miércoles, 15 de octubre de 2008

Nacionales


VIVA LA PEPA
AUNQUE LA
PATRIA PEREZCA


En el “Berliner Tagelblatt” del pasado mes de mayo, Ingeborg Hellige manifiesta, refiriéndose a cómo nos ven en la Unión Europea: “El robo, el vaciamiento del Estado a través de las privatizaciones, la inestabilidad monetaria, el desmantelamiento de sus sistemas de defensa nacional, el muy bajo presupuesto para su educación y la saluda pública, la emisión desmedida de moneda, el enorme déficit fiscal encubierto por el gobierno y las estructuras mafiosas que tienen hoy el poder, hacen que no podamos ver en La Argentina más que desconfianza y descreimiento”.

El párrafo trascripto contiene verdades que no pueden ser discutidas, salvo al final. La desconfianza y el descreimiento a que hace referencia parecen incluir a la totalidad del pueblo argentino, cuando éste —si debe ser acusado de algo— es de ser crédulo y pasto de la mentira. A los que no se les puede creer es a los votados por parte de ese pueblo para cumplir su función de agentes locales de Imperialismo Internacional del Dinero.

“Bueno, ustedes mismos los votaron”, dirían en Europa; repetida muletilla que será, lamentablemente, coreada por una gran cantidad de argentinos. El notable estadista y filósofo contemporáneo, Carlos Saúl Menem, fue quien aclaró magistralmente el meollo de esta cuestión: “Si yo en la campaña electoral le digo a la gente: vamos a reanudar las relaciones con Inglaterra, pierdo el 20% de los votos. Si le digo a la gente: vamos a privatizar teléfonos, ferrocarriles y aerolíneas, tengo en contra a todo el Movimiento Obrero” (cfr. Tomás J. Persichini, “El Omega de Menem”).

Pero disgresiones metafísicas al margen, resulta paradójico que sea precisamente la Unión Europea la que desconfía de nosotros. Se puede leer, citado por Julio C. González en “Los Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas”, a Juan Bautista Alberdi (nobleza obliga), diciendo lo siguiente: “La Europa presta al suelo, no al hombre, cuando presta su dinero a los Estados de la América del Sud”, exigiendo el suelo desocupado de habitantes como pago. Y se pregunta después cómo se puede desalojar un continente, respondiéndose a sí mismo: “provocando guerras u otras calamidades por cualquier pretexto y sin ningún motivo”, adelantándose así a Sir Henry Kissinger y a Felipe de Edimburgo. ¿Qué más se necesita saber?

Y ya que estamos hablando de Sir Henry, fue éste quien explicó la secuencia que va desde el robo para adelante, en el Simposio sobre Deuda Externa (DE), en el año 1985, en la ciudad de Berna: “Yo prefiero —dijo— que las naciones deudoras paguen sus obligaciones externas con activos reales a los bancos acreedores, con la entrega del patrimonio de las empresas públicas” (cfr. Alejandro Olmos, “Todo lo que Usted quiso saber sobre la Deuda Externa y siempre se lo ocultaron”).

Orden que fue cumplida por medio de la Ley 23.696 de Reforma del Estado, promulgada el 18 de agosto de 1989, antes de cumplirse los dos meses de haber asumido Menem su mandato. La susodicha ley autorizó las privatizaciones, segunda fase de la estafa que se inició con la Deuda Externa, y que cumplió el triple propósito de:

a) saquear los bienes físicos de las naciones;

b) despoblar los países del tercer mundo, según los postulados del Memorando 200 (de mayo del año 1976) de Henry Kissinger, a fin de liberar de habitantes zonas importantes de producción de materias primas,

c) desmantelar los sistemas de defensa nacional, al suprimir, por privatizaciones, sus bases logísticas indirectas (combustibles, transportes, comunicaciones), y las directas (Fabricaciones Militares, astilleros, fábrica militar de aviones). Así se cumplió la entrega de nuestros bienes físicos a precio vil o simbólico, y así fuimos primero estafados y luego denostados. “Cornutto e bastonatto”, dirían en Italia.

Recordamos que la primera fase de la estafa fue la imposición de la Deuda Externa, a la que fueron obligados pueblos seleccionados por organismos internacionales. Al respecto dice Olmos en la precitada obra: “La Argentina se endeudó como consecuencia de las soluciones arbitradas por el Banco Mundial y otras organizaciones (FMI), a fin de evitar graves perturbaciones en el sistema financiero internacional como consecuencia del enorme exceso de petrodólares en el mundo”.

Es decir, “el FMI tenía pleno conocimiento de la Deuda Externa a que fue obligada La Argentina”. A todo esto, según constata el Dr. González, también en la obra ya citada, “el endeudamiento contraído por empresas y organismos del Estado Argentino no se traducía en el ingreso de ninguna suma. Quedaban depositados (los dólares) en el banco prestamista como reservas internacionales que respaldarán los pesos en la República Argentina. Es decir que la Deuda Externsa era una simple garantía para la moneda de curso legal en el país”.

La continuidad y la identidad de las misiones que deben cumplir los eslabones de la cadena que se inició con el Proceso y que sigue hasta hoy, queda a la vista con el tratamiento de esta estafa. El Juez Federal Martín de Anzoátegui, primer juez de la Causa 14.467 (A. Olmos / Denuncia) sobre la Deuda Externa elevó, el 16 de diciembre de 1983, fotocopia de lo actuado al presidente de la Cámara de Diputados, Juan Carlos Pugliese, por la utilidad que pudiera “brindar para el éxito que se avizora en esta investigación judicial”.

Los senadores radicales sostuvieron “que la investigación parlamentaria es incompatible con la política económica de Alfonsín”. Antes bien, se pudo leer en el diario “Clarín” del 2 de julio de 1985: “El Estado asumió el total de la deuda privada”. Dentro de éstas se incluían los autopréstamos, “perverso procedimiento utilizado por los supuestos deudores mediante transferencias al exterior de divisas que volvían a ingresar como préstamos”.

Entre estas instituciones figuraba el Chase Manhattan Bank, del cual era apoderado Martínez de Hoz. Él mismo en su libro “Bases para una Argentina Moderna”, de1981, manifestó que “se incluyen las deudas de las multinacionales y 4000 millones de dólares ya cancelados y que continúan incluidos como impagos”.

En la época de Menem, ante un proyecto presentado por el Diputado Alfredo Bravo y otros el 27 de septiembre de 1994, el “Bloque de la mayoría (justicialista)”, decidió “que el proyecto no se trate”. Los ministros Erman González y Roberto Dromi declararon, el primero que “la Deuda Externa no puede repudiarse porque es legítima”, y el segundo que “con las últimas medidas la cuestión de la legitimidad o ilegitimidad de la Deuda Externa había pasado a la historia”. González, además, no tuvo empacho en “destacar los servicios prestados al país por Martínez de Hoz”.

Entre las empresas que cayeron como consecuencia de todo esto figura, por supuesto Aerolíneas Argentinas (AA). Olmos precisa que “la empresa se vendió con una parte de supuesto efectivo —130 millones de dólares— y otra en títulos de la Deuda Externa. Los derechos de ruta —del orden de los ochocientos millones de dólares— se estimaron en apenas sesenta y los Jet 707 se valuaron en U$S 1,54 (un dólar y medio), por considerarse que ya estaban amortizados”. De paso, el inciso 12 del artículo 15 de la Ley 23.696 exige “disponer para cada caso de privatización y/o concesión de obras o servicios públicos, que el Estado Nacional asuma el pasivo total o parcial de la empresa a privatizar”.

Y por si fuera poco, leemos en “La Nación” (del 17 de febrero de 1992), con el título Las Sorpresas de la Deuda Externa: “pasarán más de noventa días antes de que finalice la verificación de los títulos de la Deuda Externa que por mil cincuenta millones de dólares se entregaron al gobierno como pago por Aerolíneas Argentinas. ¿Cuál es la causa de semejante demora?”

Menciona entre otras, el hecho de que “no pocos tenedores de esos títulos se desprendieron rápidamente de ellos”. Y también “el cierre de algunas entidades bancarias que originalmente las adquirieron. Los trastornos recrudecieron cuando se trata de títulos que, como tales, no existen físicamente, sino que se trata de anotaciones, comunicaciones o registros contables en entidades bancarias del exterior cuya razón jurídica ha variado con los años”.

Es decir, nos obligaron a endeudarnos en humo, y nos pagaron con humo. Ahora que se trata de reestatizarla, se plantea un resarcimiento de más de novecientos millones de dólares. Dice “Clarín” (del 27 de julio de 2008 - pág. 6): “Muchos opositores hacen conocer sus dudas y recelos: no quieren que toda la sociedad se haga cargo otra vezde una millonaria deuda privada”. También se habla de una nueva privatización posterior.

Es de esperar que, de concretarse, esta vez nos paguen aunque sea con pirulines y dibujitos de Walt Disney.

Luis Antonio Leyro

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