BERMÚDEZ
Todos sabemos que hoy los medios facilitan que se hable
de todo, de lo que se sabe y más aún de lo que se ignora. De ahí que las
ocasiones en que se vulnera la justicia, a través de los medios, no son pocas.
La situación se agrava cuando se dice algo de alguien, no
en privado, sino a través de un medio masivo de comunicación.
En “Cara a cara”, programa conducido por un tal Bermúdez,
este nos ha calificado a los integrantes de “El compromiso del Laico” como
herejes, no católicos, al tiempo que con las manos daba a entender mediante un
gesto vulgar, que se trataba de personas que habían perdido la razón.
Por gentil invitación de mi buen amigo Hugo Verdera,
desde hace unos meses me incorporé a “El compromiso del Laico”, por tanto
aunque no mencionado, me siento igualmente agraviado.
Sospecho que no, pero tal vez usted haya oído hablar de Santo
Tomás. El santo doctor dice: “lo que hace
que la afrenta o el insulto sean faltas graves, es precisamente lo que las constituye
como tales: ser palabras pronunciadas con la intención de privar a alguien de
su honor”.
Por otra parte, es Gilson quien abunda sobre los mismos
textos: no se debe despojar nunca a un hombre de su honor. Hacerlo por una
torpe elección de las palabras puede ser pecado mortal.
Como usted no fundamentó sus expresiones, la afrenta
quedó en el aire sin otro justificativo que la sinrazón.
No es difícil deducir de sus titubeos e incoherencias,
que usted no solo no vio los programas, sino que ni siquiera tuvo interés en
saber quiénes eran aquellos a los intentaba denigrar. Curiosamente suelen ser
los sicarios los que optan por ignorar como es la vida de sus víctimas.
Si esto fuese así, como probablemente lo sea, como no
entrever, que la supuesta pregunta de un oyente, nunca existió. Entonces no es
difícil conjeturar que se trata de una operación de prensa, de esas que se
hacen por pedido de alguno que no quiere o no puede aparecer públicamente, un
intento de sacar del medio a uno que molesta, de dañar el honor de otro, sin
razón, sin vergüenza y hasta sin náusea.
Prestarse a una actuación cercana a lo deleznable, no
habla demasiado bien de Bermúdez. No sólo eso, nos ha mezclado con gente de
otros países, a quienes no conocemos, configurando, como suelen hacer los
difamadores, un entrevero caótico y confuso.
Así, como de la nada, arranca mencionando a nuestro amigo
Antonio Caponnetto como si se tratase de un invitado permanente en el programa.
Sepa usted que
otra vez se equivoca. En lo que va de 2018 nunca estuvo y creo que en ciclos
anteriores ‒en los que yo no participaba– apenas intervino en una o dos
oportunidades.
Por otra parte, la absoluta fidelidad a la Iglesia de
Cristo y la recta inteligencia de Antonio, están mucho más allá de cualquier Bermúdez,
de los muchos que andan sueltos por el mundo de la obsecuencia.
¿Qué advertimos y señalamos equívocos y confusión en el
pontificado de Bergoglio? Por cierto que sí. Es nuestra obligación de
católicos, fieles seguidores de la enseñanza de s. Juan Pablo II: No aceptar
que la catequesis se empobrezca por abdicación o reducción de su mensaje, por
adaptaciones, aún de lenguaje, que comprometan el “conserva lo que se te ha confiado”.
Y así aparece en la portada del programa, si lo hubiese
visto lo sabría. Recordamos aquello de San Pablo “que la cruz de Cristo no pierda su eficacia”.
O usted ya se olvidó que el Papa por ejemplo no respondió
la dubbia, que fue este Papa el que rindió homenaje nada menos que al hereje Lutero,
que recibió once veces a Scalfari director del periódico marxista Repubblica,
para que fuese el tano y ateo el vocero oficioso que anunciara la no existencia
del infierno y la no inmortalidad del alma; fue Scalfari el encargado de
escribir “que cada uno de nosotros tiene
su propia idea del bien y del mal, y debe elegir bien y combatir el mal como el
lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo”.
Un Papa que envía a Sánchez Sorondo a China, para que a
la vuelta declare alegremente que ese es el lugar del mundo donde mejor y más
acabadamente se aplica la doctrina social de Iglesia.
Que mantiene en su cargo al monseñor V. Paglia después de
los famosos murales y que acaba de invitar a un encantador diálogo a la
masonería italiana.
Un Papa que opina que el proselitismo –o sea la
evangelización‒ es una solemne tontería. Que ha recibido, elogiado a cuanto ex
terrorista anduvo por el Vaticano, tal el caso entre tantos, de E. de Carlotto,
y de Bonafini una señora que se enorgullece de su ateísmo y de atacar a la Iglesia
de Cristo y de reivindicar al terrorismo revolucionario y que por si faltara
algún detalle, defecó en la catedral de Buenos Aires.
Que apoya al régimen de hambre, miseria y esclavitud de
Maduro, de Ortega, de Fidel, del que dijo que su muerte era una gran pérdida
para el mundo.
Que se complace enviando cartas y rosarios a una atea
combativa y estafadora de los pobres como M. Sala. Que recibe a lo peor del
marxismo y peronismo criollos, los más sórdidos, los más ladrones, los más
ricos, y lo hace con una frase memorable: “aquí están los troscos de Dios” etc.,
etc., en fin, la lista es asombrosamente interminable.
Así las cosas, ¿usted continúa opinando que los herejes,
los no católicos, somos nosotros?
Claro que Francisco se cuida bien de recordar con
parecido fervor ‒ni de ninguna otra manera‒ a las muchas víctimas del
terrorismo marxista. Siguiendo ese modo de obrar y esos llamativos silencios, nunca
mencionó por ejemplo a nuestro amigo el profesor Jordán Genta, ni al profesor
Carlos Sacheri, arquetipos católicos, maestros eminentes, caídos ambos, que
afrontaron la muerte, en defensa de Cristo y de la Patria.
Un Papa que además tiene muy extraños voceros, como la
falsaria E. Piqué que nos hartó con su campaña contra Benedicto XVI, el maoísta
Grabois, y a los socialistas Vera y Solanas junto a la ex montonera Alicia
Barrios, etc.
Ayer nomás puso el broche de oro a la ignominia, firmando
el decreto de beatificación del obispo terrorista Angeleli, uno de los curas de
la liberación, que llevaron a matar y morir a incontables jóvenes, en nombre de
la revolución social y el materialismo marxista.
Yo sé bien que es humano equivocarse y es de bien nacidos
y de señores disculparse, por eso no espero su retractación, aunque acaso pueda
explicarnos en que nos alejamos de la doctrina católica, en qué consistiría
nuestra herejía para enmendarnos y retractarnos.
Es evidente que el discurso de Francisco, tiene por eje
la opción por los pobres, opción anclada en la teología de la liberación y sus
variantes, claro que se refiere menos a los pobres del Evangelio, que somos
todos, que a los pobres materialmente hablando.
Hace poco sostuvo que lo tildaban de comunista porque su
prédica iba referida a los pobres. Sería de interés que usted o alguien de su
cercanía, le comentara al Papa que el comunismo jamás se ocupó de los pobres, a
no ser que, por ocuparse debamos entender esclavizarlos, degradarlos o
eliminarlos.
Naturalmente que esa pobreza debe ocuparnos a todos los
católicos, pero con ser grave, no es todo en la vida de los hombres y Dostoievski
lo sabía: “Pasarán los siglos –decía
el gran ruso‒ y la Humanidad proclamará
por boca de sus sabios, que no existe la verdad, ni el crimen, ni el pecado,
que la única cuestión es la de los pobres”.
Aunque visto desde otro ángulo, estos “favores”, estos
perjurios, desde hace más de dos mil años suelen ser recompensados, sobre todo
entre católicos prolijos y serviciales como usted y la gente que usted
representa, de tal suerte que, cumplida la noble tarea sólo le resta esperar.
Miguel De Lorenzo
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