miércoles, 10 de febrero de 2010

Hacia la Grande Argentina


LA HORA DEL DESTINO

El estado actual de cosas no tiene remedio en el comicio; pues corrompida ya la masa electoral por los demagogos, toda propaganda para conquistar su mayoría es una sobrepuja de ofertas, conducente a la agravación del desorden. Para salir del obrerismo gubernista, hay que caer en el socialismo, mucho peor. Así, vémoslo proponer como remedio a la carestía que las últimas medidas financieras del gobierno acentuarán, un aumento general de sueldos; es decir más dilapidación burocrática. Los grupos llamados demócratas y conservadores entran igualmente a la sobrepuja. Sus programas pueden sintetizarse en dos propósitos: más electoralismo y más comensalía parásita de la riqueza nacional. La identidad defínese mayormente en el aderezo con las consabidas trufas: odio al ejército, extranjerismo, feminismo; o sea otros tantos elementos de indisciplina y perturbación social. Es evidente, pues, que los políticos no pueden hacer otra cosa; pero no es menos indudable que ello nos condena a seguir de mal en peor. El único remedio está en acabar con la política.

Las antedichas vacaciones consistirían, pues, en suspender el funcionamiento del congreso y las legislaturas provinciales; abolir la municipalidad electiva de la Capital; sustituir a los gobernadores y legislaturas de provincia por comisionados administrativos; remover a los jueces cuya ineptitud técnica y moral declarasen, previo sumario, los altos tribunales de apelación, comisionados al efecto; reducir los empleos a lo estrictamente necesario, separando de ellos a los extranjeros, salvo cuando desempeñen funciones técnicas; transformar los altos puestos de la Nación en cargas públicas, sin más compensación que la necesaria para vivir decentemente; expulsar a los extranjeros perniciosos, aunque tengan carta de ciudadanía; confinar a los delincuentes con más de dos reincidencias.

Todo el dinero ahorrado mediante la suspensión y abolición de poderes y oficinas, aplicaríase a la instrucción pública, la salubridad, el fomento industrial y agrario, y la reducción de los impuestos al consumo y a la vivienda. Sólo la supresión del doble impuesto al consumo que las provincias han ido estableciendo desde 1912, es decir durante el período demagógico, para costear sus gobiernos inútiles, reportaría un alivio de cincuenta millones anuales a puro beneficio del comercio y del pueblo. Las obras públicas emprendidas, la colonización y el incremento fabril, ofrecerían trabajo a los empleados cesantes cuya situación iría resolviéndose con prudencia para no crear situaciones desesperadas.

Instituiríanse privilegios familiares según el número de hijos y las entradas del hogar; estableceríase como un servicio público de orden social y no de beneficencia, la asistencia materna y prenatal; y declararíase contravenciones punibles, de condena efectiva, la ociosidad y la vagancia.

Leopoldo Lugones
(Tomado de su libro “La Grande Argentina”)

No hay comentarios.: