lunes, 3 de septiembre de 2018

Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo


LAS BANDERAS DE LA PATRIA
ARGENTINO-ORIENTAL HASTA
EL NEFASTO PONSOMBY (1)

No pretendemos plantear un tratado de vexilología, que es la disciplina que estudia aquellos elementos llamados banderas. Como se ha dicho, “es rama reciente del saber humano porque ella surge de los años sesenta de la veinte centuria”. Sin embargo, deseamos señalar la partida de nacimiento de la Patria que, como dijera Maurras, “es la tierra y sus muertos”. Es un linaje que nos une al Imperio de Carlos I de España y V de Alemania. El substrato de sus ideales, sus alegrías y dolores, marcan un rumbo para el presente y futuro, tal como dijera José Antonio Primo de Rivera: “somos centinelas de la unidad de destino en lo universal”.

No hay símbolo más importante que la bandera, por sus colores, que cuando se entroncan con las raíces mismas de nuestra tierra, fijan los objetivos a alcanzar por las generaciones que se suceden en el devenir de los tiempos. Así la Patria se acuna en el lienzo azul-celeste y blanco que nos legara la hispanidad católica. Sin más preámbulos, entremos en el tema que hemos elegido. La llamada revolución independentista consideramos que fue, ni más ni menos, una lamentable guerra civil, donde hispanos y criollos en ambos bandos se enfrentaron buscando un perfeccionamiento de la parte jurídica del Imperio, que terminó con el desastre que significó transformarnos en un continente balcanizado, integrando los dominios informales de Gran Bretaña.

La década comprendida entre 1810-1820 fue para la Patria Grande, riquísima en acontecimientos de todo orden. El común denominador de estos años fue el enfrentamiento con políticas, cuyos ideales no eran más que fórmulas coloniales en su esencia, que desconocían la raíz hispana de todo el movimiento que, repetimos, fue aprovechada por la pérfida Albión. Artigas se incorpora al bando contrario al Consejo de Regencia y con él llega el pueblo rural y el tradicionalismo en su sentido auténtico de cosa recibida en herencia para legar a su vez al futuro.

Es el caudillo que, como dice Jesús en el Evangelio recibe su poder de Dios, quien representa al pueblo como entidad organizada, tal como en la tradición medieval castellana era el “Cabdiello” y en la conquista en tiempos de Martínez de Irala o Hernando Arias de Saavedra, Hueste y Jefe. Realidad Oriental que nace en la Quinta de la Paraguaya donde Artigas es aclamado como Caudillo, perfeccionándose en el Éxodo.

En los meses del conflicto con Sarratea y luego de su incorporación al sitio de Montevideo, Artigas va definiendo claramente su pensamiento político. Este se centraba en dos puntos muy claros que personificaba el Jefe Oriental: mantenimiento de la unidad del virreinato y federalismo. Gobiernos provinciales y gobierno nacional. Puntos cardinales de la misma organización, plasmándola de acuerdo a las circunstancias como debe hacerlo un auténtico conductor.

Desde Purificación, capital del artiguismo (1815) establecida a orillas del rio Uruguay y muy cerca de Paysandú, con apelativo que recordaba a los viejos campamentos de Purificación de la Santa Fe en tiempos de los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Este era el eje político de la Liga Federal, Liga de Guerra en el pensamiento del Jefe Oriental en búsqueda del estado federal que aunara al antiguo virreinato. En esa “Roma cuadrata”, al decir de Juan Zorrilla de San Martín, ondeó la bandera que fuera jurada en Arerunguá, el 13 de enero de 1815.

Nadie mejor que el Héroe para describir claramente la enseña que identificaría la gesta federal:

“...yo he ordenado en todos los pueblos libres que se levante una igual a la de mi cuartel general: blanca en medio, azul en los dos extremos, y en medio de éstos unos listones colorados, signo de la distinción de nuestra grandeza y de la sangre derramada para sostener nuestra libertad… Así lo han jurado estos beneméritos el 13 de enero en este presente año después que se creyeron asegurados para ser respetables sus virtuosos esfuerzos.
Cuartel General, Febrero 4 de 1815
José Artigas”

Los mismos colores ondearían en Montevideo el 26 de marzo de 1815 y el 24 de mayo de 1816. En esta última fecha con la disposición de las dos fajas azules en sus extremos, la blanca en el medio y la diagonal roja del extremo superior junto al asta al ángulo inferior opuesto. Esta bandera cuya confección fuera ordenada por el Cabildo, representó a la Provincia Oriental en el concierto de la Liga Federal. ¿Artigas dio su impronta federal al pabellón que ya utilizaba el bando anti regentista y también contra la Constitución Española de 1812? Podemos contestar que sí.

Primero porque esos colores se popularizaban día a día. Belgrano en 1812 concretó en una bandera los elementos de los cuales hemos hablado. En febrero de ese año, estando en las Barrancas del Paraná, el nominado Jefe del Alto Perú escribía: “siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional y espero que sea de la aprobación de nuestra Excelencia”.

De esta carta se extrae que se quiso una enseña distinta a la enarbolada por el bando regentista. Ella presentaba los colores que eran tradición en América y que se utilizaban tanto en los premios militares como también los vemos establecidos en la ley del 5 de mayo de 1813 que disponía para los brigadieres el uso de una “faxsa blanca y celeste con flecos de oro en la punta”.

Cabe señalar también que son los colores de Nuestra Señora, por lo que Carlos III dispuso el celeste y el blanco en la Orden que lleva su nombre. Asimismo el Almirante Guillermo Brown había utilizado banderas con esos colores en la batalla que diera frente a Montevideo en la zona conocida como del Buceo el 20 de mayo de 1814. Pero es el propio caudillo oriental en la primera parte de la citada carta de febrero de 1815, quien nos confirma el aserto más arriba formulado: “si para disimular este defecto Buenos Aires ha hallado el medio de levantar la bandera azul y blanca; yo he ordenado en todos los pueblos que se levante una igual a la de mi cuartel general”.

Producido en 1816 el zarpazo portugués y la lucha siguiente, 1820 marcó con la derrota de Artigas y su exilio en Paraguay, un ocaso más aparente que real para la causa de los Pueblos Libres. Estos eran las provincias que formaban la Liga Federal del Artiguismo. Tanto fue así que en 1823 se realizó un intento por sacudir el yugo lusitano-brasileño, acción frustrada por la negativa de Rivadavia de ayudar a la Provincia Oriental cautiva. Dos años después iniciábase la Cruzada libertadora (1825) que se extendería rápidamente por el territorio de esta Banda, marcándose con jalones de glorias militares como Rincón y Sarandí.

Ellas se dieron con las trascendentales reuniones de San Fernando de la Florida Blanca donde se instala el Gobierno en junio de 1825 y la Asamblea en agosto de ese mismo año. La gesta iniciada el 19 de abril en la playa de la Agraciada juró en ese histórico arenal una enseña que llevaba en sus manos Don Juan Antonio Lavalleja. La creación del referido símbolo se debió a Don Luis Ceferino de la Torre quien así lo consigna en sus “Memorias” que redactare en Buenos Aires:

“Desde ese día se reúnen diariamente en la casa de de la Torre y se acordaban los trabajos que cada uno debía desempeñar; de la Torre reunía aisladamente el armamento posible, así como construía con sus propias manos las dos banderas que debían tremolar triunfantes en su patria. Se adoptó la tricolor que había usado la Provincia Oriental cuando la invadió el ejército portugués con el agregado en el centro de Libertad o Muerte consecuente con el juramento prestado”.

El lema “Libertad o Muerte”, piensa el autor de estas líneas que fue tomado de la altiva rebelión griega que en ese momento se desarrollaba contra el despotismo otomano.

Se observa claramente que los colores de la enseña de 1825 correspondían a los de la tricolor artiguista como continuación de la gesta iniciada por el “Blandengue Inmortal”. Reunida la Asamblea en San Fernando de la Florida Blanca el 25 de agosto del año arriba citado, procedió a aprobar las tres leyes fundamentales que se conocen como: ley de Independencia, ley de Unión y ley de Pabellón.

Por la primera la Provincia Oriental se declaraba separada por siempre del Imperio de Brasil y del Reino de Portugal. Por la de unión se declaraba incorporada a las provincias hermanas (argentinas) “por los lazos más sagrados que el mundo conoce”. Como dijimos, también aprobó la ley de Pabellón que establecía textualmente:

“…Siendo una consecuencia necesaria del rango de independencia y libertad que ha recobrado de hecho y de derecho la Provincia Oriental, fijar el pabellón que debe señalar su ejército y flamear en los pueblos de su territorio se declara por tal, el que tiene admitido, compuesto por tres fajas horizontales celeste, blanca y punzó por ahora y hasta tanto que incorporados los diputados de esta provincia a la Soberanía Nacional se enarbole el reconocido por el de las Provincias Unidas del Río de la Plata a que Pertenece”.

Para poner punto final a éste capítulo, corresponde señalar un aspecto referido a los colores de los que se habla en estas cuartillas. He aquí nuestra aclaración. Cuando separadamente aparece en la documentación azul y celeste debemos entender lo que algunos heraldistas observan: el color anteriormente descripto es el que nos muestra el cielo despejado a la hora de su mayor esplendor.

Faltando algo por decir, invitamos al lector a que aguarde nuestra próxima entrega, que, Dios mediante, no demorará.

Luis Alfredo Andregnette Capurro
 

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