viernes, 23 de septiembre de 2011

Históricas

EL TÍO SAM
  
Los Estados Unidos son un inexorable imperio plutocrático y lo demuestra constantemente. Su Partido Único, monstruo bicéfalo (Demócrata y Republicano) cumple  perfectamente su papel de comparsa de los Shyloks y Caifás que manejan el poder detrás del trono.
  
Lo que escribió George Orwell, premonitoriamente en el libro “1984” con su “Ministerio de la Verdad” presentando lo que había que aceptar fuera pasado o presente se cumple a rajatabla. La prensa democrática, oral, escrita, o filmada, repite lo que ordenan los grandes centros del Poder Financiero. Por ello el fuerte olor a descomposición que soportamos. Todo huele mal. Así el billete verde utilizado por los Iscariotes, como el terrorismo marxista de los “jóvenes idealistas” llevados a la muerte por un Caribe que hoy yace en una cama con cierta parte del cuerpo agujereada por demás. No pueden escapar, por imposibilidad intrínseca a la degradación, las partitocracias vernáculas, principalmente el kischnerismo y el Frente Amplio uruguayo, que han puesto en los mástiles patrios el taparrabos sucio con el cual suponen esconder los negociados de la tiranía demagógica y barata.
  
Pero hoy, como en el viejo cuento español, el rey está desnudo. Los discursos de Obama tienen esa insoportable retórica mesiánica del calvinismo yankee y su “destino manifiesto”. Hace unos días nos mostró una copia de su certificado de nacimiento.
  
En la noche del domingo primero de mayo apareció para darnos la noticia en vivo del asesinato de Osama Bin Laden. No éramos ni somos partidarios del personaje, ni siquiera simpatizantes de él o de su organización, y esto por motivos contrarios a los que suele esgrimir el mundo, quede en claro; pero nos indignó el crimen esencialmente por la forma cobarde. Un tiro en la cabeza a un hombre desarmado y el lanzamiento del cadáver al mar (no digamos nada de ceremonia religiosa ¡por favor!).
  
Mientras esto sucedía, los capitostes del poder mundial cantaban a coro. Tal el Jefe del Gabinete británico que expresaba: “enorme paso adelante”. En tanto, en Israel, la piedra sillar de los desastres en el Medio Oriente, el ministro Netanyahu se jactaba con esta sentencia: “un triunfo resonante”. Pero las palmas para lo incalificable se las llevó el presidente peruano Alan García al decir: “es el primer milagro de Juan Pablo II”.
  
Emprendamos ahora, los caminos de la mentira para encontrarnos con las “dos virtudes cardinales” de la política exterior del Tío Sam: la impostura y la inmoralidad.
  
En nuestro andar encontramos el asunto del acorazado “Maine” cuyo hundimiento por los norteamericanos provocó la Guerra de Cuba.
  
“En el transcurso de más de medio siglo la equivocada política de la España liberal se negó a ver en Cuba una parte de la monarquía igual a otras, considerándola una colonia. Esto determinó la aparición de una tendencia anexionista a favor de los Estados Unidos combatida por hombres como José Antonio Saco quien aconsejaba a sus compatriotas desconfiasen de los norteamericanos y de sus promesas aunque estas saliesen de la boca de su presidente, pues los cubanos, decía, sólo serían juguete de planes e intrigas que frustrados perjudicarían a Cuba y sus hijos, y realizados aprovecharían a los que nada arriesgan”.
  
La primera sublevación se produjo  en 1868 y se mantuvo hasta 1878. Esta Guerra conocida como La de los Diez Años culminó con la Paz del Zanjón que no sería más que una tregua. La escalada de recelos entre los gobiernos de Madrid y de Washington fue en aumento.  Mientras la prensa yankee inició una fuerte campaña de desprestigio contra España que era descripta como corrupta, tiránica y analfabeta, por su parte los españoles, que no tenían ninguna duda respecto de los proyectos de la camarilla del presidente Mac Kinley por anexionarse la Isla hablaban de unos hacendados arrogantes sostenidos por ladrones indisciplinados. Estaba en aquellos castellanos el recuerdo de lo sucedido con otros territorios amén de Nuevo México y Texas arrebatados por la fuerza y la sutil maniobra de enviar colonos en número creciente que poco a poco llevaron a Texas a proclamar su independencia de México para luego incorporarse a los Estados Unidos.
  
Sobre los acontecimientos que estamos  tratando señala el historiador Carlos Pereyra en su obra “El Mito Monroe”: “Los informes falsos del cónsul General Lee, por ejemplo, no estaban impregnados de una malevolencia individual. Sus embustes son del matiz que toman siempre las impresiones del individuo vulgar, entregado a los excesos de una pasión colectiva. No hay que atacar la buena fe de las chusmas que frente al pretorio clamaban contra Jesús y pedían gracia para Barrabás”.
  
Y continúa el gran historiador mexicano: “El Gabinete y el Senado norteamericano se dejaron convencer por Lee de que el gobierno español había perdido toda autoridad y que era necesario proveer seguridad a los norteamericanos residentes en la Isla y hacer una demostración de fuerza poniendo a la vista de los españoles lo que era la marina norteamericana”. Para eso fue enviado el acorazado Maine y debía enviarse otro de primera clase cuando el Maine debiera abandonar La Habana.
  
Pero el Maine no salió de La Habana. En la noche del 15 de febrero de 1898 el acorazado fue destruido por una explosión en la que perecieron 264 tripulantes y sólo dos oficiales pues todos los otros estaban ebrios o, en su juicio, lejos del lugar de la catástrofe entregados a los placeres de una francachela. Estados Unidos sometió el acontecimiento a estudios de un Tribunal  Investigador. Este falló, expresando que el hundimiento se debía a una mina submarina que había producido el estallido de los almacenes de pólvora. La investigación española concluyó en que el hundimiento era producto de un hecho provocado internamente. Una gran campaña de prensa encabezada por los periódicos de William Hearst (hoy Grupo Hearst) lavaron los cerebros y convencieron a los norteamericanos de la culpabilidad del Reino de España. El odio como arma perfecta. Creemos de interés recordar una anécdota llegada a nosotros por vía oral. Ella se refiere al “caballero del Big Stick”, Mr. Teddy Roosevelt quien le habría expresado a un corresponsal  norteamericano “usted ponga los informes yo pongo la guerra”. Se non e vero… El conflicto buscado estalló y su resultado fue una Cuba con disfraz de independencia pero en la realidad colonia norteamericana.
  
La Enmienda Platt, agregada a su Constitución, la hacía totalmente dependiente de Washington. Cabe consignar que en el Tratado de Paz firmado en París el 10 de diciembre de 1898 España cedía además de Cuba, la isla de Puerto Rico, la de Guam en el grupo de las Marianas y la venta de Filipinas por veinte millones de dólares.
 
Como colofón tenemos que consignar en honor a la Verdad Histórica que “estudios recientes han señalado que, dados los desperfectos provocados por la explosión del Maine, si la misma hubiera sido provocada por un artefacto externo, el acorazado habría estallado en su totalidad. Algunos documentos desclasificados por el gobierno yankee hace cuarenta años avalan que la explosión fue causada por el gobierno de Mac Kinley en el que tenía gran influencia Teddy Roosevelt”.
  
Como decía Herrera: “Ni peones en el tablero del ajedrez ajeno ni una estrella más en la bandera de cualquier imperialismo”.
  

Luis Alfredo Andregnette Capurro
  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente nota, mis felicitaciones a su autor. Claro que la saga de "la impostura y la inmoralidad norteamericana" siguió "in crescendo". A la voladura del Maine, a grandes rasgos, le sucedieron otros Bin Laden: el hundimiento del Lusitania, Perl Harbour, el incidente del Golfo de Tonkín, las armas de destrucción masiva iraquíes, etc., etc., hasta llegar a lo de las Torres Gemelas.

Y todo matizado con otro Bin Laden de distinto carácter: la llegada nortamericana a la Luna. Sucedió hace cuarenta años y nunca mas, incluso con mayor desarrollo científico, quisieron volver. Quizás porque les quedaba un poco a trasmano ¡Vaya uno a saber!
Fernando José Ares