EL FEMINISMO
INTOLERANTE.
ROXANA KREIMER
Y
UN ENSAYO DE CRÍTICA
Y es verdad, nomás…
De
sopetón, me encontré con una columna-tribuna en Clarín-Miente el pasado viernes 4 de enero. Roxana Kreimer es la
autora de la nota cuyo título exacto, no retórico, enuncia el asunto como el feminismo intolerante cuestiona sus
propias bases.
Al
principio, la nota articula una casuística sumaria, intentando mostrar mediante
tres ´casos-ejemplo´ que feministas y militantes del género “pasan la raya” de
la justicia y hasta del sentido común.
“Feministas escrachan públicamente a varios hombres por
día (…) sin esperar una sentencia judicial”, advirtiendo al lector
de esta nota que las negritas están en el original. A continuación, se dice que
“un académico, líder en su área de
investigación, no adhiere al discurso hegemónico de género y es obligado a
renunciar a su puesto en una universidad pública por pedido de unos alumnos y en virtud de la crítica despiadada que
recibe de colegas que ocupan posiciones de poder”.
Y
para rematar esta arbitraria enumeración, Kreimer asevera que “investigadoras de la problemática de género
que ocupan primerísimos cargos de poder se niegan a revisar los innumerables
trabajos científicos que muestran la inexistencia de desigual paga por el mismo
trabajo en hombres y mujeres – la llamada brecha salarial – apelando a su mera
convicción al responder ´te puedo asegurar que no es así´”.
Inconcluso
quedaría esta suerte de ´ajuste de cuentas´ con el feminismo radical y su
´política de género´ si las complacientes prácticas de correr siempre detrás de
lo ´políticamente correcto´ no fustigara como en justicia corresponde a los
medios de comunicación social. Entrevistando a mujeres que han formulado
denuncias públicas sobre violencia sexual, una compacta y segura mayoría de
comunicadores adopta el punto de vista de esas ´víctimas´ por temor a la
marginación profesional o la llamada ´muerte social´. “Uno incluso sostuvo – acota Kreimer – que está dispuesto a creer a una denunciante por el impacto emocional que le genera su mirada”.
En
el cuerpo de la nota, Kreimer se ocupa de argumentar en torno a la ´industria´
de falsas denuncias por ´violencia de género´ que han llenado fiscalías y
tribunales, desestimadas muchas de ellas por falta de pruebas o de mérito.
Es
claro que el lobby mediático-político-jurídico
jamás se molestará en dar cuenta de las estadísticas que prueban dicha falsedad
y menos todavía evidenciaría el móvil que potencia el repugnante ataque a que
son sometidos los esposos y padres por parte de mujeres con voraz apetito de
dinero o propiedades, debidamente asesoradas por abogadas feministas.
“Persecución autoritaria”
Bien
aceitados intereses feministas presionan a fin de que la ley argentina invierta
la carga de la prueba en los casos de ataques sexuales, de suerte que se
consolide algo así como un criterio más político que jurídico por el cual los
hombres acusados serían culpables hasta que no demuestren su inocencia.
Se
queja Kreimer de esta indebida presión pues, desde el punto de vista
jurídico-constitucional, de afianzarse en la jurisprudencia vendría a echar por
tierra la presunción de inocencia, uno de los pilares del llamado ´estado de
derecho´. Fastidiada la Kreimer, expresa con enojo que tendrá más validez y
legitimidad el aullido feminista ´hermana
yo sí te creo´ que los principios del derecho que ofrecen garantía a la
imparcialidad de nuestro sistema constitucional y penal.
Con
contundencia, afirma esta licenciada en filosofía y doctora en ciencias
sociales de la Universidad de Buenos Aires que “es falso que la Justicia sea
´machista´ y que los ataques sexuales a mujeres no sean juzgados”. Sí
lo son y aporta alguna estadística del 2017, con fuente en el Ministerio de
Justicia, que indicaría la eficacia de las instituciones de defensa y protección
reales de la mujer contra abusos constatables.
Por
cierto, y es el tono de denuncia que recorre toda la argumentación de Kreimer, la
amenaza corre más bien por cuenta del “dogmatismo
que se ha adueñado de vastos sectores del feminismo (…) desplazando el foco en
la defensa de las minorías hacia la defensa de ´posverdades´ ideológicas y la
persecución autoritaria en nombre de lo políticamente correcto”.
Sería
necio si creyese que en la sesera de Kreimer acabado y transparente es todo juicio
y apegada a la verdad contrarrevolucionaria su argumentación. Pues no lo es y
puede constatarse un penoso juridicismo del que su queja finalmente no sale ni
puede salir. Además, debe reprochársele una viciosa ´corrección fraterna´ pues
le enrostra al “progresismo” haber
desviado su potencia revolucionaria en favor “de las minorías” para entretenerse en “la defensa de ´posverdades´ ideológicas”. Imposible abonar un
tributo más grande a los errores modernos.
No
concluye mal, empero, el brulote contra el feminismo
intolerante porque, aunque no lo quiera, desvela el auténtico mal del
feminismo cual es el de ser una ideología
por más ´posverdad´ que pueda
predicarse.
Que
la autora se desempeñe en la UBA y Clarín
haya decidido publicarlo; en fin, suma un moderado punto a favor de Kreimer,
aguardando para un tiempo áureo la plenitud ostensible de la verdad, que
seguramente procederá de una pluma católica.
Ernesto Alonso
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