martes, 9 de diciembre de 2008

Guiones de estilo


AVANZAR

Para qué explicar lo que es ya un hecho evidente: en la Argentina de hoy se agravia a Dios, se profana la Fe, se ofende la moral, se desprestigia sistemáticamente a las instituciones fundamentales. Lo sabemos de sobra aunque la propaganda oficial no lo sugiera.

Para qué insistir en lo que es innegable: la Nación está subvertida, y en manos de sus enemigos esenciales que la desfiguran y despojan a la vista de todos. Conocemos perfectamente sus nombres y sus rostros. Ayer se especializaban en defender guerrilleros o practicaban el terrorismo, amnistiaban a los prisioneros marxistas o reconocían no tener soluciones. Nos acordamos de todo esto y mucho más a pesar de los “usted sabe” lavadores de cerebros que soportamos de rato en rato.

Para qué describir el cuadro de situación imperante: el sometimiento al imperialismo internacional del dinero, el resquebrajamiento social, la pobreza y desempleo de un gran número de conciudadanos, las claudicaciones diplomáticas y de las otras, la inseguridad pública cada vez más notoria, los métodos totalitarios como recurso de gobierno, la inmundicia metida en todas partes usurpando el nombre de cultura, la parodia electoralista, el caos generalizado, la complicidad disfrazada de oposición solventada por el oficialismo. Sí, tenemos conciencia clara de todo cuanto ocurre. Ya están “arriba los de abajo” como piden los ascensoristas del Régimen. Ciertamente ya están arriba los mediocres, los inferiores e ineptos, los babosos reptantes de los subsuelos democráticos. Ya están arriba los responsables de todas las bajezas.

Para qué demorarnos asimismo en puntualizar las traiciones que podemos ver a cada momento. Recitaron el preámbulo hasta gastarlo, pero no se ha “constituido la unión nacional” y sí se ha desmembrado el territorio, se ha fomentado el odio hacia sectores sociales e institucionales específicos, se han tolerado las iniciativas de segregación provincial.

La “justicia” que se ha “afianzado” es la de la Fiscalía más canallesca que registren nuestros anales; la “paz interior consolidada” es la del mayor número de delitos y depravaciones sucedidos y reconocidos públicamente…

La “defensa común provista” es el desmantelamiento sistemático de las Fuerzas Armadas y de Seguridad; el “bienestar general promovido” es el de nuestros expoliadores y adversarios, pero no el del hombre común; los “beneficios de la libertad asegurados” son el permisivismo más inaudito para que cualquier inmoral piense, diga, haga, muestre y publique la porquería que se le ocurra. Es que recitaron el preámbulo pero evitaron siempre, cuidadosamente, invocar la protección de Dios Nuestro Señor.

Pero ya lo hemos dicho. No queremos ocuparnos de lo que a todos nos consta y es obvio. No queremos dedicarle más tiempo a quienes sólo merecen nuestro desprecio y conmiseración.

Es mucho más importante establecer nuestra conducta: vamos, sí, a definir lo que nos corresponde. Y por eso vamos a reiterar la misión que nos cabe y el hacer en que debemos empeñarnos.

Lo primero, ante todo, es formarnos en el conocimiento y en el servicio de la auténtica doctrina, la del Nacionalismo Católico.

Porque son muchos los que hoy usufructúan el adjetivo nacionalista, pero para nosotros, debe ser algo sustancial y sustantivo. El conocimiento y el servicio a la Verdad nos dará la fuerza y la libertad para actuar y decidir; será en definitiva la acción más duradera de todas cuantas emprendamos, el legado más valioso que podamos dejarle en herencia a nuestra Patria.

También, fortalecernos espiritualmente con la práctica viril de nuestra Santa Religión. No hay Argentina restaurada sin soberanía de Cristo, pero no hay posibilidades de emprender el rescate con almas sin Fe apasionada, sin arrebato y exaltación cristiana, sin coherencia entre la prédica y la vida. Para dar lo que se tiene hay que tener lo que se debe dar.

Renunciar al escepticismo, a la desesperanza, al cansancio, al individualismo estéril, a la holgazanería y al miedo. Es fácil y cómodo el combate cuando se tienen armas y el enemigo está doblegado. Lo verdaderamente heroico consiste en enfrentarse porque corresponde, sin calcular las fuerzas y las diferencias. Estamos, como Martín Fierro, para esperar “que vayan saliendo” sin preguntarnos cuántos son. Lo que necesitamos son milicianos como el Sargento Cruz que se encuadren orgánicamente en nuestro apoyo.

Organizarnos para ser más eficientes, para actuar más y mejor, para estar en condiciones de responder al desorden con disciplina, al hedonismo con austeridad, a la inconducta con el ejemplo. No somos la imaginación al poder. El Nacionalismo es la Inteligencia de la Patria: ése es su poder y debe hacerlo sentir aunque pretendan evitarlo.

Encolumnarnos con sencillez, jerárquicamente. No nos hacen ningún bien los ambiciosos y soberbios, los envanecidos que creen haber nacido para mandar sin haber jamás obedecido. Es preciso obedecer para llegar a mandar; cumplir, cumplir perseverantemente hasta la más imperceptible y deslucida de las acciones, porque ninguna de ellas es anónima a los ojos de Dios, porque todas ellas nos hacen falta. Iniciativas, órdenes y mando; pero también sujeción, acatamiento y trabajo.

Desasimiento de apegos desordenados. Sin una Nación Soberana no seremos dueños de nada, sin el Bien Común asegurado durará muy poco el refugio ensimismado o la evasión simulada. Necesitamos darlo y darnos todo porque se trata de un momento excepcional y urge responder con estilo excepcional (…)

Disponernos a resistir el mal, a fortalecernos en camaradería sincera, en acuartelamiento de corazones y de brazos. Que no se acerquen ni ingresen a nuestras filas los especialistas en el rumor o la maledicencia, los acomplejados o enfermos de figuración, los verborrágicos, frívolos, snobistas y demás aparatos. Porque para ellos existen decenas de partidos políticos o hasta pueden inventar uno propio donde hacer carrera sin excluir la probabilidad presidencial.

Queremos, en suma, ser capaces de movilizarnos. Movilizarnos para defender a Dios y a la Patria, para no darle tregua a los conjurados contra la argentinidad, para desbaratar sus planes, para no consentir sus enredos. Movilizarnos, pero estar siempre en la misma cumbre, en el testimonio indoblegable de la Verdad.

Nosotros no renunciamos. No desertamos ni abandonamos el compromiso. Tampoco fomentamos supuestas disidencias para justificar ambiciones personales o grupales. Nosotros queremos cargar la Cruz sobre los hombros para clavarla erguida, firme, alta, en el paisaje intacto de la Patria.

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