jueves, 21 de mayo de 2009

Poesía que promete


HIMNO AL
MESÍAS VENIDERO


Baja otra vez al mundo,
¡baja otra vez, Mesías!
De nuevo son los días
de tu alta vocación;
y en su dolor profundo
la humanidad entera
el nuevo oriente espera
de un sol de redención.

Corrieron veinte edades
desde el supremo día
que en esta cruz te vía
morir Jerusalén;
y nuevas tempestades
surgieron y bramaron,
de aquellas que asolaron,
al primitivo Edén.

De aquellas que le ocultan
al hombre su camino
con ciego torbellino
de culpa y expiación;
de aquellas que sepultan
en hondos cautiverios
cadáveres de imperios
que fueron y no son.

Sereno está en la esfera
el sol del firmamento:
la tierra en su cimiento,
inconmovible está:
la blanca primavera,
con su gentil abrazo,
fecunda el gran regazo
que flor y fruto da.

Mas, ¡ay! que de las almas
el sol yace eclipsado;
mas, ¡ay! que ha vacilado
el polo de la fe;
mas, ¡ay! que ya tus palmas
se vuelven al desierto:
no creen, no, en el huerto
del que tu pueblo fue.

Tiniebla es ya la Europa:
ella agotó la ciencia,
maldijo su creencia
se apacentó con hiel;
y rota ya la copa
en que su fe bebía,
se alzaba y te decía:
“Mirad, yo soy Luzbel”.

Mas ¡ay! que contra el cielo
no tiene el hombre rayo,
y en súbito desmayo
cayó de ayer a hoy;
y en son de desconsuelo,
y en llanto de impotencia,
hoy clama tu presencia:
“Señor, tu pueblo soy”.

No es, no, la Roma atea
que entre aras derrocadas
despide a carcajadas
los dioses que se van:
es la que, humilde rea,
baja a las catacumbas
y palpa entre las tumbas
los tiempos que vendrán.

Todo, Señor, diciendo
está los grandes días
de luto y agonías,
de muerte y orfandad;
que, del pecado horrendo
envuelta en el sudario,
pasa por un Calvario
la ciega humanidad.

Baja, ¡oh Señor!; no en vano
siglos y siglos vuelan;
los siglos nos revelan
con misteriosa luz
el infinito arcano
y la virtud que encierra,
trono de cielo y tierra,
tu sacrosanta cruz.

Toda la historia humana,
¡Señor!, está en tu Nombre;
Tú fuiste Dios del hombre,
Dios de la humanidad.
Tu sangre soberana
es su Calvario eterno:
tu triunfo del infierno
es su inmortalidad.

¿Quién dijo, Dios clemente,
que Tú no volverías,
y a horribles gemonías,
perenne perdición,
condena a esta doliente
raza del ser humano,
que espera de tu mano
su nueva salvación?

Sí, Tú vendrás. Vencidos
serán con nuevo ejemplo
los que del santo templo
apartan a tu grey.
Vendrás, y confundidos
caerán con los ateos
los nuevos fariseos
de la caduca ley.

¿Quién sabe si ahora mismo
entre alaridos tantos
de tus profetas santos
la voz no suena ya?
Ven, saca del abismo
a un pueblo moribundo;
Luzbel ha vuelto al mundo…
¿Y Dios no volverá?

¡Señor! En tus juicios
la comprensión se abisma;
mas es siempre la misma
del Gólgota la voz.
Fatídicos auspicios
resonarán en vano;
no es el destino humano
la humanidad sin Dios.

Ya pasarán los siglos
de la tremenda prueba;
¡ya nacerás, luz nueva
de la futura edad!
¡Huiréis, negros vestiglos
de los antiguos días!
Ya volverás, ¡Mesías!
en gloria y majestad.

Gabriel García Tassara

3 comentarios:

Ángel dijo...

Estimados: Por favor, ¿Pueden verificar si existen errores en las estrofas 2ª; 12ª y 17ª?

CabildoAbierto dijo...

Querido amigo:
La estrofa segunda tiene el "vía" que es obviamente "veía", en su original. Suponemos que es una licencia poética para ajustar la métrica... aunque mejor tal vez habría quedado "que en la cruz te veía".
La doce no contiene errores, al menos no los detectamos contra dos versiones del poema.
Y la estrofa 17 no existe, en realidad es la misma 16, pero por nuestro error la dividimos en dos. Muchas gracias por su atenta corrección.

Nicolás dijo...

Por más de que exista algun tipo de yerro en todo ese poema, creo que hay una verdad absoluta en resúmen de lo expresado. Dicha verdad es el basamento que nos permite ahondar en las virtudes teologales y fundar, acrecentar las cardinales y demas. Esa verdad es la venida triunfante de la sabiduría eterna sobre su rebaño, para juzgar con todo el peso de la ley y apoyandose en el mismo amor que nos dio la vida. Dios bendiga a los que hacen posible que esta revista llegue a nosotros, simples lectores de la verdad. Y para terminar pido la interseción de San Maximiliano Kolbe, que fúe un santo varón que en su tiempo hizo lo mismo que ahora hacEn ustedes entre nos, hacer apostolado usando la prensa como medio. Un gran abrazo afectuoso en Cristo.