Puede ser que pase en otras partes, pero yo vivo en Córdoba. En Córdoba, la Insoportable. Cierto que no es la primera vez que los ciudadanos somos atormentados por el gobierno y por el desgobierno, aunque pocas veces se acumulan tantos males simultáneos:
- Emergencia hídrica: no hay reservas de agua por falta de previsión y de inversión: verano en seco.
- Emergencia energética: no hay electricidad por falta de previsión y de inversión: seis horas diarias programadas sin luz, día tras día, semana tras semana.
- Emergencia sanitaria: muy restringidos los servicios hospitalarios, por ilegalidad de contratos y empleos, y por falta de compras de insumos.
- Emergencia educativa: no hay clases por falta de aumentos a los docentes (sobre todo a las docentas [1]).
- No hay transporte por falta de garantías contra el vandalismo popular o por demora en los aumentos del boleto.
- No hay servicios públicos por huelga municipal: meses y meses sin prestar servicios a los vecinos, semanas enteras dedicadas a demoler instalaciones y equipos, destruir oficinas, amedrentar transeúntes, apedrear comercios, y otras manifestaciones del derecho constitucional de huelga.
Todas las sinrazones, los abusos, los abandonos, las carencias y los aumentos de precios, están de moda en los informativos de “los medios”. Todas las críticas, todas las denuncias, todas las puteadas, están de moda en cualquier parte donde se reúnan dos o más vecinos. Nunca el humor popular fue tan malo, tan exasperado: quienes vivimos el “cordobazo”, sabemos que el odio ideológico se concentraba en la militancia marxista y en sus simpatizantes, pero que gran parte del pueblo lo miraba pasar desde su indiferencia. Ahora no: han desaparecido todas las voces progubernamentales o las que muestran moderación: sólo se escucha el insulto.
Y yo me pregunto: ¿quién votó a estos infelices que ocupan cargos de gobierno, pero no gobiernan? Quizá sean absolutamente inútiles: no sirven ni para rellenar agujeros en las calles (digo, no que ellos trabajen en taparlos, sino que los funcionarios fueran usados de relleno). Pero la gente no lo cree: aseveran todas las voces que, esta realidad espantosa se debe a la rapiña de los gobernantes. En esta democracia y “estado de derecho”, gobernar es hurtar, y ocupar cargos públicos es cobrar sin cumplir obligaciones. En todo caso, jorobar al pueblo y engordar el mal común.
Quienes trabajan o se relacionan con las oficinas públicas, acumulan relatos de compras fraudulentas, coimas, maltratos, abusos de poder, prepotencia desobediente de empleados que amedrentan a sus jefes, sabrosos asados diarios en horas y lugares de trabajo, con guitarreadas y bailongos, inclusive; etc. etc. Que dijo Cervantes: “P… la madre; p… la hija; p… la manta que las cobija”. (Aclaro: la manta es la constitución)
Si se intenta comprender la realidad, comparada con la administración pública de treinta años atrás, se concluye en que los fraudes, las coimas, los asados y la prepotencia, son parte del casi el único ámbito de poder de decidir que tienen los que se dicen gobernantes, porque cualquier decisión que afecte realmente el orden público les está vedada: sus mandantes no les permiten decidir en nada que pueda afectar sus intereses.
El más tonto prejuicio que ciega a los pobres argentinos, víctimas y cómplices de sus propios males, es creer que la mayoría —o al menos, la primera minoría— otorga mandato a quienes van a “gobernar”. Que el “poder” se asienta en “las bases”, es decir, que cuantos más sean cuantitativamente los votos favorables, mayor será la autoridad del que gobierne. Que cuantos más sean los que no tienen ningún poder y transfieran tal ningún poder al gobernante, mayor será el poder recibido por éste (?). Pero como el absurdo y la contradicción no salen en los diarios ni por la TV, nadie se da cuenta.
¿Cuándo entenderemos que las “autoridades” constitucionales, nada deben al pueblo, porque el pueblo nada les da ni tiene para darles, más que su esclavitud mental y laboral? ¿Cuándo pensaremos que los votantes tontean entre los candidatos impuestos por las mafias partidarias? ¿Cuándo advertiremos que no podemos votar o elegir a quien queramos, sino que hemos de optar entre los títeres que los auténticamente Poderosos imponen a los partidos?
Nada más ajeno a la real voluntad del pueblo que esta democracia. Gobierno de mafiosos, por las mafias y para las mafias internacionales. Recuerdo que ya los gobernantes militares del Proceso (1976 – 1983), cuando veían una medida de gobierno que servía al bien común, decían: “¡Esto es lo que hay que hacer!... Pero no se puede. ¿Se imaginan la que se armaría? ¡No quedaría nadie!” El gobierno militar temía las represalias de la prensa, de los gerentes de empresas extranjeras, de los banqueros, de los representantes internacionales, de las organizaciones de “derechos humanos”, etc. etc. Únicamente no temía a los pobres argentinos.
Y los gobernantes democráticos, ¿a quién pueden temer? No a la “Justicia” o lo que hace sus veces, porque es parte del régimen. No a los votantes, porque todo voto puede ser comprado, y cuanto más crece la miseria, los votos se venden más baratos. No a la oposición, cuyo máximo interés no es gobernar, sino conquistar un sitio para, desde él, vender su apoyo a la delincuencia gobernante… ¿Y?
El “gobernante” democrático solamente puede temer a los Financistas de la Deuda externa, porque de ellos reciben el mandato. La máquina de poder y control mental de poblaciones, es la que administra el mundo y designa a sus títeres como “gobernantes de estados soberanos”. Soberanos en el papel, único soporte real de las constituciones. Y la Máquina los pone para que jueguen de bomba aspirante impelente, extrayendo el beneficio del trabajo argentino para sus propias arcas.
Nada más estúpido que repetir idioteces como “soberanía popular”, “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Más allá de las contradicciones y los absurdos teóricos de tales espantapájaros, ¿nada vale la experiencia de los pueblos? ¿Cuándo los argentinos hemos estado peor que tras veintiséis años de democracia constitucional? ¿Nadie se da cuenta? ¿Nadie conecta el efecto con la causa? ¿Siempre contumaces en el error, “como el perro que vuelve a su vómito”?
¿Córdoba está maldita? ¿No hay más salida que aconsejar a los hijos que se exilien, que se radiquen en otro país, que se fuguen de esta democracia insoportable?
Refrán y ciencia Ética dicen que “en el pecado está la penitencia”. No son dos cosas separadas: uno solo es el bien que se pierde al pecar, y su falta nos atormenta. Pero el sufrimiento resultante no es purificador y reparador, a menos que sea confesado el pecado con arrepentimiento y retractación, y que se acepten las dolorosas consecuencias como expiación. Eso lo sabían los pobladores de la Córdoba cristiana, por lo menos, antes de la “Reforma Universitaria del ’18”, epígono de la Revolución Bolchevique de Rusia en el ’17. Y lo temían los argentinos cuyas conciencias procuró tranquilizar Esquiú, tras el pecado nacional de apostasía en la Constitución de 1853.
Pero aunque el pecado está presente y sufrimos sus consecuencias, nadie se acuerda de confesarlo, de arrepentirse y de pedir perdón. Así no vale como penitencia, se desperdicia este anticipo del Purgatorio, y se encamina, cada vez más parecido, hacia el Infierno. ¿Por qué Dios no nos ayuda en la guerra que nos hace el gobierno constitucional? A Santa Teresa respondió Jesús: “Teresa, Yo quise: los hombres no quisieron”.
Marcial Castro Castillo
Córdoba (R. A.), Enero de 2010.
Córdoba (R. A.), Enero de 2010.
[1] Aunque yo pienso que el cierre de estas escuelas y la huelga de estas docentas, son un gran beneficio para los niños. Pero la gente tiene el prejuicio de que la escuela educa.
2 comentarios:
Y bue! que vamos hacer negrazo!
Yegua es más o menos parecida al burro cordobes?
Un abrazo
Excelente nota. Aborda certeramente la causa eficiente de la desgracia cordobesa, que es además la causa de los males de toda la Nación: la democracia.
Y con esta perversa forma de gobierno la partidocracia, esencialmente inmoral, corrupta, falaz, ignorante, ambiciosa, delictiva y descreida.
Y para que estos marginales imperen y prosperen a su voluntad se necesita la majada, el rebaño estupidizado por las consignas, irracional como hincha de fútbol, que en cada elección concurre a llevar su voto para consagrar a esos desgraciados que se burlan del elector guiados por sus apetitos insaciables.
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