sábado, 10 de enero de 2015

El habla de nuestra tierra


GENÉRICOS

Según la OMS, un medicamento genérico es aquel se vende bajo la denominación del principio activo que incorpora, siendo suficientemente bioequivalente a la marca original, es decir, igual en composición y forma farmacéutica y con muy parecida biodisponibilidad que aquélla.
 
Como desde hace unos años se estableció que los médicos debían extender sus recetas no con nombres de medicamentos en particular, sino con el genérico de la droga prescripta, para evitar que el paciente fuera cautivo de un laboratorio en especial, la palabra hizo fortuna y se popularizó. Ahora casi todos aprendimos, a fuerza de recetario, qué diablos es “un genérico”.
 
Sirva esto último para repreguntarnos, hablando de la palabra en sí misma: ¿qué diablos será una palabra genérica? Con pasmo se ve cómo van ganando terreno, en detrimento del lenguaje sano, liso y llano. Del castellano llano, diríamos jugando con la rima.
 
Hay palabras que, vaciadas de su contenido, saqueadas de su acepción original, liposuccionados sus significados, terminan convirtiéndose en genéricas, para uso de cualquier patán, con o sin guardapolvos. Nos recetan estos genéricos en posología abundante. Repasemos brevemente las tres más comunes.

Fascista.  Tan emocionante vocablo, con su abaratada versión (para uso popular) “fachista”, ya no equivale al seguidor y simpatizante de Don Benito, aquel hombre que a decir de Pío XI “había devuelto Jesucristo a Italia e Italia a Jesucristo”. Ahora, por esas zarandajas de la comunicación, el fascista puede serlo de derecha o de izquierda, a diestra y a siniestra de la mesa electoral. Durante el califato riojano, se escuchaba repetidamente que Menem era fascista, dicho sobre todo por los micrófonos de Radio Belgrano (“Belgrado”, en feliz término de un pícaro gordito) y la felizmente fenecida revista “Humor”. Con el tiempo, supimos que Stalin había sido fascista, al igual que Fidel Castro, Franco, Colón y Diana Conti, nombre agregado en última instancia a este listado sólo para incomodar a los anteriores personajes mencionados. Todos son fascistas, lo que equivale a decir que nadie lo fue o que por sólo hecho de nacer una persona lo es. Pregúntese entonces qué ideas defiende el fascismo, teniendo en cuenta las que profesaron los nuevos -y viejos- fachistas, y el genérico habrá cumplido su objetivo.

Progresista. La conmovedora batalla de todos los políticos por autoproclamarse “progresistas” lleva a recordar un pezzo di bravura de Álvaro Alsogaray, liberal de toda la vida, quien no podía ser sospechado de socialista. Pues bien, en un reportaje radial, el fundador de la UCeDé sostuvo que él “era más progresista que nadie”, ya que “el verdadero progreso humano es que la humanidad avance y viva mejor, lo cual sólo es posible en una sociedad liberal”. Si por un platillo de la balanza tenemos a Don Álvaro -¡lo que es la fuerza del sino!- postulándose para progre, y por el otro hay un tiroteo constante de gentes que se acusan de que los demás NO son progresistas como pretenden serlo, también podríamos pensar que será difícil encuadrar qué sea el progresismo. Genérico nuevamente eficaz, y palabra diluída.

Patria. Si “la patria es espíritu” como quería Ramiro de Maeztu, difícil será encarnarla en una sola persona, por más genial que sea. Quizás sabedores de esto, los recetadores ahora nos expiden esta fórmula en dosis mayúsculas: “la patria es el otro”, como haciéndonos pensar que todos lo son. Todos (no todas, suerte de feminismo genérico también en boga gracias a la falsa boga) serían no ya la patria sino la Patria: Kunkel, Boudou, Zannini, el supuesto Ausente del 27-O y la mismísima Gils Carbó encarnarían a la Patria, vuelta un Frankenstein espantoso. O un franKenstein, para mejor mayuscular. La cuestión es evidente: si esos otros son la patria, ¿debe defenderse esa patria? ¿Será que la patria sólo son los partisanos de La Cámpora, y no -por ejemplo- los miembros de “Radio Buitre”? Genérico que disuelve un país en un vaso de agua mineral importada de Francia.

Basta ya. Cada cual podrá -si consiente en perder unos minutos en esto- añadir más ejemplos a la lista. O bien, si quisiera darse un baño de sensatez, en dejar de incorporar estas palabras genéricas en tan subida dosis, para volver a las palabras comunes, las de antes, las de siempre: las de heri et hodie. Si rechazamos las palabras vaciadas de hoy en día -galimatías perverso, jerigonza babélica que por definición es castigo a los constructores de una torre sin Dios- podremos volver a pronunciar palabras veraces que sean eco de la Palabra. Recordemos que entre tanto vocablo infeliz, que enferma y condena, aún nos queda el recurso -a pesar de los bergoglios del mundo moderno- la posibilidad bendita de volvernos hacia Aquel que, con sólo decir una palabra, bastará para sanarnos el alma.

Álvaro M. Varela
  

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Brillante! Muchas gracias
Tq

Anónimo dijo...

Muy bueno el artículo del sr. Varela.Según he podido comprender en mi vida el componente de que la Patria es un sentimiento, es el esencial. Y no necesito dar explicaciones.
Respecto de las expresiones facho y demás que usa el periodismo, hay que pensar que el periodista medio es un orate iletrado que por lo general es además un resentido.No valen un salivazo.
Para terminar cpmento que desde hace muchos años, cuando me preguntan la ideología que tengo digo lo siguiente: "facho, ultramontano, reaccionario y mediavalista, y mi linbro de cabecera son las famosas veladas de San Petersburgo"En general mi franqueza es admirada, pero las mas de las veces, la mención de aquellas veladas del Conde sume a mis interlocutores en una especie de razonamiento de este tipo " que carajos este debe saber de lo que habla!
PACO LALANDA

Anónimo dijo...

¿Tan bajo cayeron los "nacionalistas católicos" de Cabildo, que siempre publican los burdos comentarios del inefable "Paco Lalanda"?

¡Dan vergüenza ajena, compatriotas!

Edgardo Tedesco
DNI 14.540.141