UNA ACCIÓN DIGNA
DE UN ITALIANO
Producida la caída del Restaurador por la batalla de Caseros, éste debió exiliarse en Southampton, Inglaterra.
Muchos de sus antiguos amigos, olvidando antiguas lealtades, lo abandonaron y traicionaron siguiendo a los nuevos vientos, cual veletas y de un día para otro pasaron a servir a las nuevas autoridades, como el caso del autor del Himno Nacional, Vicente López y Planes, antiguo federal y rosista, juez durante el gobierno de Rosas y autor de muchos versos laudatorios hacia el Restaurador y su hija. ¿Miserias humanas?, ¿“salvar el pellejo”?…
Algunos, muy pocos —sobraban los dedos de las manos para contarlos— siguieron fieles a su antiguo amigo y jefe, haciendo honor a su amistad. Entre ellos podemos contar a Antonino Reyes, y al Coronel don Prudencio Arnold. Este último en carta a Rosas en octubre de 1875, le decía: “Su retrato de busto es el único que hay en la salita de mi casa, en esta ciudad, frente a las ventanas de la calle”.
Además de los pocos y fieles amigos, quienes nunca olvidaron al Restaurador, fueron su pueblo, los gauchos e indios. En la década de 1870, comentaba un viajero haber visto a un gaucho entrar a una pulpería, clavar un puñal en el mostrador y gritar “Viva Rosas”; o el caso de aquel cacique indio que a su hija le puso el nombre de “Manuelita”, en recuerdo y honor de Rosas y su hija; o en los cantos de los guitarreros, cuando decían: “Cuándo vendrá ese Rosas, pa' ponerse de su lao”. Ese pueblo que siempre le fue fiel hasta el final y mucho más, siempre lo tuvo en su corazón.
He aquí una carta —que está en el Archivo General de la Nación y que transcribimos a continuación en redacción moderna— de un italiano, residente en Montevideo, quien al saber que un argentino a quien Rosas “ha llenado de consideraciones en otros tiempos”, había entregado un retrato de Rosas para ser rematado, lo compra y se lo manda, con la siguiente misiva y que constituye todo una ejemplo de una persona que ha sido testigo y admirador de la obra del Restaurador.
Esa carta que debe de haber llenado de orgullo y satisfacción al General Rosas, dice así:
“Sr. Brigadier General Dn. Juan Manuel Rosas
Mi distinguido Sr.
A pesar que no tengo el honor de conocer a Ud. personalmente, y soy, admirador constante de las grandes acciones con que Ud. ha ilustrado el suelo de su Patria.
Sus gloriosos hechos en la lucha que con tanta dignidad sostuvo contra la intervención Anglo Francesa, es el Monumento más glorioso de su carrera pública, y la historia fiel lo transmitirá con avidez a las generaciones venideras.
La casualidad puso estos días a mi vista, en un Remate donde he asistido, un Retrato de su persona. ¡Cuántas ideas asaltaron a mi imaginación a la vista de ese objeto Señor General! Me apresuré a comprarlo antes que empezase el Remate público, y lo obtuve con el objeto de remitirlo a Ud. como lo hago por el Paquebote Mersey.
Un Argentino a quien Ud. ha llenado de consideraciones en otro tiempo cuando Ud. estaba elevado en la cumbre más alta del poder, lo mandó vender. Y un italiano, algo pobre que nada debe a Ud. ni lo conoce, lo compra para evitar la venta pública del Retrato de un hombre que dirigió los destinos de la República Argentina. ¡Así es la condición de la miseria humana Sr. General!
Acepte pues este pequeño Obsequio como un homenaje del afecto y respeto, que le profesa esa su Obsecuente y S. S.
Q. B. S. M.
Pedro Roggero
Montevideo, Agosto 30 de 1860”.
Nota del Director: las letras “S. S.” y “Q. B. S. M.” que precedían a la firma, significan “Su Servidor” o “Seguro Servidor” y “Que Besa Su Mano”, y eran comunes en la correspondencia de la época.
(Tomado de “El Restaurador”, nº 4)
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