jueves, 4 de junio de 2009

Religiosas


ESTERILIDAD, ¿PROVOCADA?

Extraño en verdad es el mapa de las devociones populares argentinas. Me refiero a las de sentido más o menos religioso, y no a las idolatrías de los fanáticos del futbol, de la democracia o de los astros de TV. Nadie tan venerado como la Santísima Virgen: Itatí, del Valle de Catamarca, de la Merced tucumana, Luján, del Rosario, del Milagro, de San Nicolás, etc. Innegablemente difundidas, las grutitas botelleras de la Difunta Correa y, últimamente, la proliferación de banderas rojas por el Gauchito Gil, y otros por el estilo, únicos personajes criollos en el devocionario. No hay Santos de verdad, locales. ¿Qué Iglesia próxima a los quinientos años no ha producido ni un Santo canonizado?

Un pueblo entra en la Historia —la única historia real: la Historia de la Salvación—, cuando recibe a Jesucristo, Señor de la Historia. En la era cristiana, entra cuando Cristo se hace realmente presente en la Eucaristía celebrada en el territorio patrio. Me parece que Solís, en 1516, no alcanzó a hacer celebrar la Santa Misa; seguramente con Magallanes, en la invernada de 1520, Nuestro Señor tocó tierra argentina; y con capilla y capellanes conocidos, en 1526, se afincó con Gaboto en Sancti Spiritus. La llegada del Señor de la Historia en la Eucaristía es la fecha de nacimiento histórico de la Patria, aunque los no argentinos crean que no tenemos doscientos años todavía.

Poco después de los capellanes militares y de los misioneros, llega la Jerarquía, perfeccionando a la Iglesia; y, junto con las Armas, estructurando la columna vertebral de la constitución real de la Nación. En alrededor de quinientos años, muchos héroes y ningún Santo canonizado, que sea nacido, educado y muerto en Argentina. ¿Iglesia estéril? Hay procesos en marcha, aunque algunos, como el de Esquiú, pueda tropezar y vacilar por el apoyo circunstancial que dio a una constitución descristianizadora de la Patria, aunque después, él mismo haya lamentado y criticado las consecuencias históricas del error —corrección a veces olvidada por muchos de sus hermanos—. Esa dificultad se debe a que parece menos complicado verificar la santidad privada que la de la vida pública. Es más fácil instruir el proceso canónico para el miembro de una comunidad religiosa, dada la minuciosa observación de sus costumbres que suele practicarse en la intimidad de esas comunidades, abundante en testimonios directos. Mientras que para un ama de casa, o un padre de familia, sin congregaciones ni autoridades interesadas en impulsar la causa, debe ser mucho más difícil reunir pruebas. Por eso, debemos suponer que, en casi cinco siglos, muchos han ido al cielo, aunque no haya sido investigada su santidad.

Las que se han demostrado más fáciles y directas, son las causas por martirio. Así, las de los Mártires Rioplatenses —San Roque González, San Alonso Rodríguez y San Juan del Castillo—, aunque lentamente, prosperaron. Con criterios de división política anacrónicos, se considera paraguayo a San Roque, pese a que entonces el Río de la Plata era todo uno. Juan Pablo II, en el nº 37 de “Tertio millennio adveniente”, recomendaba respecto de las causas por martirio: “En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi «militi ignoti» de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios… es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria”.

Efectivamente, la Iglesia Mexicana, hostilizada y perseguida por la democracia atea y sanguinaria, supo reunir y promover lo necesario para la beatificación de muchos Mártires Cristeros. También lo hizo la Iglesia Española, aunque bajo la protección de la Dictadura, para que ahora estén siendo canonizados o beatificados algunos de los miles de mártires asesinados por otra de esas democracias, tan constitucionales cuanto genocidas; entre ellos, San Héctor Valdivielso, argentino de nacimiento, pero mártir español.

En Argentina, el tema de los martirios es muy complicado, porque casi siempre los mártires han sido víctimas de los gobiernos o de las ideologías gobernantes. Cuando el liberalismo hacía la guerra para imponer a sangre y fuego un simulacro yankee o masónico de constitución extranjera, muchas de las víctimas, que cayeron bajo la bandera de “Religión o Muerte”, fueron considerados muertos políticos, ignorando el carácter doctrinal y religioso de las diferencias en conflicto. Y parece que así conviene seguir considerándolos, desde Anás y Caifás, que recomendaban la muerte de un Hombre por todo el Pueblo, para no disgustar a los políticos. Cuando los jerarcas religiosos están más comprometidos con los Gobernantes que con Dios, los mártires de las persecuciones no pueden ser reconocidos como propios, ni menos canonizados. Y bueno: no será el discípulo mayor que el Maestro.

Lamentablemente, todavía no hemos sido convocados por la Jerarquía argentina para testificar en los procesos que, a solicitud del Papa Juan Pablo II, han de haberse iniciado por tantos asesinatos de católicos militantes a manos de liberales y de guerrilleros marxistas. Lo que complica algunos de estos casos, concretamente los de Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Saccheri, es que los mismos asesinos (que hoy gobiernan, por sí o por sus camaradas terroristas), dejaron documentado el odio a Cristo por el cual los mataron, y que define formalmente al martirio. Pero temo que estos testimonios hayan sido olvidados, en medio de las dificultades de la hora presente.

Debe recordarse que, en la misma Europa, a sesenta años de la victoria de los invasores norteamericanos, y bajo la ininterrumpida ocupación, aunque sea a través de sus delegaciones (o “democracias” a imagen y semejanza yankee);aún hoy digo, es más fácil el proceso de un Maximiliano Kolbe, víctima del nazismo, o de un Conde–Obispo von Galen, opositor a Hitler, que los de innumerables víctimas asesinadas por los Aliados invasores que acabaron con la cultura cristiana y la sustituyeron por este materialismo ateo que se usa. Si por los frutos conoceremos el árbol, los frutos de la invasión yankee–comunista a Europa, y su imitación entre nosotros, no son moralmente mejores que el nazismo. Calcúlese entonces, que si en aquella época era viable para un Obispo oponerse a Hitler, cuánto más dificil ha de ser hoy, enfrentar a la democracia constitucional argentina, que al nazismo. Cuánto más temible y terrorífico sería contrariar y quedar mal con quienes, si fueron delincuentes proscriptos en 1974, ahora son poderosos y gobiernan la Argentina, por sí o por sus colaboradores.

En la obra de teatro de T. S. Elliot “Asesinato en la Catedral”, el Santo Obispo Thomas Becket, durante la oración, recibe y rechaza tres tentaciones; y finalmente aparece una cuarta, que no esperaba: la tentación del Martirio. Y también la rechaza, purificando la intención; aunque el Señor le concede, en premio a la fortaleza con que enfrentó al Poder Político de Enrique II, el privilegio de un Martirio del que no se sentía digno. Pudiera ser que, en las profundidades del alma, más de un jerarca saduceo, haya querido rechazar el martirio, como Santo Thomas Becket, y rechazarlo sin disgustar a los gobernantes con propuestas de canonizar a mártires opositores y políticamente incorrectos, si es que no hay otros. Y entre nosotros, no ha de extrañar que la piedad popular de los más pobres, se vaya hacia la difuntita o el gauchito, a los mormones o testigos, a Maradona o a la nada.

Al fin y al cabo, pese a aquel pedido de Juan Pablo II, no podemos mostrarles ejemplos de santidad argentina, ni en la vida laical pública ni en la privada, ni siquiera el caso de algún obispo santo y mártir.

Edmundo Gelonch Villarino

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente articulo de un discipulo del gran Genta. ¡Que bien han prendido las semillas que sembro el maestro! Sin duda Nuestro Señor lo tiene dentro de su Consejo de Asesores.

Naturalmente que Genta y Sacheri son martires y ya deberia estar el proceso para su beatificacion. Pero lamentablemente no hay Obispos santos para impulsarlo.

Anónimo dijo...

No olvidar a Mamerto Esquiú y a Brochero, ambos santos aun no canonizados.

Anónimo dijo...

En efecto, amigo anonimo. Y tambien a la Mama Antula santiagueña, a Maria Cresencia y muchos mas, a quienes recuerda el santo gringo acriollado Fray Contardo.

Nuestra Patria supo en un tiempo estar en las preferencias del Señor y de su Santa Madre. Los extranjeros se admiraban de la religiosidad de sus ciudades. Buenos Aires tenia mas iglesias que otra ciudad del mundo.

Luchemos para que vuelva a esos tiempos gloriosos.