DIEZ AÑOS MÁS
DE “CABILDO”
DE “CABILDO”
El 14 de septiembre de 1999 salía el nº 1 de la tercera época de nuestra revista. Era la Festividad litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz, como nos lo recordó en cálida carta el inolvidable Jorge Mastroianni. Todo un símbolo. “Cabildo” emergía, como siempre, para sumarse a la lucha por Dios y por la Patria. Como desde los viejos tiempos de 1972 —con el maestro Ricardo Curutchet a la vanguardia— para batirse “por la Nación contra el caos”. Una vez más e irreductiblemente ganábamos la calle, animados por el convencimiento de que Alguien tiene que decir la Verdad.
Diez años resistiendo al Régimen, perverso siempre cualesquiera sean los nombres malditos de sus gestores. Diez años animando y congregando a la propia tropa, crecida en brazos juveniles y en indoblegables veteranos. Diez años sembrando la recta doctrina, cultivando la docencia política, ejercitando el apostolado intelectual, propiciando la militancia nacionalista y católica.
Una década más, sumada a las anteriores y con el mismo espíritu, enfrentándonos contra los peores enemigos de la Nacionalidad y de la Iglesia, sin más recursos que nuestra palabra, nuestra soledad, nuestra pobreza y nuestra congruencia extrema.
Nos conforta y confirma el sabernos el blanco recurrente de los ataques de aquellos enemigos señalados. Más todavía nos consolida y fortalece la presencia renovada de amigos y camaradas, llegados desde rincones distintos del terruño.
Llegan y permanecen sabiendo que no hay triunfos temporales para disfrutar sino batallas para librar. Ni famas mundanas que repartir sino deberes y servicios para ofrecer. Ni conquistas de cargos por repartir, sino de sacrificios por consumar.
“Cabildo”, en suma, se siente austera y legítimamente orgullosa de haber cumplido diez años más de vida, conservando el espíritu fundacional y la fidelidad a quienes nos precedieron.
No hemos de olvidarnos las obligadas gratitudes. Las celestes primero, que no sería justicia el omitirlas. Y entre las terrenas las de todos aquellos que nos han socorrido con sus donaciones para el cuerpo y para el alma; en plata y en compañía, en consejos y en especies, en servicios profesionales y en gestos solidarios.
Un agradecimiento especialísimo a los que han muerto, dejándonos el ejemplo de su magisterio y de sus conductas en cada nota que emocionadamente repasamos ahora. Se cifre en uno este reconocimiento a los caídos: Víctor Eduardo Ordóñez, amigo impar cuya ausencia sigue siendo añoranza latente y dolorosa.
Nada sabemos sobre el futuro de “Cabildo”. Va de suyo que la intención de todos quienes la hacemos es continuarla y dejarla en heredad a quienes nos sucedan. Pero vano sería disimular que las muchas contingencias y zozobras materiales no nos permiten trazar planes futuros. No importa. Cada día tiene su afán, y al Señor nos encomendamos. Si hasta aquí hubiéramos llegado, bendito sea Su Santo Nombre. Si la misión prosigue, al mismo Dios le pedimos que nos sostenga con su gracia. Para que alcanzados con la fortaleza podamos mantenernos —según dijéramos ayer— inescoltables por la rendición.
La Redacción
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