EL PERRO, PEGABA ONDA
Habitante
de un espacio con algo de sobrenatural, H. Verbitsky, ostenta el raro privilegio
de haber representado el bien y la justicia en la tierra argentina, incapaz de
alterar, ni por un instante, el soberano juicio de la verdad.
Néstor,
que como nadie apreciaba la justicia, enseguida advirtió sus virtudes, y ahí
nomás le otorgó la orden de la bola negra, inédita prerrogativa para un hombre
común, pero no tanto para Horacio, que trasciende la humana naturaleza.
La
redonda negrura reemplazó a la mayoría de las antiguas instituciones de la
república, digamos justicia, inteligencia, congreso etc., caídas en desuso, y
luego abolidas desde que Horacio con mano maestra, subía o bajaba el pulgar a
determinada persona o grupo.
Pero
Néstor no fue el primero en darse cuenta. Un sagaz oficial de la aeronáutica
había percibido los dones y la simpatía envolvente del personaje y pegó onda
con él. Ahí nomás, en plena dictadura cruel, lo puso a trabajar para la fuerza,
sin que nadie lo molestara. Perspicaces, otros militares lo convocaron, y
pidieron sus consejos, fue así que el periodista, terrorista, escritor, durante
la dictadura cruel, los colmó de sabiduría y redactó para ellos iluminados
discursos en favor del bien común, de la patria, de la concordia.
Atraído
por esos ideales, no vaciló en incorporarse a cierta organización filantrópica.
En efecto, fue en montoneros donde, gracias a su accionar discreto, y en
ocasiones evasivo, que evitó un montón de pérdidas humanas y hasta materiales. Por
esa idea de preservación de bienes aceptó otra misión distinta, pero de parejo
mérito, fue el mensajero que llevó sobre sus hombros, en inéditos recorridos,
pesadas valijas con dinero, destinadas y distribuidas, entre los más
necesitados de América.
Un
conocido de Horacio decía que algo no funciona bien en una sociedad que
necesita héroes. Puede ser, pero nos preguntamos qué haríamos nosotros sin esta
suerte de héroe que sin fatiga, inexorablemente, nos muestra dónde está el mal.
Para
la fundación Ford, aliada si las hay, de las causas nobles sobre la tierra y
alrededores, no podía pasar inadvertida semejante figura y enseguida lo adoptó
como propio.
Algunas
cosas se han dicho del perro, muchas otras, muchas más, se callan se disimulan,
se ocultan. Vaya alguno a saber si por vergüenza, por complicidad, por miedo o acaso
por aversión. Los siquiatras hablan de que con los años las conductas se
cristalizan y que por ejemplo, los que dedicaron tiempo a difamar, seguirán haciéndolo
hasta el final. En estos días el perro denunció a un fiscal, pero el trámite dejó
al descubierto un toque decadentista. Dado que no pudo sostener las afirmaciones
ni un par de días. No conocemos al fiscal, daría la impresión que él tampoco,
porque después dijo que había estado mal informado. Podríamos concluir que los
perros también envejecen, aunque como suele suceder, el daño estaba hecho.
Curioso,
a Verbitsky nunca siquiera lo rozó la justicia de los militares, ni ninguna
otra, ‒aun
suponiendo que exista alguna‒ ni durante
la cruel dictadura, ni durante el espanto democrático. Suelen ser las ventajas de
los ambidextros, interesantes personajes que sin dificultad y a demanda, pueden
escribir con ambas manos, sin que los demás apenas puedan advertir cuál de las
dos fue la que utilizó.
Miguel De
Lorenzo
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