LOS QUEMADORES DE IGLESIAS
El 16 de junio de 1955, en horas de la noche, fueron incendiadas y saqueadas las iglesias porteñas de San Ignacio, Santo Domingo, San Juan, San Miguel, La Merced, San Nicolás de Bari y Nuestra Señora de las Victorias, además de la Curia. Todo esto, a manos de los partisanos justicialistas.
Semejantes hechos ocurrieron en Bahía Blanca, Azul, Tucumán, Vicente López y otras localidades del interior.
I
Y amaneció a media noche
que eran soles las hogueras
lamían altas las llamas
paredes y tumbas viejas
y se entraban por los huecos
de las ventanas abiertas.
¡Ay que el odio retorcía
las sordas almas enfermas
y excitaba las entrañas
palpitantes de las fieras…!
Y las manos se crispaban
aferrándose a las puertas;
adentro en los candelabros
lloraban gotas de cera…
y el Cristo crucificado
tendía en manos yertas
sintiendo en la carne antigua
punzadas de llagas nuevas.
¡Todos los días me visteis
clavado en estas maderas!
II
¿Por qué me buscáis de noche
sin luz de luna y estrellas?
¿Lo que los hombres no ven
acaso Dios no lo viera?
Un Santo negro arrebuja,
bajo su manto de piedra
el cuerpo débil del niño…
En la gran nave desierta
sobre el altar profanado,
muere su carne deshecha
en este nuevo martirio
que pisa, destroza y quema
las blancas Hostias Sagradas,
sobre las áureas patenas.
Tiene la víctima incienso
en la asfixiante humareda
que sube en agrias fragancias
de mármol, oros y leñas.
Las llamas describen locas
genuflexiones burlescas,
las turbas remedan ritos
en danzas de cabras sueltas.
III
Toda la Iglesia es un cirio,
¡un cirio en la noche negra!
Que se consume alumbrando,
sin guardias y sin defensas.
¡Las llamas son perros fieles,
lamiendo la carne que queman!
Las llamas nacieron lumbre,
y el hombre las torna hoguera.
Las llamas llorando azotan
con sus voraces cadenas,
el cuerpo del Poverello…
Pero Francisco las besa…
¡Ay! Mis hermanas las llamas
que os han tornado en hoguera.
Un Franciscano
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