lunes, 18 de febrero de 2008

Setenta años sin Don Leopoldo

HACIA EL
GRANDE LUGONES

¿Por qué Lugones, por qué? Cuando más te precisaba la Argentina que soñaste. Tus hijos en la poesía y en la Patria, prendidos al viejo tronco: “Débiles enredaderas, tronchado el mástil gigante, ¡donde izar nuestras banderas!” Confieso, que, no sin rubor, transcribo estos viejos versos de mi juventud dolida y esperanzada. Pero los escribí, más que con tinta, con lágrimas del corazón y con sangre del alma aquel fatídico 18 de febrero de 1938.

“¿Por qué Lugones, por qué?…” Habíamos cifrado tantas esperanzas en el viejo y querido maestro. Como una clarinada de combate, nos había convocado su llamada a la ARGENTINA GRANDE. Formábamos los escuadrones de vanguardia. Ya pisábamos los umbrales de la “tierra prometida”… y de repente cae el Paladín de la Causa nuestra y nos sentimos huérfanos de Patria.

Porque Lugones fue en un momento cumbre de la historia el corazón de este gran país, el representante fiel de esta Nación tanto en su grandeza como en sus miserias; en su vida fuerte y luminosa y en su muerte desdichada y trágica.

Al cabo de medio siglo de frustraciones y desencuentros que nos impidieron ser la Argentina que el gran poeta soñara, los hombres de hoy sentimos la misma angustia que aquellos muchachos románticos y esperanzados de la década del '30.

“La historia Argentina es la historia de las peleas de los argentinos, de las oportunidades perdidas y las frustraciones fatales. Hemos perdido lo mejor de nuestras energías en combatirnos los unos a los otros” nos dijo una vez Raúl Uranga.

Como a Unamuno le dolía España, Lugones estaba enfermo de argentinidad fracasada.

“Dejo inconcluso mi libro sobre Roca. Basta” y el cianuro puso punto final a su existencia lúcida en un recreo del Tigre.

Si es cierto que Lugones es unas representación genuina de esta Patria frustrada y anhelante, entonces la Argentina es un enigma que no se resuelve sino con el “serás lo que debes ser” sanmartiniano. Sería un desastre para la Argentina que olvidase a Lugonesnos decía con su peculiar estilo incisivo, vivencial y claro el Padre Leonardo Castellani, que fue uno de sus confidentes en los días postreros del gran solitario y que nos dejó una patética radiografía del alma profunda de este gran argentino en su famoso artículo para el diario “La Nación” y que intituló: “Sentir la Argentina a través de Lugones”.

En esta página vibrante de un poeta que habla de un poeta, de un patriota que admira a un gran patriota, Castellani hace decir a Lugones redivivo: “Llevé en mí la Patria entera como en síntesis genial; como la miel del panal lleva en gotas la pradera: en mi alma de virgen cera cofré este país fatal”.

Es menester recordar a Lugones y revivir su mensaje.

Es propio del hombre inteligente sacar provecho del pasado. No solamente rendir homenajes, sino acordarse. Viene del latín de la palabra cor: corazón, coraje. Es lo que nos hace falta para la gran empresa lugoniana que quedó trunca.

Lugones es una gran estampa trágica y heroica del hombre argentino que debemos ser… “o no seremos nada”.

Por eso muchos (por cobardía, por no comprometerse) quisieran olvidarlo o tergiversar su memoria.

Pero el gran maestro nos sigue enseñando: “La Argentina tiene un destino de grandeza y cada ciudadano debe asumir su responsabilidad histórica. Patria es una entidad colectiva para la vida dichosa inmejorable. La grande Argentina que debemos ser está en la hora de su destino: Ya ha llegado… El Martín Fierro expresa la vida heroica de la raza; su lucha por la libertad contra las adversidades y la injusticia. Es el arquetipo del hombre Argentino”.

Como Eugenio D' Ors, pensaba alto, sentía hondo y hablaba claro. Lo matamos todos, porque no lo merecíamos… “Tú, destructora tierra, tú misma lo has matado”.

Vio desmoronarse la cabecera del puente del lado de acá, pero no vio claro la cabecera eterna del otro lado. Pegó un salto y cayó al vacío… “Basta de mentiras que no han salvado a la Patria”. Se nos fue cuando más lo necesitábamos: “Yo no soy mas que un eco del coto natal que llevo en mí”, nos seguirá diciendo en sus “Romances de Río Seco”.

Y en la “Oda a los ganados y las mieses” seguirá cantando a esa base de la Patria que es la tierra y el hombre argentino que trabaja.

La poesía de Lugones es siempre un mensaje argentinista. Los pigmeos, los que no podían su estatura colosal, los demasiado pequeños que no hallaban ubicación en la Grande Argentina, los enanos del fracaso enredaron sus piernas para derribarlo y respiraron aliviados aquel 18 de febrero. Pero los que no hemos nacido para asistir impotentes a las exequias del ser nacional, los que no permitiremos la desintegración del país, los que cantamos el Himno como una consigna de vivir y morir como argentinos, los que no juramos en vano la Bandera, todos aquellos muchachos que lloramos lágrimas de sangre en 1938, hoy levantamos la frente para erguirnos ante esta cumbre de Argentinidad y recoger su bandera: “Hay que ennoblecerse de montaña y volver hasta el llano con ojos nuevos para ver la Patria”.
R. P. Luis Jeannot Sueyro



Él se salvó a último momento
—Dios no olvida a sus hijos escritores
y perdona los más graves errores
tras un segundo de arrepentimiento—.

Ugopoleón del Sol (sobra el acento):
tú que ves los divinos resplandores,
por tu tierra sumida en los horrores
pide el tronar feroz del escarmiento.

Que en el reloj despunte la alborada,
y traiga ya la hora de la espada
rubricada con pluma leopoldina.

Puesta de pie, por fin, la Patria Fuerte
verán tus ojos por sobre la muerte
lo que soñabas: la Grande Argentina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un bell morire tutta la vita honora y contrariu censu, lo contrario. Es el caso para mi.
Enzo Pascal