GENTA Y EL MÁS QUERIDO
DE SUS LIBROS
Durante
los días 15 a 17 del pasado mes de agosto, tuvo lugar un homenaje formidable a
Jordán Bruno Genta y a Carlos Alberto Sacheri. Organizado en Paraná, bajo el
marco ya clásico de las Jornadas de Formación Católica del Litoral, asistieron
más de 650 personas, procedentes de muchos rincones de patria. Hubo exposiciones
magistrales, foros con disertantes especialmente invitados, emocionantes videos
recordatorios, sacerdotes y religiosos de diversas edades y procedencias,
alegres fogones y los marciales sones de una notable banda, que enardeció los
entusiasmados ánimos. Lo que reproducimos a continuación, bajo el título que
preside esta nota, son unos breves fragmentos de la disertación del Dr. Jordán
Abud. Lo hacemos, no sólo por la calidad inherente de su trabajo, sino porque
el Dr. Abud, junto con el destacado Profesor Sebastián Miranda, fue de los
pocos disertantes que, por razones de edad, no conocieron a los maestros
mártires. No obstante —y éste es el mérito y la esperanza que queremos
destacar— el discipulado está vivo y palpitante en ellos. Señal de su fidelidad
y de la perpetuidad del magisterio de nuestros gloriosos caídos.
Vamos a presentar, brevemente, un libro de Genta, que él
dedicaría a su señora, estampando al empezar su obra expresamente lo siguiente:
A mi esposa, a su inapreciable
colaboración, en el más querido de mis libros. No es poco, entonces,
conocer, aunque más no sea someramente, el texto que, nada menos que Jordán
Bruno Genta, designará como el más querido.
Posiblemente a las damas aquí presentes les simpatizará la
hipótesis, legítima, de que tal dedicatoria fue un amoroso reconocimiento ante
un libro en el que María Lilia (tal el nombre de la esposa de don Genta) tuvo
una activa participación. Otra legítima opinión tal vez más afín a una
intelección investigativa, una interpretación de orden —diríamos—
histórico-doctrinario, podría ser que hubo otros libros preferidos y dilectos
de nuestro mártir, pero por la fecha de aparición, los demás títulos en los que
pensamos, vinieron después (o incluso tomaron forma de libros recién cuando sus
discípulos decidieron dejar por escrito los que originalmente fueron discursos,
clases o conferencias). Sea una u otra, o ambas —posiblemente—, las
especulaciones contextuales de este bellísimo y señero manual de psicología,
aprovecho para dedicar yo también estas reflexiones a mis padres, por quienes
llevo el nombre de quien hoy recordamos, celebramos y proponemos como
arquetipo.
El nombre de este libro es “Curso de Psicología”, y apareció por primera vez en el año 1940,
editado nada menos que por Kapelusz y reeditado posteriormente en diferentes
años. Lo primero que debemos decir es que el libro es un texto formativo de
carácter ético. Es un libro educativo para los jóvenes. No debe asustarnos el
título, pensando en un supuesto contenido encriptado o de acceso restringido,
porque no es tal.
Es un libro de formación. Es posible conocer cómo entendía
Genta al joven virtuoso, leyendo el más querido de sus libros. Hay en el texto
una natural y asentada continuidad entre los principios antropológicos, las
consideraciones morales y las afirmaciones de orden social o político. Todo con
rigor lógico, en sólida y aquilatada armadura, pero también elevado y coronado
por la luz sobrenatural de la fe. El libro va desde consideraciones metafísicas
hasta la condena de las playas nudistas. De los principios generales a las
consecuencias prácticas, de las causas a los efectos y de los efectos a las
causas.
Se deduce, se descubre, detrás del texto, el corazón y el
afán educativo de don Jordán Bruno Genta. Por eso decimos que es el pedagogo de
lo esencial, de lo arquetípico. Genta es el pedagogo de lo permanente en el
hombre.
Por eso, su palabra era —ya en aquel entonces de su vida, año
40— como una espada de doble filo, categórica, cortante, intransigente. Jamás eludió (usando sus propias
palabras) la responsabilidad de las
definiciones últimas que exigen las ciencias del hombre. Podemos decir
entonces que para quien estudia o se dedica a las humanidades, y para todo
aquel que no se desentendió de la cuestión educativa, el libro es un verdadero
programa de estudio, una guía segura, un plan de formación. Y por lo tanto, no
conviene desconocerlo.
El libro es en sí mismo una catedral antropológica […]. Por
eso termina su prefacio advirtiendo, adelantando, que en el libro, además de
responder a cada una de las preguntas de los programas oficiales… se ha
procurado que cada tema encuentre una resonancia viva y perdurable en el
estudiante. Es decir, se nota que ya
pasaba algo parecido a lo que hoy encuentra sus últimos jalones. Como si hoy
dijéramos, además de cumplir con las normativas del consejo de educación
intentaremos educar al niño. O como decir en psicología: además de las materias
curriculares, nos ocuparemos del alma humana […].
Hay en toda la psicología de Genta agonía, tensión,
ascética, renuncia. En fin, hay semilla que debe morir para dar fruto. ¡Cómo
contrasta con la psicología y la pedagogía moderna que tanto gusta predicar el
derecho al goce!
La vocación
—dice— es ascetismo, y nos muestra que la
vida es servicio, y que hay renuncias que no significan una derrota sino una
difícil victoria.
Un hombre libre, ejemplifica, que
muere como Sócrates, se destierra como San Martín, venga agravios como Don
Quijote, o colma sus vigilias de serena sabiduría como Aristóteles.
¡Vayamos terminando, justamente encolumnando a Jordán Bruno
Genta en las filas de Sócra-tes, de San Martín, de Don Quijote y de
Aristóteles!
Genta ha podido hacer carne en su vida y con su muerte
aquello que gustaba citar del Filósofo: La verdadera libertad es preferir una
acción bella y grande a una multitud de actos vulgares.
Qué misteriosa belleza cristiana tiene caer ensangrentado a
la luz del día, por aquellos pasados y presentes enemigos de la Patria y de la
Iglesia.
Y la protagonista del más querido de sus libros tenía una
glosa (entre tantas y tan bellas) que tituló: Morir con prevista muerte. “Déjame soñar mil muertes. Y si Dios elige
alguna, ¡qué lindo ha de ser morir con una prevista muerte!” Genta
presentía su final.
Qué carta de amor para su marido, amor transido de
conocimiento y de profecía, como todo verdadero corazón poético. Genta presentía su final y lo aceptó
libremente.
Aún quienes no lo conocimos, podemos decir, con rigor, que
lo extrañamos. Por qué no, extrañamos su figura imponente y señorial,
extrañamos su palabra, que en el decir de Antonio [Caponnetto] tenía el peso
del acero, la altura de la estrella, la exactitud de la geometría.
Lo extrañamos, porque está en las entrañas del más genuino
espíritu del nacionalismo católico argentino.
Y lo extrañamos sencillamente porque hemos prometido no olvidarlo.
A veces nos preguntamos —por ese irresistible ímpetu
nostalgioso del nacionalismo católico— cómo habrá sido escuchar sus clases, oír
su voz, recibir sus consejos, y tomar con él un buen vino, claro.
Para sanar un poco esa tristeza, para consuelo de nuestros
anhelos, quiero contarles que hoy estoy al lado de su yerno Mario Caponnetto,
quien además de tomar su legado, asistió a Genta el día de su asesinato, cuando
agonizaba en el hospital Alvear. Situación límite y misteriosa por cierto,
vivida en su oficio de yerno, de discípulo y de médico.
Hace un tiempo el querido Mario me contó —y misteriosa y
paradójicamente este salón lleno es tal vez el ámbito propicio, familiar, de
recuerdos atesorados en el alma— Mario me contó, digo, que él le sintió los
últimos latidos a don Jordán, porque estuvo allí, en el lecho de su muerte,
frente a los once balazos que le recorrían desde el mentón hasta el pecho. Nos
podemos preguntar qué habrá sido sostener su brazo, tantas veces levantado para
predicar valientemente la verdad, y sentir su último pulso. Y también me
pregunto cómo habrá sido vivir en carne propia que irremediablemente se iba,
que se escabullía literalmente entre las manos, la vida de un padre y de un
maestro que acaba de caer por el odio del marxismo. Y no le encuentro otra
respuesta que aceptar la Cruz y llevar este recuerdo en el corazón. Pero le
encuentro también una segunda parte a la respuesta: nosotros so-mos hoy los
responsables de mantener el pulso espiritual de la doctrina y el testimonio de
Jordán Bruno Genta.
No serán ya los latidos físicos que el odio marxista puede
interrumpir. Para desconcierto, para espanto de toda la raza de
revolucionarios, serán ahora los latidos metafísicos que vencen la distancia y
el tiempo.
Cuántas veces nos preguntamos qué podemos hacer, qué tenemos
que hacer. Y el riesgo es andar errantes entre un quietismo derrotista y un
activismo desaconsejable.
¿Qué tenemos que hacer? Recibir el legado, recibirlo a manos
llenas, dejarse herir por el testimonio, en primer lugar, del primer testigo,
Nuestro Señor Jesucristo. Y detrás de Él, de quienes han rubricado literalmente
con su sangre, lo que predicaron con su vida y con su verbo.
¿Qué tenemos que hacer? Juramentarnos fidelidad,
juramentarnos perseverancia. Si estamos cansados, perseguidos o diezmados,
mejor todavía, brillará con más claridad que la victoria no es nuestra sino del
Señor de los Ejércitos.
Que pasen cien años más, que disparen mil veces, que
pretendan acallar desesperados el verbo vibrante de Genta, siempre será su voz
tronante proclamando a los cuatro vientos que Dios no muere.
Mientras haya uno de nosotros vivos, seremos nosotros los
responsables de morir por esas palabras que ya nadie pronuncia, y agregar una
como divisa y como promesa: Jordán Bruno Genta: ¡presente!
Jordán Abud
4 comentarios:
Magnífico y sumamente esperanzador.
Gracias.
Que increible, no conozco nada de Bruno Genta ni Carlos Sacheri, soy de la Patagonia tal vez por que estamos tan distanciados no los conozco, como puede ser que en la escuela nunca se los haya nombrado?soy Catolico, nunca los escuche nombrar, sera por que de algun modo se los ha querido olvidar, esconder o tapar?mas en los tiempos que corren,con gobernantes tan pateticos que creen ser superiores al mismo Dios,en muchos aspectos. Tengo 39 años, por momentos me atacan momentos de dezason, de tristeza, parece que ser creyente o enseñar a mi nene a rezar es ser un verdadero imbecil, cuando deberia ser lo mas natural,y hablar y conocer gente como Sacheri o Genta deberia ser lo mas comun para superarnos como personas, tomando su ejemplo como personas de bien,supongo que siempre a tiempo de conocerlos, gracias Revista Cabildo.
estimado antonio: le informo que abrí un blog, que su fuera beneficioso para alguien le agradeceré lo anuncie entre sus blogs amigos. muchas gracias. No se si mi anuncio le llegará, pues soy un inútil, de la época del buzón inglés colorado en las esquinas y del tranvía eléctrico, ¡no del a caballo! mi dirección es: "bonficuyaya@hotmail.com" y mi8 blog se llama: "las cadenas de obligado.blogspot.com". Gracias. Cordiales saludos. Desde Jujuy.Horacio Bonfiglioli.
No es de extrañar que tanto Genta cuanto Sacheri sean ilustres desconocidos para el "gran público" hoy día. Hace más de treinta años que estamos manejados ideológicamente por los "intelectuales orgánicos" del sistema, tales como Marcos Aguinis o Luis Alberto Romero. El otro día leí un libro de este último, y da asco la forma en que omite la Historia de los hechos acontecidos en el s. XX. De los '70, sólo menciona la represión militar pero no dice una sola palabra sobre el accionar guerrillero que llevó a esa justa represión. Estos son nuestros "grandes" académicos. Así estamos.
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