jueves, 26 de julio de 2012

Reflexiones

OVEJAS SIN PASTOR
  
Et vidit multam turbam et misertus est super eos, quia erant sicut oves non habentes pastorem (San Marcos, 6, 34)
  
La liturgia de la palabra de este XVIº Domingo del Tiempo Ordinario nos pone frente a la figura del Pastor, más propiamente de Cristo, Pastor, Universal y Supremo. Sin embargo cada uno de los textos que la componen tiene un matiz diverso a la manera de un acento distinto con el que el Verbo de Dios nos interpela. Así, la profecía de Jeremías (Jeremías, 23, 1-6), que abre las lecturas, nos trae la voz del Profeta que increpa y apostrofa a los malos pastores, aquellos que se apacientan a sí mismos y dispersan al rebaño. Palabras durísimas que hacen estremecer pero que el Señor misericordioso compensa con la promesa de buenos pastores —que harán que las ovejas ya no anden medrosas ni asustadas— y el anuncio de un rey sabio y prudente que regirá la tierra con justicia. A continuación el Salmo 22 trae el canto del alma que, confiada y gozosa, oye los silbos amorosos del Pastor que la llama, la guía y la conduce a las praderas de quietud: el Señor es mi pastor, nada me puede faltar. El texto de San Pablo (Efesios 2, 13-18), si bien no incluye la figura del Pastor, es un llamado a los pueblos gentiles, los que antes andaban lejos, para que se vuelvan a Jesucristo, Rey y Pastor Universal y Supremo, que con su Cruz ha hecho de gentiles y judíos un solo pueblo derribando con su Cuerpo el muro de la enemistad. La Epístola de Pablo presenta y anuncia, así, la salvación universal de Cristo y constituye una suerte de vértice de plenitud y gloria de estas lecturas.
  
Pero cuando el alma ha sido llevada por el ritmo y los acentos de los textos sagrados a este vértice de gloria y de plenitud, el Evangelio (San Marcos, 6, 30, 34), nos vuelve, de pronto, hacia otro costado de la realidad. Narra Marcos que los discípulos, enviados por el Señor a predicar a las ovejas de Israel, regresan a darle cuenta de cuanto han hecho y enseñado. El relato nos pone, pues, en primer término, frente a este retorno de los apóstoles, el retorno a Cristo, el Señor, la referencia última y única de todas sus andanzas. Santo Tomás, en el comentario de este pasaje, trae un bello y expresivo texto de San Jerónimo en el que se compara el regreso de los discípulos al retorno de los ríos a su origen: Los ríos van a desaguar al lugar de donde salieron (Catena Aurea, Marcos, VI, lectio 5). Como ríos, pues, que tornan a su origen, así vuelven los discípulos al Señor. Pero, añade Marcos, los apóstoles vuelven cansados, agobiados (tentados estamos de imaginarlos cubiertos del polvo de los caminos, ya sin aliento, quizás a punto de desplomarse), pues eran tantos los que los seguían y se agolpaban que ni tiempo tenían para comer. En este segundo momento del relato, el texto nos pone frente al cansancio de los apóstoles y la exquisita caridad del Señor que los invita a descansar. El Señor, en efecto, los invita a reposar un poco, a un sitio solitario, junto a Él: Venite… in desertum locum et requiescite pusillum. Cristo es nuestro descanso y a Él volvemos como refugio de nuestras fatigas cuando el cansancio agobia. A lo largo de los siglos, millones de seres humanos, discípulos de Jesús, misioneros y pastores, han buscado este refugio a los pies del Sagrario, han vuelto a la soledad de la celda, al consuelo, siquiera breve, de la contemplación y de la oración, a los brazos amantes del Pastor que repara sus fuerzas. Y muchos más seguirán haciendo esto mismo hasta el fin de los tiempos. Este reposo breve no es aún, al decir de San Jerónimo, el festín en que se beberá vino nuevo y se cantará un nuevo himno por hombres nuevos (cf. Catena Aurea, loc. cit.). Pero hasta que llegue este festín definitivo el Señor seguirá diciendo a sus pastores: Venite… et requiescite pusillum. Y el que no acepte esta invitación del Señor verá frustrado su pastoreo.
  
Llegados a esta altura del relato, el Evangelio vuelve, enseguida, a cambiar el ángulo de la realidad, ésta sí definitivamente conmovedora y sobre la que queremos meditar, ahora, siquiera por unos momentos. El Señor, Aquel a quien hace instantes contemplábamos en la plenitud de su gloria de la mano de Pablo, ahora es el Pastor solícito que nos interpela con su mirada, mirada dirigida a las muchedumbres que lo siguen. Cristo ve a la multitud, una multitud abigarrada, apiñada, que lo busca sin reparar en nada, ni en la comida, ni en la hora del día, ni en el calor, ni en el frío. Cristo ve a todos y a cada uno de esos hombres que integran la multitud. El Señor los ve: Et vidit multam turbam… ¿Cómo no conmoverse ante esta mirada del Señor, ante el fulgor de esos ojos abiertos de Cristo, rasgados por la misericordia? Porque Cristo ve y, al tiempo, se compadece de la multitud: Misertus est super eos. Aquí el vidit y el misertus anudan y abarcan la infinita totalidad de esa mirada de Cristo sobre el hombre. ¿Y qué es lo que provoca este ver misericordioso del Señor? Marcos lo dice con una sobriedad sobrecogedora de palabras: porque eran como ovejas que no tienen pastor.
  
La vista del rebaño huérfano, disgregado, sin rumbo y sin guía —y volvemos al texto primero de Jeremías— conmueve las entrañas de Cristo. La pregunta es ésta: ¿nos conmueve hoy, a nosotros, esa mirada misericordiosa de Cristo, conmueve nuestras entrañas la conmoción del corazón del Pastor? ¿Somos suficientemente concientes de que el espectáculo hodierno del mundo y de la Iglesia provoca, de nuevo, la mirada de Cristo?
  
¡También hoy Cristo vidit et misertus est! ¡Tantas multitudes que andan sin pastores! ¡Tantos pastores, ay, en nuestra Iglesia, que se apacientan a sí mismos y disgregan el rebaño! ¡Tanto rebaño descarriado mientras los pastores duermen! ¡Tantos pastores que olvidan que su misión es enseñar, regir y santificar la grey y no proponerse a sí mismos! ¡Tantos que olvidan que deben ofrecer el Sacrificio del Cordero en cada misa y el Pan de la Vida y no el pobre pan de un banquete demasiado humano! ¡Cuántas ovejas, a su vez, ganadas por la soberbia de una “fe adulta” que no quieren oír ni al Pastor ni a su Vicario, ni  a sus ministros!
  
No hemos podido escapar a la conmoción de este Evangelio, a la sensación, casi física, de que la desgarrada mirada del Señor se derrama sobre cada uno de nosotros. Nos hemos sentido envueltos en esa mirada dulce y misericordiosa del Pastor Supremo y le hemos suplicado que nunca la aparte de nosotros.
  
A la luz y al calor de esa mirada, brota de nuestro corazón cansado la plegaria que la Iglesia repite en la festividad de los Sumos Pontífices: Gregem tuum, Pastor aeterne, placatus intende.
  
Mario Caponnetto
  

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace mucho tiempó que los pastores e incluso la palabra misma "pastor" es patrimonio de los protestantes, los herejes que nos han pisao el poncho. Mal que nos guste y nos pese, hacean todo lo que los curas no hacen pero deberían hacer, sobre todo, agachar el lomo. Algo muy triste, pero emblemático, me ocurrió hace un año, un amigo me pide consulte por internet (el estaba impedido)una duda de tipo teológica que tenía en ese momento dramático de su vida y que el cura de su parroquia no supo responderle con claridad (el de la mía tampoco). Fui a seis lugares (la mitad españoles)pidiendo luz y consejo.Algo breve. Nadie me contestó.Insistí con dos comunicaciones mas. Nada. Entonces, un vecino me sugirió "preguntarle a los gringos" (para el, los protestantes). Asi lo hice en tres lugares, recibiendo las contestaciones en menos de 48 horas, respondiendome concretamente, invitándome a su iglesia y ofreciendome (en un caso) el envío gratis de un Evangelio a mi elección , cualquiera de los cuatro. No hay misterios, no hay demonio infiltrado en la Igleisa, no hay Vaticano II, hay solamenbte decidia, falta de apego a la labor, y tal vez, lo vi muchas veces, una especie de suficiencia, absolutamente ajena a la dulce mirada del Señor, a la vez, tan terrible como tan bien lo indica el articulista.
CD

Anónimo dijo...

"no hay Vaticano II"?? obvio Vaticano hay uno solo. o quiso decir no hay concilio vaticano II???. porque mi comentario seria otro. daniel jorge

Etchevarne Parravicini María Fernanda dijo...

http://prensaelalgarrobo.blogspot.com.ar/2012/07/nota-presentada-al-concejo-deliberante.html
DISCULPEN POR ESTE MAIL FUERA
DE CONTEXTO.
SE RUEGA DIFUNDIR

Anónimo dijo...

Una pequeña parte de mis correligionarios le atribuye al concilio convocado por Juan XXIII una responsabilidad grave y decisiva en la decadencia que hace décadas se aprecia en la Santa Iglesia. Monseñor Lefebvre, santo varón si los hubo, también. Sin discrepar en cuanto a la enumeración de los males apuntados por el religioso francés,le sumo lo que para mi es esencial tener en cuenta , a saber : 1) Los males eran muy anteriores a 1959, momento en que es convocado el concilio y 2)La estupida y decadente estrategia permanente de la Iglesia de jugar a dos puntas(los musulmanes parece que tienen mas cojones que nosotros) 3) La falta de organización, de formación y de trabajo diario y disciplinado concreto. Si American Express o la Coca Cola mantienen el perfil adecuado en todo el mundo y crecen, para colmo sin la ayuda del Espíritu Santo ¿ porque la Iglesia no puede otro tanto ?
o peor pretunta todavía ¿ Porque los protestantes nos estan pasando por encima hace décadas en toda América latina y no latina ?
Yo considero que el banal pero significativo ejemplo que expuse ut supra basta para comenzar a comprender todo el problema y no refugiarse en excusas de complots masónicos, demonio que se filtra y demás excusas. Cuando Saulo de Tarso nos dice que la lucha es entre potestades, eso no excluye lo concreto de la cción terrena.
CD

Anónimo dijo...

"Lo que necesita un pueblo es Teología y Metafísica" (Jordán Bruno Genta)

LA SALETTE

Anónimo dijo...

“Para cosechar los frutos que la cultura católica produjo cuando estaba en pleno vigor, sólo nos queda una alternativa, la restricción del monopolio, el doblegamiento del poder del dinero, la implantación del trabajo cooperativo, la amplia distribución de la propiedad privada –el principio más importante de la Corporación- y la estricta restricción de la usura y de la competencia, las cuales casi han llegado a destruirnos.

Mas estas condiciones mejores son ellas mismas el fruto de la Iglesia Católica; no pueden crearse ni mantenerse en una atmósfera desprovista de filosofía católica. Así, pues, la conclusión general es ésta: LA ÚNICA ESPERANZA QUE NOS QUEDA RESIDE EN LA POSIBILIDAD DE CONSTRUIR NUESTRO MUNDO DESDE EL PUNTO DE VISTA CATÓLICO.
(Hilaire Belloc en ‘LA CRISIS DE NUESTRA CIVILIZACIÓN’, sexta edición, pág. 10, Editorial Sudamericana)

LA SALETTE

ContinuidadCatólica dijo...

El mismo Señor que se nos entrega en cuerpo, sangre, alma y divinidad, nos prepara para recibirlo diciendonos en la liturgia de la Palabra lo que en Su infinita sabiduria y providencia sabe tenemos que escuchar en ese preciso tiempo y lugar (no cualquier cosa porque quien ama brinda lo mejor que tiene, sobre todo si quien brinda y Se brinda es Dios mismo y quienes Lo reciben son los hombres que tanto ama; el Señor no se deja acompañar por la mentira ni el error).
Por otro lado es reconfortante pensar que muchas almas que conforman la Iglesia y la patria Argentina, despues de probablemente haber escuchado este evangelio desvirtuado y sin profundidad en alguna homilia, dificultandose asi el encuentro personal con Jesús, puedan leerlo y meditarlo mejor por ejemplo en esta reflexión.
El Señor no se deja acompañar por la mentira ni el error, en ningun aspecto, seria traicionarse a Si mismo y a nosotros; y ambas cosas, son imposibles.
El Señor nos mira y se compadece.
¡Jesús resucito!
¡Viva Cristo!
¡Viva María, que intercede por nosotros y nos lleva a Él!.
¡Viva el Papa!.