CARA DURA
Créanme
o no tirios y troyanos, en la gélida noche argentina del 8 de junio, me he
enterado de tres cosas que ignoraba. La primera que existe un amondongado
sujeto llamado Alejandro Bermúdez; y que por cierto no debe ser confundido con
su homónimo, el nadador colombiano, apodado precisamente el Flaco. La
segunda, que el ente carnoso, entre otros menesteres ilustres, dirige un
programa televisivo titulado “Cara a Cara”, sin que sepamos aún si su objeto
propio versa sobre el lifting facial o el identikit. Y la tercera, que en la
edición del mencionado programa con fecha 6 de junio de este 2018 (cfr. minuto
50 y ss de https://youtu.be/F9xoj0N3Sx8), el célebre saín –que para abreviar llamaremos nomás
Alejandro Bermúdez‒ se ha ocupado de mí, desbarrando de dislate en falacia y de
mentira en canallada.
Viene
a decir el Alejandrino –con ripios, ¡ay! en la prosodia, la fonología y la
sintaxis‒ que he “caído en el abismo antipapista y lefebvrista, que
simplemente” me “hacen incompatible con un comentarista católico”. Que he
“dejado de ser un comentarista católico”, por mi “antipapismo irracional y
apocalíptico”; y que el “proceso sistemático de negación de la autoridad
pontificia del Papa Francisco” me convierten en “herético”, pues eso “es negar
la realidad del Espíritu Santo que gobierna a la Iglesia”.
Da
vergüenza ajena que este señor Bermudo hable de quien no conoce ni su vida ni
su obra, ni su pensamiento ni su acción; y que movido por su obsecuencia a los
altos mandos eclesiales que lo rentan, se arrogue el derecho a dividir las
aguas de los ortodoxos y de los herejes, con un maniqueísmo que lo degrada, ridiculiza
y abaja. Esto no sólo es “irracional” sino moralmente pecaminoso, penalmente
injuriante e intelectualmente mendaz. Esto, para decirlo de una vez, es la
zafaduría propia de un maleducado.
Da
mayor vergüenza que confunda el deber canónico de los fieles de señalar los
yerros de sus pastores y aún el del Pontífice con el antipapismo, que es
negación de la institución petrina. Precisamente el núcleo de la herejía
luterana a la que Francisco ha rendido homenaje público hasta la indecencia.
Lastimoso
es que utilice la palabra “apocalíptico” como adjetivo descalificante, rozando
así dos herejías, la del socinianismo y la del dominionismo; e incurriendo en
la torpeza vulgar de sinonimizar al Apocalipsis con la maldad. Ridículo además,
si no fuera trágico, que el caballero de la triste pantalla carezca del
discernimiento básico para no advertir la distancia que hay entre un “proceso
sistemático de negación de la autoridad pontificia” y el proceso desgarrador
que vivimos los católicos genuinos, teniendo que señalar este tránsito del
Iscariotismo a la Apostasía que conduce hoy el Cardenal Bergoglio.
En
dos cosas no obstante acierta el bermudo, y me place reconocérselo. La una es
que no soy un comentarista católico. ¡Válgame la Virgen Santa si lo fuera! Para
oficio de tan poca monta están el morcón y sus socios. A Dios le pido que me
haga apóstol, misionero, testigo, apologeta, el último de sus bautizados fieles
o el ignoto confesor de la Fe, la ínfima semilla caída en el surco. Pero
comentarista católico, no.
El
acierto segundo es que el Espíritu Santo gobierna a la Iglesia (Catecismo,
811). De allí la magnitud de la osadía de Francisco, cuando sostiene que “el
Paráclito parece como si fuera un apóstol de Babel” (15-3-2013); cuando lo
llama “calamidad y desastre” (4-5-2018); cuando lo pone como artífice de la
unidad con los pastores evangelistas pentecostalistas (25-5-2015); cuando cree
que antes de su gestión aperturista y sincretista la Tercera Persona ha “vivido
en una jaula”, que habría sido la misma Iglesia (23-2-2018); o cuando incurre
en bromas zafias contra la Santa Trinidad (25-3-2017), faltando ostensiblemente
al Segundo Mandamiento.
Mientras
escribimos este descargo, llega desde Roma la infausta noticia de que este
destratador serial del Espíritu Santo acaba de conferirle el rango de beato y
mártir a Monseñor Angelelli, agente mil veces documentado de la subversión
marxista, traidor contumaz a la Fe Católica y operador activo de una de las
principales agrupaciones armadas terroristas en los años setenta del siglo XX.
No sabemos qué subterfugio, eufemismo, elipsis o sandez sacará a relucir ahora
el papólatra Bermúdez de su sotobarba o de su bandullo.
De
mi parte, diré a secas y con dolor, una vez más, que este tipo de felonías
prueba que la cabeza actual de la Iglesia está en manos de un personaje
contumazmente siniestro, dispuesto a todo para ultrajar a la Esposa. Bergoglio
sabe muy bien que Angelelli no murió por causa de la Fe Católica, sino que
militó en su contra desde el partisanismo rojo, hasta que un simple accidente automovilístico
se lo llevó de la tierra. Bergoglio sabe muy bien que los verdaderos mártires
en aquella contienda que ensangrentó a la Argentina, no son el obispo zurdo con
sus compañeros de malandanzas. Son las víctimas de su despliegue criminal,
análogo en lo esencial con las perrerías del bolchevismo.
El
Diccionario de la Real Academia Española registra con propiedad entre sus
páginas el término caradura, para aludir a la persona que actúa con
desvergüenza, descaro o falta de respeto. Más propiamente aún –añade‒ al
sinvergüenza o desfachatado. De allí que Alejandro Bermúdez le haría un favor
inmenso a su teleaudiencia si trocara el nombre de su programa por éste aún más
castizo y veraz que venimos a sugerirle: CARADURA.
Me
dicen algunos amigos que morigere mis palabras, puesto que Alejandro Bermúdez
Rosell –apellido este último de presumibles raíces hebreas‒ sería un hombre
poderoso, conductor y director de una diversidad de medios de comunicación
sedicentemente católicos o integrantes activos del oficialismo clerical
vaticano. Agradezco de corazón a mis consejeros, pero si algo me mueve a no
mitigarme es, precisamente, la relevancia que parece tener tal inverecundo
mentiroso.
En
esta semana que concluye ya padecí otro caso de un relumbrón nativo del show
business; de la especie de los neo guapos que amenazan con su poderío en las
redes sociales. “Te espero en el facebook”, es la consigna estulta y pusilánime
de todos estos nuevos ricos de la intelligentzia. Hombres cuyo estilo es no
tener aristocracia sino redes sociales. Para desgracia de ellos, pertenezco a
la generación que prefiere la bala marxista a la palmadita liberal. Porque como
decía José Antonio Primo de Rivera, prefiero morir fusilado que de náuseas.
Prefiero la derrota en la Cruz a la victoria en los blogs.
Ignoro
si alguna vez podré estar cara a cara con este caradura de Bermúdez. El
cual –para que ninguna patraña estuviera ausente de su relato‒ lanzó la especie
de que soy entrevistado “en forma constante, una y otra vez”, por el Dr. Hugo
Verdera; cuando en los largos años del programa televisivo que éste dirige,
sólo he asistido a dos (8-11-2013 y 21-3-2015), tocándose en ambos asuntos
absolutamente ajenos a la crisis de la Iglesia.
Ignoro,
lo reitero, si se me dará la ocasión de estar cara a cara con este turiferario
de encumbrados apóstatas y difamador de bautizados fieles. Quisiera saber si
entonces puede sostener cuanto de ruin ha dicho. Pero mejor pensadas las cosas,
Dios me preserve de la proximidad de torvos semblantes, y me conceda la dicha de
alcanzar algún día la gracia de estar perennemente ante Su Santa Faz.
Bajo
el icono del Cristo Yacente renuevo mi promesa de intransigencia en la desigual
batalla:
Tendido,
horizontal, sangrante y plano,
te recibió el
sepulcro entre estertores,
eran todos los
rostros pecadores,
y el tuyo
yerto, bonaventurano.
Todavía
llevabas en la mano
de la llaga
manante, los dolores.
Todavía eran
tuyos los sabores
del vinagre y
la sed: la trilla al grano.
Yaces, Señor,
en esta tierra impía
alguna vez
alcázar de Tu nombre
mudada en la
más ruin alevosía.
Regresa a dar
la última reyerta
seremos puños
que la patria escombre,
lanza que pugna
aunque la vieron muerta.
Ciudad
de la Santísima Trinidad, 9 de junio de 2018.
Antonio Caponnetto
3 comentarios:
https://laslineastorcidas.wordpress.com/2013/07/07/alejandro-bermudez-y-la-retorica-del-insulto/comment-page-1/
Estimado Antonio: necesito comunicarme contigo. Te dejo mi correo: hepoggi@gmail.com Abrazo!
Enorme deleite y no menor desagrado me produjo la lectura de los artículos de De Lorenzo y don Antonio. Lo primero por la maravillosa sintaxis, la profundidad argumentativa y las enseñanzas que nos dejan, como así también la ironía punzante que me hizo soltar la carcajada en más de una ocasión. Lo segundo, porque aun sin dudar de la veracidad de los firmantes, la visión del video me demostró cuán contumaz y mendaz puede ser un "comentarista católico". Vergonzoso.
Manfredo
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