EN EL BICENTENARIO DE
LA SEGUNDA INVASIÓN INGLESA:
LA ORACIÓN DE LINIERS
Llegó antes de la Misa,
como era su costumbre,
se arrodilló en la nave
del lateral derecho,
no ve expuesto el Santísimo
y se golpea el pecho;
tres veces por mi culpa,
clamó con pesadumbre.
Dos palabras pronuncia: decadencia y frialdad
para explicar los frutos de la invasión corsaria,
pero entonces eleva una larga plegaria
a la Virgen que sabe Señora de bondad.
“Señora del Rosario, yo nací en La Vandée,
donde aldeanos y nobles, despreciando el confort
partían a la guerra con Grignion de Montfort,
el marqués de Bonchamps o el Teniente D'Elbée.
“La tierra de los muertos por el escapulario,
caídos en defensa de la fiel Tradición,
de bravos promesantes al Sacro Corazón
o guerreros cantando a los pies del Sagrario.
“Tú ya sabes, Señora, que te amé de pequeño
en Niort, cuando a los Monjes del Oratorio iba,
y que puerto tras puerto al que mi nave arriba
canto el Salve Regina en loor a tu empeño.
“Navegué mares bravos contra los berberiscos,
en Mahón capturé las fragatas inglesas,
yo sé de la perfidia que ronda en sus cabezas,
son ovejas infieles, sin pastor, sin apriscos.
“En el Royal Piemont me enseñaron galopes,
no temo si el terreno es llano o cumbre alta,
me foguearon hidalgos de la Orden de Malta,
serví a España, Señora, mis mejores estoques.
“Tú que lo sabes todo, María, pon tu mano
en el sable que guía este humilde vandeano.
Tomaré sus banderas, rendiré la insolencia,
las tendrás a tus pies, Señora de clemencia.
“Permíteme entregarte como prenda y testigo
los trofeos ganados al hereje enemigo.
Y permite a este pueblo que en tu nombre se goza
ofrecerte el triunfo en batalla gloriosa”.
· · ·
Se marchaba Liniers, lo esperaba la historia,
afuera, por el atrio, alguien vivaba a Cristo,
calaban bayonetas, ya todo estaba listo,
la Virgen del Rosario guardaba la victoria.
Antonio Caponnetto
Tomado de su libro “Poemas para la Reconquista”, de agosto de 2006.
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