lunes, 31 de agosto de 2009

Monólogo nacional


MIRANDO PASAR
LOS HECHOS


BASUREO

En la fecha patria, la Presidenta volátil ¡se pasó! como dicen los muchachos. Con un desparpajo que hace retumbar la indignación, en Puerto Iguazú osó convocar a los argentinos para una “nueva gesta profundizando el camino”. “Venimos a construir una manera diferente de hacer política a través de millones (sic) de puestos de trabajo; a través de miles y miles (sic) de empresas que se han creado; a través de la devolución de los derechos jubilatorios a millones (sic) de argentinos que habían perdido el derecho a tener un aumento o una jubilación o una pensión…”

Además, con un descaro paroxístico, criticó las prácticas clientelistas que siguen “a pesar de la mejora en los índices (sic) de empleo”. Nunca jamás habrán oído semejante cuchufleta los miserables castigados por el Régimen. Esto recuerda la audacia del juvenil Jefe de Gabinete, cuando hace poco se jactaba —¡de su paso por la ANSeS!— en un programa televisivo —DDT— curiosamente facilitado.


Este desprecio a los pobres jubilados, clama justicia. Pero precisamente, es en la Justicia donde claudican los derechos más obvios y elementales de la pobre gente. Juicios innecesarios —casos ya resueltos en situaciones similares— forzados intencionalmente a producir, con los vericuetos curiales y el congelamiento de los años, el superávit insultante que se utiliza para proveer a la Kaja y otras yerbas inicuas.

Como remate de semejante sevicia han puesto a repartir los fondos jubilatorios (a cualquiera, menos para los jubilados), a un adolescente que no hace más que sonreír feliz, luciendo su cuidadosa cabellera. Salvo en el Soviet, jamás pueblo alguno ha sufrido tamaña humillación, aquí para colmo, a manos de advenedizos adueñados hasta de la historia. Un país destruido material, moral e institucionalmente, con millones de habitantes condenados a la miseria. Mientras la pareja irreal ostenta turbias riquezas, inconmensurables y crecientes. Y la grácil marioneta del tirano viaja por el mundo con nutridas comitivas, se aloja en los mejores y costosos hoteles… luciendo primorosos modelos y relumbrantes alhajas, cambiados varias veces por día. Para terminar anunciando la llegada del Tren Bala o la visita de Tutankamón. Nunca a tantos basureó tanto tan poca vergüenza…

EL ROBO DEL SIGLO

Ciertamente llama la atención de todo el mundo, el increíble encumbramiento de un sujeto hasta hace unos años prácticamente desconocido. Hay que recordar que en horas, después de asumir la Presidencia revoleando toscamente el bastón de mando, se puso en el bolsillo a las Fuerzas Armadas y a todos los poderes públicos nacionales o provinciales. Resucitó el tema de la guerra revolucionaria para apresar a los combatientes contra el marxismo. Encumbró a feroces terroristas y se jactó en Monterrey, ante todos los Presidentes americanos, de llevarse al extranjero —como patrimonio propio— los dólares archimillonarios de Santa Cruz. (Recientemente por televisión, en el programa “DDT” recalcaban que se han esfumado ¡quinientos millones de dólares!). Una sustracción que en cualquier país con mínima justicia, hubiera bastado para recluirlo para siempre donde corresponde.

CRISTIANISMO NO ECLESIÁSTICO

Ya se ha insistido y cabe volver sobre ello, que los frutos de la tiranía tienen su expresión más patética en el crecimiento colosal de las Villas de Emergencia o Villas Miseria. Al respecto corresponde recordar la controversia entre quienes denunciaban las usurpaciones y los focos de marginalidad, frente a los que predican un genérico derecho de los desposeídos para asentarse dónde y cómo quieran. A lo cual se sumó una tercera visión —de índole espiritual— que rescata y encomia valores de la “Cultura Villera”, llegando a exageraciones inauditas.

Así, no hace mucho se oyeron palabras muy inquietantes desde el seno mismo de la Arquidiócesis de Buenos Aires, cuando su Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia, concluyó que “La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos”… Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos (AICA, 25 de julio de 2007).

Sin descartar el espejismo de un encariñamiento explicable, aparte del sesgo herético la afirmación viene a resultar contradictoria, pues es desde todo punto de vista innegable, que la miseria —arraigada en hacinamientos infrahumanos— es un ámbito impropio para el mejoramiento de las facultades físicas y morales del individuo y la sociedad. Vale decir, que constituye lo opuesto a un benéfico foco de cultura.

En cuanto al “cristianismo no eclesiástico”, el deslizamiento formulado en este caso por clérigos católicos, no precisa ningún comentario. Salvo la sorpresa de que semejante afirmación no haya merecido de la autoridad eclesiástica ningún reparo. Toda la tortuosa declaración de estos jóvenes sacerdotes, evidentemente mal formados, pésimamente vestidos y desubicados con su mimetismo, se publicó sin retaceos en la agencia católica AICA. Cumple reflexionar que al margen de las elevadas miras pastorales, hay lugares y menesteres que requieren una madurez y preparación especialísimas.

Como suele ocurrir con los grandes errores que se escurren a cobijo de la confusión espiritual, tarde o temprano los acontecimientos mismos se encargan de contenerlos. Una amenaza criminal contra la vida del líder de los sacerdotes aludidos, vino a patentizar lo obvio: el ámbito facilita ante todo la impunidad delictiva. Y demuestra que la herida social de los asentamientos miserables, por encima de la inocencia de quienes lo padecen, representa un verdadero crimen contra la humanidad. Peor aún en un país rico y extensísimo.

ANTECEDENTE TUMORAL

Para comprender las raíces de la tremenda situación de país, es oportuno recordar la influencia ideológica de Raúl Alfonsín, prácticamente canonizado en estos días. Sirven a ello, las noticias y comentarios contenidos en el repositorio de la Revista “Cabildo”. En cierto discurso del 1º de Mayo ante el Congreso, el ex Presidente manifestaba la profundidad de su odio a la tradición y su confianza en el dogma de la mutación, de la modernización, de la renovación cultural (“Democratización de la Cultura”… como diría Fidel Castro). Por entonces, personificaba al “enemigo” con palabras que valen como una radiografía visceral… y honran a sus opositores. Dijo ante el Congreso: “A lo largo de este siglo otra ideología reduccionista convocó también a los desalentados y generó corrientes de acción y pensamiento que siempre fueron marginales, pero que influyeron y colaboraron en los procesos concretos. Se trata del nacionalismo…” “Derivaciones extremas de estas corrientes condujeron a recrear recurrentemente escenarios catastróficos, espíritus de cruzada, exaltaciones místicas… El nacionalismo oligárquico, autoritario y elitista contribuyó a instaurar en el país la peor y más incontenible forma de violencia. Manifestación desordenada y siempre restauradora de un pasado mítico, perdido, niega y resiste hoy el avance de la democracia y la modernización con la misma ceguera con que resistió y frustró hace cincuenta años similar curso histórico de una sociedad emergente”.

Añadía el padre de la Democracia, que si bien los proyectos del nacionalismo “resultaron impracticables, se debe reconocer que sus discursos y sus prácticas penetraron hondamente en nuestra vida política trascendiendo sus reductos. Persiste, en efecto —siguió— una valoración residual que impregna aún determinadas percepciones iracundas de la presente transición y opera ante cada encrucijada como activador de cualquier tentación involutiva. Es allí donde radica su peligro”.

Finalmente, Raúl Alfonsín prometió en Alta Gracia —ya utilizando sin ambages los modales y el lenguaje de la Internacional Socialista— que “vamos a aplastar para siempre a los nazis existentes en la República” (cfr. “La Nación”, 11 de abril de 1988). Como se puede ver, nada, absolutamente nada, ha cambiado en la Revolución que culmina en nuestros días.

Juan Esteban Olmedo

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