“El Congreso no puede conceder al Ejecutivo Nacional, ni las Legislaturas Provinciales a los gobernadores de Provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan, formulen o firmen, a la responsabilidad y penas de los infames traidores a la Patria”.
(Constitución Nacional, artículo 29)
(Constitución Nacional, artículo 29)
Las circunstancias actuales obligan a ser repetitivos y repasar temas ya conocidos y resaltar ciertos comunes denominadores. Conviene reiterar el concepto precisado por Federico Daus en “El Subdesarrolo Sudamericano”, de que a esta situación se llega por la intrusión extranjera, con la colaboración —claro está— de los agentes nativos. Y también las palabras de nuestro conocido Aurelio Peccei: “Las multinacionales de hoy no son realmente multinacionales. Son sociedades que cuidan los intereses de una nación dentro de otra”. O las de Woodrow Wilson: “Un país es poseído por el capital invertido en él”.
Otra cosa a tener bien presente es el conjunto de los métodos que emplea el Imperio para someter a los países:
1) no mostrar el poder;
2) dividir para triunfar;
3) no tener amigos ni enemigos permanentes, sino intereses permanentes;
4) no utilizar el cuchillo si se puede usar el veneno;
5) en lo posible, dejar que los nativos hagan el trabajo sucio.
Todo esto en una estrategia sin tiempo, basándola en la consigna de Sun Tzu: “la guerra implica el engaño”.
El Imperio fijó sus ojos en nuestras riquezas hace ya mucho tiempo. Baste recordar que el primer testimonio escrito de sus propósitos data de 1711 —“Una Propuesta para Humillar a España”— cuyo autor (anónimo, naturalmente) elevó su manuscrito al Conde de Oxford y Mortimer aconsejándole que “Buenos Aires es el mejor lugar del mundo para fundar una colonia británica”. Tras los intentos de 1806/7,continuó la infiltración económica y el reclutamiento de agentes nativos. Ya en 1810 Mr. Alexander Mackinnon, presidente de la British Comercial Room de Buenos Aires se presentó ante Mariano Moreno para “felicitarlo por el cambio y recibir garantías de que sus intereses comerciales no volverían a sufrir ninguna interferencia” (cfr. A. Graham Yoole, “La Colonia Olvidada”). Bernardino Rivadavia regresó de Inglaterra, donde fue a efectos de formar una compañía minera para explotar los yacimientos de metales preciosos de las Provincias Unidas del Río de la Plata en octubre de 1825; después fue designado Presidente. Saltando en el tiempo llegamos a la época del secuestro de los hermanos Born por los Montoneros.
Recordamos que los Bunge son oriundos de la isla de Gotland (Suecia), desde donde parte de la familia emigró a Holanda, permaneciendo Edouard Bunge en Amberes y trasladándose Ernesto a Buenos Aires, junto con su cuñado Jorge Born, estableciendo así un imperio cerealero y comercial en ambas orillas del Atlántico. Luego fue presidente de Bunge y Born Alfredo Hirsch, sucedido por su hijo Mario hasta 1987. Juan Born, al ser liberado, rompió la espesa capa de silencio que caracteriza a las transnacionales cerealeras, y, entre otras declaraciones, mencionó que “antes de nombrar a Krieger Vasena (como ministro de Economía), Onganía le preguntó su opinión a Hirsch” (“La Nación” del 16 de julio de 2000, en el obituario de Krieger Vasena manifiesta que éste tramitó en 1956 nuestro ingreso en el FMI (como siempre entre otras cosas) y en1993 “se calificó como menemista convencido, forma por demás humilde de decir que sus propuestas habían triunfado”. De paso, al morir el primer ministro de Economía de Menem, Miguel Roig, fue sustituido por Néstor Rapanelli, vicepresidente de Bunge y Born.
Tampoco está de más recordar que el canciller de Onganía fue Nicanor Costa Méndez, a quien volveremos a encontrar en las negociaciones de paz por Malvinas con los generales de Estados Unidos Alexander Haig y Vernon Walters, siendo presidente de la Compañía General de Combustibles, del cartel petrolero anglonorteamericano, y de Unitan, ex La Forestal, de capital británico, además de miembro del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI), al igual que Walters, Kissinger y George H. Bush. En fin, son multitud.
Veamos su modus operandi. Se basa en violar algún artículo de la Constitución Nacional —tenida por ellos mismos como sacrosanta— o algunas de sus leyes, a fin de vaciar algún bien nacional, desprestigiarlo y luego regalarlo o entregar una ventaja al extranjero. La primera ley que dictó el Proceso al mes de instalado (20 de abril de 1976), fue la 21.305, la que admitía la jurisdicción de tribunales extranjeros en cuestiones de la deuda externa. Luego se transgredió el art. 67 de la Constitución en su inciso 3: “Corresponde al Congreso contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación”, por medio de la Resolución 170/80, por la que se fijaban cada tres meses los límites de endeudamiento que las Empresas del Estado debían contraer con bancos extranjeros. Luego violaron las leyes 17.392 y 15.587, por las que el Estado no podía fijar los precios de venta del crudo, ni retenciones para Y.P.F. que fueran inferiores a los costos, incluyendo una utilidad razonable.
Alfonsín repitió la maniobra por medio de la Resolución 48/85 del MOSP de la Nación (21 de enero de 1985), rebajando un 25% el precio del petróleo crudo que le vendía Y.P.F. a Shell y Esso. “Del mismo modo el radicalismo, que había criticado la política tarifaria anterior, que llegó a cobrar el 68% de impuesto por litro de nafta, le aplicó el 73 %” (cfr. Jorge Scalabrini Ortiz, “10 Años de Política Petrolera”). Menem también violó con Cavallo el art. 67 en su inciso 6 (7 de la Constitución vigente desde1994): “arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación”, con la novación y legitimación de la deuda externa (plan Brady), no tratado por el Congreso. El Ing. Tomás Julián Persichini en carta abierta dirigida a la Suprema Corte, dirigentes agrarios y medios de comunicación, transcribe el art. 75, inc. 2 de la Constitución de 1994: “Corresponde al Congreso imponer contribuciones indirectas como facultades concurrentes con las provincias. Imponer contribuciones directas por tiempo determinado, proporcionalmente iguales en todo el territorio de la Nación, siempre que la defensa, seguridad y bien general del Estado lo demanden. Las contribuciones previstas en este inciso, con excepción de la parte o el total de las que tengan asignación específica, son coparticipables”. Sugiere que, al no ser, entonces, “incumbencia del Ejecutivo u otros funcionarios dependientes del mismo este punto”, no debería “el Campo” tratar con ellos, sino enterar a la sociedad de la impropiedad constitucional a que es sometido y presentar recurso de amparo ante los Jueces Federales de cada Distrito, peticionando la inmediata suspensión de las disposiciones vigentes para con dichas retenciones, como paso previo para su derogación.
Es de suponer que el Ejecutivo y sus funcionarios no pueden desconocer estas disposiciones de la Constitución que dicen venerar, por lo que es difícil comprender su obcecación. Es una paradoja que nosotros, que no somos liberales y que, en consecuencia, no idolatramos el texto constitucional sino todo lo contrario, tengamos que recordar estas cosas. Quizá nos den una pista las palabras de la Sra. K ante los altos mandos de las Fuerzas Armadas: “es hoy la hora de decidir acciones en el mundo global (…) promover, coordinar y desarrollar estudios e investigaciones en materia de Defensa Nacional y Seguridad Internacional”.
La línea está trazada: de un lado los que defienden su tierra y los intereses nacionales, y del otro los comprometidos con el internacionalismo (Programa de Agronomía Mundial de la Fundación Rockefeller). Dijo Ortega y Gasset que “la convicción de un grupo, lejos de lograr la concordia, acentúa la discordia”. También que los romanos “escribieron su historia en lugar de padecerla”. Tal vez algún día podamos hacer lo mismo, cuando “venga algún crioyo / en esta tierra a mandar”. Entonces podremos festejar el 25 de mayo en castellano. En Argentino, y con Te Deum, como corresponde.
Luis Antonio Leyro
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