martes, 12 de julio de 2011

Recensión bibliográfica

GENERAL AZUL,
LUCERO DE LA FALANGE (II)
  
  
DIAMANTINA:
75 AÑOS DE LA CRUZADA ESPAÑOLA

Cuando en “Cabildo” comenzamos la recensión de  la obra del Dr. Togores titulada: “Yagüe.  El General Falangista de Franco” olvidamos señalar que nos íbamos a ceñir a la acepción normal de la palabra “recensión”, y ésta, no es otra, que, revista o examen con carácter  crítico.  Por ello no faltaremos al fiel planteo de la  biografía que, respaldada en una muy seria documentación retrata al guerrero quien, desde 1952 está a la derecha de Dios y hace “guardia junto a los luceros” de la Falange.  Agregaremos tal vez algún episodio, que el autor  ha señalado en otros de sus enjundiosos estudios referidos a los Grandes de España, cuyas espadas siempre estuvieron al Servicio de Cristo Jesús “Dueño del Poder y la Gloria”.  Consideramos también necesario señalar, cuando se cumplen setenta y cinco años de la Cruzada, que las nuevas generaciones no tienen la menor idea sobre esa Guerra porque la prensa, incluso la “derechona” (José Antonio dixit) ha engañado y desorientado sobre lo sucedido en España que despertó en el mundo un interés apasionado.  Pretendemos además rendir un homenaje a los Caídos Por Dios y la Patria en los campos de España empresa que continuó la División Azul en “la culpable Rusia Soviética” durante la Segunda Cruzada antibolchevique (1941- 1945).
  
   
EL CRIMEN DE CALVO SOTELO
       
Al finalizar el primer capítulo de  nuestra recensión, pusimos énfasis en la conmoción causada por el  asesinato de Calvo Sotelo. Sobre el mártir deseamos ampliar la visión del lector con el episodio que marcó el vil crimen.
  
Corrían junio y julio de 1936. Desde su banca en las Cortes, denunciaba la quema de Iglesias y los atropellos de las turbas marxistas.  Sus palabras selladas con el sí sí y el no no evangélicos aumentó el odio de la siniestra.  El propio Presidente del Ministerio, Casares Quiroga, espetó desde su sitial, que “la violencia contra el diputado monárquico no sería delito”.  A lo que respondió Calvo Sotelo: “Tengo las espaldas anchas.  ¡Pues no faltaría más!  Acepto con alegría la responsabilidad de mis actos y de otros cuando concurren al bien de la Patria.  Así yo repito lo que Santo Domingo de Silos respondió a un Rey de Castilla: «Señor, vos podéis quitarme la vida, pero más no podéis», y vale más morir con honor que vivir con indignidad”. 
      
La Diputada comunista Dolores Ibarruri, “La Pasionaria”, gritó entonces desde su banca: “Este hombre ha hablado por última vez”. Era el silbido de la serpiente sentenciando a muerte. La bestialidad se cumplió horas después (el 13 de julio) con el secuestro y el tiro en la nuca del Siervo de Dios. El cansancio había llegado al tope y la crisis devenida en anarquía bolchevique fue enfrentada, cayendo en los brazos fuertes de legionarios, soldados, falangistas y requetés. Y con esto la situación entraba en la fase de la Cruzada Reconquistadora.
           
La Guerra que deseaban las izquierdas se convirtió en realidad.  Era el 17 de julio de 1936, después de las cuatro de la tarde. Los burgueses hedonistas miraban desde sus ventanas, muy lejos de lo que expresara José Antonio en el Discurso Fundacional de Falange. La auténtica España, en cambio, estaba “arma al  brazo y en lo alto las estrellas” tal como también lo subrayara en Gredos, en 1935: “No tenemos más salida que la insurrección, tenemos que ir a ella aunque perezcamos todos. Urge formar una Primera Línea capaz de todos los ataques”; aunque advertía respecto de los militantes “que gustan del riesgo más de la cuenta”, que “si no los disciplinamos no sólo van a dar disgustos a los marxistas”.
    
   
EL PRIMER PUENTE AÉREO DE LA HISTORIA
         
Las primeras noticias del Alzamiento no fueron buenas. Los nacionales controlaban el Protectorado Africano, principal baza con un Ejército de 25.000 hombres con alta moral y el territorio, Galicia y un sector de Asturias, pero no la franja cantábrica, asiento de fábricas militares y de recursos claves como hierro y carbón. Los rojos contaban con el 60 por ciento del territorio, buenos puertos y comunicación con la Francia frentepopulista encabezada por el Premier Fulkenstein, conocido políticamente como León Blum. Los nacionales habían triunfado en Sevilla, Córdoba y Cádiz. Otros enclaves eran Albacete y Toledo. Sólo una pequeña fuerza llegó a Cádiz, donde estableció una cabecera de puente. La situación ameritaba un recurso fuera de lo común.
         
“La falta de medios para cruzar el Estrecho al permanecer la Escuadra bajo control de los gubernistas era un problema gravísimo” (Togores, pág. 217). Por ello, apenas llegado el General Franco a Tetuán ordenó realizar un puente aéreo para poner pie firme en  la Península y unirse con los nacionales de Queipo del Llano y Mola, quien con sus navarros requetés avanzaba casi sin municiones sobre Guipúzcoa. Este puente —dice el Dr. Togores— “fue posible gracias a los escasos aviones capturados en el Protectorado, más los aviones entregados por la Alemania Nacional Socialista (Junkers y Heinkel) y la Italia de Mussolini”, con sus trimotores Savoia Marchetti que en diverso número llegaron a la zona nacional.
     
Los caudillos de Alemania e Italia apoyaban a los Generales de la España Eterna en rebelión contra el  caos marxista, es cierto. Pero la solución definitiva se dio cuando el Generalísimo Franco resolvió contra viento y marea cruzar y continuar la campaña en Iberia. Así lo expone el autor: “El 5 de agosto de 1936 se produjo el cruce del estrecho por un gran contingente de tropas del ejército de África bajo la dirección de Franco. Esta operación ha pasado a la historia con el nombre de Convoy de la Victoria. Fue una de las operaciones más arriesgadas de toda la guerra”. La operación fue coordinada por el Comandante Yagüe, Jefe decisivo en el Alzamiento de Ceuta.
          
“Estaba compuesta —dice Robert Brasillach— por cinco mercantes que a bordo llevaban tres mil hombres, tres baterías, dos millones de cartuchos, tres mil obuses y doce toneladas de dinamita.  Iban protegidos por cinco pequeñas unidades, por el Cañonero Dato y cuatro trimotores”. Dice Togores que “salieron de Algeciras para proteger los transportes”, describiendo el momento más difícil de esta manera: “Los intentos del destructor republicano Alcalá Galiano se frustraron por la intervención del Dato apoyado por el guardacosta Kert, que atrajo el fuego enemigo. Un impacto del Alcalá G.. inutilizó la instalación eléctrica del Dato, pero su Capitán siguió disparando aunque la munición tuvo que ser subida a brazo desde el pañol por diecisiete falangistas que habían embarcado providencialmente. La aparición de aviones nacionales terminó por disuadir al destructor de sus propósitos. El Ejército Nacional había cruzado el estrecho”. La Ofensiva tomaba un nuevo impulso luego de esta victoria.
         
           
LA HEROICIDAD LIBERÓ BADAJOZ
           
El 17 de agosto el Comandante Yagüe viajó a Sevilla, donde recibió las órdenes de dirigirse a la capital. Sin embargo, “el avance sobre Madrid se podía ver amenazado por Badajoz, una ciudad que contaba con defensas naturales y una fuerte guarnición”. Fue debido a ese problema que Yagüe se dirigió sobre Badajoz y comienza el ataque con la columna de Castejón. Fuerte ataque con artillería que resulta completamente inútil. Resuelve entonces entrar combatiendo cuerpo a cuerpo.
         
Así resumía al Generalísimo los acontecimientos de los que fue partícipe: “Mi querido General: La toma de Badajoz ha sido una operación de mucha barba, como podrás ver por la relación de bajas. Nuestra artillería contra esas murallas servía lo mismo que los fusiles, y en vista de que los pájaros resistían tuve que entrar a la bayoneta”. La orden de ataque a media tarde se dio el 14 de agosto. La escasa  artillería nacional centró su fuego sobre las Puertas de Trinidad y Pilar. La Quinta Bandera de la Legión fuerza al asalto la puerta del Pilar y entré en la ciudad. La resistencia de los defensores convierte el avance en un calvario. Se lucha casa por casa, a golpe de granada, a tiro de pistola. El avance se detiene en los aledaños de Correo, por la brecha de la muerte la 16ª Compañía se lanza a la bayoneta calada.
            
Los Legionarios se abren paso. Avanzan cargando a pecho descubierto y cantando el Himno de la Legión. A la cuarta intentona, con la tierra de nadie cubierta de legionarios muertos y heridos, el Capitán Pérez Caballero y quince legionarios, uno herido de muerte, entran en Badajoz. La fuerza se lanza por las calles y toma el Ayuntamiento, desde donde el heroico Oficial informa a Yagüe: “Atravesé la brecha de la muerte. Tengo catorce hombres. No necesito ningún refuerzo”.
               
Terminados los combates, Yagüe arenga a lo que quedaba de su tropa: “Legionarios: Merecéis el triunfo porque frente a los que sólo saben odiar vosotros sabéis amar, cantar y reír. Allá lejos está Madrid, adonde llegaremos todos, porque, para guiar nuestros pasos resucitarán los que aquí cayeron luchando por la Patria”. Luego —dice el autor— “al estilo de Millán Astray condecoró a las Banderas y a sus hombres”. En ese momento —relata Togores— “un joven legionario con su camisa hecha jirones y manchada de sangre estaba frente al Comandante Yagüe, quien vaciló dónde colocarle la medalla. «Meta aquí el pasador, mi Teniente Coronel», suplicó ufano el guerrero, al tiempo que con la diestra señalaba su pecho…”
         

El Romancero de la Falange inmortalizó la batalla con la emoción  de Rafael Duyós:
          

Entraron en Badajoz
¡El Dante los esperaba!
Esqueletos y Banderas
en una hoguera danzaban.
Entraron en Badajoz
la bayoneta calada.
Entraron en Badajoz
¡Ay quien con ellos entrara!
“Si te dicen que caí…”
cuatro mil voces cantaban.
En lo alto las estrellas
encendían los Hosannas.
Si hubieras estado allí
noche de verano clara,
la luna de Hernán Cortés
sobre las rutas romanas…
              
Falta algo por decir.  Continuaremos en cercana edición.
   

Luis Alfredo Andregnette Capurro
  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Gloria Eterna a la España inmortal!

¡Viva el General Yague! ¡Viva el Caudillo!

CabildoAbierto dijo...

Como decía aquella queridísima copla guerrera:
“Quien al oír «¡Viva España!»
con un «¡Viva!» no responde,
si es hombre, no es español;
y si es español, no es hombre”.
¡Arriba España! ¡Viva España!
Un abrazo palma al cielo.