domingo, 10 de abril de 2011

Meditación para el Tiempo de Pasión

LA SEMANA SANTA: ¿SEMANA
DE VACACIONES O DE LUTO?
   
    
El Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo forman el Triduo Sacro.  Son los días de la Semana Santa, de la semana más importante de la historia de la humanidad.  Porque para nada hubiera servido la creación si no hubiera habido la salvación.

Cristo se hizo nuestro Cordero que carga con nuestros pecados.  Cristo quiere “morir a fin de satisfacer en nuestro lugar a la justicia de Dios, por su propia muerte”, dice Santo Tomás de Aquino en su “Suma Teológica” (IIIª parte, 66, 4).

La Semana Santa es la Semana de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

La PASIÓN significa los sufrimientos y la muerte de Cristo en la Cruz.  Pasión, Redención, Salvación y vida eterna para nosotros están vinculadas.  Sin los sufrimientos, la Cruz y la muerte de Cristo no hay salvación para ti, pecador ingrato.

Cristo acepta ser maltratado, para que tú no lo seas eternamente; Cristo acepta ser flagelado para que tú no seas flagelado por los demonios y el fuego en el infierno.

Cristo acepta gustar la tremenda sed de la crucifixión; acepta gustar la muerte amarga de la Cruz, para que tú no gustes la sed eterna de Felicidad.  Cristo acepta ser deshonrado en la Cruz para que tú no seas deshonrado y confundido en el día del Juicio Final.

Y tú, hijo ingrato, ¿qué haces en esos días de la Semana Santa mientras que tu Señor está muriendo en tu lugar para salvarte?  ¿Cómo los utilizas?  ¿A dónde vas?  ¿Por qué los profanas?

Si en esos días tu patrón te dispensa de trabajar porque es Semana Santa, Semana de Luto, Semana de la Muerte del Hijo de Dios; tú deberías saber muy bien que esos días santos no son días de vacaciones, ni de disipación, ni de playa.  Son días de penitencia, de oración y de lágrimas.

El Hijo de Dios hecho hombre está luchando contra el demonio y la justicia divina para librarte.  Sí, para librarte a ti y a tu familia del más grande peligro que pueda existir: el de la perdición eterna.  Sábelo, incúlcalo a tus hijos para que sean agradecidos con su Salvador.

La SANGRE que borra tus pecados es la de tu Bienhechor: Nuestro Señor Jesucristo.  Es Dios mismo Quien te lo dice: “Sin efusión de sangre no hay remisión de pecados” (Hebreos, 9, 22).  Ningún hombre puede conseguir por sí mismo el perdón de sus pecados.  Debe buscarlo en otra parte: ¿dónde? en la Sangre del Hijo de Dios que murió en la Cruz el Viernes Santo.  San Pablo dice: “En Él, por su Sangre tenemos la redención, el perdón de los pecados…” (Efesios, 1,7).

Sobre todo no digas que no has pecado y no necesitas del perdón.  Si lo dijeras manifestarías tu gran ceguera e ignorancia.  “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.  Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.  Si decimos: «No hemos pecado», lo hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros” (I San Juan, 1, 8).

El hombre no puede ofrecer sacrificio propiciatorio por sus pecados.  Nuestro Señor Jesucristo se hizo propiciación por nuestros pecados.  Él se ofrece el Viernes Santo en Sacrificio propiciatorio por ti.  Solo, mediante la Sangre de Cristo, puedes purificarte, puedes liberarte de las cadenas del pecado y de la tiranía del demonio.

Y en estos días durante los cuales Cristo esta en los tormentos de la Cruz para merecerte la salvación, tú, pecador necesitado, te vas a la playa, a pasear, a divertirte, quizás a acumular más pecados a los que ya hayas cometido.  ¡Despiértate, hermano mío, despiértate de tu letargo!  ¡Sé agradecido con tu Bienhechor!  ¡Actúa como católico verdadero!

Ve a la iglesia a ver y a escuchar lo que en tu lugar está padeciendo Cristo.  Entiende que la ingratitud atrae el castigo de Dios más bien que su misericordia.  No seas, pues, ingrato, sino agradecido.

La gratitud cristiana consagra el Triduo Santo para conocer más lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo por nosotros e impulsarnos a la penitencia, a la sincera conversión y enmienda de nuestra vida tibia y mediocre.

El JUEVES SANTO es el día en que el Señor Jesús antes de ir a su Pasión te dejó el Memorial de su Muerte.  Para aplicar los frutos de su Pasión a tu alma, instituyó el Sacramento de su Amor que es la Sagrada Eucaristía y el Sacerdocio para consagrarla.  Él dijo: “Haced esto en conmemoración mía”, para recordarnos lo que padeció por puro amor hacia los ingratos que somos; para comunicar a nuestras almas la santidad y el remedio contra el pecado mediante la digna recepción de su Cuerpo.

Y ¡tú irías a divertirte en ese día!  No sabes que Cristo dijo: “El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene la Vida Eterna y Yo le resucitaré el último día.  Porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida.  El que come mi Carne y bebe mi Sangre está en Mí y Yo en él” (San Juan 6, 54-56).  Y tú que pretendes ser discípulo de Cristo ¿por qué te privas del Pan celestial que sana, purifica, santifica y pacifica tu alma y tu hogar?  Si por tu culpa no aprovechas del remedio que Cristo te ofrece ¿por qué te quejas de tener problemas en tu vida, familia y trabajo?

El VIERNES SANTO es para que grites con y en la Iglesia misericordia para ti mismo y para todo el género humano.  El Viernes Santo es para que participes en las exequias de Cristo, escuchando el Evangelio de la Pasión y las Siete Palabras que son las últimas recomendaciones de Cristo, Nuestro Redentor.

Aprovecha el Viernes Santo para confesar con lágrimas tus iniquidades, lavar tu alma de la lepra del pecado con la Sangre de Cristo, participar en la Pasión de tu Salvador, para tener parte con Él en su victoria.

El Viernes Santo, sufrió Cristo para merecerte el ser librado del pecado que es el más horrible cáncer que pueda existir, y del infierno que es la más grande de las desgracias.

Y tú ¿irías de vacaciones con tantos otros neo-paganos quizás para matarte en el camino de la ingratitud?  El Viernes Santo es para que hagas el Vía Crucis, medites lo que padeció por ti tu Señor, para darte cuenta de lo que merece el pecado.

Lee los últimos capítulos de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, y mira la película “La  Pasión de Cristo” de Mel Gibson para que te des cuenta del precio que Jesucristo pagó para librarte del poder del pecado y del demonio y para hacerte hijo de Dios.

El Viernes Santo es un día de ayuno, abstinencia y penitencia; un día de silencio y de lágrimas, y de ninguna manera un día de playa, excursiones y placeres.

El SÁBADO SANTO es día de Luto.  Hombres y mujeres deberían vestirse con ropa de luto para acompañar a la Santísima Madre de los Dolores.

El Sábado Santo debería servir para meditar con espanto lo que merece el pecado, porque si al Justo que cargó con nuestros crímenes así se lo castiga, ¿que será del culpable si muere con su pecado?

En resumen, hermano mío, escucha a Dios mismo, que nos dice a cada uno de nosotros: “No tardes en convertirte al Señor, ni lo difieras de un día para otro; porque de repente sobreviene su ira, y en el día de venganza acabará contigo” (Eclesiástico, 5, 8).

Aprovecha la Semana Santa para convertirte al Señor, porque la sincera conversión y el verdadero arrepentimiento aseguran el perdón de los pecados; dan la paz al alma y —al fin— la Vida Eterna.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

buen dia ya salio la revista cabildo?
avisan por este blog?
un saludoo cordial
leonardo zona sur

Anónimo dijo...

viva cristo rey, lo demas que importa. daniel jorge

Anónimo dijo...

Gibson reflejó en "La Pasión" la cinta más apegada a la verdad que nunca se había filmado, además con toda la tecnología y arte disponible al momento.

Honró lo mejor que pudo las palabras precisas, en latín, griego y arameo, el texto verdadero de las Sagradas Escrituras.

Y cuando le preguntaron que si qué opinión o aprobación esperaba de Juan Pablo II, dijo que no le interesaba… sabedor de que se trataba de un usurpador.

Sólo recordemos que en latín/arameo, es fiel el texto a la petición de la chusma hebrea exigiendo la crucifixión a Pilatos, así como la solicitud de los hebreos deicidas: “¡caiga su Sangre sobre nuestras cabezas, y sobre nuestra descendencia!”…

Si Gibson (como varios quieren hacer creer) se hubiese burlado en "La Pasión", no hubiese retratado fielmente los hechos.

Y seguramente hubiese recibido un Óscar, además de la felicitación de Benedicto Ratzinger Tauber y sus hermanos mayores. Hasta lo hubieran declarado “justo entre las naciones” y le hubiesen dado la portada en el Oservattore Romano, en lugar de perseguirlo y ridiculizarlo.