Porque debe decirse, en primer lugar, que la fatídica yunta carece completamente de toda autoridad para juzgar las falencias conceptuales o morales del periodismo. Hueros de toda educación genuina, huérfanos de sabiduría, ajenos a las raíces culturales clásicas, distantes de los hábitos de la reflexión y del estudio disciplinado, negados al ocio contemplativo y a grandes lecturas, no son sino la expresión abaratada de una clase política intelectualmente abyecta, tan indocta cuanto afrentosa. Si el Néstor no oculta su guaranguerismo, haciendo de su condición de zote una herramienta populachera y electoralista, la Cristina —que eligió al jumento para compartir tálamo y praxeología política— no sólo lo emparda sino que lo aventaja, precisamente porque procura disimular su iletrada existencia con eventuales citas de Chomsky o de Freud, al estilo de aquellos borregos sesentistas que fatigaban solapas por las librerías de la calle Corrientes. Cuando se aleja del solapeo puede confundir al Gral. Paz con José C. Paz y a Yrigoyen con Alvear. O salir del Museo del Prado, pero quedar extasiada con Picasso.
Dígase en segundo lugar que la llamada oposición de los medios —supuestamente grave por no haber sido votada, como si la veracidad de una impugnación dependiera del sufragio universal— no es oposición sustantiva y esencial. No sólo porque convalida al Régimen, sin cuestionar jamás su intrínseca ilegitimidad y pravedad interna, sino porque lo secunda y acompaña en su programa destructivo de la naturaleza y la cultura. Es trágica paradoja que el periódico más reiteradamente señalado hoy como enemigo del gobierno, resulta el mismo que publicita, promueve y alberga a los hechos y a los protagonistas más torvos del salvajismo espiritual dominante. Sin contar que desde sus páginas, hace ya tiempo, en plena portada y con carácter de nota rectora, Félix Luna escribía una repugnante justificación y alabanza de la guerrilla marxista instalada en la Casa Rosada, amonestando “a los asustadizos” que no saben respetar “la utopía” de aquella “generación diezmada”.
Sumemos una tercera objeción a la campaña antiperiodística del prepotente dúo. Y es que ella silencia la cantidad de alcahuetes con que cuenta el oficialismo, desparramados en un sinfín de expresiones multimediáticas que le son vergonzosamente afines y sumisas. Preséntanse los Kirchner como victimarios de una enemistad del cuarto poder, cuando la verdad es su contraria, no existiendo otra víctima más que la sociedad argentina, a manos de unos medios masivos abigarrados de proxenetas malignos y ordinarios. Medios masivos que, más allá de tal o cual disonancia en cuestiones subalternas, leguleyas o procedimentales, conforman el más uniformado montaje al servicio de la tiranía. Pero como lo propio del tirano es no soportar ni la presencia del prójimo, ni la del bien que pueda reclamar en justicia, agitándose rencoroso y sin sosiego contra cualquier atisbo de contrariedad que lo señale culpable, aquí y allá se moviliza el dedo acusador de los Kirchner.
En rigor, lo que no pueden soportar es que la realidad le pegue tan duro al ideologismo que los anima y los ciega. Y que el espejo no les devuelva las figuras que pactan en los quirófanos, sino los rostros desencajados e insultantes propios de las almas rastreras. La realidad es la inseguridad, el homicidio, el caos diario, la prostitución en las calles, la juventud envilecida, la educación arruinada, la Universidad arrasada, la policía sobrepasada por los facinerosos, las Fuerzas Armadas humilladas, la usura en los bolsillos cotidianos, la blasfemia a la orden del día, el asesinato de ancianos, la violación de mujeres, el atropello a los hombres decentes, el vilipendio a la fe y a las costumbres cristianas, la promoción del delito, del piqueterismo y de la infamia. El “país en serio” de los afiches, suscita una mueca descompuesta al país real que padece y se quiebra.
“Lo tenéis todo”, les dijo Franco a los rojos, cuando se alzó dispuesto a reconquistar a España, hace algo más de siete décadas. “Todo menos la razón”. Por eso, porque no tienen razón, es un deber oponerse; y oponerse es impugnar de raíz al sistema y a sus inescrupulosos aprovechadores. Es desenmascarar a estas malas lenguas que, como la de los orcos, sólo saben insultar y maldecir, sin veracidad ni gracia ni belleza alguna en los labios. Tarde o temprano, y suceda lo que sucediese después —que únicamente Dios lo sabe— veremos rodar a estos enajenados del puesto que ahora ocupan. Y la Historia Verdadera no recogerá su paso por esta tierra que les es espiritualmente ajena, más que para asociarlos a una pesadilla ramplona y obscena.
Quede para ellos aquella pesadilla. Para nosotros los sueños y la vigilia combativa. Porque como enseñaba el maestro Tomás Casares, nunca es mayor la obligación de testimoniar la verdad, que cuando se tiene la certeza de que la verdad está siendo apedreada.
Antonio Caponnetto
2 comentarios:
Excelente editorial de Antonio Caponnetto, como siempre nos tiene acostumbrados. Hay que oponerse a este sistema perverso y clamar por la ciudad de Cristo Rey.
Saludos.
Ezequiel Bergese.
una vez mas el equipo de www.squadristas.blogspot.com pasa a dejar su apoyo.
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