¿YA ES TARDE?
Primero impusieron el divorcio vincular, pero como yo no pensaba divorciarme, no me importó.
Luego los Obispos negociaron y entregaron lo que los laicos católicos habíamos ganado en el Congreso Pedagógico, pero como Alfonsín enterró el proyecto de Ley de Educación, no me preocupó.
Después legalizaron la pornografía, pero como yo no leo esas revistas ni miro esos videos, lo dejé pasar.
Más tarde impusieron la “ideología de género” que me pareció una mamarrachada, pero como yo no soy ni gay, ni lesbiana, ni transexual, ni bisexual, no le llevé el apunte.
A continuación hicieron un elogio del preservativo y con el pretexto del SIDA los repartieron en los colegios. Como yo no uso esos adminículos, no me importó.
Enseguida comenzaron infinitas maniobras para imponer el derecho al aborto pero como yo ya tengo hijos y no pienso abortar, no me interesó el tema y nada hice para frenarlo.
Ahora están a punto de dictar una ley de educación que transferirá la dirección de la niñez y la juventud a un Estado dirigido por divorcistas, pornógrafos, homosexuales y aborteros y me impedirán educarlos a mí. Vienen por mí y por mi familia, pero ahora ya es tarde.
Hace más de cincuenta años el Pastor Niemoller —protestante alemán— redactó un texto parecido, que ha sido glosado y repetido infinitas veces. Se refería al nazismo (del cual Niemoller había sido primero un entusiasta) y a la persecución de judíos, intelectuales y homosexuales. Curiosamente, el texto suele atribuirse al escritor zurdo Bertold Brecht, que nada tuvo que ver en su redacción. En realidad es una buena prosa que señala la trayectoria de un poder omnímodo y cómo ese poder se construye gracias a la indiferencia y a la cobardía de los que debieran oponérsele.
No cabe duda de que hoy nos hallamos en una situación de este tipo. Se está edificando un poder cultural colosalmente poderoso. No es sólo el Estado el que con su inmensa —aunque afortunadamente ineficaz— estructura educativa influye en la juventud. Son los medios de difusión los que complementan y ponen eficacia en la tarea de lavar el cerebro a una generación.
Hasta no hace mucho, ambos sistemas (el educativo y el de los medios) difería al menos en el tono general de sus enseñanzas. Las humanidades —la literatura y la historia— enseñaban un mundo distinto al de la televisión. En el primero reinaban las preocupaciones por las grandes preguntas que el hombre se hace. En el segundo reinaban sin enemigos a la vista la frivolidad y la superficialidad más extrema. Poco a poco las humanidades van siendo excluidas o vaciadas de contenido. Ya no enseñan nada serio ni importante: los escritores “modernos” reemplazan a los clásicos y en consecuencia el mundo se convierte en un filme de dibujos animados, sin reglas ni objetivos: sólo ruido, color y caos.
En estas condiciones la nueva ley de educación sintonizará con los proyectos de educación sexual obligatoria, en los cuales el sexo es presentado como un juego. Es que, en rigor, la vida entera termina por ser un conjunto lúdico de azares y coincidencias, sin rumbo ni destino. Eso sí, después no se quejen de cómo se comportan los educandos de ese sistema. No se asusten si golpean a los maestros, beben y se drogan y —en el límite— matan a tiros a sus compañeros. Porque el sistema les dará “contención” (un techo, cuatro paredes, un aula y un comedor), pero lo que pase allí adentro tendrá cada día menos que ver con lo que Occidente entendió durante un par de milenios como educación.
Y falta todavía lo más grave: ese espíritu terminará por penetrar en todos los recodos del sistema. Las escuelas privadas verán invadir sus competencias y tendrán que plegarse a las líneas maestras del plan o perecerán económicamente asfixiadas. Nuestros hijos tendrán que buscar con lupa un colegio heroico que resista esta ofensiva para poder escapar del lavado de cerebro u optar por el “homeschooling” norteamericano, es decir, la educación en la casa propia, que aquí sería dudosamente legal.
Aníbal D'Angelo Rodríguez
1 comentario:
Acabaremos educando en casa.¡Qué remedio!Almenos mis hijos saldrán intelectualmente sanos.
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