NILDA, LA AMAESTRADA POR UN PERRO
Hay quienes piensan que simplemente ocupa un cargo que no le corresponde. También están los memoriosos, que recuerdan los hechos y circunstancias de su vida, esos datos del pasado en los que lo tenebroso disputa un mano a mano con lo deleznable.
Otros creen ver en ella la expresión menos refinada del cinismo político criollo, ese del cuentito del hombre nuevo en un país nuevo, que acaban de crear y que pronto vamos a poder disfrutar.
Por cierto que todos los “modelos” que en el mundo totalitario han sido, en primer lugar concentran sus esfuerzos en cambiar la historia. Nada de lo anterior merece haber existido, por eso lo mejor, es crear un nuevo pasado, y exterminar lo que queda —y a los que quedan— del antiguo. A estos fines, el modelo del muerto se especializa en los setenta. De ahí esta obstinada huída hacia esa época, de ahí la venganza interminable con la que entretienen a las masas y dan cuerda los medios, mientras —figurada y literalmente— nos afanan el presente y el futuro.
Ni el tiempo, que a veces atenúa el odio, ni los inauditos privilegios que le facilitan la vida, pudieron en Chichita Copello —funcionaria de todos y del que venga— achicar ni un átomo su avidez destructora, y para el ejercicio de esa vieja y terrible costumbre conserva intactas sus perversiones menos dignas. Es que si de alguna manera tuviésemos que crear personajes arquetípicos para el llamado “modelo K” ni en la más fantasiosa de las ficciones seríamos capaces de agregar alguna cosa que superase ni a Garré ni a los demás protagonistas reales.
Debemos reconocer el mérito del que hizo el casting para armar este cambalache siniestro. Desde la presidente/a a los ministros, senadores, funcionarios, periodistas, intelectuales, empresarios, piqueteros, tahúres, todos y todas y demás mafiosos que forman parte del universo K, de entre ellos ninguno falló y tampoco nadie podría haberlo hecho peor.
Algunas veces como ahora, en estos frágiles días de otoño, nos quedamos pensando cómo se deshoja esta Argentina nuestra y se va transformando en un país extraño, vacío y vaciado de sus esencias, de su historia verdadera, de su destino soberano.
Garré y otros pocos bufones entretienen mediante el escándalo y la venganza que nunca termina, pero son también los encargados de este hacer, y sobre todo deshacer, a su arbitrio a todo un país, sin que se opongan no más que un puñado de argentinos. ¿Por qué sucede? ¿Por qué un pueblo prefiere el envilecimiento K antes que vivir de pie? ¿Por qué no despierta y reacciona? No lo sabemos. Pero si recordamos que, de otro modo, parecida inquietud ya preocupó al mismo Cervantes.
En cierto momento el Caballero de la Triste Figura, duda. El héroe más generoso de cuantos ha habido, se pregunta cómo es posible que un caballero, aún siendo el más poderoso entre todos, pudiese enfrentar y eliminar, sin dificultad y sin fatiga, a ejércitos formados por cientos y aún miles de soldados y que esa hazaña además la completase en un santiamén. “Ya he resuelto mi enigma, amigo Sancho, dijo por fin. Y es que como todos esos gigantes y esos malignos hechiceros eran poderes impuros, también sus ejércitos eran de condición impura. Quiero decir que no estaban formados de verdaderos hombres como nosotros. Eran esos hombres obra de sortilegio. Y así sus cuerpos no podían ser semejantes a los nuestros sino más bien digamos a los de los moluscos, gusanos y arañas. Siendo así una espada recia y buida, esgrimida por la mano de un caballero podía traspasar esos cuerpos en un abrir y cerrar de ojos, casi sin encontrar resistencia pues se desvanecerían como el aire”.
El Quijote analiza nuestro tema desde el lado opuesto. Pero del derecho o del revés, queda a la vista de qué manera las fuerzas malignas, lo que hoy llamaríamos relativismo, progresismo, socialismo, antiteismo, etc, etc, van arrebatando los ideales y el espíritu de trascendencia, que en definitiva es el que sostiene y determina el corazón de los hombres. El resultado será la degradación hacia una condición menos humana, una forma de vida puramente pedestre, de algún modo podríamos decir que es la que nos identifica con los moluscos y nos hermana con los gusanos.
Pasado el tiempo y como ya no le quedaba nada por deshacer en las Fuerzas Armadas, “el perro” con un ladrido seco redirigió a Nilda, colocándola ahora contra la policía. Y es sabido que Tere por guita, no le hace asco a nada, ni siquiera a una orden gruñida por el perro.
Como la violencia crece, como vivimos en un entramado de asesinatos y violaciones y robos sin fin, como hay que hacer “corredores de seguridad” para que los chicos vayan al colegio, para solucionar esas cuestiones el perro pensó en Garré, y le crearon la secretaría de seguridad. La comandante Garré rápidamente encontró la punta del ovillo: “El problema es la policía” y ella lo sabe bien por la información que le pasaron… algunos vecinos. Está claro el pensamiento, de Tere, por si alguno dudaba, el asunto es así: ni la dirigencia política, ni la delincuencia, ni las embestidas contra la familia, ni la justicia abolicionista, ni el sistema penal, ni la crisis educativa tienen que ver con la inseguridad, no, el problema es la policía.
Como es su costumbre, (que antes fue la del muerto) lo primero que veremos será el indecoroso revoleo de algunos jefes y comisarios, culpabilizándolos de todo y de nada, porque sí, pa’ que aprendan. Luego llegará el turno de los planes de estudio, que escribirán las tiernas manos de madres, abuelas, cels, etc. y nuevas acusaciones, como siempre al voleo y nuevas purgas y renovadas liquidaciones.
Como de paso y para que no queden dudas de que acá todo tiene que ver con la ideología del odio, hizo retirar los nombres de Falcón, Cardozo y Villar de los institutos de formación. Cosas que hacen como si pudiesen disponer a su antojo de nuestro destino como país, y como si algún dios del resentimiento los hubiera ubicado más allá del bien y del mal, con potestad para cambiar la historia y para mentir y engañar y otra vez trampear cuanto les venga en gana.
No sabemos cuándo curará esta fea herida del alma de la nación; sí sabemos que no está causada por un conquistador extranjero, es obra de argentinos. En este sentido ya en 1819 nada menos que Belgrano sin disimular su irritación, le escribía a Guemes: “Los enemigos exteriores son nada, compañero, los interiores, los interiores sí son los terribles; nuestros políticos que no experimentan los trabajos de los guerreros, con sus teorías malditas nos han traído estos males y Dios sabe cuantos más nos esperan”.
Miguel De Lorenzo
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