mi país; y que si está decretado que la nación inglesa ha de perder su honor, será en parte porque ciertos hombres de la tribu de Isaacs mantuvieron su propia extraña lealtad privada. Estoy dispuesto a contárselo como una virtud; según su propio código quizá interprete las virtudes; pero este hecho sólo sería bastante para hacerme protestar contra cualquier hombre que profese su código e interprete nuestra ley. Y sobre este punto de su posición pública, y no con motivo de sentimientos personales, me dirijo hoy a usted.

No se trata de antipatía hacia ninguna raza, ni siquiera de antipatía hacia ninguna persona. No promueve la cuestión de detestarle a usted; más bien promovería, de algún extraño modo, la cuestión de amarle a usted. ¿Se le ha ocurrido alguna vez cuánto tendría que amarle a usted un buen conciudadano para tolerarle? ¿Ha considerado cuán caluroso, y aun loco, ha de ser nuestro afecto para el determinado corredor de bolsa que, de algún modo, se ha convertido en Presidente del Tribunal Supremo, para ser lo bastante fuerte para hacérnosle aceptar como tal Presidente? No se trata de cuánto nos desagrada usted, sino de cuánto nos agrada; de si le amamos a usted más que a Inglaterra, más que a Europa, más que a Polonia, columna de Europa, más que el honor, más que la libertad, más que los hechos. No se trata, en resumen de cuánto nos desagrada, sino de hasta qué punto se puede esperar que le adoremos, muramos por usted, decaigamos y degeneremos por usted; que por su causa seamos despreciados, que por su causa seamos despreciables.

¿Consideró usted alguna vez, en un momento de meditación, cuán curiosamente valioso tendría que ser usted realmente para que los ingleses se desentendiesen de todas las cosas que usted ha corrompido y se mostrasen indiferentes a todas las cosas que puede usted destruir todavía? ¿Hemos de perder la guerra que ya ganamos? Esto, y no otra cosa, significa el perder la plena satisfacción de la demanda nacional de Polonia. ¿Existe algún hombre que dude de que la Internacional judía es adversa a esa plena demanda nacional? ¿Existe algún hombre que dude de que usted será favorable a la Internacional judía? Nadie que sepa algo de los hechos internos de la Europa moderna tiene la menor duda sobre cualquiera de estos puntos. Nadie duda si lo sabe, impórtele o no. ¿Imagina usted seriamente que los que saben, los que se interesan, son tan idólatras de Rufus Daniel Isaacs que toleran tal riesgo, que se expongan a tal ruina? ¿Tenemos que exaltar como representantes de Inglaterra a un hombre que es una burla contra Inglaterra? Esto, y no otra cosa, significa el hacer del ministro de los Marconis nuestro principal ministro en el extranjero. Es precisamente en esos países extranjeros con los que tal ministro tendría que tratar, donde su nombre sería, y ha sido, una especie de proverbio de pantomima como Panamá o la Estafa de Mar del Sur. Los extranjeros no fueron amenazados con multa y prisión por llamar pan al pan y especulación a la especulación; los extranjeros no fueron castigados por una ley sobre calumnias, completamente sin ley, por decir acerca de unos hombres públicos lo que estos hombres mismos tuvieron después que confesar públicamente. Los extranjeros fueron especuladores que realmente pudieron ver la mayor parte del juego, mientras nuestro público no veía nada; y no se divirtieron poco con él. ¿Habrá que dejar que en adelante se diviertan con todo lo que se diga o haga en nombre de Inglaterra en todos los asuntos de Europa? ¿Tiene usted la grave insolencia de llamarnos antisemitas porque no sentimos por un judío determinado un cariño lo bastante exagerado para hacernos soportar esto por él solo? No, milord; las bellezas de su carácter no nos cegarán hasta el punto de no ver todos los elemntos de razón y defensa propia; aun podemos dominar nuestros afectos; nuestro cariño por usted no llega a tal extremo. Aunque lo seamos todo menos antisemitas, no somos prosemitas de este modo peculiar y personal; aunque seamos amantes, no vamos a suicidarnos por amor. Después de pesar y evaluar todas sus virtudes, las cualidades de nuestro propio país toman su parte debida y proporcional en nuestra estima. No morirá por su causa.

No sabemos de qué manera siente usted mismo su extraña posición, ni hasta qué punto sabe que es una posición falsa. A veces he creído ver, en los rostros de hombres tales como usted, que sufren toda esta experiencia como irreal, siempre mascarada; con la misma sensación que yo tendría si por una suerte fantástica, en la antigua y fantástica civilización de la China, me viera elevado del Botón Amarillo al Botón de Coral, o del Botón de Coral a la Pluma de Pavo Real. Precisamente por lo grotesco de tales cosas quizá apenas las sintiera como incongruas. Precisamente por no significar nada para mí, acaso disfrutaría de ellas sin avergonzarme de mi insolencia como extraño advenedizo. Probablemente por no poder sentir su dignidad, no sabría qué había degradado. Mi idea puede ser equivocada; es sólo una de muchas tentativas que he hecho para imaginar y tener en cuenta una psicología extraña en este asunto; y si usted, y otros judíos mucho más dignos que usted, son prudentes, no descartarán como antisemitismo lo que quizá resulte el último intento serio por simpatizar con el semitismo. Tengo en cuenta su posición más que la mayoría de los hombres, más, sin duda alguna, de lo que la tendrán en cuenta la mayoría de los hombres en los días más sombríos que han de venir. Es absolutamente falso sugerir que yo, o un hombre mejor que yo cuya tarea heredo, deseamos este desastre para usted y los suyos; no les deseo tan horrible castigo. Daniel, hijo de Isaac, vaya en paz; pero váyase.
Suyo,
G. K. Chesterton