EN EL NIÑO DIVINO
Esos sabios de Oriente conocían algunos anuncios de esta venida, y por su buena voluntad fueron inspirados por Dios y guiados por la estrella prodigiosa. Como ellos, aprendamos a recibir los llamados del Señor que nos hace en los gozos o en las pruebas, aunque nos cueste sacrificio: ellos hicieron un largo viaje sin temer la distancia ni las molestias consiguientes. Fueron dóciles y generosos.
Pero fijémonos en el Niño. ¡Qué pronto va a cumplir el vaticinio que Simeón le hiciera a su Madre, la Santísima Virgen María! Oigámoslo: “Mira, este Niño está destinado para ruina y resurrección de muchos en Israel y para ser blanco de contradicción. He aquí que una espada traspasará tu alma”.
Mientras los Magos averiguan en Jerusalén dónde está Jesús para adorarlo, Herodes, inquieto de envidia, quiere también saberlo para eliminarlo. Ya tenemos en el Niño el “signo de contradicción” entre los hombres. Desde entonces van caracterizándose tres clases de hombres: la de los que no buscan a Cristo, sino el engaño, las riquezas y la vanidad; los impíos que lo buscan con odio e hipocresía para combatirlo, y los fieles que lo buscan para adorarlo. Nosotros vayamos a Él por la verdad y el bien. Ofrezcámosle el oro de nuestro amor, el incienso de la adoración y la mirra de nuestras penitencias.
Ser mago en Oriente es como ser sabio; esos Reyes buscaban la verdadera sabiduría en las cosas creadas por Dios, y de las criaturas llegaban al conocimiento del Creador. Cultivemos nosotros el temor de Dios que es el principio de la sabiduría. Admiremos en esos Reyes la fe que obedece a las inspiraciones divinas y corresponde a la gracia. Seamos fieles y constantes en nuestros buenos propósitos, que Dios allanará todas las dificultades. Él invita a todos los hombres a formar parte de su Iglesia o Reino espiritual: sigámoslo con la estrella de la fe en su Evangelio y en sus mandamientos, para llegar un día como aquellos Magos hasta el trono mismo de su gloria. Que así sea.
Padre Francisco Donoso
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