ALEJANDRO ALTAMIRANO
Ha muerto Alejandro Altamirano lejos de
todos los que lo amábamos. La enfermedad lo fue carcomiendo y alterando
su conducta día a día. A veces, después
de un tratamiento, regresaba a los tiempos de luz. Talentoso para la
filosofía y la música. Componía y escribía -excelente poeta- sobre los
héroes de la patria amada. Con estupenda ironía deshilachaba a los
negros personajes de nuestra fauna política. O nos hacía reír a
carcajadas con canciones pícaras, traviesas sobre algún personaje
allende el océano: Alessandra Mussolini, por ejemplo. Humor inteligente,
si los hubo.
Muchos trataron de ayudarlo. Pero no hubo medicina ni amistad que pudieran con la enfermedad, verdadero cáncer de la carne y de la psiquis. Ayer hicimos rezar misas por él en distintos lugares. Como ahora vivimos en Mar del Plata se nos ocurrió ponerlo en las intenciones de la misa del Convento Dominicano de San Martín de Porres: así evocábamos el mejor tiempo de Alejandro, los años de la UNSTA.
Nos conmovió mucho la invitación de Antonio a la misa en San Lorenzo acompañada del video de nuestro hijo Hernán cantando, acompañado por la guitarra de Alejandro, al “Perro” Cisnero, zamba compuesta por Alejandro.
Noches de guitarra y vino en los más distintos lugares, pero también páginas estupendas leídas en la Semana Tomista. Talento excepcional, familia, todo fue destruido por la enfermedad.
No quiero dar una versión edulcorada del personaje, pero sí recordar y guardar las horas bellas que nos regaló. Sólo a Dios le corresponde juzgar.
Cuando Gabriela nos llamó para avisarnos la notamos muy impresionada y nos decía: “estuvo en toda mi juventud”… y es cierto. Alejandro compartió la juventud de nuestros hijos y con nosotros, en la vieja casa (¿histórica?) de Céspedes, desde el Pesebre viviente a las amanecidas guitarreadas que nos recordaban las que se hacían, en esa misma casa, en nuestra juventud.
Pocas muertes nos han impactado tanto como la de Alejandro. ¿El mendigo ingrato? ¿Habremos hecho todo lo posible por él? Me consta que muchos hicieron mucho pero a todos nos quedará la duda de si hicimos lo suficiente.
Muchos trataron de ayudarlo. Pero no hubo medicina ni amistad que pudieran con la enfermedad, verdadero cáncer de la carne y de la psiquis. Ayer hicimos rezar misas por él en distintos lugares. Como ahora vivimos en Mar del Plata se nos ocurrió ponerlo en las intenciones de la misa del Convento Dominicano de San Martín de Porres: así evocábamos el mejor tiempo de Alejandro, los años de la UNSTA.
Nos conmovió mucho la invitación de Antonio a la misa en San Lorenzo acompañada del video de nuestro hijo Hernán cantando, acompañado por la guitarra de Alejandro, al “Perro” Cisnero, zamba compuesta por Alejandro.
Noches de guitarra y vino en los más distintos lugares, pero también páginas estupendas leídas en la Semana Tomista. Talento excepcional, familia, todo fue destruido por la enfermedad.
No quiero dar una versión edulcorada del personaje, pero sí recordar y guardar las horas bellas que nos regaló. Sólo a Dios le corresponde juzgar.
Cuando Gabriela nos llamó para avisarnos la notamos muy impresionada y nos decía: “estuvo en toda mi juventud”… y es cierto. Alejandro compartió la juventud de nuestros hijos y con nosotros, en la vieja casa (¿histórica?) de Céspedes, desde el Pesebre viviente a las amanecidas guitarreadas que nos recordaban las que se hacían, en esa misma casa, en nuestra juventud.
Pocas muertes nos han impactado tanto como la de Alejandro. ¿El mendigo ingrato? ¿Habremos hecho todo lo posible por él? Me consta que muchos hicieron mucho pero a todos nos quedará la duda de si hicimos lo suficiente.
Lis y Mario Caponnetto
4 comentarios:
Mi más sentido pésame. Lo conocí en una de las reuniones de la revista Verbo en Bs.As. Dios le reciba y pueda Verle cara a cara Tal Cual Es. andrea.
Conocí a Alejandro en el salón de recepción del Centro de Estudios “Nuestra Señora de la Merced”, donde la calle Alsina peleaba para no fundirse en Tacuarí. Tiempos donde el Proceso se despedía, para dar paso al tenebroso Alfonsinato. Y en aquellas aulas campeaba el aroma de la buena doctrina, entre deberes cristianos de la lucha y ejemplares atrasados de “Cabildo”.
Luego, nos vimos semanalmente en OIKOS, un lugar que era refugio de libros y de café humeante, donde Alejandro se presentó místicamente a Ramiro de Maeztu. Buen presentador y degustador de mediaslunas. Las mismas que apuramos aquel sábado en el cual la Virgen de Luján fue llevada hasta la Catedral para una manifestación que se llamó “por la familia”, sólo porque algunos clérigos emasculados no se atrevieron a decir que era “contra el divorcio”. Y Alejandro saltaba rítmicamente al grito de “El que no salta, se divorció”. Eran tiempos felices, pese a todo.
Nos peléabamos cada tanto por cuestiones religosas, por un toma aquel obispo y dame ese seminario. Me enfurecía que no entendiera mis razones evidentes. Con el tiempo, varias décadas después, llegué a la conclusión de que él tenía razón. Pero ya los tiempos habían dejado de ser felices.
Su casa en Flores, con pasillo largo de bienvenida y aquella escalera al cielo de su biblioteca. La fiesta del día que le trajeron su lavarropas, para que la esposa no se rompiese las manos lavando tantos pañales. Y la guitarra, sí. Pero antes, la charla sobre la mejor España, la mejor Roma, la buena filosofía. Fue el primer amigo al que le presenté mi primera novia, aquella inolvidable rusa (rusa está mal dicho: Elvira era ucrania) y en aquella casa cantamos todos “Caminito”. Momentos deliciosos de la vida, para un capítulo emocionante de un libro que jamás escribiré.
Más adelante, actos, actos, actos. Del Movimiento Nacionalista de Restauración, en plazas varias, y pintadas callejeras. Y haciendo tiempo, alguna de sus canciones, por ejemplo la dedicada a Marcelo Flores y a Recaredo Garay: “Don Recaredo Garay, me dijo entre vino y vino…” De paso, saludos a Don Recaredo, Alejandro. Te lo encarezco.
Después… qué importa del después. Es preferible recordar la ternura de Alejandro sosteniendo en brazos a su hijo, José Antonio, y preguntándome una y otra vez: “José Antonio… ¿será joseantoniano?”
Cuánta tristeza, querido Alejandro. Qué espanto.
Quise ir a la iglesia este domingo. Deambulé por Parque Centenario, buscando inútilmente el templo, que luego supe que no estaba por allí. Nos hacemos viejos, confundimos calles y direcciones. El tiempo se me fue, aventurándose por calles ignotas, buscando mejores Díaz.
Pero te encontré, pese a todo, en un puesto de libros viejos de la feria del Parque Centenario. Como tantas otras veces, entre pilas de libros, sonriendo desde el otro lado de la vida y de la muerte. Que si la voz se apaga, no pase lo mismo con el recuerdo agradecido.
Un Ave María por tu alma.
Rafael García de la Sierra
Ya hace años. un pariente, sabedor de mi admiración por el "perro catamarqueño" me paso esta zamba, una obra de arte. Vino y guitarras llenaron mi juventud, cuando todavía se respiraba un aire argentino, luego enviciado y pervertido, El folklore derivó mal y creo que lo peor fue "los Chalchaleros" y lo que vino despues, un conjunto de voces y sonidos extraños. Rn mi caso quedo para siempre la imagen de un gaucho cantando a la vera de su rancho en Coronel Moldes, cuando yo era gurí. No había artificios vocales pero llegaba al alma.
Paco Lalanda
No sabía; me enteré hace dos días y de veras lo sentí. Tengo muy gratos recuerdos de Alejandro, de los tiempos de la UNSTA y de Verbo. Brille para él la Luz que no tiene fin. Y para su familia y amigos, la Paz que sólo nos da el Buen Dios.
A Lis y Mario: tampoco sabía que se habían ido a Mar del Plata. Les deseo lo mejor en esta etapa. Un fuerte abrazo.
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