No sé decir tus obras: no el riente
fruto de tu pensar claro y tranquilo:
porque me lleva el corazón en vilo
la inmensa humanidad de la simiente.
Tu obra es sonora, exacta y evidente.
Tu vida es un recóndito sigilo.
Tu obra es dureza: y es tu vida un hilo
frágil que, aun vivo, te hizo ya el Ausente.
Y esa es la gran verdad: esa que llena
tu vida de tu ser más hondo y serio.
Esa: la duda, la ilusión, la pena,
la palmera, la sangre, el cementerio.
La obra tuya, ¡qué clásica y serena!
La obra de Dios en ti... ¡qué hondo misterio!
José María Pemán
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