A PROPÓSITO DEL
“CASO ANGELELLI”
En general, todos los argentinos contestarían igual si le
preguntasen por el origen de la fortuna K, aunque lo hicieran desde distintos
puntos de vista: con aplauso aquellos K creen que hay que aprovechar cualquier
oportunidad para quedarse con lo ajeno; con envidia, otros que no tuvieron esas
oportunidades que brinda el Poder Ejecutivo; y con reprobación las personas
decentes.
Es típico de los piojos resucitados, cuando ascienden a
puestos expectables, hacer quemar incienso a los chupamedias o pelotilleros,
como imaginan falsamente que harían los nobles de sangre o los conquistadores,
porque no se les ocurre que el poder pueda ser para otra cosa que usufructo
personal. (No está demás recordar que, con ocasión del primer gobierno elegido
por sufragio universal en 1916, se popularizaron las expresiones “genuflexo” y
“adulón”, más castizas que el lunfardo “chupamedias”).
Y si preguntamos por Boudou, cabeza del Legislativo (digo
“cabeza”, no en el sentido intelectual, sino porque lleva pelo), la respuesta
estaría matizada entre la indignación de muchos y las carcajadas de burla de
los legisladores, haciendo pito catalán a la decencia.
Pero es de justicia reconocer que no se quedan atrás algunos
de los Jueces o magistrados del Poder Judicial, para completar las pruebas de
que, al menos entre nosotros, democracia es corrupción. Y para eso se hizo la Constitución…
si no, ¿para qué? Como denuncia Martín Fierro, no se hizo para felicidad del
pueblo argentino, pero sí para provecho y fiesta de los magistrados, como el
primer presidente, que se coronó —dicen— el hombre más rico de Sudamérica.
La política de inclusión, también incluye a esos jueces que
inventan crímenes inexistentes para condenar patriotas, aunque no sepamos qué
ganan con eso. Francamente, desconcertante: si de los 30.000 desaparecidos, la
CONADEP reconoce a unos 8.000 muertos por los militares durante la guerra, los
otros 22.000, ¿fueron asesinados por la troupe “Bonafini y sus Madres de la
Plaza…”, que difundieron la cifra? Porque está claro que, si Monseñor Angelelli
no murió en un accidente, lo mataron los jueces 38 años después.
Yo no sé, no lo termino de entender. Porque si las cuentas
del enriquecimiento ilícito y las de los desaparecidos son creíbles, ha de ser
porque el CONICET habrá creado una aritmética nueva, para gloria de los
científicos matemáticos K.
Lo que sí sé, es que a fines de los años ’60, tenía un alumno
protegido por los presbíteros Erio Vaudagna y “El Gato” Rivarola, que parecía
enfermo de monomanía y sólo hablaba de las masas explotadas y oprimidas y de
opresores, etc. De todo Marx, era lo que había entendido. Pobre, se llamaba
Miguel Ángel Barrionuevo, y salió en los diarios cuando lo llevaron a un
hospital riojano, herido en un campo de entrenamiento guerrillero, por lo cual
la policía lo detuvo. Pero lo liberaron, bajo la palabra del Obispo Angelelli,
de que no era guerrillero sino que había sido herido estando ambos en una
partida de caza. Lo que no me consta, es que sea auténtica la fotografía del
Obispo Angelelli celebrando misa en un altar con las insignias de Montoneros,
aunque dicen que apareció en un diario de ellos.
Y en 1971, si no recuerdo mal, los titulares del vespertino
“Córdoba” anunciaban “OCHO BOMBAS EN EL PALACIO DE JUSTICIA”. ¿Quién las había
colocado y, una vez apresado, las localizó para que la Brigada Anti explosivos
las desactivara a tiempo? (O sea que sabía perfectamente dónde las había
puesto). Pues, ¡Miguel Ángel Barrionuevo!
Unos años después, un día, el oeste de la ciudad de Córdoba
quedó incomunicado con el centro, porque sobre puente en el cruce de la Ruta 20
y el Canal Maestro Sur, se libraba una batalla entre fuerzas terroristas y la
Policía Federal. Después, me dijo un colega, que uno de los muertos era Miguel
Ángel Barrionuevo, amigo, compañero de cacerías y protegido del Obispo
Angelelli.
Hay que rezar también por la conversión de esos jueces, con
oraciones inclusivas, agregándolos a las extensas enumeraciones de los
gobernantes ladrones, cuando se reza por los enemigos. Que Dios les permita
arrepentirse y los perdone, si ellos le piden perdón e indemnizan a los
encarcelados injustamente. Y a los otros, previa restitución de lo robado.
¿Y, no sería posible, que Dios permitiera al fantasma del
Obispo Angelelli, aparecerse a esos jueces para que se arrepientan de haberlo
asesinado en los papeles, a fin de condenar militares inocentes de ese crimen? Siendo
tan bueno, ¡cómo no los ayudaría a arrepentirse!
Y así también nos ayudaría a librar la Patria de corruptos
poderosos. Amén.
Marcial Castro Castillo
1 comentario:
La culpa la tiene el Vaticano, que permite que cualquier mogólico haga lo que quiere. Falta disciplina y trabajo, y si Angelelli se sentía comprometido con el pueblo, pues hubiera ido a laburar de pocero o lo que sea, pero no calzarse una zotana y hablar huevadas.La Iglesia cumple lo primero una misión ultramundis, y si no es una ONG,
PACO LALANDA
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