martes, 13 de enero de 2015

El habla de nuestra tierra (II)


LAS PALABRAS
EN LA ARGENTINA
 
Vamos a ver qué pasa con las palabras en la Argentina : ciertas cosas que se llamaban de una manera, hace tiempo algunos han comenzado a llamarla de otra.
 
· Desde hace tiempo, dejar en libertad a ladrones y asesinos es considerado por ciertos abogados un acto de respeto por las garantías judiciales.
· La comisión de un delito con perjuicio de cientos de miles de personas, es designada por algunos periodistas en sus noticieros como una manifestación social.
 
En el primer caso, el delincuente termina siendo, en tanto delincuente, objeto de respeto. En el segundo caso, el delito, en tanto delito, acaba siendo considerado una manifestación. Abatir a un malviviente, en cambio, nos parece de movida algo chocante: algunos periodistas –antes de averiguar si la Policía cometió exceso o no– llamarán a este abatimiento un caso de gatillo fácil. A priori, los delincuentes son “inocentes” y las fuerzas de seguridad son “represoras”. En esa atmósfera vivimos y respiramos.
 
Un alumno –quizá nuestro sobrino, un conocido, el que sea– se lleva una materia o reprueba un examen. ¿Y qué piensa espontáneamente mucha gente? Sin conocer nada del caso, piensan: el profesor abusó de su poder. Sólo después de varios filtros, a alguno se le ocurre que, quizás, Pedrito no estudió lo suficiente. Pero, ¿cuál es la primera reacción? Para muchos, considerar al docente una suerte de represor. He aquí la palabra mágica. Nos decimos a nosotros mismos esa etiqueta y ya está: serruchamos una infinidad de posibilidades bajo la tiranía de un único caso.
 
En la Argentina de hoy y desde hace un par de años, todo lo que signifique un límite o tan siquiera una demora del asesinato de un niño en el vientre de su madre, es astutamente denominado por los grupos feministas como violencia de género. Salvar una vida prenatal se convierte en algo injustificable: vivimos en una época en que salvar la vida de un bebé es señalado por algunos como “violencia contra una mujer”.
 
Y la cosa sigue. Fijémonos:
 
· Si amo a mis hijos y por eso los corrijo cuando se equivocan… soy autoritario.
· Si admito el consumo de marihuana y, por supuesto, todas sus consecuencias sobre la conducta… soy abierto.
· Si acepto que drogarse es un derecho… soy un tipo de mente amplia.
· Si no quiero que se promocione la homosexualidad a mis hijos… soy intolerante.
· Si creo íntimamente que la sexualidad no es una construcción social… soy homofóbico.
 
Muchas de las cosas que nos pasan tienen lugar porque estamos fuera de la realidad. Y estamos fuera de la realidad porque pronunciamos palabras tramposas. Se trata de una cárcel pero no una cárcel física sino mental.
 
Nadie quiere respirar el aire carcelario ni ser un presidiario. Pero para poder respirar otro aire, no queda otro camino que decir las cosas como son. La pregunta es: ¿qué queremos? ¿Queremos ser libres? ¿O queremos seguir hablando mal y ser colonizados mentalmente? He aquí una decisión cuya responsabilidad no podemos eludir.
 
Juan Carlos Monedero (h)
 

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace décadas, en una reunión informal un gerente de Austral (cuando todavía existía y había espereanzas de futuro), joven pero no tanto, a un par de horas de conocerme me dijo :"te tengo caladol vos sos de los tipos que se peinan con gomina, van a la oficina con corbata, se levantan temprano, se emocionan con el himno y respetan a la madre. Me das pena, facho"
El artículo de mas arriba me hizo acordar esta vieja anécdota.
PACO LALANDA

Anónimo dijo...

en sìntesis. en argentina, lo que sobran son palabras, con buena o mala formulaciòn. castellana extanjera o de cualquier otra ìndole. contrario sensu - la naciòn se extinguió y la sociedad disuelta està. parole parole parole.- daniel

Cristian Rodrigo Iturralde dijo...

Muy bueno, Juan Carlos. Abrazo. Cristián

Anónimo dijo...

¡¡Excelente artículo!!
Tenemos el triste privilegio de ver la puesta en práctica de las ideas de Gramsci, y comprobar que por desgracia funcionan... Comenzó con la sutil destrucción de la enseñanza católica, de manera que las masas, en su ignorancia, no ofrezcan luego resistencia, y siguió con el sistemático adoctrinamiento desde el cine, la televisión y la radio, sin olvidar los medios gráficos.
Muchas palabras y frases se podrían agregar al listado: "interrupción del embarazo", "salud reproductiva" y "derecho a decidir sobre el propio cuerpo" en lugar de aborto u homicidio de un inocente agravado por el vínculo; "matrimonio igualitario" en lugar de sexo contra-natura; "eutanasia" en lugar de asesinato del enfermo terminal; sin olvidar las omnipresentes "identidades de género"; "ampliaciones de derechos" y "libertades individuales", como así también las palabras y frases negativas: la "discriminación"; el "genocidio"; el "terrorismo de Estado" y el "fundamentalismo". Cualquiera que haya estudiado un poco de psicología se tendría que dar cuenta que le están aplicando el más burdo lavado de cerebro. Pero saben qué..., pocos se darán cuenta. No creo que por medios naturales se pueda volver a La Verdad en la situación actual (tan perfectamente planificada). Sólo resta confiar en los Medios Sobrenaturales, que como sabemos, son infinitamente más poderosos.
Saludos en Cristo.
GDL

Anónimo dijo...

Qué cretino el gerente de Austral, pobre... El artículo, muy bueno.

Martín M. dijo...

Los dos primeros puntos se relacionan con la entrada en vigencia durante el infame menemismo de la Reforma Constitucional (avalada por oficialistas y opositores, demostrando parejo servilismo ante el poder mundial) y su adscripción esclavizante al “Pacto de San José de Costa Rica”. La irrealidad en que vivimos está atada al antinatural orden gramsciano que impera en los factores de poder local. Como es un orden artificial, se da de patadas con las situaciones cotidianas, basta con cotejar las experiencias diarias que nos tocan vivir (o padecer) con “lo que se dice” en los ámbitos institucionales.
El relativismo se cuela en la sociedad, se filtra en las mentes sutilmente a través de la “simpatía”, de mostrar al principio pequeñas transgresiones como algo “piola”, y mostrando a quienes se oponen a esas mínimas transgresiones como “dinosaurios”. Para ello es indispensable el concurso cómplice de los conductores de masas, especialmente los grandes medios de comunicación. Así, los ’90 nos enseñaron, TV privada mediante, la palabra “transgresor” como un valor ponderable positivamente; y de allí en más, a salto de caballo, ir transgrediéndolo todo. De la simple “puteada” televisiva pasamos a mostrar generosamente la anatomía femenina, después a romperle el auto al vecino (recuerden las “joditas para Tinelli”), y de ahí en más ya fuimos llegando a la glorificación y posterior sacralización de la homosexualidad, la victimización del delincuente (y, en contraposición, la denostación de la policía) y la permisividad y el elogio a las drogas. Se podría ilustrar todo esto con miles de ejemplos, desde la televisión soez, las canciones “contra el sistema”, etc.
No es casual que estemos fuera de la realidad y pronunciemos palabras tramposas. A lo largo de estas últimas décadas ha habido un trabajo importante en esa dirección por parte de los “intelectuales orgánicos”, una siembra decidida que ya está recogiendo frutos en las generaciones más jóvenes, aturdidas por la machacona propaganda mediática que las lleva a autodestruirse física y mentalmente.
Hasta aquí el diagnóstico. ¿Soluciones? Quizás, tratar cada uno desde sí mismo de sembrar semillas en su propio ámbito familiar, pueda ser una base para romper la trampa que nos han tendido. No es tarea fácil, implica también un cierto nivel de “aislamiento” de la locura a la que nos vemos sometidos diariamente. Pero al menos es deber nuestro llevar adelante la protección de nuestros seres queridos explicando y discutiendo estas cosas en nuestro hogar.