miércoles, 20 de julio de 2011

Poesía que promete

ROMANCE DE LA VISITA
DE LA ESCUADRA ITALIANA
AL PUERTO DE CÁDIZ

  
  
Gritos de siete colores
en la Torre de Tavira,
siete banderas anuncian
que hay una escuadra a la vista.
  
Sobre el parche azul del cielo
veinte cañones repican.
El viento cortando el humo,
mechones blancos trasquila.
Por una escala de nubes
el humo al cielo subía.
  
Y Dios le ha dicho a la Virgen
en su trono de amatista:
—A marisco huele el humo.
A marisco y manzanilla:
cañones de Cádiz son
los que disparan, María.
  
En balcones de turquesa
los ángeles se reguindan
y corre por cielo y cielo,
de ala, en ala, la noticia:
  
¡Ay, que viene la gala,
la gala de la Marina!
  
Barcos de Italia cruzaban
el canal de la bahía
rayando de cal y plata
el agua verde y tranquila.
  
El capitán, en el puente,
lleno de asombro y de risa:
—¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
  
Cargados vienen los barcos
de aceitunas y uvas finas,
muñecos de pasto y jaspe,
violines, arpas y liras:
trozos de Dante y D'Annunzio,
barítonos, falsetistas,
rosas de Nápoles, rosas,
y de Sorrento, amarillas,
una bendición del Papa
y un gran saludo fascista.
  
En sus tacones de plata
los torreones se empinan:
¡bailadores gaditanos
de salero y gracia fina!
Flores tiran a las aguas
Puerto Real y la Isla.
  
Vuelca Rota los canastos
de sus huertas y sus viñas.
Nadando limones verdes
hacia la escuadra venían.
  
Y de colchas floreadas
y mantones de Manila,
cuelgan en el puerto, puerto,
Puerto de Santa María,
los balcones de sus casas
toreros y jesuítas.
  
Y el capitán, en el puente,
lleno de asombro y de risa:
¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
  
Razón tiene el capitán,
razón sobrada tenía.
Sal de Cádiz, hace siglos,
llevaron las bailarinas
que de Roma se trajeron
a Cádiz la sal latina.
  
Y con mármoles de Italia,
los genoveses hacían
a las Vírgenes de Cádiz
retablos de gracia fina.
  
¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
  
Las reverencias de antes
se vuelven guiño y sonrisa.
  
Ya se callan los cañones.
Ya las banderas se arrían.
  
Limpio está de niebla y humo,
frotado el cielo de brisas:
callados el Puerto y Rota,
Puerto Real y la Isla.
  
¡En su casa entra la gala,
la gala de la Marina!
  
La punta de San Felipe
a su encuentro, en la bahía,
se adelanta con un ramo
de algas verdes y coquillas.
  
José María Pemán
                

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Que dos grandes de Europa!

¡El Duce y el Caudillo!