sábado, 27 de octubre de 2007

En la semana del asesinato de Jordán Bruno Genta (y IV)


¡DESTRUIR
A GOLIAT!


Frente al avance arrollador del Comunismo y al espíritu de entrega servil de las Democracias occidentales, no dejaremos de clamar que la única salida es la restauración católica, nacionalista, jerárquica y militar de la Patria.

No existe para nosotros nada más que una alternativa: restauración católica o revolución comunista.

El tiempo apremia y sólo nos queda repetir una vez más la sentencia de San Agustín: “No es ésta la hora de plantear cuestiones, sino de confesar a Cristo”.

Confesarlo en todo, en la vida privada y en la vida pública, en el pensamiento, en la conducta y en la política. Y en primer término en la política, que el liberalismo ha laicizado; esto es hasta el extremo de que la mayor parte de los católicos suman su tontera a la sagacidad de los enemigos de Cristo, gritando con ellos en la plaza pública: ¡Fuera la Religión de la política!

Lo peor es que muchos sacerdotes precisan que así debe ser, en contra de lo que repetía el Cardenal Pie: “Tratar de convertir a los individuos, sin querer cristianizar a las instituciones, hace frágil la obra… lo que se edifica por la mañana, se derrumba por la tarde”.

Urge que se entienda y se haga entender que la concepción democrática liberal, burguesa o proletaria, prepara y sirve al advenimiento del comunismo en la medida que predomina en las instituciones públicas. Así es como el Estado de Derecho, la Constitución Nacional, la familia, la escuela, la universidad, los gremios y las Fuerzas Armadas en la Argentina de hoy, con su estructura y sentido liberales, preparan y sirven al comunismo, sean cuales fueren las intenciones de los que dirigen o mandan.

Es tarea vana e inoperante enseñarles a los Jefes y Oficiales de las Fuerzas Armadas Argentinas, la Ontología, la Ética, e incluso, la Política según la filosofía perenne, sin demostrarles al mismo tiempo, que nuestras instituciones están inspiradas en su negación más radical y absoluta. ¿De qué sirve ante las inminencias que se precipitan, hablar del ser y de los transcendentales, del acto y de la existencia, de la sustancia y de los accidentes, de las causas y de los medios, sin denunciar a la luz de esas distinciones primordiales que somos una República sin religión ni metafísica?

¿Qué significa exponer teóricamente la Verdad, predicar la Palabra de Dios y apoyar prácticamente esa anarquía y subversión democráticas que padecemos?

No importa que no se apoye expresamente, basta con el silencio culpable. No es la hora de planes pedagógicos a largo plazo, sino de dar el testimonio entero de la Verdad, combatiendo al error donde se encuentre y sin reservas de ninguna especie.

Cristo tiene que volver a ser el centro en el alma humana, en la ciudad terrena y en la Historia Universal. Tenemos que construirlo todo desde Él, por Él y para Él. Sólo así tendremos la fuerza de Dios para enfrentar al nuevo “Goliat que se viene con su tremenda amenaza” (Juan XXIII).

La civilización occidental moderna no es cristiana, sino que ha venido siendo cada vez menos cristiana. Su origen y raíz es la ruptura con la unidad de la Cristiandad, la filosofía, las ciencias, la ética, las bellas artes, se han ido apartando de la Unidad para caer en la separación, la anarquía, la confusión. Y por esto es que esa misma ciencia del espacio que obra prodigios, desarraigada de la Fe sobrenatural y de las verdades esenciales, “no es crecimiento, sino derrumbamiento” como decía San Agustín.

Nada puede ser más desconcertante que la coincidencia de los viajes a los espacios siderales, con el mundo de esclavos aterrados en que nos estamos convirtiendo. El hombre exterior con su formidable poder sobre las cosas, contrasta con el anonadamiento completo del hombre interior: ¿De qué vale ganar el mundo si pierdes el alma?

Para entender hasta qué punto es verdad lo que estamos diciendo, medite el lector estas instrucciones de Bismarck a su embajador en París, en 1871 y después de la derrota de Francia: “Una política católica de Francia le daría una gran influencia en Europa y hasta en el Extremo Oriente. El medio de contrarrestar su influencia en beneficio de la nuestra es abatir al Catolicismo y al Papado, que es la cabeza. Si podemos alcanzar este fin, Francia está para siempre aniquilada… Los radicales (Gambeta, Bert, Ferry, Littré) nos ayudarán: ellos juegan nuestro juego. Lo que yo ataco por política, ellos lo hacen por fanatismo antirreligioso. Su concurso está asegurado. Sí, poned todos vuestros cuidados en mantener este cambio de servicios mutuos entre los republicanos y Prusia. Francia pagará los gastos”.

Quiere decir que descristianizar a las naciones católicas como Francia, España o la Argentina, es debilitarlas, disminuirlas, abatirlas. Recuerde el lector que los masones y liberales que gobernaban nuestra Patria en el '80, a la zaga de los masones y liberales franceses, descristianizaron la familia y la escuela argentinas. Y ese fue el paso previo indispensable para la Reforma bolchevique de la Universidad en 1918.

Invocar a Moreno, Rivadavia, Sarmiento y los otros falsos próceres liberales, para oponerse al comunismo, es sencillamente estúpido y torpe, cuando no es complicidad y colaboración con el enemigo. Hay que revisarlo todo, no solamente la Historia Argentina; pero revisarlo a la luz de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad sobrenaturales. Hay que volver urgentemente, con la ayuda de Dios, a la Encarnación del Verbo en nuestro pensamiento, en nuestro corazón, en nuestra conducta y en nuestras instituciones públicas. Volver a la Unidad, a la Verdad y a la Realeza de Cristo y de su Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

No hay más que Cristo o el Anticristo. Sólo en Cristo nos haremos fuertes con la fuerza de Dios, como el pequeño David, para enfrentar y abatir al nuevo Goliat.
Jordán Bruno Genta

Tomado de “Combate” nº 98, de julio de 1961, y “Cabildo”, segunda época, año XI, nº 105, de octubre de 1986.


HOY, 27 DE OCTUBRE, SE CUMPLEN 33 AÑOS
DEL ASESINATO DE JORDÁN BRUNO GENTA.
ROGAMOS UNA ORACIÓN POR SU MEMORIA.

1 comentario:

Guillermo Ravagni dijo...

Interesante su articulo.

Guillermo