lunes, 7 de noviembre de 2011

Guerra semántica

D’ELÍA Y LOS PAISANOS
  
  
En varias ocasiones el cebado piquetero kirchnerista ha manifestado su hostilidad hacia el sionismo, provocando sucesivos deshilachamientos de vestiduras “en las vigilias de la judería”, como decía Borges.
  
Pero como es un blanquito políticamente correcto, y agalludo sólo cuando se encuentra en patota estatalmente subsidiada, apenas arrecian los reproches, el hombre se ocupa de aclarar que el sionismo es la extrema derecha y que, ¡válgame Odín!, por eso nomás lo cuestiona. Y si lo apuran un poco, este especialista en metalenguaje —como alguna vez se definió— acaba asociando esa extrema derecha con “la Dictadura”, por lo que toda agresión queda blanqueada, sin riesgos para su pellejo.
  
Cuando estalló el escándalo  Schoklender, a Luisito se le ocurrió decir que el imputado y sus socios “son todos paisanos”, por lo que no habría que descartar que detrás de “estas maniobras de desprestigio” del Gobierno estuviese el Mossad, “porque no se puede hacer tanto daño gratuitamente”.
  
Pero en la lógica Deliana —o Delano, para respetar la diversidad de géneros— la acusación debía remitir a una instancia aún superior, cuyas connotaciones políticas fueran de tal negritud (con perdón) que ninguna duda quedara sobre la naturaleza del malvado plan conspirativo.
  
Entonces sacó de su sorprendente archivo este dato mágico: los muchachos Schoklender son “hijos de un hombre traficante de armas vinculado a la Dictadura. Se dice que trabajaba para Massera” (cfr. “Urgente 24”, del 23-24 de junio de 2011).
  
El resultado del primoroso argumento es impactante. La culpa de todo la tiene un padre descuartizado por sus hijos, quienes seguramente obraron de este modo como parte de su militancia contra el Proceso; por lo que se entiende que las Madres los hayan adoptado como hijos y los Kirchner convalidado en sus puestos de recaudadores. Descarriados los muchachos —ahora que afectan a Cristina, no otrora cuando serrucharon a sus progenitores— si vamos a sospechar del Mossad, aclaremos los tantos.
  
Llamado a dar explicaciones ante la justicia —porque nunca falta un aplazado en lógica o en metalenguaje— D’Elía tranquilizó a todos explicándoles doctamente, según su natural talante, que “paisano es una palabra que tiene una connotación cariñosa y afectiva” y por eso no fue dicha “con intención de discriminar” (cfr.: http://www.eldia.com.ar/noti_actual_base.aspx? idnoticia=126490&voto=si&link= http://www.eldia.com. ar/edis/2011711/2011 0711151 312.htm).
  
De lo que viene a resultar lo que todos ya sabíamos; que el buen Luis tiene “cariño y afecto” por los Schoklender —por eso lo de paisanos— y que su ataque al sionismo sólo admite una lectura posible, la de su lucha contra la sanguinaria Dictadura. ¿Cómo no se entiende el relato? ¿Tan poco han aprendido los argentinos de los filósofos de Epístola Chiusa?
  
Por el momento le diremos tres cosas a Luis. La primera que su incongruencia mide más que su abdomen tras ingesta dominguera. Porque en ninguna testa congrua puede caber que se está en contra del sionismo y se trabaja a la vez, con la docilidad de un felpudo, para Elizabeth Wilhelm y los innúmeros Timerman, Filmus, Spolsky, Heller, Verbistky, Feinmann o Gvirtz que la secundan. ¿Estos “pibes” no son “paisanos”, gordo? Los múltiples, visibles y explícitos actos de vasallaje y alineamiento de los Kirchner con el Estado de Israel y los lobbies judíos, o el connubio Alperovich-Mossad consumado a la luz del día, ¿no tienen nada que ver con el sionismo? ¿Los encuentros cristínicos del tercer tipo con las cabezas del Congreso Mundial Judío, del Comité Judío Estadounidense o de la B’nai B’rith, tampoco?
  
Lo segundo que deseamos decirle al Chomsky matancero, es que su capacidad para el arrugue no tiene límites ni pudores. Porque no es cierto que la palabra “paisano” aplicada a los judíos, tenga forzosamente una acepción “cariñosa y afectiva”. Por el contrario, es una de esas figuras retóricas populares que se suelen aplicar por contraste, como decirles “ñatos” a los narigones o “lungos” a los bajitos.
  
El pueblo llano, sin necesidad de leer las fuentes hebreas en las que se desaconseja y hasta se castiga la asimilación con las patrias cristianas en las que los judíos se aposentan e invaden, dio en llamarlos sarcásticamente paisanos como un modo de fustigar su radical extranjería, y su  obstinado rechazo a toda asimilación desinteresada y genuina.
  
Ese pueblo llano, no leyó las confesiones hechas al respecto por Bernardo Lazare, Jacobo Klotzkin, Isher Guinsburg o Itzhak Korn, pero seguramente lo escuchó a Ariel Sharon, Ministro de Defensa del Estado de Israel durante la contienda de Malvinas, llamando a los judíos británicos y argentinos a no combatir “en una guerra que no es la suya”, agregando que a dichos combatientes “los necesita Israel para afirmar su existencia” (cfr. “La Nación”, 24 de mayo de 1982, pág. 3).
  
El mismo pueblo llano que presenció la emigración de cantidades de judíos, cuando la crisis social y económica de los años 2001-2002. Se fueron manifestando insolentemente su categórico desarraigo, alistándose muchos de ellos en el ejército israelí (cfr.: ambitoweb.com, n0 1144, 18 de diciembre de 2003).
  
No, D’Elía. No hagas trampas lexicológicas para zafar. La palabra paisano tiene una añeja connotación despectiva. O te hacés cargo ante los Tribunales, o te dejás de hacer el macho. Para criticar al sionismo, en este país enteramente sojuzgado por él, hay que tener algo más que una banda de rufianes adictos.
  
Por último, Luisillo todavía no aprendió que bajo la tiranía semántica desatada por sus bienamados Kirchner, las palabras no significan lo que los diccionarios enseñan o el ethos social impone, sino lo que determinen los filósofos del tocador que, siguiendo las instrucciones del Marques de Sade, Cristina ha armado cerca suyo, con buenas rentas de las arcas oficiales.
  
Uno de esos “filósofos” del boudoir cristínico, por ejemplo, ha prohibido repetir la palabra asco lanzada por Fito Páez contra los macristas, porque es un término nazi. Tal cual. El imperativo filológico cundió tanto, que hasta un tipo como Lanata, que es crítico del Gobierno, lo repitió dócilmente en cámara frente a Majul, la noche del 31 de julio.
  
No importa que Marx, Engels, Lenin y Trostky, hayan descalificado sistemáticamente a burgueses y capitalistas y hasta a disidentes de la misma izquierda con la susodicha palabra.
  
No importa que sea un epíteto común entre personajes de infinitas procedencias. Tampoco importa que aparezca muchas veces en la Sagrada Escritura, como cuando en el Libro de Oseas (8, 4-7) se condena a quienes se inclinan ante el becerro de oro.
 
No; como según los muchachos de Epístola Chiusa la palabra es “nazi”, ninguno de ellos debe usarla. Advertencia que se extiende a todo demócrata de pro, y a todo estúpido del PRO.
  
El 9 de marzo del año pasado —y es otro ejemplo— como la Corte Suprema le pidiera “mesura” a Cristina, ésta le respondió sosteniendo muy seriamente que le resultaba inadmisible acatar tal pedido, porque la palabra rimaba con censura. Créase o no, lo usó como argumento.
  
Pero cuando en estos días, exactamente la misma fuente usó la palabra mesura para referirse al tratamiento del caso Zaffaroni, la presidenta no se sintió perturbada por ninguna similicadencia. Misterios de la guerra semántica.
  
Por suerte, para calificar lo que nos causan D’Elía, sus mandantes y socios, el buen diccionario tiene previstas otras expresiones menos nacionalsocialistas: grima, arcada, basca, vahído y vómito.
  
Antonio Caponnetto
  

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Dr. Caponnetto:

Mis mayores felicitaciones por su artículo.

Ciertamente, alguien tiene que decir la verdad, y lo felicito por haber tomado la delantera.

Carlos M. Mamani Jones

Anónimo dijo...

Este piquetero zafó de ir a trabajar como albañil porque otra cosa no debe poder hacer, salvo algo manual y sencillo. Se trata de eso, pero el pobre hombre se cree que es un estadista. Un ladron de pacotilla y nada mas. Lo "forrean" y al pobre idiota le gusta. Pasara´al olvido en un santiamén.
Carlos Díaz

Anónimo dijo...

"La primera que su incongruencia mide más que su abdomen tras ingesta dominguera", sencillamente insuperable profesor!!!