viernes, 14 de noviembre de 2014

Eclesiales


A PROPÓSITO DEL
“CASO ANGELELLI”
 
En general, todos los argentinos contestarían igual si le preguntasen por el origen de la fortuna K, aunque lo hicieran desde distintos puntos de vista: con aplauso aquellos K creen que hay que aprovechar cualquier oportunidad para quedarse con lo ajeno; con envidia, otros que no tuvieron esas oportunidades que brinda el Poder Ejecutivo; y con reprobación las personas decentes.
 
Es típico de los piojos resucitados, cuando ascienden a puestos expectables, hacer quemar incienso a los chupamedias o pelotilleros, como imaginan falsamente que harían los nobles de sangre o los conquistadores, porque no se les ocurre que el poder pueda ser para otra cosa que usufructo personal. (No está demás recordar que, con ocasión del primer gobierno elegido por sufragio universal en 1916, se popularizaron las expresiones “genuflexo” y “adulón”, más castizas que el lunfardo “chupamedias”).
 
Y si preguntamos por Boudou, cabeza del Legislativo (digo “cabeza”, no en el sentido intelectual, sino porque lleva pelo), la respuesta estaría matizada entre la indignación de muchos y las carcajadas de burla de los legisladores, haciendo pito catalán a la decencia.
 
Pero es de justicia reconocer que no se quedan atrás algunos de los Jueces o magistrados del Poder Judicial, para completar las pruebas de que, al menos entre nosotros, democracia es corrupción. Y para eso se hizo la Constitución… si no, ¿para qué? Como denuncia Martín Fierro, no se hizo para felicidad del pueblo argentino, pero sí para provecho y fiesta de los magistrados, como el primer presidente, que se coronó —dicen— el hombre más rico de Sudamérica.
 
La política de inclusión, también incluye a esos jueces que inventan crímenes inexistentes para condenar patriotas, aunque no sepamos qué ganan con eso. Francamente, desconcertante: si de los 30.000 desaparecidos, la CONADEP reconoce a unos 8.000 muertos por los militares durante la guerra, los otros 22.000, ¿fueron asesinados por la troupe “Bonafini y sus Madres de la Plaza…”, que difundieron la cifra? Porque está claro que, si Monseñor Angelelli no murió en un accidente, lo mataron los jueces 38 años después.
 
Yo no sé, no lo termino de entender. Porque si las cuentas del enriquecimiento ilícito y las de los desaparecidos son creíbles, ha de ser porque el CONICET habrá creado una aritmética nueva, para gloria de los científicos matemáticos K.
 
Lo que sí sé, es que a fines de los años ’60, tenía un alumno protegido por los presbíteros Erio Vaudagna y “El Gato” Rivarola, que parecía enfermo de monomanía y sólo hablaba de las masas explotadas y oprimidas y de opresores, etc. De todo Marx, era lo que había entendido. Pobre, se llamaba Miguel Ángel Barrionuevo, y salió en los diarios cuando lo llevaron a un hospital riojano, herido en un campo de entrenamiento guerrillero, por lo cual la policía lo detuvo. Pero lo liberaron, bajo la palabra del Obispo Angelelli, de que no era guerrillero sino que había sido herido estando ambos en una partida de caza. Lo que no me consta, es que sea auténtica la fotografía del Obispo Angelelli celebrando misa en un altar con las insignias de Montoneros, aunque dicen que apareció en un diario de ellos.
 
Y en 1971, si no recuerdo mal, los titulares del vespertino “Córdoba” anunciaban “OCHO BOMBAS EN EL PALACIO DE JUSTICIA”. ¿Quién las había colocado y, una vez apresado, las localizó para que la Brigada Anti explosivos las desactivara a tiempo? (O sea que sabía perfectamente dónde las había puesto). Pues, ¡Miguel Ángel Barrionuevo!
 
Unos años después, un día, el oeste de la ciudad de Córdoba quedó incomunicado con el centro, porque sobre puente en el cruce de la Ruta 20 y el Canal Maestro Sur, se libraba una batalla entre fuerzas terroristas y la Policía Federal. Después, me dijo un colega, que uno de los muertos era Miguel Ángel Barrionuevo, amigo, compañero de cacerías y protegido del Obispo Angelelli.
 
Hay que rezar también por la conversión de esos jueces, con oraciones inclusivas, agregándolos a las extensas enumeraciones de los gobernantes ladrones, cuando se reza por los enemigos. Que Dios les permita arrepentirse y los perdone, si ellos le piden perdón e indemnizan a los encarcelados injustamente. Y a los otros, previa restitución de lo robado.
 
¿Y, no sería posible, que Dios permitiera al fantasma del Obispo Angelelli, aparecerse a esos jueces para que se arrepientan de haberlo asesinado en los papeles, a fin de condenar militares inocentes de ese crimen? Siendo tan bueno, ¡cómo no los ayudaría a arrepentirse!
 
Y así también nos ayudaría a librar la Patria de corruptos poderosos. Amén.
 
Marcial Castro Castillo
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

La culpa la tiene el Vaticano, que permite que cualquier mogólico haga lo que quiere. Falta disciplina y trabajo, y si Angelelli se sentía comprometido con el pueblo, pues hubiera ido a laburar de pocero o lo que sea, pero no calzarse una zotana y hablar huevadas.La Iglesia cumple lo primero una misión ultramundis, y si no es una ONG,
PACO LALANDA