NEO-RACISTAS
El diario “La Nación” ha publicado sendas notas relacionadas con aflictivos brotes antisemitas. Una de ellas (del 13 de octubre) versaba sobre la acusación de la DAIA contra Mario Vargas Llosa, por artículos intolerables publicados en el mismo diario, donde resumió las impresiones recogidas durante un recorrido de dos semanas por Medio Oriente.
El antisemitismo y el antisionismo del referido escritor —dijo el presidente de la DAIA— es parte de una ola antisionista que se está propagando en Europa. Vargas Llosa ha incurrido en insólita fobia, consistente en preguntar si el retiro de Gaza será una maniobra dilatoria del premier israelí Ariel Sharon, cuestionando al mismo tiempo el muro levantado por Israel para aislar a la población palestina. De esta manera el novelista viene a engrosar la lista de literatos antijudíos que tiene la DAIA, encabezada, como se ha de recordar, por Shakespeare (por El mercader de Venecia).
MODESTIA APARTE
La otra publicación (19 de octubre) es un reportaje efectuado con clásica equidistancia por Juana Libedinsky al premio Nobel de la Paz de 1983, don Elie Wiesel.
Hace notar la sutil periodista, la humildad del entrevistado, distinguido con la medalla a la Libertad de los Estados Unidos, la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa y ganador del premio Medicis a las letras. El cual, dicho sea de paso, no recuerda siquiera adónde habrá metido su mujer el diploma del Nobel; pudiéndose pensar lo mismo del importe monetario recibido. Ni una foto con los famosos personajes que lo suelen visitar, ningún recuerdo que interrumpa la decoración, llamativamente espartana. Su sencillez exquisita es tal, que en la llamada para obtener la entrevista él mismo atendió el teléfono y se presentó con llano y original humor como “el secretario de mi secretario”.
Y no pudiendo disimular la importancia de su egregia personalidad con una profusión de disculpas, Wiesel cada tanto debió interrumpir la charla para atender llamadas urgentes desde Israel. De cada una de las cuales retornaba preocupado pero con ilusión. El gran problema era Arafat. Y ya muerto ese gran corrupto, ahora sólo falta un gesto palestino para la paz.
Lo más duro, comenta el modesto entrevistado, es que la crítica despiadada incluso compara a Israel con la Alemania nazi… Muchos periodistas y analistas —dice— perdieron todo control al narrar lo que pasaba durante la primera intifada. Ver a unos chiquitos armados con piedras, enfrentando a unos tanques, es un espectáculo tramposo preparado para hipnotizar a cualquiera. Con semejantes artilugios es fácil criticar a los soldados israelíes, juzgando más duramente a los que mandan a tales soldados que a los que mandan a sus hijos a la línea de fuego…
(De los ataques violentísimos y el prolongado sitio de Belén con los balazos a la imagen de Nuestra Señora, discretamente no dijo nada; lo mismo que de la masacre de Jenín y los asesinatos selectivos y las voladuras de los domicilios de familiares de presuntos terroristas).
En otro pasaje no menos conmovedor, Wiesel recordaba a François Mauriac, a quien acudió en su juventud para conseguir una entrevista con Mendez France. Pero el escritor francés sólo hablaba de Jesús. Cuando “yo le sacaba el tema de Mendez France me decía: Está sufriendo como Jesús”. En un momento no aguantó más y emulando al gran rabino Meir Lau (el de la aversión a la Cruz) le dijo: “Basta del sufrimiento de Jesús. Yo he visto en los campos de concentración chicos, miles de chicos judíos sufriendo así, y de eso no hablamos” (sic). Lo importante es que Mauriac ante semejante cuadro se puso a llorar desconsoladamente, como jamás Wiesel vio llorar a un hombre. Seguramente por haber osado sobreestimar los sufrimientos de “Jesús” en comparación con la experiencia del ilustre sobreviviente de Auschwitz y otros campos de concentración. En fin, a raíz de este episodio inolvidable vino a decidirse a escribir su narrativa sobre el Holocausto.
Finalmente, para atenernos a lo sustancial de la entrevista, el premio Nobel de la Paz recordó que en materia de derechos humanos la situación actual de la Argentina es mejor (sic): “Yo fui seguido —agregó— cuando Timerman estuvo preso, para tratar que lo liberaran”. (Faltó aclarar si las visitas fueron en la casa de Timerman, conforme al privilegio que le fue concedido por el gobierno genocida).
¿Pertenecerá a la “ola antisemita y antisionista” rechazar la insolencia de este infeliz Premio Nobel, al referirse a Nuestro Señor Jesucristo como lo ha hecho? ¿No se deberán estos abusos a la práctica de no acercarlos a la Verdad sino halagar a quienes rechazan a Cristo, como la DAIA o la B’nai B’rith o Marcos Aguinis? ¿No ayudará a ello la participación en reuniones (como la del Año Nuevo judío o de seminaristas con rabinos) con el diplomático cuidado de no confesar a Nuestro Señor Jesucristo por su venerable Nombre? Sería importante al respecto, una palabra clarificadora del Cardenal Primado o su vocero. Porque sin entrometernos en lo que no nos compete, es imposible olvidar lo que nos dijo a todos Jesucristo, en San Mateo X, 22 y subsiguientes:
“A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial; mas a quien me negare delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial”.
Juan Olmedo
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