lunes, 3 de septiembre de 2007

Poesía que destruye


LA DOBLE VIDA DE

NEFTALÍ RICARDO REYES

Como muchos otros destacados dirigentes, autores y militantes comunistas o marxistas, Neftalí Ricardo Reyes, era —y es— más conocido por el pseudónimo o “nombre de guerra o de encubrimiento” de Pablo Neruda. Gente como Stlin, Lenín, Trotsky, Tito, etc., emplearon tales nombres en sus vidas y en sus acciones políticas. También en nuestro país es costumbre esa práctica.

Hoy trataremos la doble personalidad y la trayectoria de Neftalí Ricardo Reyes, “alias” Pablo Neruda. Y lo hacemos con la traducción extraída del libro “Histoire mondiale du Renseignement” (Tomo I, 1876-1939) de los autores mencionados precedentemente. Colección “Notre Époque”, ediciones Robert Lafront (1993), con prefacio del coronel Paul Paillole, Presidente de la Amistad de los dos ex integrantes de los Servicios Especiales de la Defensa Nacional de Francia.

Mundialmente es conocido por su “Canto General”, conceptuoso poema lírico al cual pusiera música el conocido compositor griego Mikis Theodorakis. Pero la verdad es que Pablo Neruda fue un reconocido y activo militante, compañero de ruta del comunismo internacional y activo agente secreto de los servicios especiales soviéticos. Neftalí Ricardo Reyes nació en julio de 1904 en Parral (Linares), Chile. Casado con una joven javanesa en 1930, lo encontramos cuatro años más tarde como cónsul de Chile en Barcelona (España) y luego en Madrid. En julio de 1937 participó en el Congreso de la IIª Internacional Comunista, que principalmente anatematizó a André Gide, hallado “culpable” por haber tomado distancia públicamente del régimen soviético. En su propio país fue designado senador por el Partido Comunista Chileno, y simultáneamente compuso también “España en el corazón”, una de sus obras más conocidas.

En 1939 fue designado cónsul general en Francia, un cargo estratégico, ya que en su consulado afluían los refugiados republicanos españoles que deseaban refugiarse en Chie. Entre ellos figuraban muchos agentes secretos que el NKVD (la KGB de entonces) quería infiltrar en los países sudamericanos. Así lo hizo, a instanciasa del ministro plenipotenciario chileno Luis Aldunate, bien entendido en la materia. Lo vemos por entonces a Neruda acompañado por una extraña secretaria particular, que pretendía llamarse Carlota Jeantet, pero que en verdad su nombre era Dolores García Echevarrieta, esposa visible de Joaquín Olaso Piera, un comunista español de una clase particular. Uno de los dirigentes de la “vieja guardia” del Partido Comunista Español, Olaso Piera, había trabajado en estrecho contacto con los servicios especiales soviéticos durante la guerra civil española. Especialmente con el húngaro Ernö Geröe, el hombre que en Barcelona dirigía la “liquidación” de los oponentes. Fue este mismo Geröe quien encargó a Olaso Piera la creación de una “Sección Cuadros” de Partido. El español trabajaba entonces en la dirección política como Inspector General del Orden Público de Cataluña.

Uno de sus más cercanos colaboradores de la época, Víctor Sala, fue uno de los mayores activistas del NKVD en la España republicana. Coincidentemente, Sala llegó a América y se instaló en México, mientras Doores García Echevarrieta era la encargada del contralor de los fugitivos. Militante infatigable, Dolores trató a toda costa de no abandonar el Consulado General cuando, en 1940, el gobierno chileno del Frente Popular designó a Pablo Neruda Cónsul General en México. Contra todo, la red prosoviética existente en las representaciones sudamericanas en Francia prosperó en Sudamérica. La técnica no era nueva: consistiendo en utilizar al máximo la infiltración en las embajadas de los países neutrales.

El 4 de octubre la policía mexicana detuvo al pintor David Alfaro Siqueiros, militante comunista que había participado como tal en la guerra civil española, y era uno de los sospechosos del atentado contra León Trotsky. Pero no por mucho tiempo estuvo detenido. Pablo Neruda, en su calidad de cónsul chileno, “simpatizó” con el director de la prisión donde estaba detenido Siqueiro, y rápidamente fue puesto en libertad provisional. Se preocupó personalmente del caso y le consiguió una visa para viajar a Chile como “refugiado político”. Súbitamente las autoridades chilenas se enfurecieron con esa complicidad tan evidente, y su autor fue expulsado del cuerpo diplomático. La guerra terminó, pero Neruda continuó su misión como buen stalinista. A José Stalin precisamente escribió una oda en la cual descargó toda su línea política explosiva. Fidel Castro no se equivocó cuando ante un pedido para que aceptara la radicación de los restos mortales en Cuba, expresara estas radicales palabras de rechazo, con las cuales ponemos punto final a esta breve reseña: “Neruda fue un político prostituído demasiado caro para un país pobre como el nuestro”.
Roger Faligot
Rémi Kauffer
Traducción y adaptación: Salvador Urriaga

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