SOBERBIA JUDÍA Y SERVILISMO “ECUMÉNICO”
Monólogo
La agencia ACI (14.11.07), se explaya sobre el grave incidente ocurrido en Jerusalén, cuando un soberbio rabino quiso obligar a unos obispos austríacos, a que escondieran o se quitaran las cruces. Además. se negó terminantemente a dialogar con ellos en un encuentro ya concertado. El grupo de prelados liderado por el Arzobispo de Viena, Cardenal Schonborn, decidió entonces retirarse a una distancia prudente para participar en las plegarias judías desde allí; al modo de tímidos prosélitos incircuncisos. “No estamos ofendidos, decidimos no acercarnos al Muro en señal de respeto a la sensibilidad religiosa de los judíos”, comentó el Cardenal al cumplir puntualmente la orden. Está visto que estos sumisos Príncipes de los Sacerdotes austríacos —ajenos a la altivez de los detestables Cruzados— no se afectan por ninguna humillación. Pero mucho menos cuando la ofensa hiere primero que nada a Nuestro Señor Jesucristo.
Aparte del desprecio rabioso del rabino Samuel Rabinovitch a la Cruz de Jesucristo —y del increíble rechazo de la Salvación— lo ocurrido recientemente corrobora cuanto expresaba contra la Cruz el Gran Rabino Israel Meir Lau, en vísperas de la visita de Juan Pablo II: Los crucifijos —decía— “son ofensivos a los judíos”, “la cruz es contraria a la religión judía” y la vista de una cruz “está prohibida para un judío” (Reuters, AP y AFP, 25.11.99). De hecho, el Papa concurrió asombrosamente a Jerusalén con un simple bastón, supliendo el conocido callado que remata en la Cruz.
Vale decir que los esfuerzos ultra ecuménicos por amalgamar cristianismo y judaísmo —contra toda razón y religión— no pasan de los disimulos católicos y las simulaciones judías. O sea que por un lado debilitan el Credo y por el otro fortalecen la perfidia.
Diálogo
Al día siguiente, 14 de Noviembre, la agencia AICA informaba sobre un acto interreligioso en la parroquia San Ignacio de Loyola, donde se recordó un nuevo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos. “El primer progrom perpetrado por el régimen nazi contra la comunidad judía alemana y considerado el inicio del Holocausto” (sic). Está claro que los observadores deben concluir que no hay certeza sobre el Señor de la Historia, pero nadie puede tener la menor duda sobre el Horror de la Historia, dogma con sus más mínimos y desconocidos precedentes; desde el año 33 hasta nuestros días. Con esa convicción, compartida sin duda por la arquidiócesis porteña, en aquel templo —el más antiguo de Buenos Aires— representantes de ambos credos participaron del ritual (sic) “De la Muerte a la Esperanza”, y escucharon canciones en hebreo e idish interpretadas por el Coro Sharif de la Sociedad Hebraica Argentina. Guay, que a alguien se le escapara el nombre Jesucristo ¡y menos en latín! También se supone con válidas razones, que habrán tenido la precaución de ocultar debidamente el Signo de Contradicción, prohibido ver en Israel. Todo un ritual judeoecumenista. En tanto se guardan bajo seis o siete llaves el incómodo Motu Proprio de Benedicto XVI. El vicedecano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, presbítero Víctor Manuel Fernández y el rabino Baruj Plavnik, reflexionaron sobre los acontecimientos indefectiblemente acaecidos en Alemania el 9 de noviembre de 1938 con mira al holocausto de 6 millones de judíos. La conmemoración fue organizada por la Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de la arquidiócesis de Buenos Aires y B‚nai B‚rith Argentina (rama masónica exclusiva), y contó con el auspicio de la Confraternidad Argentino Judeo-Cristiana. Asistieron jóvenes representantes del Movimiento de los Focolares de la Argentina, países vecinos, de Europa y Estados Unidos. Asimismo alumnos pertenecientes a escuelas católicas y judías de la Ciudad. Una gran fiesta de la verdad multirreligiosa contra el prejuicio absolutista del tradicionalismo católico.
Ira eficaz
Pero por el camino menos pensado, la ira del rabino Samuel Rabinovitch puso las cosas en su lugar, desmintiendo supuestas efusiones fraternales. Concretamente ha considerado un insulto y una provocación que varios obispos ultra dialoguistas se presentaran con sus cruces pectorales ante él, encima pretendiendo acercarse al Muro de las Lamentaciones con semejante Signo. Ello configura una flagrante desobediencia a las estrictas directivas que impiden exhibir la Cruz en la explanada anterior al Muro. Esa Cruz que representa —dijo— “lo que los cristianos creen es la redentora crucifixión de Jesús”, - superchería oscurantista, le faltó decir acaso.
Juan E. Olmedo Alba Posse
Noviembre de 2007
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