miércoles, 19 de septiembre de 2012

Buscado


URQUIZA SE BUSCA…
PARA RENDIR CUENTAS
  
  
En un artículo titulado “Urquiza se busca”, el escritor liberal Alejandro Poli Gonzalvo hizo un encendido panegírico del General Justo José de Urquiza.
  
La nota de marras fue publicada en el diario “La Nación” del 26 de octubre de 2010, y en ella el autor sostiene que el caudillo entrerriano tuvo “la grandeza de acordar con el oponente en beneficio del valor superior de la nación”; que fue un “verdadero estadista”; que en pos de sus ideales abandonó su posición partidista; que superó las discordias que aquejaban a nuestro país; y que estaba exento de revanchismos hacia quienes fueron sus enemigos”; entre otros elogios similares.
  
Lo insólito es que toda esta glorificación viene al caso por el hecho de que Urquiza derrocó a don Juan Manuel de Rosas, y se arregló con Mitre y los liberales. Obviamente el autor no tiene en cuenta que al hacer esto el entrerriano, primero traicionó a su Patria, uniéndose a un enemigo exterior; y luego abandonó a un destino de muerte y padecimiento a aquellos que confiaban en él.
  
Es decir el elogio es completamente improcedente, y la realidad es que Urquiza fue todo lo contrario de lo que se quiere retratar.
  
Este caudillo cuando se pronunció en contra de Rosas no lo hizo teniendo en cuenta el interés supremo de la Nación, sino sus intereses personales. Lo que buscó fue conservar su inmensa fortuna, amasada en gran parte con negocios turbios, y conservar el poder omnímodo que tenía en su provincia. Su mismo secretario personal, Nicanor Molina, dio testimonio de ello al decir que “al pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro por Entre Ríos”.
   
Por otro lado Urquiza no abandonó su posición partidista —como dice Gonzalvo— movido por ideales sino por los patacones con que los brasileños lo compraron. Y esto no es algo que afirmen gratuitamente los revisionistas sino que lo reconoce expresamente un antirrosista como Domingo Faustino Sarmiento en una carta que le envió al entrerriano, el 13 de octubre de 1852, en la cual le enrostra que conocía las razones por las que entró en la alianza en contra de Rosas, y que se le cayó la cara de vergüenza cuando los brasileños le dijeron "¡Sí, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos Aires quería que le diese los cien mil duros mensuales mientras oscurecía el brillo de nuestras armas en Caseros para  atribuirse él solo los honores de la victoria.”
  
Y lo más grave es que Urquiza fue plenamente conciente de que lo que hizo configuraba el delito de traición, pues en una oportunidad anterior —en 1850— cuando los brasileños lo tentaron para que fuera neutral en la guerra contra la Confederación les supo contestar que hacer tal cosa era traición a la Patria, y que llegado el caso estaría “al lado de su honorable compañero el gran Rosas”.
  
Por otro lado tampoco es cierto que Urquiza, luego de perpetrada su infamia haya superado las discordias y estuviera exento de revanchismos. La prueba está en lo que hizo después de Caseros.
  
Luego de esa batalla, por orden suya fueron ejecutados todos los prisioneros del regimiento de Aquino; él mismo mandó a fusilar al coronel Chilavert (un héroe de Ituzaingó y Vuelta de Obligado); y con su consentimiento degollaron al coronel Santa Coloma; por citar algunos de los tantos crímenes de los cuales es responsable.
  
Y sobre esto también hay muchos testimonios, entre ellos esta el de un general de su propio ejército, Cesar Díaz, quien en sus memorias relata que: “Un bando del general en jefe había condenado a muerte al regimiento del coronel Aquino, y todos los individuos de ese cuerpo que cayeron prisioneros fueron pasado por las armas. Se ejecutaban todos los días de a diez, de a veinte y más hombres juntos… Los cuerpos de las víctimas quedaban insepultos, cuando no eran colgados de algunos de los árboles de la alameda que conducía a Palermo. Las gentes del pueblo que venían al cuartel general se veían obligadas a cada paso a cerrar los ojos para evitar la contemplación de los cadáveres desnudos y sangrientos que por todos lados se ofrecían a sus miradas; y la impresión de horror que experimentaban a la vista de tan repugnante espectáculo trocaba en tristes las halagüeñas esperanzas que el triunfo de las armas aliadas hacía nacer.”
   
¿Y qué ganó con todo esto el “gran estadista”? que el Brasil logre sus objetivos estratégicos; que nuestro país pierda la soberanía sobre sus ríos interiores; que se destruya nuestra industria con la derogación de la Ley de Aduanas; que se desate una tremenda crisis financiera; que se rompa la unidad nacional con la separación de Buenos Aires de la Confederación; y que por todo nuestro territorio se instale un régimen de terror y sangre.
  
Por su culpa se acabó con la paz y la unidad que había logrado conseguir Rosas. Por su defección los unitarios y liberales arrasaron la campaña de Buenos Aires, e invadieron las provincias masacrando a todos los opositores, ya sean jefes prestigiosos o simples gauchos pobres.
  
En Jujuy, fusilaron al gobernador rosista José Mariano Iturbe, a pesar de que había renunciado a su cargo tras enterarse de la victoria de Urquiza.
  
En 1856, el gobernador de Buenos Aires, Pastor Obligado, ordenó a Mitre “pasar por las armas” sin juicio previo al general Jerónimo Costas y a más de un centenar de sus hombres, por haber intentado reintegrar esa provincia a la Confederación.
  
En San Juan asesinaron al general Benavides, a quien tenían preso, en medio de todo tipo de suplicios. El mismo destino tuvo el gobernador Virasoro, derrocado y asesinado por instigación de Sarmiento y Mitre en 1860.
   
Y lo peor vino después de Pavón. Cuando victorioso Mitre, gracias a que Urquiza le entregó la victoria cumpliendo un pacto masónico; los liberales sembraron el terror por todo el país.
  
De esos tiempos es la famosa carta en la que Sarmiento le aconsejaba a Mitre que no economizara sangre de gauchos, que era lo único que estos tenían de humano.
  
Cumpliendo esas indicaciones, Venancio Flores degolló a cientos de federales en Cañada de Gómez; y a ese hecho le siguieron atrocidades similares en Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja.
  
Por ello es que reaccionaron el Chacho Peñaloza y Felipe Varela. Y pagaron muy caro hacerlo. La Rioja fue asolada y el Chacho asesinado, para felicidad de Sarmiento. Las tropas “civilizadoras” pasaron por las armas a todo prisionero que tomaron en aquella provincia, y vejaron a toda la población civil que sospechaban hostil.
  
Y mientras las tropas mitristas —en plena vigencia de la Constitución—, desataban este baño de sangre en el país, Urquiza les dio la espalda a quienes confiaban en él, y se quedó en su palacio cuidando de sus negocios.
  
Sobre la paz de este cementerio se instaló el Estado anti-nacional que querían el liberalismo, la masonería y el capitalismo internacional.
  
Y ese es el hombre que Gonzalvo exalta, y al que considera un verdadero federal. Por algo José Hernández supo decir: “Urquiza, era el gobernador tirano de Entre Ríos, pero era más que todo, el jefe traidor del gran partido Federal, y su muerte mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él”.
  
Edgardo Atilio Moreno
  

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mientras los sigan con sus mentiras no queda otra que seguir respondiendo, bien por el articulo

Anónimo dijo...

Urqioza fue un criminal y un asesino, igual que quienes lo asesinaron a el, y de la misma talla que todos los asesinos que hasta hoy pululan en la política, algunos que todavía no tienen oportunidad de manifestarse.El ser humana da asco y la Ira Divina esta justificada mil veces.
CD

Anónimo dijo...

No cabe duda que Urquiza merecia ser kirchnerista. Se hubiera agachado ante la atorranta de la misma manera que lo hizo ante el mason Bartolo.

Pehuen Cura.