RAZA
Religión, Santidad, Lengua, Cultura, Héroes y Sangre, he aquí las seis perlas con que España adornó la frente lozana de América al redimirla de la esclavitud material y espiritual en que yacía, para presentarla al gran Rey de las Naciones.
Pero de éstas se deriva y constituye el marco espléndido de su realización la nota típica de la colonización española: la Realeza pública de Jesucristo, aplicada íntegramente en la sociedad colonial americana.
El Salvador del mundo reinaba plenamente en aquellas tierras, como había reinado en la Edad Media en toda Europa y aún reinaba en los Estados europeos de origen latino preservados de la herejía protestante.
La América española formaba parte cabal de la Cristiandad. Las Indias eran en realidad una Nueva España, porque “tanto en una como en otra —es frase del Cardenal Eugenio Pacellli— al proclamarse la Realeza de Cristo, no se pronunciaba una palabra vacía, ni siquiera una palabra mutilada en su más hondo sentido, sino una palabra llena de asombrosa realidad”.
El factor esencial de la unidad hispanoamericana es el espiritualismo español; este profundo espíritu católico que, porque es católico, puede ser universal, pero que, matizado por el temperamento y la historia, por el cielo y el suelo, por el genio de la ciencia y del arte, constituye un hecho diferencial dentro de la unidad de la catolicidad, y que se ha transfundido a veinte naciones de América.
La Hispanidad es algo espiritual que trasciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y sobre los conceptos de nación y patria. La Hispanidad importa cierta catolicidad dentro de los grandes límites de una agrupación de naciones y de raza. Es algo espiritual, de orden divino y humano a la vez, porque comprende el factor religioso: el catolicismo; y los otros factores meramente humanos: la tradición, la cultura, el temperamento, la historia, calificados y matizados por el elemento religioso como factor principal; de donde resulta una civilización específica, con un origen, una forma histórica y unas tendencias que la clasifican dentro de la Historia Universal.
Entendida así la Hispanidad, diríamos que es la proyección de la fisonomía de España fuera de sí y sobre los pueblos que integran dicha Hispanidad. Es el temperamento español, no el temperamento fisiológico, sino el moral e histórico, que se ha transfundido a otras razas y a otras naciones y las ha marcado con el sello del alma española, de la vida y de la acción española. Es el genio de España que ha incubado el genio de otras tierras y razas, y, sin desnaturalizarlo, lo ha elevado y depurado, y lo ha hecho semejante a sí.
Así entendemos la Raza y la Hispanidad.
La Hispanidad es algo espiritual que trasciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y sobre los conceptos de nación y patria. La Hispanidad importa cierta catolicidad dentro de los grandes límites de una agrupación de naciones y de raza. Es algo espiritual, de orden divino y humano a la vez, porque comprende el factor religioso: el catolicismo; y los otros factores meramente humanos: la tradición, la cultura, el temperamento, la historia, calificados y matizados por el elemento religioso como factor principal; de donde resulta una civilización específica, con un origen, una forma histórica y unas tendencias que la clasifican dentro de la Historia Universal.
Entendida así la Hispanidad, diríamos que es la proyección de la fisonomía de España fuera de sí y sobre los pueblos que integran dicha Hispanidad. Es el temperamento español, no el temperamento fisiológico, sino el moral e histórico, que se ha transfundido a otras razas y a otras naciones y las ha marcado con el sello del alma española, de la vida y de la acción española. Es el genio de España que ha incubado el genio de otras tierras y razas, y, sin desnaturalizarlo, lo ha elevado y depurado, y lo ha hecho semejante a sí.
Así entendemos la Raza y la Hispanidad.
• • • • •
Religión, Santidad, Lengua, Cultura, Héroes y Sangre, he aquí las seis perlas con que España adornó la frente lozana de América al redimirla de la esclavitud material y espiritual en que yacía, para presentarla al gran Rey de las Naciones.
Pero de éstas se deriva y constituye el marco espléndido de su realización la nota típica de la colonización española: la Realeza pública de Jesucristo, aplicada íntegramente en la sociedad colonial americana.
El Salvador del mundo reinaba plenamente en aquellas tierras, como había reinado en la Edad Media en toda Europa y aún reinaba en los Estados europeos de origen latino preservados de la herejía protestante.
La América española formaba parte cabal de la Cristiandad. Las Indias eran en realidad una Nueva España, porque “tanto en una como en otra —es frase del Cardenal Eugenio Pacellli— al proclamarse la Realeza de Cristo, no se pronunciaba una palabra vacía, ni siquiera una palabra mutilada en su más hondo sentido, sino una palabra llena de asombrosa realidad”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario