jueves, 16 de octubre de 2008

Damos la señal de los festejos


SEGUIREMOS CELEBRANDO
EL DOCE DE OCTUBRE

El enemigo sabe bien dónde apuntar, cuando clava con saña el hacha en la raíz. Ya ha adormecido a varias generaciones de americanos con falsificaciones marxistas y leyendas negras antiespañolas, para asesinar el ser americano, pues no se trata de otra cosa, cuando se quita el alma.

¿Que la raíz indígena, blablabla?... Sí, claro... Parece que en verdad nos hubieran sitiado los fantasmas de las víctimas, apenas arrancados sus corazones para los ídolos, pretendiendo volver a nuestra tierra al infierno del paganismo del que María de Guadalupe la salvó amorosamente. Y a América se la salvó no “cambiándole” sino otorgándole un alma, con el ser bautizada aquel 12 de octubre, puesto que no podemos hablar de un alma viva previa a la Conquista, si no era para Cristo y la Verdad revelada. Como todo bautismo —sacramento “de muertos”— que rescata y resucita al alma de la muerte en que se halla sumida por el pecado original, ciertamente aquí yacía un continente en espera de la Luz sin ocaso. “El mayor genocidio en la historia de la Humanidad”, califican nuestros legisladores porteños, lo que Francisco López de Gomara ha definido como “La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la Encarnación y Muerte del que lo crió.” Nosotros antepondríamos además, solamente el día de la Inmaculada Concepción. Locura y escándalo para los gentiles, sin duda, y para nosotros, Historia Sagrada, ni más ni menos.

Demasiado abismal la diferencia, como para confundirnos, ¿no? Y sin embargo, lamentablemente, muchos católicos están muy confundidos, y hoy son insensiblemente arrastrados por la corriente. Es por eso tal vez que muy seguros de sí, en la resolución de la Legislatura porteña de dejar de celebrar esta fecha, se declara que “hoy en día resulta una discusión inútil plantear el tema del “encuentro de dos culturas”, o hablar del “descubrimiento de América”. Sin embargo, no está de más refrescar datos y hechos que a la luz de los tiempos son argumentos inobjetables para plantearnos en la actualidad una actitud de reflexión frente al 12 de octubre...” Porque bajo el imperio democrático de Gramsci se han hecho “bien los deberes”, y tal vez queden pocos católicos dispuestos a discutir y combatir por estos temas.

Pues nosotros instamos a la necesidad imperiosa de sostener hasta el cansancio esa discusión, y de librar ese combate. Porque ante los genuflexos de las Constituciones liberales de turno, y de todas las Convenciones Internacionales, NO reconocemos la “preexistencia ética y cultural de los pueblos indígenas” (cfr. Const. Nacional, art. 75, 17) sino la “preexistencia del Designio Salvador de la Divina Providencia”, que jamás puede darse en la esclavitud de las idolatrías ni del paganismo. Consecuentemente, mientras que para los Legisladores la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial tiene “jerarquía superior a las leyes” (id., art. 17, 22), para nosotros la suprema jerarquía no puede residir sino en el Decálogo, ante cualquier ley humana, y es en la conformidad con él, y con el Orden y el Derecho Natural, donde se refuerzan y legitiman, en última instancia. Por más “cara de foto” que pongamos, si somos coherentes, no puede decirse que como católicos podamos adherir a los postulados citados de la nueva Carta Magna. Si no quisiéramos esconder la cabeza como el avestruz, comprenderíamos que al señalar en ella (ibid. Art.7) que los Estados “se comprometen a tomar medidas inmediatas y eficaces, especialmente en las esferas de la enseñanza, la educación, la cultura y la información, para combatir los prejuicios que conduzcan a la discriminación racial y para promover la comprensión, la tolerancia y la amistad entre las naciones y los diversos grupos raciales y étnicos”, veladamente se está dirigiendo toda la política hacia una dictadura del relativismo y sincretismo que de ningún modo podremos admitir, porque con la palabrita mágica paralizadora de las conciencias, “discriminación racial”, lo único que se discrimina es la identidad católica, si como tal ésta pretende señalar su supremacía frente al Corán o al Talmud, por ejemplo (¡y no se trataría, por supuesto, de cuestiones “raciales”!).

Huelgan comentarios muy extensos a la reciente resolución de la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires que concluye afirmando “...creemos necesario de una vez por todas, llegada una nueva fecha de octubre, decir «No» enérgicamente a la celebración del 12 de octubre como «Día de la Hispanidad» o «Día de la Raza». El 12 de octubre no hay nada a celebrar”.

Asumámoslo sencillamente, pues: no podemos, tal como están las cosas, ser “políticamente correctos”. Y en cambio, ¿por qué no tratar en todo caso de ser “religiosamente coherentes”?... Respondiendo entonces, SÍ ENÉRGICAMENTE: CELEBRAREMOS CADA VEZ MÁS.

Hoy la Iglesia nos exhorta a una Nueva Evangelización, y a nosotros nos surge una pregunta: ¿es posible acometerla eficazmente a partir del olvido, de la traición a la justa memoria y de la ingratitud? Cómo es posible, digo, ser fieles al imperativo de re-evangelizar América, cediendo ante el imperio de la mentira marxista y liberal, entregando sin chistar nuestras conciencias? Espigando las Sagradas Escrituras podemos concluir en la certeza de que Dios no puede bendecir la ingratitud, y por otra parte, la virtud de la piedad nos impone como deber sagrado la honra de nuestros padres, extensivo a nuestros padres en la fe; a quienes les debemos nuestra vida espiritual. Atentos pues a ello, ¿puede pasar inadvertido para un católico americano, el eterno vínculo que nos une a la España católica —la España genuina, por cierto— y a todos los pueblos junto a los cuales formamos la bendita Hispanidad? ¿Puede ser que en estos tiempos tan ansiosos por salir a “misionar” se silencie indiferentemente el día en que LA misión se hizo milagro patente, arrasador, constituyéndose para siempre los arquetipos magníficos del misionero, del apóstol, y del cristiano militante? ¿Evangelizar en América dando la espalda a los santos apóstoles que nos precedieron de un modo eminente, sólo explicable recurriendo a las maravillas inagotables de la gracia? Parece necedad, por lo menos.
Y no obstante... hoy, 12 de octubre de 2008, se nos repiten frases como que “hace años venimos buscando ‘cómo ser Iglesia’, para vivir en hondura nuestra vocación del servicio evangelizador (...)”; de la “necesidad de mirarnos para poder renovar nuestro fervor apostólico, discernir en la acción, abrirnos con docilidad al Espíritu, salir a las periferias”; se nos insta a una Renovación del compromiso misionero: “recorrer juntos un itinerario de conversión, renovar el ardor misionero y confianza plena en el Señor y disponibilidad a repensar y reformar muchas estructuras pastorales para ser mejores discípulos misioneros...” Y en este año paulino nosotros insistimos: ¿es que en medio de tanta palabra bonita, a nadie se le ocurre MIRAR HACIA LOS MODELOS, o al menos enterar a los jóvenes de su mera existencia? ¿Es que los santos americanos que dejaron su palabra, su vida y su sangre en ocasiones, no tienen ya nada que enseñarnos, pretendiendo que el Espíritu Santo nos enseñe “recetas magistrales” en dinámicas de grupos?¿Se cree realmente en la Comunión de los santos, y en la eficacia intercesora de quienes habiendo ya “llegado a puerto” pueden realmente iluminar nuestras sendas desde el cielo, si somos fieles en invocarlos? A menudo se oyen lamentos acerca de la ignorancia doctrinal que aqueja a los jóvenes misioneros, junto a la más bella intención, y los celosos “lobos” (que no pastores) que los orientan se escudan en el consabido “su tarea es lo popular”, y “hay que dar prioridad a la urgencia pastoral”. Concedamos un poco...¡pero ni eso! Que ya sabemos bien que hay pocas cosas más sencillas y eficaces para animar la religiosidad popular, como el proponer ejemplos concretos de vidas de santos. Pero no se conocen, porque no interesa conocerlos, pareciera. Si al fin y al cabo... nosotros tenemos la “nueva teología”, y entonces seguramente los viejos santos americanos suenan a “preconciliares”...¡a ver si nos encontramos con algún intolerante que viniera a hablar de una única Verdad, o del Cielo y del Infierno! Santa Rosa, San Pedro Claver, San Luis Beltrán, San Francisco Solano, Santo Toribio de Mogrovejo, San Martín de Porres, santo padre Pro, Toribio Romo y mártires cristeros, María Antonia de Paz y Figueroa; Hernán Cortés, sí; el apóstol innombrable! No podemos resistir, de paso, a la tentación de referir aquí una cita acerca de su reacción (de verdadera misericordia, propiamente hablando), al comprobar el estado de esclavitud espiritual en que vivían los indígenas:

Los ídolos, cuenta Tapia, “tenían mucha sangre, del gordor de dos y tres dedos, y [Cortés] descubrió los ídolos de pedrería, y miró por allí lo que se pudo ver, y suspiró habiéndose puesto algo triste, y dijo, que todos lo oímos: «¡Oh Dios!, ¿por qué consientes que tan grandemente el diablo sea honrado en esta tierra? Ha, Señor, por bien que en ella te sirvamos». Y mandó llamar los intérpretes, y ya al ruido de los cascabeles se había llegado gente de aquella de los ídolos, y díjoles: «Dios que hizo el cielo y la tierra os hizo a vosotros y a nosotros y a todos, y cría con lo que nos mantenemos; y si fuéremos buenos nos llevará al cielo, y si no, iremos al infierno, como más largamente os diré cuando más nos entendamos; y yo quiero que aquí donde tenéis estos ídolos esté la imagen de Dios y de su Madre bendita, y traed agua para lavar estas paredes, y quitaremos de aquí todo esto».
“Ellos se reían, como que no fuese posible hacerse, y dijeron: «No solamente esta ciudad, pero toda la tierra junta tiene a éstos por sus dioses, y aquí está esto por Huichilobos, cuyos somos; y toda la gente no tiene en nada a sus padres y madres e hijos en comparación de éste, y determinarán de morir; y cata [mira] que de verte subir aquí se han puesto todos en armas, y quieren morir por sus dioses».
“El marqués [Cortés, luego marqués de Oaxaca] dijo a un español que fuese a que tuviesen gran recaudo en la persona de Muteczuma, y envió a que viniesen treinta o cuarenta hombres allí con él, y respondió a aquellos sacerdotes: «Mucho me holgaré yo de pelear por mi Dios contra vuestros dioses, que son nonada». Y antes que los españoles por quien había enviado viniesen, enojóse de las palabras que oía, y tomó con una barra de hierro que estaba allí, y comenzó a dar en los ídolos de pedrería; y yo prometo mi fe de gentilhombre que me parece agora que el marqués saltaba sobrenatural, y se abalanzaba tomando la barra por en medio a dar en lo más alto de los ojos del ídolo, y así le quitó las máscaras de oro con la barra, diciendo: «A algo nos hemos de poner [exponer] por Dios». Frase esta última que deberíamos grabar en las conciencias cuando con tanta facilidad rendimos tributo al respeto humano para dar testimonio de nuestra fe. Para Isabel la Grande, la que mereció pasar a la historia con el nombre de «la Católica», como ningún gobernante, la que no nos cabe la menor duda nos mira desde la Gloria como madre engendradora de mundos, aunque esperemos pacientes su paso a los altares, para ella, decimos, no nos alcanzarían estas páginas. Pero podemos invocarla piadosamente, sin duda”.

Decíamos pues que el enemigo (el masón, el marxista, el liberal, el sionista, o el burgués sin más, idiota útil a todos ellos) sabe bien lo que censura o que suprime (con nuestra culpable y silenciosa omisión), cuando por ejemplo, en este 11 de octubre declara en la voz de los legisladores de la Ciudad de Buenos Aires que “El 12 de octubre no hay nada a celebrar." Con respecto a los falaces y ya suficientemente rebatidos argumentos, remitimos sencillamente a los lectores a abrevar en Zacarías de Vizcarra, Ramiro de Maeztu , el Card. Gomá, en Alberto Caturelli, Antonio Caponnetto, en las múltiples alusiones al tema de la Evangelización de América de S.S. Juan Pablo II; volvamos a la Verdad, sencillamente pero con seriedad, si algo nos confunde. Mal se puede amar y defender con el alma lo que no se conoce sólidamente.
Pero una vez esclarecidas las ideas, no puede ser el desánimo o la desidia la respuesta. Creemos que más que nunca, en esta hora, se hace necesario multiplicar acciones y oraciones para restaurar la Hispanidad en nuestras vidas y costumbres diarias; ¿ofrecemos comuniones de acción de gracias por cada nuevo aniversario? ¿inculcamos la gratitud por esta gesta a nuestros hijos en la oración, y en la alegría de cada amanecer de un nuevo 12 de octubre?; ¿procuramos estampas e imágenes de nuestros santos y héroes para animar la memoria y piedad familiar?; pues es preciso comprender que se trata de la restauración del ser mismo de nuestras patrias americanas, hijas de María del Pilar y de Guadalupe a la vez. Como algunos pueblos fortificaron su fe en la persecución, así nosotros podemos obrar en las familias, sobre todo, la urgente resistencia.

Resulta inconcebible y vergonzoso, entonces, que nuestros sacerdotes olviden en este día mencionar la gran gesta. Recordémoslo, pues: que no haya un solo templo en América sin celebrar cada 12 de octubre, una Misa de acción de gracias, que no pueden negarnos.
Porque por encima de todos los hombres y acciones pequeñas y grandes mezcladas (¡tan mezcladas!) en esta empresa, ¡la diestra de Dios se distingue TAN nítida! Porque no fue casual que la Santa María llegase a estas tierras el día preciso en que Isabel celebraba la fiesta de esa misma Señora que —según la tradición— asistiera a Santiago, patrono especialísimo de España y de guerreros. Y no es menos significativo que —una vez más, como en todos los magnos acontecimientos— el Señor escogiera lo que es tenido por necio entre los hombres —marineros incultos, soldados y aún bandidos— para mostrar su Voluntad, sin éstos comprenderlo.

No es tema de poca monta el ataque a esta fecha, “pascua de América”, sagrada en su dependencia total de la primera. Cristo vive porque ha resucitado para siempre; y para siempre será América también hija de la Iglesia, hija de España, aunque la cizaña se mezcle con el trigo, y abunden los apóstatas, a los santos ya no pueden vencerlos; ellos son legiones, y no duermen.

No durmamos nosotros tampoco; ni permitamos que adormezcan a nuestros hijos, sobre todo, los sopores mentirosos del paganismo —cuyos demonios se escudan temporalmente en los títeres que creen gobernarnos— que pretende volver a enseñorearse de estas tierras ya consagradas para Cristo, y no dejemos de proferir a voz en cuello la divisa perenne:

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva María Reina!


¡Viva Doña Isabel de Castilla, y Viva España y América Católica!


M. Virginia O. de Gristelli

No hay comentarios.: