CARTA A NICOLÁS MÁRQUEZ
de Antonio Caponnetto
Estimado Nicolás Márquez:
Desde hace un tiempo ya prolongado,
mis escritos o conferencias son dados a conocer desde “Prensa Republicana”, que
entiendo co-dirige con Agustín Laje, y que es prolongación de algún proyecto
periodístico precedente en el que sucedía algo análogo.
Parece ser ésta, además, una
modalidad frecuente en el llamado universo de las redes sociales. La menor
expresión que alguien elabora e instala en las susodichas redes, pronto se
“viraliza”, y casi al instante no se sabe más cuál o quién es la causa
eficiente que primariamente la ha engendrado. El totum revolutum es total y completo.
Me consta de un modo expreso –y debo
dejar certificación de ello‒ que todas las veces que he sido incorporado a sus
sitios, no ha habido de parte suya otra motivación mas que la buena voluntad y
el amical interés en promover mis módicas actividades. Y si bien es cierto que jamás
se me pidió autorización para reproducir mis trabajos, también lo es que
este modus operandi está ahora
connaturalmente instalado en todo el ámbito de las llamadas publicaciones
digitales.
Cualquiera captura hoy lo que es de
propia autoría y puede multiplicar su presencia en los lugares más impensados,
ignotos y ajenos a las personales convicciones o raigales creencias. Cualquiera
incluso puede osar el simulacro de adoptar el nombre de un tercero y dejar su
comentario en los múltiples “posteos” diarios. Mi experiencia personal al
respecto es desoladora.
Creí sinceramente que el grueso de
los usuarios o de los frecuentadores de estos medios estaban en condiciones de
aplicar tales discernimientos. Pero no ha sido ni es así, sobre todo en los
últimos tiempos. Y aunque a nadie en particular culpo por ello, lo concreto es
que ya he recibido demasiadas pruebas del desconcierto o de la perplejidad que
acarrea ver mi nombre instalado con involuntaria regularidad en las páginas de
“Prensa Republicana”, con cuya línea editorial no me encuentro en comunión y
sí, muchas veces y en cuestiones sustantivas, en franca colisión,
hondísima discrepancia y prufundo antagonismo.
Es por ello que –sin dejar de
agradecerle cuanto ha cooperado a la difusión desinteresada y caballeresca de mi
pensamiento‒ le solicito formalmente que,en lo sucesivo, no reproduzca mis escritos en sus medios de expresión.
Entiéndase que el pedido no implica ni puede implicar que no adopte usted ante
mi obra el juicio que crea merecerle, fuere de adhesión o de rechazo. Regla que
rige para ambos y para todos los pensantes.
El pedido apunta,sencilla y
frontalmente, a que no se me tome como colaborador, columnista o cooperador
de un proyecto como el suyo, con el cual, reitero, tengo graves, profundas y
muy hondas y cruciales desinteligencias. Desde las atinentes a la doctrina
política –en el sentido más abarcador del término‒ hasta las vinculadas al
estilo, talante o modalidades.
El motivo de estas líneas –que le
encarezco reproduzca en “Prensa Republicana”‒ no quiere dar inicio de mi
parte a ningún debate. Quieren, por un lado, ser expresión de gratitud por
el esfuerzo que pueda haberle significado difundir mis ideas. Quieren asimismo no
dejar de reconocer cuanto de valía haya en sus esfuerzos, iniciativas y campañas,
que las sé fatigosas. Pero sobre todo, quieren ser una pública y tajante
divisoria de aguas. De allí que me vea obligado a hacer pública esta carta.
Sigo donde siempre estuve, en las
filas del Nacionalismo Católico, en la militancia Contrarrevolucionaria y
Anti-Moderna, en pugna frontal contra la Judeomasonería, la Democracia, el
Liberalismo y el Marxismo. Confrontando con derechas e izquierdas, locales o
internacionales; en enemistad abierta con el Imperialismo Internacional del
Dinero, sus secuaces nativos y sus mandantes extranjeros.
Celebro la caída del Muro de Berlín,
pero también celebraría el derrumbe de otros dos muros, el de Street en New
York, y el de los Lamentos, en tierras despojadas a sus legítimos dueños por la
codicia hebrea. Entono aún emocionado: “en lo alto la mirada, luchemos por la
patria redimida”, y a la par los cielitos federales que tributan preclaros
honores a la figura impar e irrepetible de Don Juan Manuel de Rosas.
Sigo donde siempre estuve, opugnando
con las mentiras históricas, no sólo de las últimas cuatro décadas argentinas,
sino con las de la maldita propaganda aliada y aún con todas aquellas de más
lejanos antecedentes. Sigo donde quiero aprender a estar: como vasallo de María
Reina, en el testimonio solitario y austero de la Cruz, sin concesiones a los
códigos de la sociedad del espectáculo o a los rituales del show business, en el que parece querer
devenir hoy la vieja y noble actividad apologética.
Y procuro seguir, sobre todo, con el
auxilio de la gracia, donde con piedad sincera y afecto genuino, ruego a Dios
que (despojándolo de tantas confusiones, errores y contemporizaciones con el
espíritu revolucionario) los ubique a usted y a los jóvenes o adultos que
buenamente lo siguen: en el pequeño rebaño de los derrotados por el mundo que
aguardan, batallando y resistiendo, esperanzados y sin doblegamientos,
el regreso victorioso de Cristo Rey.
Sin dobleces va mi abrazo
Antonio Caponnetto
Junio 5 de
2018.
Ciudad de la
Santísima Trinidad.
Se agradece difundir
2 comentarios:
SUPONGO QUE CUANDO HABLA DE "LEGÍTIMOS DUEÑOS" DE TIERRA SANTA SE REFIERE A LOS FENICIOS, LOS CANANEOS, QUE FUERON LOS PRIMEROS HABITANTES, LOS ORIGINARIOS...ANTES DE QUE EL PATRIARCA ABRAHAM COMPRARA LAS TIERRAS, Y DE LA ULTERIOR LLEGADA DE JOSUÉ Y LA TOMA DEFINITIVA DE JERUSALÉM POR EL REY DAVID. NUNCA HUBO "PALESTINOS" EN ESE TERRITORIO...ES UN PAÍS INVENTADO POR LA LIGA ÁRABE. TIENEN LA MISMA BANDERA DE JORDANIA...CON UNA ESTRELLA DE DIFERENCIA...Y NO EXISTÍA ANTES DE LA GUERRA DE LOS SEIS DÍAS.
NO SOY JUDÍO....NO SE PERSIGA...SOY CATÓLICO HIJO DE ITALIANOS.
LEONARDO
Los árabes palestinos están allí desde el siglo VII DC cuando los árabes conquistaron todo el medio oriente incluida la ciudad de Jerusalem. 1200 años han vivido allí hasta que llegaron los piratas sionistas en 1948 y usurparon sus tierras. Israel es un país artificial creado por las grandes potencias.
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