ROMANCE DE LA VISITA
DE LA ESCUADRA ITALIANA
AL PUERTO DE CÁDIZ
Gritos de siete colores
en la Torre de Tavira,
siete banderas anuncian
que hay una escuadra a la vista.
Sobre el parche azul del cielo
veinte cañones repican.
El viento cortando el humo,
mechones blancos trasquila.
Por una escala de nubes
el humo al cielo subía.
Y Dios le ha dicho a la Virgen
en su trono de amatista:
—A marisco huele el humo.
A marisco y manzanilla:
cañones de Cádiz son
los que disparan, María.
En balcones de turquesa
los ángeles se reguindan
y corre por cielo y cielo,
de ala, en ala, la noticia:
¡Ay, que viene la gala,
la gala de la Marina!
Barcos de Italia cruzaban
el canal de la bahía
rayando de cal y plata
el agua verde y tranquila.
El capitán, en el puente,
lleno de asombro y de risa:
—¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
Cargados vienen los barcos
de aceitunas y uvas finas,
muñecos de pasto y jaspe,
violines, arpas y liras:
trozos de Dante y D'Annunzio,
barítonos, falsetistas,
rosas de Nápoles, rosas,
y de Sorrento, amarillas,
una bendición del Papa
y un gran saludo fascista.
En sus tacones de plata
los torreones se empinan:
¡bailadores gaditanos
de salero y gracia fina!
Flores tiran a las aguas
Puerto Real y la Isla.
Vuelca Rota los canastos
de sus huertas y sus viñas.
Nadando limones verdes
hacia la escuadra venían.
Y de colchas floreadas
y mantones de Manila,
cuelgan en el puerto, puerto,
Puerto de Santa María,
los balcones de sus casas
toreros y jesuítas.
Y el capitán, en el puente,
lleno de asombro y de risa:
¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
Razón tiene el capitán,
razón sobrada tenía.
Sal de Cádiz, hace siglos,
llevaron las bailarinas
que de Roma se trajeron
a Cádiz la sal latina.
Y con mármoles de Italia,
los genoveses hacían
a las Vírgenes de Cádiz
retablos de gracia fina.
¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
Las reverencias de antes
se vuelven guiño y sonrisa.
Ya se callan los cañones.
Ya las banderas se arrían.
Limpio está de niebla y humo,
frotado el cielo de brisas:
callados el Puerto y Rota,
Puerto Real y la Isla.
¡En su casa entra la gala,
la gala de la Marina!
La punta de San Felipe
a su encuentro, en la bahía,
se adelanta con un ramo
de algas verdes y coquillas.
José María Pemán
DE LA ESCUADRA ITALIANA
AL PUERTO DE CÁDIZ
Gritos de siete colores
en la Torre de Tavira,
siete banderas anuncian
que hay una escuadra a la vista.
Sobre el parche azul del cielo
veinte cañones repican.
El viento cortando el humo,
mechones blancos trasquila.
Por una escala de nubes
el humo al cielo subía.
Y Dios le ha dicho a la Virgen
en su trono de amatista:
—A marisco huele el humo.
A marisco y manzanilla:
cañones de Cádiz son
los que disparan, María.
En balcones de turquesa
los ángeles se reguindan
y corre por cielo y cielo,
de ala, en ala, la noticia:
¡Ay, que viene la gala,
la gala de la Marina!
Barcos de Italia cruzaban
el canal de la bahía
rayando de cal y plata
el agua verde y tranquila.
El capitán, en el puente,
lleno de asombro y de risa:
—¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
Cargados vienen los barcos
de aceitunas y uvas finas,
muñecos de pasto y jaspe,
violines, arpas y liras:
trozos de Dante y D'Annunzio,
barítonos, falsetistas,
rosas de Nápoles, rosas,
y de Sorrento, amarillas,
una bendición del Papa
y un gran saludo fascista.
En sus tacones de plata
los torreones se empinan:
¡bailadores gaditanos
de salero y gracia fina!
Flores tiran a las aguas
Puerto Real y la Isla.
Vuelca Rota los canastos
de sus huertas y sus viñas.
Nadando limones verdes
hacia la escuadra venían.
Y de colchas floreadas
y mantones de Manila,
cuelgan en el puerto, puerto,
Puerto de Santa María,
los balcones de sus casas
toreros y jesuítas.
Y el capitán, en el puente,
lleno de asombro y de risa:
¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
Razón tiene el capitán,
razón sobrada tenía.
Sal de Cádiz, hace siglos,
llevaron las bailarinas
que de Roma se trajeron
a Cádiz la sal latina.
Y con mármoles de Italia,
los genoveses hacían
a las Vírgenes de Cádiz
retablos de gracia fina.
¿Para qué tanto ruido,
si somos de la familia?
Las reverencias de antes
se vuelven guiño y sonrisa.
Ya se callan los cañones.
Ya las banderas se arrían.
Limpio está de niebla y humo,
frotado el cielo de brisas:
callados el Puerto y Rota,
Puerto Real y la Isla.
¡En su casa entra la gala,
la gala de la Marina!
La punta de San Felipe
a su encuentro, en la bahía,
se adelanta con un ramo
de algas verdes y coquillas.
José María Pemán
1 comentario:
¡Que dos grandes de Europa!
¡El Duce y el Caudillo!
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