EL
ABORTO DE “CLARÍN”
“Yo
aborté, creo en Dios y soy médica”, así dice una mujer en un reportaje bastante
extraño de Clarín. Y decimos extraño porque tiene casi todos los ingredientes
de un reportaje armado, de esos que responden a la necesidad de poner en boca
de otro, de un protagonista “entendido” en argumentos convenientes. En este
caso el aborto.
El “yo
aborté”, aunque ella crea en Dios, y aunque muchos otros también creamos ‒y
precisamente por eso mismo‒ no deja de ser un crimen, porque va contra la ley
de ese Dios en el que creemos, y que es el que definitivamente manda “no matarás”.
En
cuanto a “aborté y soy médica”, le informo a la colega, que el hecho de ser
médicos no nos distingue del resto de los humanos, y menos aún se podría utilizar
como justificación. Le diría que exactamente al revés, nuestro juramento nos
compromete a respetar la vida, no a destruirla.
Y con
esto no juzgamos –somos nadie para hacerlo– simplemente recordar que creer en
Dios, de ninguna manera otorga un salvoconducto para el error, y mucho menos
para matar.
“Fue
un embarazo deseado y buscado –continúa el reportaje– pero al enterarnos que
tenía alta probabilidad de malformaciones. Cambiamos nuestra decisión”.
Doctora,
la decisión de tener un hijo ya la habían consumado, ya tenían ese hijo “deseado
y buscado” ya estaba en su panza. Tener un hijo no es diversión, es la más alta
y grave responsabilidad. Quien le dijo a ustedes que se puede retroceder –si me
gusta sí, si no, no‒ eso que llama “cambiar la decisión” en criollo se llama
matar.
“¡Qué fácil hubiera sido si mi ginecólogo me hubiera
apoyado! Capaz, si me hubiera dado una pastilla abortiva las cosas hubieran
sido más fáciles”.
Ahora
bien siendo médica la que habla, sus declaraciones tienen mucho de surrealismo.
Por ejemplo, que la supuesta médica no conociera el misoprostol, y necesitara
que el ginecólogo le indicara “esa pastilla abortiva” es algo demasiado extraño,
llegando casi a lo increíble.
Doctora,
si otra vez tiene dudas le sugiero consulte a cualquier chica de más de 15 sobre
píldoras para antes y después, le dirán todo lo que una médica ignora.
Cuando
dice: “solo pensaba en mis hijos”, es probable, pero no es toda la verdad;
usted pensaba –solamente‒ en sus hijos nacidos, no parece haber pensado bastante en ese otro hijo que llevaba
en el vientre.
“Esa mañana, el recorrido hacia la clínica fue en silencio. Yo intentaba estar
tranquila, pero el miedo se hacía presente, miedo a lo desconocido, al procedimiento”, a ponerme en
manos de un médico al que no conocía…, y sólo pensaba en mis hijos.
Y sí, en
eso la entendemos, que otra cosa queda además del silencio, que otra cosa que
callar ante un “procedimiento” donde las mismas palabras enmudecen.
“El miedo
al procedimiento” tiene poco que ver con el modo de expresarse de una médica, y
“el miedo a lo desconocido” desborda lo inverosímil. Ante esto, no tenemos más
alternativas que dudar de la profesión de la entrevistada, porque, o no aprobó todas
las materias, o mucho olvidó, o simplemente no es médica la que habla sino un
periodista de Clarín.
Pero hay más: “lo más duro, sin embargo no fue eso, sino el
haberme sentido sola y
desamparada”.
Doc, ¿me permite llamarla
así? Y que quede entre colegas, uno siempre está solo con su conciencia, a esa
cuestión de la conciencia no la pueden cambiar, ni siquiera los honorables
diputados argentinos.
Pero sigamos con las contradicciones,
no se puede declarar “creo en Dios” y agregar al lado “si empezamos analizando
el tema del aborto desde la religión empezamos mal”. Doc, nadie le preguntó si
creía en Dios, no será que usted empezó mal.
Y
sigue: “Fue la decisión más dura que tuve que afrontar” y separada por apenas 2
(dos) renglones “…pero lo más duro sin embargo no fue eso” sino haberme sentido
sola y desamparada.
Caramba,
se ve que la emoción traiciona al redactor de Clarín (la doctora). En un
momento dice que el embrión: “aún sin conciencia y sin capacidad de sentir
dolor” otra vez mezcla y además confunde los planos, el tema de la conciencia
tiene que ver con la persona y en consecuencia con la filosofía, el dolor con
la biología.
Doctora,
supongamos que su marido por alguna razón estuviera anestesiado, (¿recuerda que
hay drogas anestésicas, no?) bien, todos sabemos que en ese momento no se tiene
conciencia ni tampoco dolor, ¿nos atreveríamos a matarlo…? Sin embargo estarían
dadas las mismas condiciones del embrión.
Por
supuesto que no, porqué, por ser persona y esto es territorio de la filosofía. Con
la palabra persona, nos referimos a un ser capaz de autoconciencia reflexiva,
de poder captarse a sí mismo como existente en el mundo, y capaz de realizar
actos propios con plena libertad subjetiva.
Por
eso mismo no mataríamos a su marido, porque la persona está más allá de la
conciencia y de la ejecución de sus actos, igual, rigurosamente igual que el
embrión. Ambos, en tanto vivos, son personas, con independencia de que los
demás lo reconozcan o no como tales o que el propio sujeto en determinado
momento no sea autoconsciente.
La biología
dice del embrión, es un ser vivo de la especie humana, por tratarse de un ser concebido
por seres humanos y que anida en el vientre de la mujer y que de manera
absolutamente autónoma, autocoordinada, disponiendo de toda la información
genética, y con una huella de ADN absolutamente única e irrepetible, un ser que
va dando pasos de complejidad cada vez mayor y que no está en aptitud para retroceder
hacia estadios previos. Un ser humano que mientras conserve la vida, su destino
será alcanzar la plenitud de lo humano y a ese fin se encamina desde la
concepción.
La
biología como tal, no puede recurrir a elementos filosóficos, extraños a esa disciplina,
y por tanto no puede ni afirmar, ni negar que sea persona, ni el valor y
dignidad de la persona humana, aunque si puede hacerlo un científico, si razona
como filósofo.
Lo que
puede afirmar como ciencia y con total rigor científico es que lo que usted
tenía en su vientre era un ser vivo de la especie humana, o de otra manera un
hombre.
Más
adelante: “Veo marchas de mujeres hasta enfadadas gritando «no al aborto», y ojo, nunca se sabe
qué te puede pasar, a vos, a una hija, a un familiar. Hay que saber estar del
otro lado”.
Fíjese que curioso doc, yo veo marchas de mujeres desenfadadas
gritando furibundas a favor del aborto. A
ver si entendí bien, lo que usted tan astuta y sabiamente estaría proponiendo
sería una ley, por si me pasa, una ley por las dudas.
Interesante.
Recuerdo
ahora aquel ilustre diputado que apoyaba la ley del matrimonio igualitario para
darle el gusto a su hijo…
Finalmente:
“Y ese sentimiento fue creciendo y despertó
nuevamente gracias al grito de mujeres argentinas que luchan por un país mejor,
más justo y con libertad. Tengo tres maravillosos hijos, dos de ellas niñas,
futuras mujeres. ¡Vale la pena luchar! ¡No bajemos los brazos!"
En definitiva, el aborto parecería ser, según la campaña
desatada en la mayoría de los medios ‒y Clarín no podía faltar tratándose de
una destrucción‒ una de las más avanzadas, progresistas y esplendorosas formas
de la felicidad.
Doc, o sea Clarín, tal vez el cinismo de ese grito feroz, inhumano,
atroz por donde se lo mire, sea escuchado y vivamos un país libremente
abortero. De tal modo que usted pueda disfrutar y ver abortar a sus hijas y
nietas, una y otra vez, y hasta no poder más. ¡Brava doctora! Una madre no
puede anhelar nada mejor para los hijos. ¿No?
Miguel De
Lorenzo
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