domingo, 26 de junio de 2011

Recensión bibliográfica

GENERAL AZUL,
LUCERO DE LA FALANGE (I)
   
   
Luis E. Sánchez Togores:
“YAGÜE. El General Falangista de Franco”, Madrid,
Editorial La Esfera de los Libros, 2010, 845 páginas.
   
   
En época de biografías, ésta, con autoría del Doctor en Historia Contemporánea Sánchez Togores, posee un valor muy señalado: es la de ser un paradigma de cómo se debe entender el espíritu y el accionar de un hombre excepcional. Estamos frente a un magnífico retrato del General Juan Yagüe porque capta al personaje en lo espiritual y material.  Y como muy bien se ha dicho, si un retrato no es captación del conjunto alma y cuerpo, pues no es cosa que deba siquiera intentarse.

Yagüe —y es un dato importante para definir su calidad espiritual— fue afiliado entusiasta y apasionado de la Falange, cuya Camisa Azul usaba con el uniforme militar.  Amigo personal de José Antonio, compartía con él las esperanzas de una comunidad organizada en la construcción del Estado Nacional Sindicalista de la España Una, Grande y Libre.  Espíritu de servicio y de sacrificio, amén de un sentido ascético y militar de la vida, poseía el estilo, resumido joseantonianamente: “Mitad Monje y Mitad Soldado”.
    
Su trayectoria, caracterizada por los valores que acabamos de señalar, está desarrollada en el  libro que nos ocupa.  De sus páginas surge la trascendencia de aquellos lustros convulsos por el accionar de la masonería y del marxismo.  En cada capítulo se dá el milagro de la conexión por encima del tiempo.  Imposible misión se dirá, pero sin embargo ha sido llevada adelante mediante la consulta de la documentación oficial y secreta existente en el archivo privado del General.  Trabajo de un erudito en torno a un héroe que por si fuera poco fue clave en materia táctica y estratégica.  Nos estamos refiriendo  al aspecto militar, en el que, con razón, llegó a disentir en subido tono, con su  amigo y camarada de promoción, el Generalísimo Francisco Franco, en el transcurso de la Cruzada de Liberación (1936-1939) y aún después de ella.
   
La biografía —que consta de XVI capítulos con  epílogo y selecta bibliografía— comienza rozando el Alzamiento al referirse a las grandes maniobras veraniegas en la entonces zona Hispana de Marruecos.  Corrían los días entre el 6 y el 12 de julio de 1936.  “Ninguno de los participantes los ha podido olvidar”, expresa el autor.  Los movimientos militares se desarrollaron en el Llano Amarillo, llamado así por las infinitas florecillas con ese color que cubren su suelo durante el verano.  El Dr. Sánchez Togores va describiendo en el  transcurso de estas páginas la realidad  política durante la Dictadura Restauradora del General Primo de Rivera.  Luego muestra lo que se vivió en los meses que pasaron a partir de la traición  del monarca borbón al General don Miguel Primo de Rivera al que hizo abandonar el gobierno y del que renegó hasta de su memoria (1930).  Un acontecimiento que, con ujieres introductores, condujo a la  nefasta “República de los Trabajadores” estallada el 14 de abril le 1931, cuando la ingloriosa huida  del Rey Alfonso XIII ante la derrota monárquica en unas elecciones municipales.
 
La República Jacobina de Niceto Alcalá Zamora, Indalecio Prieto y Manuel Azaña con  el Partido Socialista (PSOE) fue la apertura de la Caja de Pandora de la que salieron oleadas de crímenes, asaltos, tumultos, huelgas incontrolables, y el ensayo revolucionario anarco bolchevique en Asturias junto al Estatuto cuasi separatista catalán (1934) y la persecución anticatólica pergeñada por el Gran Oriente.  El parlamento, coro izquierdista, muy bien remunerado, reprimió duramente a las derechas y a la Falange dejando impunes los crímenes de la siniestra.  En tanto proseguían  los planes subversivos del Socialismo (PSOE) en conmixtión con el Partido Comunista (PCE) y los anarquistas  (CNT) que maniobraban para lanzarse sobre Niceto Alcalá Zamora y sustituirlo por Manuel Azaña quien con satisfacción decía que “España había dejado de ser católica”. 
   
La doctrina liberal de “un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rousseau” (José Antonio dixit) mostraba su verdadero rostro con el veneno socialista.  El Pacto Social se condensa en el número, como razón absoluta, y en la fórmula, según la cual se impone la enajenación de todos los bienes, junto a las libertades personales.  El resultado lógico: la “Dictadura del Proletariado” con la tiranía del Partido Comunista encabezada por Largo Caballero (alias el Lenín español) que Stalin veía como una formidable estrella roja clavada con martillo en España, la espalda de Europa (futura cabeza de puente hacia hispanoamérica) luego de sus derrotas en la Italia del Lictóreo y en las tierras germánicas  de la cruz gamada.
       
“La importancia del momento olía a guerra”.  Fue entonces que sucedió un episodio que el autor no deja de recordar al lector.  Finalizadas las maniobras militares —escribe— y “una vez que terminaron de pasar las tropas, las autoridades se dirigieron al  banquete preparado al aire libre […] Éste consistió en una abigarrada celebración al más puro estilo español”.
          
En un lado, las interminables filas de mesas de jóvenes oficiales del Tercio gritaban a pleno pulmón CAFÉ, CAFÉ (acrónimo de Camaradas Arriba Falange Española”) y desde otras les respondían sus compañeros de armas “SIEMPRE, SIEMPRE”.  El Teniente Coronel Yagüe los escuchaba lleno de orgullo y no contestó al Delegado del “gobierno” que preguntaba por qué pedían café si estaban en medio del almuerzo.  A los postres y en medio de discursos, que a nadie importaban, empezaron a cantar el Himno de la Infantería.  “Sin embargo en otra parte del inmenso vivac, sargentos y suboficiales vitoreaban al Ejército Rojo cantando La Internacional con el puño cerrado en alto”.
        
Aquel Comandante que encabezara la Legión en las maniobras del Llano Amarillo, y que en horas entraría en combate  por Dios y la Patria, era hijo del médico rural Juan Yagúe Rodrigo y de doña Maximiana Blanco Salas.
        
Había nacido el 9 de noviembre de 1891 en el pueblo soriano de San Leonardo recibiendo por el Sacramento del Bautismo los  nombres de Juan Lorenzo Teodoro.
           
En 1907 ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, la Ciudad Imperial.  Allí, en el Alcázar, pasó  tres años de estudios sin imaginar que décadas después esos muros imponentes iban a ser escenario de una de las heroicidades más impresionantes del siglo XX sacrificando, su Jefe, el Coronel Moscardó, la vida del hijo para no rendirse al Frente Rojo.
         
En Toledo, escribe el Dr. Togores, “solar y cuna de la infantería española se rendía culto al valor, al honor, a la acometividad en el combate y a la disciplina, al esfuerzo, a la capacidad de sufrimiento y a la abnegación. Virtudes morales puestas al servicio de la Patria…”
    
En 1914 Yagüe fue destinado a servir en Melilla con lo que incorporaba al grupo de los jefes conocidos históricamente como africanistas.  Tales los casos de Franco, Mola, Millán Astray, Muñoz Grandes y Valenzuela. Ellos entrarían en la historia gloriosa de España  como forjadores de la victoriosa Cruzada.
       
La mañana del 13 de julio de 1936, veinticuatro horas después de la premonitoria división de los vivacs a la que terminamos de hacer referencia, se producía un hecho de sangre que determinaría los acontecimientos de los años siguientes: la noticia de la muerte de José Calvo Sotelo (1893 - 1936) Jefe de la Oposición en Cortes.  El caballero católico había sido secuestrado y asesinado con un disparo en la nuca por integrantes de los Guardias de Asalto (Policía Gubernista) y sicarios socialistas.  “La mala nueva corrió como reguero de pólvora.  Sirvió para decidir a los indecisos y reafirmar a los comprometidos”.
       
El cinismo del Gobierno Rojo llegaba a su máxima expresión:  “En los tres días siguientes no se arrestó a ningún izquierdista y sí a cientos de falangistas”.
       
El marxismo buscaba la guerra porque veía como segura la victoria y el salto dialéctico definitivo hacia  la Revolución Bolchevique.  El marxileninismo ultra siniestro tenía los resortes del poder y el Ejército estaba infiltrado y dividido.  Los radicales suponían poseer todas cartas ganadoras.  Para los africanistas la medida estaba colmada y la suerte iba a ser arrojada por un nuevo César en el Rubicón.  Yagüe y la Legión se pusieron en pie de guerra.  Tres mil voces gritaron como un presagio: ¡Legionarios a vencer, Legionarios a morir!
 
Falta algo por decir.  Dios mediante proseguiremos en cercana edición.
   
Luis Alfredo Andregnette Capurro
     

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigos de Cabildo. ¿Donde puede adquirirse este libro?