DEL 28 DE OCTUBRE
Porque, como ya lo dijeron hasta el cansancio todos los analistas de cualquier sector, dicha campaña se caracteriza por dos elementos: el exceso de agravios recíprocos (en especial entre las dos damas del peronismo), y por la desoladora ausencia de proyectos y de programas. Lo que habla de un desinterés inmoral por los argentinos a los que se les reclama el apoyo en forma de voto, a veces en términos de tragicomedia, como lo hace el ahora marido de Cristina Fernández. Era de esperar conociendo a los protagonistas, sus antecedentes, capacidades y ambiciones. Como corresponde a tiempos de verdad mediática, la imagen lo es todo y eso contribuye a este desquicio y a semejante orfandad.
Lo dicho sobrepasa apenas el lugar común, tanta es su evidencia. Pero nuestra reflexión y alarma apuntan a otra conclusión. Porque es de preguntarse: gente tan desaprensiva y tan despreocupada por el interés público y el bien común, tan frívola y egoísta, tan hedonista y sectaria ¿está realmente en condiciones de gobernar, según pretenden y reclaman? ¿Quién sabe lo que van a hacer cuando lleguen, si es que llegan? (algunos, los peores, llegarán). ¿Qué plan piensan aplicar, si no tienen declarado ninguno? O, peor aún, es muy probable que pongan en práctica uno desconocido, diseñado en los laboratorios secretos de las mazmorras progresistas a las que son invitados obligados los representantes de las grandes finanzas mundiales.
Con ello queremos decir que nada va a cambiar, gane quien ganare y, menos todavía, si lo hace el oficialismo que, a pesar de sus malos modos (reservados para uso de las tribunas escasamente rodeadas por una clientela a la que se mata el hambre con pequeñas y humillantes propinas como premio a su concurrencia) no está dispuesto a interrumpir su ya larga e inmerecida siesta de bonanza aparente que, a su vez y para mayor irrisión, está vendiendo como mérito propio.
En todo caso y, repetimos, cualquiera fuere el resultado, ha de ganar alguna de las fracciones en que se presenta dividido el justicialismo. Que, como también deberíamos recordarlo, nunca se fractura tanto como para obturar toda puerta de eventual futura conciliación. La gran y única verdad del justicialismo fue y seguirá siendo “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. Ellos —sus cabezas del momento— dicen a título de explicación y de definición, “el peronismo es así”; como no se entiende bien a qué se refiere ese “así”, tenemos derecho a preguntárnoslo.
Y no hallaremos respuesta. Esa mezcolanza ambigua, inubicable, cambiante, más presa de las palabras que de las ideas, más centrada en los slogans que en los principios y más preocupada por la renta partidaria o personal que por el bienestar social, no puede proveernos de ninguna salida ni permitirnos ningún optimismo.
Sin embargo, las elecciones de octubre tienen su importancia aunque sea relativa porque, en definitiva, el sistema capitalista-progresista se perpetuará en su íntegra perversidad. Es que con el kirchnerismo gobernando, con el duhaldismo cogobernando y las alternativas liberales (que se dejan denominar de centro o, los más audaces, de derecha) más alguna izquierda en la oposición que todavía no advirtió que ha llegado a lo más alto posible en materia de aplicar su cultura y su ética (sus restantes fantasías son utopías ya fastidiosas), todo será lo mismo, prolongación de este aquelarre setentista que nos aprisiona y agobia; ya que, como bien se recordará, la gente del anterior presidente y progenitor del actual, votó con conmovedora disciplina todas las leyes y propuestas del gobierno. Así que nada cambiará. Los grandes problemas seguirán pendientes, las grandes cuestiones continuarán sin resolver. Y la sociedad lo percibe, tanto que su respuesta es la apatía, la resignación y el desencanto.
Víctor Eduardo Ordóñez
Nota: El articulista se refiere a unas elecciones pasadas, y por eso hace referencia al 23 de octubre, día en el cual dicho aquelarre se consumó, en lugar del 28, fecha cuasi hallowinesca de la nueva cita brujeril.
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