Hay en esta rememoración un elemento común. Nombres de hombres que afirmaron lo hispánico y lo americano. A todos y a cada uno de ellos les dolió su patriotismo por los cuatro costados. Su transcurrir por este mundo fue luchar como cristianos contra el encanallamiento. Y fueron voz e impulso. En Manuel Oribe vida y espada que cansó a la victoria en cien batallas y combates. Era la sangre del Cid que corría por sus venas. Así en Sarandí, Ituzaingó, Famaillá, Quebracho Herrado o en Arroyo Grande, a lanza y sable contra el meteco criollo, cimentando la unidad de la Patria. Ésta, así como las divisiones internas, eran su preocupación. Tomamos como prueba unos párrafos de su correspondencia política que por otra parte tienen plena actualidad. Así escribía: “La desunión ha sido y es causa permanente de nuestros males y es preciso que ella cese antes de que nuevas convulsiones completen la ruina del Estado… Mientras existan en el país los partidos que lo dividen, el fuego de la discordia se conservará oculto en su seno pronto a inflamarse con el menor soplo que lo agite”.
Como gobernante desde el Cerrito, en eje de acero con el Restaurador de Palermo de San Benito, convertidos ambos en mojones de dignidad ante el cañón masónico y mercantilista. Héroes que hicieron de su caudillaje una realidad del mandato artiguista: “Ni por asomo la separación nacional”. Unidad de tierras y sentimientos a pesar de la Convención anglófila que en 1828 separó la Banda Oriental contrariando nuestras aspiraciones.
Y llegó 1845 con las intervenciones conjuntas de Francia y de Inglaterra, para hacr del Plata, el Uruguay y el Paraná, ríos sin el control de los ribereños, así como de Entre Ríos y Corrientes “Estados independientes”. Ante la prepotencia agresora Juan Manuel de Rosas instruyó: “Construir en la costa firme del Paraná baterías en el punto más aparente para ofrecer una resistencia simultánea de modo que la escuadra enemiga no pueda pasar más adelante”. El río se transformó, para el intruso, en un callejón sin salida. Un empecinamiento llamado Patria había triunfado.
Éste fue el significado de la batalla en la que quedaron fuera de combate más de seiscientos hombres. “América para los americanos”, dejaba de ser sólo una frase, para ser un hito en el sentimiento nacional. De esos días he aquí una carta del General San Martín, quien en el crepúsculo de su vida instaba a proseguir la lucha: “…muy lisonjero poder nuevamente ofrecerle mis servicios (como lo hice a Ud. en el primer bloqueo por la Francia), servicios que aunque conozco bien serían inútiles, sin embargo demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de Inglaterra y Francia con nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de su honra e independencia”.
En días tan aciagos corresponde que cerremos filas y obedezcamos, como enseñaba Gracián, el predicamento de los Héroes. Entre ellos Rosas y Oribe, los grandes americanos de noviembre. Junto a ellos y con ellos, José Antonio Primo de Rivera con Francisco Franco Bahamonde están presentes y son ejemplo.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
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